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En esta época de la COVID-19 y del actual periodo de la ONU

¿Quiénes son los agresores y quiénes las víctimas a la luz del derecho internacional?

Fuentes: Rebelión

En pleno desarrollo de de la Asamblea General de la ONU se proyectan y pululan los fenómenos que constituyen semilla de las discordias en lo interno de las sociedades y en lo externo de las naciones, que tienen relación con el incumplimiento de lo contenido en el artículo 5 de la Carta:

Artículo 5.‑ Los Estados adoptarán enérgicas medidas para eliminar todas las formas de racismo y discriminación racial, el colonialismo, la dominación y ocupación extranjeras, la agresión y la injerencia extranjeras y las amenazas contra la soberanía nacional, (…) las amenazas de guerra y la negativa a reconocer el derecho fundamental de los pueblos a su libre determinación.”

A la luz de los numerosos textos de Derecho Internacional aprobados por la ONU, cabe preguntarse. ¿Quiénes son los violadores? ¿Quiénes son las víctimas de las agresio­nes y las sanciones?

Y como componente de un necesario proceso de reflexión y posible rectificación de los rumbos errados y torcidos que es indispensable para todos los países, ricos o pobres, sean gobernados o no por plutocracias, sería esencial recalcarles que debe quedar afirmado como una verdad irrebatible este “principio: los intereses creados son respetables, en tanto que la conser­vación de estos intereses no daña a la gran masa común. Y otro principio deducido de éste, y afir­mado como verdad axiomática: es preferible el bien de muchos a la opulencia de pocos… El hombre no tiene derecho a oponerse al bien del hombre”.

Y finalmente, como quiera que es una verdad universalmente evidente y aceptada, que los Estados Unidos de América se vanagloria de su supremacía y de ser el país más rico y de poseer el ejército más poderoso del mundo, capaz de arrasar con medio mundo o el mundo entero, aunque eso entrañe su suicidio, y por eso y otras consideraciones pretende la sumisión de los países del resto del mundo y de las organizaciones establecidas, se le recordar a modo sano de disuasión, que se equivocan, pues “apetecen privilegios internacionales que están fuera de relación con los servicios prestados a los países de quien los exige, y con el respeto que un pueblo libre ha de tener por las libertades de otros”.

Y que tampoco olviden que hace siglos Rousseau, pensador ilustre, disertó sobre el derecho del más fuerte, y aportó esta primera frase lapidaria: “El más fuerte nunca lo es bastante para dominar siempre”. El caso de la derrota en Vietnam y en otras partes, son solo antesalas de los tiempos que vendrán indefectiblemente.

Y que a pesar de las traiciones que durante siglos han cometido los sucesivos gobernantes con las ideas y legado del padre fundador, George Washington en su discurso de despedida al concluir su mandato presidencial, debían empezar a rectificar y tratar de ser consecuentes con estas sabias ideas:

Observen la buena fe y la justicia hacia todas las naciones. Cultiven la paz y armonía con todos. La religión y la moralidad ordenan esta conducta.

En la ejecución de dicho plan nada es más importante que antipatías inveteradas y permanentes contra determinadas naciones y apegos apasionados por las demás deban ser excluidas, y que en lugar de ellos, justos y amistosos sentimientos hacia todos deben ser cultivados. La nación que entrega a otro un odio habitual o una afición habitual es en cierta medida un esclavo. Es un esclavo de su animosidad o de su afecto, cualquiera de los cuales es suficiente para provocar el mal camino de su deber y su interés. La antipatía en una nación contra otra la predispone con más facilidad a ofrecer insultos e injurias, al tomar posesión de pequeñas causas de resentimiento, y a ser arrogante e intratable cuando se producen ocasiones accidentales e insignificantes motivos de disputa.

La paz a menudo, a veces tal vez la libertad de las naciones, ha sido la víctima… La armonía, la relación liberal con todas las naciones es recomendada por la política, la humanidad, y el interés”.

En estos tiempos de la pandemia de la COVID-19, el gobierno estadounidense y otros se solazan en aplicar sanciones criminales e ilegales contra determinados países para impedirles obtener los recursos necesarios para la supervivencia de sus poblaciones, incluyendo todos los indispensables para combatir la epidemia, evitar su contagiosidad, garantizar los medicamentos para su tratamiento y disminuir su letalidad. Ante esta actitud y actuación genocida merecen la denuncia y la condena de la humanidad entera.

Durante más de sesenta años, por ejemplo, los gobiernos de Estados Unidos han descargado sobre Cuba un bloqueo genocida, condenado durante años por la Asamblea General de la ONU, que ha causado miles de víctimas y daños materiales que han impedido su desarrollo natural. Lo que Washington alertó para que se evitara la ojeriza contra cualquier nación, se entronizó como doctrina contraria desde entonces hasta hoy en todo el mundo.

Porque esta realidad persiste para Cuba y el mundo, en el 75 Periodo de Sesiones de la Asamblea General de la ONU, el martes 22 de septiembre del 2020 correspondió el turno al Presidente de la República de Cuba Miguel Díaz-Canel Bermúdez, y solo bastarían estas ideas para valorar la trascendencia sobre lo expresado:

Siempre, la fuerza de la verdad echará por tierra las mentiras y la historia colocará los hechos y a los protagonistas en su lugar. El ejemplo de Cuba prevalecerá”.

Podrían añadirse muchos más argumentos pero considero que con estos basta.

Wilkie Delgado Correa. Doctor en Ciencias Médicas, Doctor Honoris Causa en Ciencias Médicas. Profesor Titular, Consultante y Emérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba