¿Qué se está incubando en el Cáucaso? El lunes 6 cayó en Abjasia un guardia de frontera en un tiroteo que inició un grupo armado desde territorio limítrofe georgiano, precisamente cuando Moscú comenzaba a retirar sus tropas (The New York Times, 7-10-08). Súmese esto al coche bomba que estalló el viernes 2 en Osetia del […]
¿Qué se está incubando en el Cáucaso? El lunes 6 cayó en Abjasia un guardia de frontera en un tiroteo que inició un grupo armado desde territorio limítrofe georgiano, precisamente cuando Moscú comenzaba a retirar sus tropas (The New York Times, 7-10-08). Súmese esto al coche bomba que estalló el viernes 2 en Osetia del Sur y mató a nueve militares rusos: el vehículo procedía de Georgia y esa clase de atentado no tiene antecedente en la región. Es un signo ominoso: señala la presencia de terroristas empeñados en la jihad o guerra santa que han pasado a la acción y claramente del lado georgiano. El conflicto con Rusia se enturbia aún más.
Ambos incidentes, tal vez permitidos o alentados por Tiflis, preocupan a Moscú. Para el Kremlin, forman parte de una trama más vasta que persigue la desestabilización de sus confines. Rusia debe atender dos frentes en este asunto: el del mundo occidental, por la instalación de componentes del escudo antimisiles estadounidense en la República Checa, Polonia y Ucrania y con esta última además por el control de Crimea; por otro lado, encara el reto del islamismo radical en Chechenia, Ingushetia y Daguestán, repúblicas rusas autónomas. No son comarcas tranquilas. Los pujos separatistas mezclan nacionalismo y terrorismo. Ingushetia se ha convertido en base de operaciones y entrenamiento de Al Qaida y no escasean allí los asesinatos políticos (www.kavkazcenter.com, 11-9-07). Se recuerdan las dos guerras civiles en Chechenia, intervención rusa incluida, así como el operativo checheno del 2004 en Osetia del Norte con toma de rehenes en una escuela y la muerte de 334 civiles, 186 niños entre ellos. Ambos frentes se conjugan en Georgia. Un atentado con coche bomba tiene firma conocida.
Hay hechos significativos. El presidente Bush anunció que EE.UU. enviará mil millones de dólares a Georgia, cuyo presupuesto militar ha aumentado abruptamente, y la posible alianza o concertación Washington/Tiflis/islamistas fundamentalistas tiene además cobertura civil en EE.UU.: los «halcones-gallina» crearon en 1999 el comité estadounidense por la paz en Chechenia, que apoya a los grupos extremistas de la región. Fue rebautizado como comité estadounidense por la paz en el Cáucaso, nombre que refleja la expansión de su apetito intervencionista. Lo integran neoconservadores archiconocidos como William Kristol, uno de los inventores del Proyecto Para el Nuevo Siglo estadounidense, que propugna el establecimiento de un imperio mundial con Washington de capital. Este enlace de EE.UU. con grupos terroristas que incluso figuran como tales en la lista negra del Departamento de Estado sería un fenómeno curioso si no hubiera precedentes en la región.
Afganistán, por ejemplo. Zbginiew Brzezinski, que fue asesor de seguridad de Jimmy Carter, no tuvo pelos en la lengua para reconocerlo. Declaró en una entrevista que en 1998 concedió a un semanario francés: «Según la versión oficial de la historia, la ayuda de la CIA a los mujaidines comenzó en 1980, es decir, después de la invasión soviética a Afganistán, el 24 de diciembre de 1979. Pero la realidad, ocultada hasta ahora, es completamente distinta: fue el 3 de julio de 1979 que el presidente Carter firmó la primera directiva para que se prestara ayuda secreta a los oponentes al régimen prosoviético de Kabul. Ese mismo día le expliqué al presidente que eso provocaría un intervención militar soviética» (Le Nouvel Observateur, 15/21-1-98).
El periodista señala que había entonces una base de verdad en las justificaciones de Moscú para invadir el país y pregunta a ZB si no lo lamenta. Respuesta: «¿Lamentar qué? La operación secreta fue una idea excelente. Tuvo el efecto de que los rusos cayeran en la trampa afgana, ¿y usted quiere que lo lamente…? Les dimos su Vietnam». Pregunta: «¿Y tampoco lamenta haber apoyado al integrismo islamista, dándoles armas y asesoramiento a los futuros terroristas?». Respuesta de Brzezinski: «¿Qué es más importante para la historia mundial? ¿Los talibán o el colapso del imperio soviético? ¿Algunos agitadores musulmanes o la liberación de Europa central y el cese de la Guerra Fría?» El periodista: «¿Algunos agitadores musulmanes? Sin embargo, se ha dicho y repetido que el fundamentalismo islámico representa hoy una amenaza mundial». ZB: «Eso es ridículo». Se ve, se ve.
La invasión de Afganistán hace exactamente siete años y la guerra de Irak que lleva más de cinco han elevado el terrorismo mundial a niveles nunca antes conocidos. El pueblo estadounidense ya lo percibe: una encuesta de CBS/The New York Times reveló que el 51 por ciento de los entrevistados este octubre considera que EE.UU. estaría más a salvo de nuevos atentados en suelo propio si no interviniera en países del Medio Oriente, seis puntos más que en octubre del 2007; el 57 por ciento que insistía en la guerra en octubre del 2007 ha disminuido al 38 por ciento (www.angus-reid.com, 8-10-08). El terrorismo islamista que Washington fomenta contra Rusia no es muy popular en EE.UU.