La alfabetización ha sido tema prioritario a nivel mundial desde la Conferencia Mundial de Educación para Todos celebrada en 1990 en Jomtien, Tailandia. Pero a pesar de existir un consenso generalizado de que la alfabetización es un factor clave para resolver muchos de los problemas más acuciantes del mundo, que la realización plena del ser […]
La alfabetización ha sido tema prioritario a nivel mundial desde la Conferencia Mundial de Educación para Todos celebrada en 1990 en Jomtien, Tailandia. Pero a pesar de existir un consenso generalizado de que la alfabetización es un factor clave para resolver muchos de los problemas más acuciantes del mundo, que la realización plena del ser humano sólo se logra a través de la educación, y que promover la educación es fundamental para el desarrollo de las naciones, aún queda mucho por hacer.
Hoy, más que nunca, el tema de la Sociedad de la Información está sobre el tapete. Para muchísimos es asunto de debate y hasta por momentos deslumbra y atrapa por ese -quizá amplificado- brillo que acompaña a las expectativas de su posible alcance.
Pero… ¿cómo se puede encarar la problemática de la sociedad de la información y el conocimiento sin primero abordar el hecho de que más de un 15% de la población mundial es analfabeta y, por lo tanto, está excluida de cualquier posibilidad de participar efectivamente en una sociedad del conocimiento? ¿De qué le sirven las ventajas que brindan las nuevas tecnologías de información y comunicación (TIC) a los más de 860 millones que no saben leer o escribir? ¿Cómo intentar siquiera acortar la brecha digital -combatiendo así la desigualdad que separa a pobres en información de ricos en información- si continuamos ignorando que a una proporción muy grande de la población mundial se le niega la herramienta más básica para comunicarse en la sociedad moderna?.
En la última mitad del siglo XX se habían logrado grandes avances en términos de la erradicación de analfabetismo -objetivo largamente declarado por la comunidad internacional. Pero actualmente parecería que la tendencia hacia una mejora en los niveles de alfabetización está perdiendo ímpetu, y muchos temen que hasta podrían perderse los logros obtenidos en el pasado ante el retaceo de recursos para la educación y el alarmante retroceso en algunos países que habían alcanzado altas tasas de alfabetización. Ni siquiera las sociedades más ricas están libres del analfabetismo, como lo evidencian encuestas realizadas en países desarrollados, que arrojan hasta un 25% de población afectada por analfabetismo funcional -es decir, personas que aprendieron a leer y escribir pero que perdieron esa capacidad o no la saben aplicar para resolver las tareas más simples y cotidianas.
El primer informe de avance de UNESCO desde el Foro de Educación Mundial del año 2000 revela que más de 70 países no lograrán cumplir las metas fijadas en Dakar para el 2015, que incluyen educación primaria aceptable para todos los niños, eliminación de las desigualdades de género en la escuela, y reducción del analfabetismo de la población adulta en un 50%. Si bien la perspectiva más sombría la presentan los países de África subsahariana, la India, Pakistán, Bangladesh, los países árabes y China también están entre los países en situación crítica. Y aquellos países que están más cerca de alcanzar las metas sólo lo lograrán con una importante asistencia financiera del exterior. Y esto sucede, a su vez, en el marco de una creciente disminución en la asistencia bilateral y multilateral para la educación.
La situación de la educación se ve sin lugar a duda agravada por numerosos factores -pobreza, guerras, desastres naturales, disturbios políticos y el consiguiente desplazamiento de poblaciones-, pero el factor más importante en esta ecuación -y la clave para reducir efectivamente el analfabetismo- es la voluntad política. Aunque la educación básica es un derecho formalmente reconocido desde su consagración hace 50 años en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y a pesar de reiteradas declaraciones solemnes que ratifican la universalidad de los mismos, en los hechos la educación no es reconocida como un derecho.
El fomento de la educación, sin embargo, no debe verse sólo en términos de la defensa de un derecho humano aislado. La educación constituye una herramienta muy eficaz para combatir la pobreza y la desigualdad, mejorar los niveles de salud y bienestar social, y sentar las bases para un crecimiento económico sostenido y una democracia duradera. Es por eso que se incluyó a la educación entre los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas, fijándose el año 2015 como fecha límite para alcanzar un 100% de educación primaria para todos los niños del mundo. Por esa razón, a fines del año 2001 la Asamblea General de la ONU proclamó al período 2003-2012 como el Decenio de las Naciones Unidas de la Alfabetización, ratificando así el objetivo fijado en el Foro de Educación Mundial de Dakar de educación primaria efectiva para todos para el año 2015.
El objetivo esencial del decenio es alfabetizar a los más de 861 millones de analfabetos adultos y a los 113 millones de niños que no van a la escuela, logrando que adquieran las herramientas que brinda la alfabetización y puedan usarlas como medios para comunicarse en su comunidad y en la sociedad en general. Hasta el momento, los esfuerzos de alfabetización no han logrado resolver las necesidades educativas de las poblaciones más marginadas del mundo. El Decenio se concentrará por lo tanto en estos sectores. Los resultados proyectados para esta iniciativa son crear espacios locales de alfabetización sustentables, donde la gente pueda expresarse, participar en actividades de aprendizaje efectivas y comunicación escrita, e intercambiar conocimientos con otros, incorporando paulatinamente medios electrónicos y tecnologías de la información para acceder y utilizar todo el cúmulo de conocimientos disponibles.
Alfabetización tiene distintos significados específicos, sólo determinados por como se utiliza el concepto en cada contexto particular. En este sentido, el Decenio promoverá diversas formas de alfabetización, con el fin de cubrir una amplia gama de propósitos, contextos, idiomas y modos de adquisición, garantizando así la pertinencia y utilidad de los conocimientos adquiridos en términos de su aplicación en la vida diaria de los sujetos. Este ambicioso proyecto entonces, procurará unir a gobiernos y actores de la sociedad civil en un esfuerzo mancomunado para enfrentar el desafío de la alfabetización.