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No Alineados: buscando la identidad perdida

Fuentes: El Nuevo Diario

La XIV Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del Movimiento de Países No Alineados, que se celebra en La Habana, comparte protagonismo con la expectación internacional que despierta la salud del presidente de Cuba, Fidel Castro. Por momentos, genera más atención esta circunstancia que la propia cumbre, lo que da fe, por una […]

La XIV Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del Movimiento de Países No Alineados, que se celebra en La Habana, comparte protagonismo con la expectación internacional que despierta la salud del presidente de Cuba, Fidel Castro. Por momentos, genera más atención esta circunstancia que la propia cumbre, lo que da fe, por una parte, del tremendo atractivo noticioso del dirigente cubano y, por otra, del escaso conocimiento que se tiene en Occidente de un movimiento que agrupa a 116 Estados, es decir, a dos tercios de los miembros de la Organización de Naciones Unidas.

Nacido en 1961, como resultado de la Conferencia de Bandung, celebrada en 1955, los No Alineados (NO-AL en su propia terminología) nacieron con el ideal de permanecer al margen del enfrentamiento Este-Oeste. Se sostenían en la convicción de que sus problemas e intereses, como países emergentes del proceso de descolonización impulsado por NNUU, poco o nada tenían que ver con el conflicto entre las grandes potencias. Se convirtieron, desde su fundación, en grandes promotores de la lucha anticolonialista y en impulsores de un Nuevo Orden Económico Internacional, además de conductores del inmenso proceso de desarrollo del Derecho Internacional que tendrá su epicentro en la organización mundial.

Fueron el mayor foro del llamado Tercer Mundo y a los NO-AL acudían los países para recabar apoyo en sus luchas por la independencia y la autodeterminación. La actividad desarrollada en su época de gloria llevó a EEUU y Europa a demonizarlo y temerlo, pues su abrumadora mayoría imponía sin problemas sus tesis en la Asamblea General de la ONU. El apartheid, la OLP, el Sahara, las colonias portuguesas, Cuba, la revolución sandinista… todos hallaban en los NO-Al el apoyo político, moral y legal necesario para enfrentar las políticas imperiales.

No pudieron, en cambio, consolidarse como foro efectivo en campos tan relevantes como el económico y nunca han logrado resolver las profundas divergencias ideológicas entre sus miembros. A los NO-AL pertenecen por igual Marruecos y Corea del Norte, Guatemala y Cuba, Paquistán e Irán. Tales divergencias determinaban su fracaso al abordar asuntos que afectaban seriamente a aliados estratégicos, fueran éstos EEUU o la URSS, o que chocaran con sus compromisos militares o geopolíticos.

El fin del proceso descolonizador y luego del mundo bipolar, con la desaparición de la URSS, los privó de sus señas fundamentales de identidad. A partir de 1991, los NO-AL se sumieron en una grave crisis, de la que esperan salir en esta cumbre de La Habana, definiendo nuevos objetivos y propósitos. Uno de ellos será, según las propuestas presentadas, revitalizar los objetivos económicos y sociales, abandonados desde el fracaso de la conferencia por un Nuevo Orden Económico Mundial; un objetivo considerado esencial, a causa de los estragos que la globalización está causando en los países pobres. Otro es crear un frente común frente al unilateralismo de EEUU y las guerras de Occidente contra países islámicos. La reforma de Naciones Unidas ocupa también un papel central, especialmente respecto al funcionamiento del Consejo de Seguridad.

Aunque desde Europa se les aprecie poco, es deseable su revitalización porque, como ha señalado el vicecanciller cubano, el movimiento NO-AL «ha sido siempre un mecanismo destinado sobre todo a la aplicación de los principios del Derecho Internacional». Algo deseable, en un mundo convulso y perplejo donde los cañones y misiles han desplazado de su lugar a políticos, diplomáticos y juristas.