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Entrevista a Orlando Castillo, coordinador suplente de Servicio Paz y Justicia para América Latina

«Paraguay es vital como punta de lanza para la desestabilización regional»

Fuentes: Gara

Paraguay, que en el siglo XIX fuera uno de los países punteros de América Latina, es hoy, en plena dictadura neoliberal heredera de la larga noche de las dictaduras, uno de los países más pobres del continente. En este contexto, EEUU aprovecha la situación geoestratégica de este olvidado país para consolidar desde él su presencia […]

Paraguay, que en el siglo XIX fuera uno de los países punteros de América Latina, es hoy, en plena dictadura neoliberal heredera de la larga noche de las dictaduras, uno de los países más pobres del continente. En este contexto, EEUU aprovecha la situación geoestratégica de este olvidado país para consolidar desde él su presencia militar en la región con vistas a recuperar el control de su tradicional patio trasero.

Orlando Castillo es miembro de Servicio Paz y Justicia-Paraguay y coordinador suplente para América Latina de esta organización que, presidida por el premio Nobel Pérez Esquivel, desde 1974 trabaja por los derechos humanos, la educación para la paz y la concienciación contra los valores militaristas, y en denuncia de la presencia de bases militares estadounidenses en el continente.

­¿Qué papel juega Paraguay en este rearme de EEUU?

Paraguay comparte frontera con tres países muy relevantes en la política internacional actual. Con Brasil que, a través del G-22 y el Mercosur, se ha constituido en uno de los muros al proyecto económico estadounidense. Con Argentina, donde estos últimos años se viene gestando un movimiento social de nuevo cuño, así como nuevas formas de relación económica por medio de las empresas recuperadas. Y, por supuesto, con Bolivia, que vive una nueva situación política y que, por sus recursos naturales, es clave para Washington.

­¿Hay que situar en este contexto la base Estigarribia?

La base Mariscal de Estigarribia, que no está actualmente operativa, pero que cuando quiera Washington la puede emplear, haría de enlace con la base de Manta (Ecuador). La distribución de cuerpos de élite y la desestabilización política seria mucho más sencilla desde esta base, que tiene capacidad para diez mil soldados, así como pistas de aterrizaje y toda una infraestructura para albergar una oficina de seguridad e inteligencia con sus agentes de la CIA, de la DEA y el FBI.

­¿De qué clase de intervención estaríamos hablando?

El convenio de inmunidad que firma Paraguay con Estados Unidos establece dos tipos de cooperación: una con el Ejército y otra con la población. Teniendo en cuenta que un 46% de la población no tiene acceso a ningún tipo de servicio público de salud, han llevado asistencia médica a más de cien mil personas. Estamos ante un trabajo cultural muy fino.

Pero la otra cara de esta ayuda está en que los medicamentos que entregan no son controlados por el Estado paraguayo, por lo que nadie sabe lo que contienen. Se han dado casos de abortos espontáneos y hemorragias entre mujeres que han sido atendidas. Es muy grave, pues no sabemos qué clase de droga están experimentando en la población y es sumamente sospechoso que se esté empleando una misma «pastilla milagrosa» para todo. No es una intervención médica real, menos aún cuando viene acompañada de filmaciones y los pacientes, mediante un cuestionario cuyo uso posterior se desconoce, son interrogados sobre si militan en organizaciones sociales.

­También hay ejercicios con el Ejército paraguayo…

Miembros de las Fuerzas Especiales de EEUU están entrenando al Ejército paraguayo. Estos entrenamientos, al ser clasificados, no sabemos exactamente en qué consisten, pero suponemos que se trata del clásico entrenamiento en lucha antisubversiva, contraguerrilla urbana e inteligencia, así como cursos de capacitación en comunicación y acercamiento a la población. Principalmente se trata de asesoramiento para el ejercicio de la represión interna.

­Esta irá enfocada al movimiento campesino, con el fin de mantener la injusticia en el campo paraguayo.

El movimiento campesino paraguayo es un movimiento fuerte y consolidado, que ha sobrevivido a la larga dictadura de Stroessner y hoy reivindica el derecho a la tierra de 600.000 personas, que reivindican el cultivo tradicional de supervivencia, el mantenimiento de la chacra familiar. Pero chocan con el modelo agroexportador de EEUU y el Gobierno, que extiende los transgénicos y necesita de grandes extensiones de tierra, lo que provoca la expulsión de más campesinos. Para ello tienen muchos métodos, desde los Comités de Seguridad Ciudadana, equiparables a la AUC colombiana, hasta las fumigaciones, pasando por el maletín o, en último término, el Ejército y las Fuerzas de Orden Público. 52 familias abandonan diariamente el campo por la ciudad y 152 personas dejan cada día el país.

­EEUU insiste en la amenaza «terrorista» en Paraguay, donde no actúa ninguna guerrilla.

Sin obviar la magnitud y ambigüedad del término «terrorismo», el discurso aquí tiene que ver con la Triple Frontera que comparte con Brasil y Argentina, que alberga a una población de origen árabe de 40.000 personas. Se les relaciona con Hamas, Hizbula e incluso con Al Qaeda. Lo cierto es que en la zona se da un comercio informal, lo que se conoce como piratería. Pero, sobre todo, la cuestión central es que en Ciudad del Este se encuentran tres bocas de recarga muy importantes del acuífero guaraní. El control de este último es lo que realmente hay detrás. De ahí que Washington presione a la OEA para crear cuerpos especiales o que actúe ya en Foz de Iguazú en un cuerpo de seguridad para vigilar la zona.

­¿Cómo responden los movimientos sociales del país?

Hace un año Paraguay era un país desconocido y totalmente olvidado. Por de pronto, han logrado insertar esta temática en los foros internacionales de los movimientos sociales. –