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Pakistán, la última puntada contra Khan

Fuentes: Rebelión

En Pakistán, de no mediar un suceso verdaderamente extraordinario como una guerra civil o la intervención divina, la carrera política del ex primer ministro de 71 años, Imran Khan, ha terminado dando la última puntada para retornar a las prácticas del pasado, manteniendo a la nación centroasiática sojuzgada al arbitrio de las fuerzas armadas, el poder omnímodo, desde la fundación de Pakistán en 1947.

Con la reciente condena a catorce años de prisión, por filtrar documentos reservados, mientras una larga fila de procesos -más de 100- esperan para seguir cayendo sobre el líder popular más importante de los últimos 25 años, el establishment del país centroasiático, entre el que hay que incluir en primer lugar a las Fuerzas Armadas y en segundo a la embajada norteamericana, advierte su destino a cualquier dirigente que pretenda revertir el orden establecido.

La “moción de censura” que el Parlamento implementó para eyectarlo del poder en abril del 2022, fue el inicio del calvario de Khan acusado de corrupción en un primer juicio que finalmente fue desestimado. A pesar de ello, contra toda razón, desde agosto del 2023 permaneció detenido.

El gobierno de Khan poco a poco se fue desgastando, dados los desafíos que debió sobrellevar, entre ellos, más allá de la violencia integrista estuvo acosado por una inflación desbordada y el incremento de déficit que generó quiebres internos en la fuerza gobernarte, a lo que se sumó el Covid-19.

La acción parlamentaria se fundó en lo que se conoce como el caso Toshakhana, en sánscrito “casa del tesoro”, un departamento controlado por la División del Gabinete de Pakistán que preserva para el Estado todos los regalos recibidos por funcionarios de alto nivel. A Khan se lo acusó, inicialmente, de haber vendido regalos oficiales. Según la acusación, Khan habría querido vender un reloj de alta gama y otros obsequios por valor de 500.000 dólares, a lo que se agregó un juego de joyas obsequiadas por el príncipe heredero saudita Mohamed bin Salmán (MbS), supuestamente conservadas por su esposa, Bushra Bibi, quien también recibió una condena de 14 años además de, al igual que su marido, la prohibición de aspirar a cargos públicos por 10 y el pago de una multa al matrimonio de más de cinco millones de dólares.

La cuestión de filtrado de documentación se refiere a un mensaje cifrado del embajador de Pakistán en Washington en el que informaba acerca de una operación para lograr su destitución. Supuestamente, Khan mencionó este documento en un acto público pocas semanas antes de que fuera derrocado.

El juicio contra Khan faltó a todas las normas establecidas, ya que bajo el pretexto de que un tribunal puede constituirse en el lugar que los jueces lo consideren, en este caso se desarrolló en la prisión de Rawalpindi, donde ya se encontraba detenido. Todo el proceso se llevó a puertas cerradas, lo que, según los abogados de Khan, es inconstitucional. El ex primer ministro denunció el juicio como “una broma y una farsa”, dado que los equipos de la fiscalía, como los de la defensa, eran abogados nombrados por el Gobierno y a los del propio “reo” no se les permitió interrogar a los testigos, incluso altos mandos del ejército llamados a testificar por la defensa.

No es para nada casual que el veredicto se haya conocido a pocos días de las controvertidas elecciones del próximo día 8, a las que obviamente no pueden postularse Khan ni su más importante colaborador, el exministro de relaciones exteriores Shah Mahmood Qureshi, candidato por el partido de Khan Pakistan Tehreek-e-Insaf PTI (Movimiento por la Justicia de Pakistán), quien según todas las encuesta, se habría impuesto en las próximas elecciones, pero también ha sido condenado a diez años de prisión e inhabilitado para ocupar cargos públicos en virtud de la ley de secretos oficiales.

Con estas resoluciones y en vista de que desde abril del 2022 este partido ha sido literalmente demolido, ya que se encuentran encarcelados centenares de militantes entre los que se incluye toda su dirigencia, se le ha prohibido realizar actos de campaña y publicidad dejando el camino abierto para la vuelta -por cuarta vez- al Pakistan Tehreek-e-Insaf de Nawaz Sharif, tres veces primer ministro, que cuenta, después de haber estado enfrentado, con el apoyo del ejército.

Sharif, que dejó su último mandato en 2017 tras duros enfrentamientos con los militares, fue encarcelado por corrupción. Más tarde consiguió escapar a Londres, de donde a pesar de las causas contra él volvió el año pasado con el obvio guiño de la cúpula militar. Rápidamente las acusaciones fueron levantadas, incluso la prohibición que tenía de por vida de realizar cualquier actividad política. Por su parte, el ejército sacó un comunicado en que negó cualquier vinculación con Sharif, miembro de una de las familias políticas más importante del país.

¿Cómo evitar una victoria?

Khan llegó al Gobierno en 2018, a pesar de que muchos le habían señalado como el hombre del ejército, utilizando su extraordinaria carrera deportiva, siendo capitán del único equipo nacional de críquet, el deporte más popular del país, que alcanzó en el título máximo de esa disciplina en la Copa Mundial ODI de 1992.

A su retiro de la actividad deportiva, después de una relevante carrera en la liga inglesa, donde se cimentó su fama de playboy, Khan vuelve a su país y tras encarar varios proyectos humanitarios funda en 1996 el PTI, con escaso éxito hasta 2011, cuando, muchos ciudadanos desilusionados por la crónica corrupción en todos los estamentos políticos, empresariales y del ejército y el empeoramiento de los índices de desempleo, comenzaron a seguirlo. Un proceso que le generó muchísima popularidad, al punto de que para 2018, cuando se impone en las elecciones a primer ministro, comenzó a ser llamado “el primer ministro en espera” asumiendo el cargo en agosto de ese año.

Desde entonces los sectores más postergados del país se fueron incorporando a su partido, dándole un sustento cada vez más importante y que incluso se multiplicó tras su caída, más allá de toda la propaganda en su contra.

En vista de las necesidades del establishment, para evitar un golpe militar que blanquee el verdadero estado de situación en Pakistán, fue primordial dinamitar el partido de Khan, para lo que se instrumentaron una gran cantidad de medidas, desde la persecución al asesinato de militantes y candidatos, como sucedió el pasado 7 de enero en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa (K.P.), contra un postulante a la Asamblea Provincial que hacía campaña puerta a puerta, cuando fue ejecutado por un desconocido.

Esta semana se produjeron al menos tres muertes relacionadas con la campaña. La primera fue la de Rehan Zaib Khan, quien apoyaba al partido de Khan y fue ejecutado balazos junto a cuatro asistentes que resultaron con diversas heridas, en el distrito de Bajur en K.P.

Los otros dos se produjeron horas después de conocerse la sentencia contra Khan el pasado miércoles, uno fue reivindicado por el Dáesh, que habría colocado un artefacto explosivo en un mitin en Baluchistán, y también en el baluch fue asesinado un líder local del izquierdista Partido Nacional Awami, en el distrito de Chaman, próximo a la frontera afgana

Miles de militantes están siendo detenidos y perseguidos para impedir manifestaciones mientras que casi todos los altos dirigentes han sido arrestados o presuntamente presionados para que abandonen el partido. Los medios de comunicación han dado instrucciones a sus periodistas y canales de noticias de que no se mencione al PTI durante sus coberturas.

Otro de los golpes decisivos contra el PTI ha sido la obligación de retirar de las boletas electorales el símbolo del PTI -un bate de críquet- un dato no menor en consideración de los altos índices de analfabetismo de la población, lo que la imagen era una indicación precisa para elegir.

Con todas estas medidas, el establishment pakistaní aspira a superar el peligro que ha significado la irrupción de Imran Khan, quien llegó al Gobierno con importantes planes de mejoras para los sectores más postergados, recortar el poder del ejército y alejar al país de la injerencia de Washington.

Por ahora la prisión de Khan cumple el cometido que no se logró con el intento de asesinato en noviembre del 2022, (Ver: Pakistán, los muertos que vos matáis…) en medio de una multitudinaria marcha que hubiera terminado de arrastrar a Pakistán a un espiral de violencia de la que todavía no se aleja.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.