La idea central del nuevo libro del ex embajador Augusto Zamora R [AZR], en el que por cierto se aprende mucha historia contemporánea (sobre la Sociedad de Naciones, sobre la guerra de Corea, sobre la lucha de emancipación de los pueblos africanos, etc), puede expresarse así: “el colonialismo no ha muerto. Se ha trasmutado y, como hongo, germen, bacteria, trasladó sus garfios del colonialismo clásico a la colonización de los organismos internacionales”, desde los cuales, añade AZR, “sigue irradiando su ponzoña, edulcorada de buenas obras, pero que, en la configuración actual de Naciones Unidas, constituye un cáncer que ha carcomido el funcionamiento del sistema mundial”. Para AZR lo estamos corroborando “en el genocidio palestino en Gaza, que Israel puede perpetrar por el apoyo y la criminal complicidad de los países del Occidente colectivo”. Poner fin a esta colonización taimada y perversa de la ONU “es una tarea cardinal e impostergable”. De esa descolonización, la tercera (la 1ª: periodo 1955-1975; la 2ª: ya que la primera fue formal, “pues, en su estructura fundamental, las ex potencias coloniales y EEUU maniobraron para que, bajo el manto de una independencia formal, se mantuviera el expolio de los países”), “trata esta investigación, inédita en casi todos los sentidos, que aspira a iniciar el debate sobre el tema”.
Para AZR, “la nueva sociedad internacional debe desconolizar NNUU y liberarla de la prisión en la que se encuentra, como consecuencia de la concentración de sedes en países agresivos, ricos y violentos”. Para la nueva sociedad internacional por la que aboga (y muchos ciudadanos con él), “un nuevo sistema de NNUU, con sus sedes en países que merezcan el honor y necesiten de la ONU como vector, palanca, catapulta para ir saliendo de la pobreza y el atraso”. Ya no más, remarca AZR con razón y razones, una ONU cuyos presupuestos sirvan únicamente “para enriquecer más a los más ricos, ninguneando a los pobres” (p. 193).
Si tienen ustedes interés en temas geopolíticos, no lo duden, este es su libro; si no es el caso, también lo harán suyo: su estudio, su lectura (agradable, está muy bien escrito, con fuerza, con entusiasmo, pensando siempre en los lectores) abonará esa arista poco cultivada hasta el momento.
Son numerosas, siempre interesantes, las cuestiones de geopolítica, de política internacional que AZR desarrolla (con resúmenes numéricos que arrojan mucha luz) en el ensayo. Entre ellas, como hemos señalado, la real descolonización de Naciones Unidas, que explica con detalle, recorrido histórico, aguda crítica y máxima concreción (“que un país invasor y violento como EEUU tenga en Nueva York la sede principal de la ONU constituye una negación de los propósitos y principios sobre los que descansa el sistema de NNUU… Las sedes de todos sus órganos y organismos deben establecerse en países que, primero, no violen sistemáticamente el orden jurídico mundial, y segundo, no usen dichas sedes para apuntalar esas violaciones del Derecho internacional”), y el central asunto de la multipolaridad, que caracteriza como “una sociedad internacional democratizada, distributiva y… sin oligarquías autocolonizadas.” Para AZR, hay que reafirmarlo, a riesgo de pecar de reiterativo: “cambiar las sedes de las organizaciones, organismos, fondos, programas y similares del sistema de NNUU, así como de las federaciones deportivas, es un paso imprescindible para construir una auténtica y fiable sociedad multipolar”. Es la única manera de garantizar que “ninguna región o continente se sea omitido, menospreciado o subrepresentado dentro de la ONU”. La concentración de sedes institucionales en un exiguo club de países ricos (básicamente, los países occidentales) “debe concluir y ser sustituida por un modelo descentralizado y efectivamente mundial” (199).
Pocos intelectuales como AZR para desempeñarse con éxito en una tarea semejante. Recordemos en apretada síntesis que fue embajador de Nicaragua en España, profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid, abogado de Nicaragua en el caso de su país contra EEUU en la CIJ, miembro del equipo negociador de Nicaragua en los procesos de Paz de Contadora y Esquipulas y director jurídico del Ministerio del Exterior y Jefe de Gabinete del Ministro de Exteriores desde 1979 hasta 1990. Entre sus publicaciones, todas ellas excelentes tratados críticos de política internacional: Política y geopolítica para rebeldes, irreverentes y escépticos (2016), Réquiem polifónico por Occidente (2018), Malditos libertadores. Historia del subdesarrollo latinoamericano (2020) y De Ucrania al mar de la China (2022). Recordemos una de las tesis esenciales de su penúltimo libro, en línea con las descolonizaciones formales del siglo XX: “La vasta región latinoamericana fue la primera, en el siglo XIX, en independizarse de potencias europeas, aunque aquello fue un proceso fallido, de independencia formal, no real, que únicamente benefició al Imperio británico y a las oligarquías que le sirvieron en bandeja los extensos territorios de España y Portugal” (226), sin que ARZ olvide, por otra parte, que “los países latinoamericanos crearon el principio de no intervención y el derecho de asilo diplomático”, que fueron también los creadores de los “primeros tratados sobre derecho diplomático y consular, la primera convención sobre deberes y derechos de los Estados”, y que fueron ellos quienes “suscribieron la primera declaración regional proscribiendo la guerra, todo ello entre 1910 y 1935, mientras Europa se destruía en guerras mundiales” (193).
Forman Multipolaridad y descolonización de Naciones Unidas el prefacio (“Exordio sin música. La tercera descolonización”), 13 capítulos y dos anexos para la abultada y densa historia occidental de la infamia: 1. La Corte Penal Internacional y la atrofia de la justicia penal. 2. Resumen de la orden de la Corte Internacional de Justicia. Demanda de Sudáfrica contra Israel por el crimen de genocidio contra la población palestina de la franja de Gaza.
Entre los capítulos me permito destacar: 2. Monopolios, multipolos, partículas y mariposas. 3. ONU: nacida entre imperios, cadáveres y átomos. VI. De colonizar el mundo a colonizar Naciones Unidas. IX. Sedes internacionales: poder, influencia, dinero. XI. Cambiar las sedes de la ONU es deber ineludible: una propuesta. XIII. Quien descolonice a los descolonizados…
La dedicatoria insólita del libro merece recordarse: “A la sopa de pollo que me mantuvo vivo y caliente en los días más arduos de esta investigación y que reconocimento merece. Somos lo que comemos y también lo que no”. Bien leída es ejemplo de buen materialismo (ni ecomicista ni “digestivista”) no reduccionista.
Hubiera sido útil un índice onomástico y acaso también una bibliografía sucinta.
El optimismo histórico de autor (no es un libro escrito solo con la compañía de la “frialdad” del científico no concernido) se refleja en el siguiente paso: “El presente libro trata del mundo posterior, que ya se está forjando, pero que necesitará dar el gran salto descolonizando los organismos internacionales de toda índole y clase. No es poca la tarea, pero serán muchos los protagonistas”. No nos debe apurar el miedo, señala AZR. “Lo que viene será mejor, aunque sea porque peor no puede ser. El “jardín” que dicen que es Europa, ha sido, para buena parte de la humanidad, más parecido al del Parque Jurásico. Bonito, sí, pero lleno de monstruos”.
Aunque no es seguro que peor no pueda ser, que así sea. El planeta, añade AZR con razón crítica y pensando en todos sus pobladores, “está cansado de tantos monstruos”.
Magníficos, también, los mapas, fotografías, esquemas e ilustraciones que AZR ha elegido para el libro. Tanto como las películas recomendadas.
En síntesis: no se lo pierdan.
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