El temor a una guerra universal es cada vez más fuerte. Su vil cara aparece frecuentemente. Si no fuera así, los académicos suecos no le hubieran dado el Nobel de la Paz a Barack Obama. Es la primera vez que le otorgan ese premio a quien no ha hecho nada por la Paz. Se hizo […]
El temor a una guerra universal es cada vez más fuerte. Su vil cara aparece frecuentemente. Si no fuera así, los académicos suecos no le hubieran dado el Nobel de la Paz a Barack Obama.
Es la primera vez que le otorgan ese premio a quien no ha hecho nada por la Paz. Se hizo elegir hablando contra «ella», pero una vez en el gobierno – a la sombra de su retórica -, la fiera dama controlada por «halcones» y «neocons», afila sus uñas, agrede, mata y esclaviza.
Parece que los pacíficos vikingos – que se cansaron de hacer la guerra – con esa designación están mandando una especie de SOS. Hasta el mismo Obama está sorprendido.
Y no es para menos. Los gringos tienen armas y toda clase equipos de guerra dispersos por todo el mundo. Los chinos acaban de hacer una increíble demostración de fuerza. Al menos 12 países cuentan con armas nucleares. Y los conflictos siguen vivos en los cinco continentes.
Pero lo más grave corre pierna arriba. La crisis económica es el fogón que alienta la llama. Una vez caiga el dólar, la rapiña no va a tener «madre». La confrontación por los recursos vitales, energía y alimentación, va ser de un carácter inimaginable.
Parece que ese es el mensaje de alerta que nos envían desde Estocolmo.
Y es que hasta nuestros pobres y subdesarrollados países de América Latina se están armando. Colombia hace rato es el principal fortín, pero lo sigue de cerca Chile y, ahora Brasil y Venezuela se suman a ese combo.
Claro que en comparación con las superpotencias es para reírse. Es «más tilín que paletas». Pero los expertos usa-americanos de los mass media, utilizan esa supuesta carrera armamentista para generar miedo y pavor entre el pueblo estadounidense.
Señalan hacia el sur anunciando un «nuevo eje del mal». Es la nueva amenaza que quiere llevarlos a la ruina: «Chávez es un peligro para la libertad y el progreso», dicen con gran convicción. Y muchos les creen. Hace parte del clima de xenofobia, racismo, y odio que alimenta la derecha recalcitrante.
Allá, en los EE.UU., pintan al presidente bolivariano como una especie de Idi Amin «redivivo», Fidel Castro «renovado», Gadafi «re-energizado» y Ahmadineyad «rearmado y nuclear». Un verdadero «diablo hispano».
Pero, si en verdad esas letales armas fueran para ser usadas a plenitud, de seguro, ya estaríamos exterminados.
Esas armas son para amedrantar, atemorizar, contener, «cañar», tanto a otros pueblos como al de su propio país. Por eso se inventaron las guerras de «cuarta generación», que son guerras programadas para provocar una respuesta y poder justificar la existencia del arsenal.
En la etapa actual de la humanidad todas esas formas de guerra, «de guerrillas», «asimétricas», «conflictos de baja intensidad», «guerras sucias», contra los «terrorismo de todo tipo», han terminado siendo herramientas al servicio de los imperios. Las programan y usan.
Son armas para infundir miedo y de terror. Gandhi siempre lo supo y por ello retomó las ideas de Henry David Thoreau, convirtiendo la «desobediencia civil» en resistencia pacífica. Y con esa herramienta moral y mucha persistencia, derrotó al imperio inglés.
En esta época de cambio y avance de los pueblos necesitamos nuestro propio «Gandhi». Un estadista indo-afro-euro-americano que rediseñe la estrategia. Evo… ¡tienes la palabra!
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.