Una treintena de voluntarios suizos trabajan actualmente en muy variados proyectos en Bolivia. Pertenecen a tres de las ONG helvéticas miembros de la plataforma UNITE que se dedican al intercambio de personas: E-Changer, Interagire e Interteam. Una coordinación binacional se encarga de su acompañamiento y de la relación con más de veinte organizaciones, movimientos e […]
Una treintena de voluntarios suizos trabajan actualmente en muy variados proyectos en Bolivia. Pertenecen a tres de las ONG helvéticas miembros de la plataforma UNITE que se dedican al intercambio de personas: E-Changer, Interagire e Interteam. Una coordinación binacional se encarga de su acompañamiento y de la relación con más de veinte organizaciones, movimientos e instituciones contrapartes. Cooperación intensa atravesada por preguntas de fondo derivadas de la particular coyuntura política que vive este país sudamericano. Tal como lo señala Elke Kalkowski, co-responsable de la Coordinación de las ONG suizas. De nacionalidad alemana, Kalkowski llegó a Bolivia hace casi treinta años en los cuales siempre mantuvo relaciones privilegiadas tanto con la solidaridad internacional como con los principales actores sociales locales.
P: ¿En qué consiste el trabajo de la Coordinación?
R: Es muy diverso, lo que lo hace interesante, por no decir apasionante. Un día de monitoreo de un cooperante, puede implicar visitas a su proyecto, encuentros con sus contrapartes y, muchas veces, viajes a diferentes puntos de Bolivia.
Cuando estamos en Cochabamba, lugar de nuestra sede, tenemos muchos contactos con los voluntarios y contrapartes. Nos relacionamos con todo tipo de redes y organizaciones, bolivianas o europeas. Mantenemos un contacto estrecho con la cooperación oficial suiza y con otros ONG helvéticos presentes en el país. Escribimos, elaboramos planificaciones, informes, solicitudes, informamos a las sedes de las organizaciones en Suiza. Pero insisto, lo esencial es la relación con los *cooperactores* y las contrapartes.
P: ¿Qué tipo de contrapartes?
R: Algunas son organizaciones de base. Otro sector importante es el de las ONG bolivianas de diferentes tipos y orientaciones. También trabajamos con el Estado, especialmente a nivel local. No siempre es simple este tipo de relación. En general se trata de instancias muy *politizadas* en el sentido tradicional del término. Muchas veces los objetivos y la naturaleza de la cooperación van a depender de la visión, por ejemplo, del alcalde que hizo la solicitud. Y se dan muchos y constantes cambios de autoridades. Una rotación que no facilita la construcción de una relación más estable…
P: ¿Eso implica que es más simple trabajar con contrapartes de la base, movimientos sociales o actores de la sociedad civil?
R: Sin duda. Pero vemos también la potencialidad de trabajar con el Estado, especialmente en una coyuntura política tan particular como la que vive hoy Bolivia. Insisto, sin embargo, que esto es complicado. Las viejas prácticas no se erradican de la noche a la mañana. Y esto dificulta la tarea a los voluntarios que vienen de culturas diferentes como la suiza.
P: ¿Cuáles son los aspectos más significativos de esta cooperación?
R: Un aspecto es la riqueza del intercambio intercultural, la posibilidad que este tipo de cooperación da para conocerse mejor entre actores de sociedades diferentes. El coadyuvar a desmitificar ciertos prejuicios que existen tanto en Suiza como en Bolivia. Por ejemplo, en el Sur, la idea que todos los *gringos* son ricos, que vienen para engañar etc. La presencia de seres humanos cooperando implica encontrar los intereses comunes de ambas sociedades en esta era de globalización. Algo que difícilmente se logra financiando proyectos. El intercambio de personas es un pie decisivo de la cooperación integral. Asegura que la presencia internacional tenga un rostro humano y evita que se construyan elefantes blancos que no siempre benefician a las poblaciones locales.
CONSTRUIR JUNTOS ALGO NUEVO
P: ¿Y el aporte técnico?
R: Por supuesto que es un componente esencial. Sobre todo cuando viene de sociedades que han desarrollado mucho sus planes educativos y su formación. Hay profesiones de Suiza que en Bolivia ni se conocen. Pero, atención, nuestras contrapartes no quieren expertos externos que aportan la *verdad* o que intentan trasladar mecánicamente los conocimientos. Lo que valoran es recibir lo que sirve y se adapta a la realidad concreta boliviana. Y además, que se entienda que es un dar y recibir. Que ambos actores de la cooperación pueden y deben aportar a la construcción común de algo nuevo.
P: Si volvemos al balance retrospectivo de estos años de trabajo… ¿cuáles son los aspectos más problemáticos en torno a los voluntarios que llegan de Suiza?
P: En lo que hace a lo problemático, no podemos olvidar que dada la naturaleza de nuestra actividad, siempre hay dos partes, la del sur y la del norte. Si comenzamos por la dinámica sur, la de Bolivia, un punto que nos ha complicado mucho son los cambios repetidos de responsables y de interlocutores a nivel de las contrapartes, especialmente en el Estado. Es evidente que hay dos actitudes ante esos cambios. Preguntarse si imposibilitan definitivamente un trabajo común. O bien si debemos tomarlos con calma y analizar la posibilidad de seguir colaborando. Nos parece importante, en todo caso, que se siga apoyando el proceso en marcha – y no hablo de apoyar un partido sino del proceso-. Dando nuestro pequeño aporte para que se fortalezcan las estructuras democráticas.
Por la otra parte, la del norte, no debemos olvidar que se trata de seres humanos que llegan a una realidad muy diferente. Muchas veces no pueden adaptarse, no logran salir de esa competencia tan arraigada en el norte y que se expresa en el ritmo y la modalidad de trabajar. Y a veces los *cooperactores* tienen una sensación de fracaso por no lograr cumplir todos los objetivos delineados en su proyecto original. Por otra parte, es real que sentimos un cambio de *generación* de los voluntarios que llegan, tal vez con una óptica menos *militante* o de servicio. Pero no se puede generalizar. Hay muchas diferencias entre los voluntarios en sí y entre las mismas ONG de envío…
ESCUCHAR CON HUMILDAD
P: Bolivia vive ahora un momento muy particular en su historia. En qué medida se ubica la cooperación internacional en esta coyuntura-proceso…
R: La cooperación en general está reflexionando a fondo y no le queda otra opción. Desde el mismo momento que el Presidente Evo Morales subrayó que no quiere tener patrones sino socios y más aún, amigos. Es una nueva etapa para la cooperación, no puede moverse como antes, ni ejercer un poder que nadie se atreve a cuestionar. Ahora debe alinearse con el Estado – insisto que no es con un partido político gubernamental. Y esto puede acarrear una cuota de riesgo dada la propia inestabilidad de las instituciones. Pero tiene también una enorme potencialidad. Cualquiera que busque, sinceramente, aportar para que Bolivia salga de la pobreza, no puede más que apoyar este proceso. Me parece totalmente lógico.
P: Eso significa una cooperación más humilde y a la escucha…
R: Sin duda que esos serían criterios para cualquier cooperación en cualquier lugar del mundo. Pero mucho más en Bolivia hoy. Escuchar con humildad. Hay que comprender que nosotros, en tanto que cooperación, somos visitantes, huéspedes en este país. Y nos acogen porque perseguimos un objetivo fundamental común que es el cambio de las estructuras a favor de los más desfavorecidos. Pero esto exige un cambio de concepción. Aceptar también la visión de un cambio de la naturaleza, de las relaciones Norte-Sur…Insisto, nos acogen en su casa, en su país. Y la cooperación internacional no les puede decir a los bolivianos como deben barrer el zaguán de sus casas…
* Sergio Ferrari, colaboración UNITE + distribuido por E-CHANGER
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«LO ESENCIAL: EL COMPROMISO DE LOS COOPERANTES»
Desde hace nueve años la periodista y teóloga alemana Hildegard Willer radica en Perú. Primero, desempeñándose como cooperante de la Misión Belén de Immensee (MBI) en dos proyectos sucesivos. Y desde hace cuatro años, como coordinadora de los nueve cooperantes de dicha ONG suiza -que hace parte de la plataforma UNITE- que tiene una larga presencia en ese país andino.
«Nuestros colaboradores trabajan en tres sectores. El pastoral, con perfil de teólogos, agentes comunitarios, educadores. El de las energías renovables. Y otro más reciente, pero con proyección de futuro, el de derechos humanos y medio ambiente», explica Willer.
Si de las tareas regulares de la coordinación se trata, éstas son muy variadas. Y la enumeración es casi interminable: la representación oficial de su organismo; identificación y relación permanente con las contrapartes; la introducción al país a los nuevos cooperantes recién llegados; su seguimiento, acompañamiento, monitoreo y evaluación…
«Sin olvidar la relación con organizaciones e instituciones suizas y con redes nacionales e internacionales de ONG. Aunque cada cooperante, en su zona, en cierto sentido representa la MBI y desarrolla sus propios contactos», enfatiza Willer.
Profundamente anclados en proyectos ligados a la iglesia – fundamentalmente católica romana «aunque somos ecuménicos»-, muchos de los voluntarios de MBI se confrontan a los vaivenes y contradicciones propias de esa institución.
«Si bien Perú fue una de las cunas de la Teología de la Liberación latinoamericana, en los últimos años se ha dado una fuerte ofensiva de los sectores más conservadores de la iglesia. Que se sienten defensores de los valores, de la moral individual y familiar e interpretan que todo lo que es social es responsabilidad sólo del Estado».
A veces esta realidad, esta cosmovisión, repercute negativamente en el trabajo cotidiano de los cooperantes que se identifican con un compromiso social claro, evalúa. «El choque con un obispo o un cura conservador puede ser realmente frustrante», enfatiza.
¿El aspecto más positivo de trabajar en el marco de la iglesia? «La confianza y el reconocimiento que aporta en la relación con la gente. En un país donde predominan las relaciones de círculos, sean de amistad o de clases, «el poder desempeñarse en una región determinada con el aval de una institución como la iglesia que sigue gozando de mucha credibilidad en la sociedad peruana, facilita el aterrizaje, la cercanía con la gente y la tarea diaria».
«Si bien es importante el perfil y aporte profesional del cooperante, no pienso que sea el factor determinante que asegura su correcta inserción», enfatiza la representante de MBI.
Lo esencial para «entrar en la sociedad peruana y tener una correcta comunicación es, en definitiva, el perfil personal y el compromiso de los cooperantes». Estos son reconocidos y aceptados «cuando logran ganar la confianza de la gente».
Ejercicio no siempre fácil, dado el impacto que pueden tener los códigos interculturales. «Y lo complicado que es entenderse en las diferencias, comprenderse como seres humanos distintos y como actores complementarios», concluye.