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Intervención en el Encuentro de Intelectuales con la Otra Campaña

¿Por qué estamos aquí?

Fuentes: La Jornada

Mi pregunta es: ¿Por qué estamos aquí? Si queremos saber qué nos ha traído a la otra campaña me parece que debemos fijarnos en las alternativas anteriores y en lo que pasó con ellas: la socialdemocracia se hizo colonialista o le hizo el juego al neocolonialismo; el nacionalismo revolucionario se volvió desarrollismo y populismo; el […]

Mi pregunta es: ¿Por qué estamos aquí?

Si queremos saber qué nos ha traído a la otra campaña me parece que debemos fijarnos en las alternativas anteriores y en lo que pasó con ellas: la socialdemocracia se hizo colonialista o le hizo el juego al neocolonialismo; el nacionalismo revolucionario se volvió desarrollismo y populismo; el socialismo de Estado se convirtió en una etapa del capitalismo.
¿Qué otra alternativa se vino abajo? El neoliberalismo hizo más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. La globalización neoliberal estructuró el mundo con dos bloques militares-empresariales que nos están llevando a una guerra que ya recorre los Balcanes, pasa por Palestina, por Afganistán e Irak, y amenaza a Irán, Pakistán y todo el mundo islámico, hasta morderse la cola de retache.
Mientras tanto la «cuarta guerra mundial» contra los pobres y contra los recursos vitales de la naturaleza se libra en todo su esplendor. El gran proyecto de la Civilización Occidental y sus sucedáneos destroza cínica o hipócritamente a las cuatro quintas partes de la humanidad y está al filo de llevarnos al ecocidio entre una ya muy avanzada destrucción de la biosfera.
De catastrofismo, todo esto no tiene nada; se trata de hechos verificados por cientos de especialistas, al menos durante los últimos quince años.
¿Qué cambió en el capitalismo neoliberal con las clases y las mediaciones? Cambió:
Un neocolonialismo y un imperialismo en que las megaempresas ocupan directamente los gobiernos y privatizan los estados-nación.
Un sistema de concesiones y mediaciones que excluye y explota a las cuatro quintas partes de la humanidad, que sustituye las marginantes concesiones de las políticas sociales anteriores e impone las políticas de un neoliberalismo de guerra con «acciones humanitarias», «acciones cívicas», «inversiones sociales focalizadas», todas en tanto sean útiles para comprar la voluntad de los pobres si los actos de terror colectivo no quiebran su entereza.
Una creciente privatización del Estado-nación mediante políticas de corrupción y cooptación de funcionarios, de líderes e incluso sindicatos y uniones de trabajadores, varios de los cuales ya de por sí estaban corrompidos y eran represivos en los regímenes anteriores.
Un sistema gubernamental controlado por funcionarios, gerentes y tecnócratas de las megaempresas.
Un sistema de represión con cuadros entrenados en las escuelas metropolitanas de policías y militares, o en sus subsidiarias.
Un sistema de partidos políticos que suplanta las verdaderas elecciones y constituye una válvula de escape a las presiones sociales y un filtro para la selección de «elites».
Un sistema de mediación de la representación popular que constituye un sistema de privatización creciente de las decisiones finales o soberanas sobre exenciones fiscales, subsidios a las empresas, inversiones para las empresas, educación para las empresas, relaciones exteriores, fueros y seguridad de las empresas y los estados empresariales, sus propietarios y funcionarios.
Un sistema de propaganda política que privilegia la publicidad política y que instaura una pedagogía «políticamente correcta» con forbidden knowledge (en buen castellano «conocimientos prohibidos»).
Un sistema de luchas electorales distraccionistas con candidatos que se fotografían como actores de cine, y otros que hacen gestos bravucones y paternalistas con ofertas de que «sí cumplirán» sin aclarar BIEN qué cumplirán y sin la menor intención de cambiar nada que afecte el actual modelo de dominación y acumulación capitalista, el «modelo» de desarrollo que dominó más de 40 años.
Un sistema de alternativas en que ninguna medida cambie el control de la política monetaria, crediticia y de desarrollo a cargo del Banco Central es decir del Banco Mundial, ni el control de la política de ingresos y egresos públicos por el Fondo Monetario Internacional, ni la política de pago regular de la deuda externa, la ocho veces pagada, que constituye uno de los recursos más subyugantes y empobrecedores como nuevo tributo colonial que es.
Un sistema de gobierno en el que todos los congresistas o la mayoría necesaria vota contra los derechos de los pueblos indios, por la entrega de la televisión, la radio y las comunicaciones a Televisa y otras grandes compañías, y que al mismo tiempo premia a los propietarios de las minas y asociados concediéndoles el gas butano que por su irresponsabilidad criminal mató a decenas de mineros.
Una Suprema Corte de Justicia que de antemano juzga en favor de los patrones y de sus funcionarios públicos y privados, quienes sólo son acusados de cometer delitos cuando en algo rompen el pacto neoliberal.
Un Presidente que declara de viva voz que a su cargo está «un gobierno de los empresarios, con los empresarios y para los empresarios», y que esa es la más notable verdad que ha dicho a lo largo de toda su gestión.
Una política exterior que se inclina a la de Washington y no sólo abandona los principios de no intervención y libre autodeterminación de los pueblos, o de derechos a los asilados políticos, como en el caso de los vascos, sino que rompe la política de solidaridad con otros países latinoamericanos y la sustituye por una de conflictos, descortesías y descalificaciones.
Una política de criminalización de la política, y de aplicación de penas judiciales en forma casuística en que los procuradores tratan de encauzar a cualquier oposición o «traición al grupo gobernante», que afecte el programa depredador neoliberal.
Un programa depredador que ha hecho de la megacorrupción, el narcocapitalismo, el capitalismo de casino, la base de la destrucción del tejido nacional y social y del enriquecimiento súbito de una serie de multimillonarios que ocupan lugares de excelencia a escala mundial y que se han enriquecido al ritmo de la privatización de las empresas y los bienes públicos, de la ocupación por «el libre comercio» de las tierras y los territorios costeros, rurales, urbanos; de la desnacionalización velada y abierta de la planta industrial, de los transportes, las comunicaciones, las carreteras. los silos, los mercados, los puertos y aeropuertos, las aduanas, así como de los recursos energéticos, del suelo y el subsuelo, de los mares, los lagos, los ríos, las fuentes de agua y los espacios del aire.
Un sistema de gerentes para la crisis de las empresas públicas y sociales al que suceda otro de gerentes civiles y militares de la crisis del capitalismo salvaje en México.
En fin, una moral pública destrozada, pero a la que sucede otra que se crece al castigo y a la que no va a detener nada ni nadie, ni en México ni en el mundo, hagan lo que hagan el imperialismo y el capitalismo por sobrevivir con políticas neofascistas y neonazis en que sus líderes se han quedado al desnudo, carentes de credibilidad cuando abren la boca para decir que defienden a la democracia y los derechos humanos, mientras muestran día a día ser sus más abiertos enemigos, y promover a sangre y fuego sus más mediocres y particulares intereses.
Y uno se pregunta en esas condiciones:
¿Qué se fue para no volver, y qué surgió de nuevo que cambia toda la historia y la política del presente y el futuro inmediato?
La lucha de clases sigue; el colonialismo sigue; pero todavía subsisten las metamorfosis del neocapitalismo y el neocolonialismo; de una lucha de clases mediatizada por la gran división del capitalismo global en zonas centrales y periféricas, metropolitanas y coloniales, con espacios de ricos y poderosos y espacios de pobres, excluidos y megaexplotados.
Si otras mediaciones han sido rotas, la mediación del capitalismo por el colonialismo subsiste y da lugar a una lucha de clases que se combina con la lucha de potencias, de megaempresas, con sus asociados y subordinados, todos contra los pueblos recolonizados formal e informalmente, o en proceso de ocupación no sólo pacífica sino terrorista y militar, «convencional» y «no convencional», «abierta» y «encubierta».
De hecho capitalismo y colonialismo son lo mismo. Son dos formas de explotación combinada de pueblos y trabajadores, en México y el mundo.
Los proletarios de ayer son «los pobres» y «extremadamente pobres» de hoy, y a ellos se suman quienes están siendo empobrecidos por el neoliberalimo, o quienes se fortalecen moralmente y por convicción se suman a los contingentes de los pueblos insumisos. En el mundo actual, pobres, empobrecidos y convencidos están integrando a los nuevos actores de la historia y convocan a un nuevo proyecto de liberación, democracia y socialismo.
Si la mediación del populismo mostró su persistente incapacidad de resolver los problemas de los marginados, la democracia neoliberal ha mostrado una capacidad enorme para producir más y más pobres y extremadamente pobres. Si muchos críticos del populismo llegaron a creer que el mal provenía del Estado y que la sociedad civil de empresarios, ciudadanos y movimientos sociales despolitizados sería la solución, hoy todos sabemos que el mal no sólo proviene del Estado de bienestar, ni sólo del Estado populista, ni sólo del socialismo de Estado autoritario e incluso totalitario, sino que el mal radica en el capitalismo, en ese modo de dominación y acumulación movido por la maximización de riquezas, de utilidades y de poder para lograr esos «intereses y valores».
Sabemos también que los pobres, los excluidos, los desplazados de sus propias tierras y de su propia patria, los megaexplotados de campos, puertos, valles y bosques, minas, maquiladoras, mercados y ciudades, y los jóvenes condenados a no servir para nada cuando no consiguen escuela y hasta cuando salen de las escuelas normales, de las escuelas agrícolas y veterinarias, de los politécnicos y universidades que se encuentran con un «estado social» muy «adelgazado» y con un «mercado de trabajo profesional muy reducido». todos esos jóvenes excluidos y muchos más no pueden aceptar la lógica del «voto útil» ni la «lógica del mal menor o del menos malo» de la izquierda neoliberal, del centro-izquierda con neoliberalismo social, pues la mejor de sus opciones, si la hay como persona y formación político-social, no presenta la menor posibilidad (históricamente comprobada) de resolver los problemas de los excluidos, es decir, de las cuatro quintas partes del pueblo mexicano.
El paso de los zapatistas al haberse definido como «anticapitalistas» y haber manifestado su solidaridad con Cuba -esa otra revolución en la historia de las revoluciones- es de una importancia histórica que nunca se olvidará:
Ustedes definirán qué significa el anticapitalismo; yo me limito aquí a decirles que Cuba significa el esfuerzo más avanzado del ser humano en la lucha por la liberación, la democracia y el socialismo. Les digo, con la misma certeza, que los mayas zapatistas y quienes se suman a ellos están aportando otra medida de dimensión mundial y los medios para alcanzarla: la lucha por las autonomías de las personas y de las comunidades, por su articulación en «redes» y «nidos» presenciales y a distancia, que permitan la construcción del poder alternativo a través de la comunicación, la información, el diálogo y «la práctica del mandar obedeciendo los lineamientos señalados por pueblos y trabajadores», todo con una dignidad que hará de la otra campaña el inicio de una nueva lucha en que se organicen los pueblos de todas las civilizaciones, creencias y filosofías a su modo y desde sus tierras. La otra campaña empezó en la Lacandona y estamos seguros que recorrerá todo nuestro país y aparecerá en otros países, hasta crear otro mundo, que es posible y necesario para la sobrevivencia de la humanidad. Gracias.