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Homenaje a Claudia Jones

Racismo en la era de la globalización

Fuentes: Institute of Race Relations

La política del antirracismo, el valor social de la auto-ayuda y la cultura de la auto-expresión – todos los elementos de la lucha negra (Black Struggle) ya estaban presentes en los escritos y acciones de Claudia Jones. Los años posteriores a los disturbios del 1958 establecieron que nosotros no teníamos lugar en la sociedad británica […]

La política del antirracismo, el valor social de la auto-ayuda y la cultura de la auto-expresión – todos los elementos de la lucha negra (Black Struggle) ya estaban presentes en los escritos y acciones de Claudia Jones. Los años posteriores a los disturbios del 1958 establecieron que nosotros no teníamos lugar en la sociedad británica fueron también los años que establecieron nuestro lugar en la sociedad británica.

Esta es la historia que quiero recuperar – la historia hecha en este país, la historia inspirada por Claudia Jones. La historia de nosotros como pobladores negros, no inmigrantes de color, la historia de los trabajadores negros que contribuyeron a la lucha de la clase obrera, la cual ha sido ignorada por los historiadores blancos, la historia de las luchas de las mujeres negras para vencer los racismos particulares infligidas sobre ellas, tales como los tests de virginidad para las mujeres asiáticas en las puertas de entrada y el uso forzado de la depo-provera para las mujeres afrocaribeñas, la historia de la rebelión de los jóvenes negros, que elevaron – no a ellos fuera del ghetto – pero sí a mí y a ti, a los negros de clase media en posiciones de poder y de funciones. Esta es la historia de la cual quiero hablar, no de la vana historia de héroes y heroínas negras, de celebridades y de ejemplos modelos, o de los Tío Tom que conocemos.

Uno no puede entender el racismo de la era del capitalismo global sin entender el racismo del capitalismo industrial y colonial. Uno no puede oponerse a uno sin entender como nosotros nos opusimos al otro.

La unidad que conformaba las luchas de los asiáticos y de los West Indians durante los 50 y 60 es, según mi pensamiento, la herencia más significativa que ha llegado hasta nosotros. Fue una unidad que surgió no tanto de las virtudes de nuestra política como de la experiencia común del colonialismo, nuestras comunes experiencias de clase (la mayoría de nosotros estaba en trabajos de obreros) y lo más importante de todo, nuestra común experiencia de un indeferenciado racismo que deshumanizaba tanto a los asiáticos, como a los africanos, como a los del Caribe. Aunque las comunidades vivían en diferentes áreas de la ciudad y tenían sus propias culturas, ellas se apoyaban mutuamente en la lucha contra el racismo. La identidad cultural no era una barrera para la unidad política.

Esa unidad se inspiraba en las luchas revolucionarias de la Africa Portuguesa, el Movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, y la guerra en Vietnam, y se mediaba a través de una serie de grupos políticos que surgieron en los tempranos años 60.

Se organizó la Conferencia de Asociaciones Afro-Asiáticas-Caribeñas (CAACO) en Londres, y el Comité de Coordinación contra la Discriminación Racial en Birmingham (CCARA).

La Conferencia fue iniciada por Claudia Jones a través del West Indian Gazette con la Asociación de Trabajadores Indios (IVVA) y con Fenner Brockway del Movimiento por la Libertad Colonial. El Comité fue establecido por Jagmohan Joshi de la IWA y Maurice Ludmer que fue el editor fundador de Searchlight, y fue instigado por un encuentro convocado por la Asociación de Trabajadores de las Indias Occidentales y la Liga de Jóvenes Indios para protestar por el asesinato de Patrice Lunumba, el líder de la revolución congoleña y juntos, y separados, marcharon y demostraron contra la Ley de Inmigración del 1962.

Se ven las conexiones entre las luchas del Tercer Mundo y las luchas antirracistas, entre Africanos, Caribeños y Asiáticos, entre la clase y la comunidad. Si me esfuerzo en tratar esto es porque estas luchas son únicas de la historia del pueblo negro en Gran Bretaña y es una historia que debemos recordar si vamos a oponernos el imperialismo racista de la era global.

Con posterioridad a la sanción de la ley de Inmigración del 1962 y del arribo subsiguiente de nuestras familias, nuestras preocupaciones se volvieron hacia la escuela y la vivienda. Los políticos educacionales racistas, tales como sacar con los ómnibus a los chicos asiáticos de sus comunidades, la derivación de los West Indians considerados ineducables en escuelas para subnormales, originaron nuevas iniciativas de la comunidad tales como escuelas suplementarias y escuelas de verano, en la casa, los templos y las iglesias. Con respecto a la vivienda, hubo esfuerzos comunitarios para unir recursos y comprar propiedades y para oponerse a la altanera agresión de la policía y a la criminalización de los jóvenes negros a través de la Ley de la sospecha (que, como la doctrina de la guerra preventiva hoy, sanciona el arresto de los jóvenes negros de estar por cometer un crimen), muchos grupos de auto-defensa tales como la Asociación de Ajuste de la Acción(RAAS) bajo la dirección de Michael X y la Asociación Universal de gente de color (UCPA) con el escritor nigeriano Obi Egbuna se establecieron en 1965 y 1967. Estaban influenciados por la visita de Malcom X a Gran Bretaña, por el movimiento del Poder Negro y contra la guerra de Vietnam.

Estas organizaciones junto con las Asociaciones de Trabajadores Indios, Pakistaníes y Caribeños ayudaron en muchas oportunidades a los huelguistas de la mitad y a finales de los años 60 en las fábricas de Preston, Southall, Tipton, West Bromwich, etc. En casi todas esas huelgas el apoyo no provino de los sindicatos sino de las organizaciones de la comunidad y de la comunidad con sus templos dando alimento, los almaceneros dando fiado y los caseros renunciando al alquiler.

En todos esos frentes, Africanos, Caribeños y Asiáticos estaban comenzando a luchar como clase y como pueblo y un pueblo por una clase. Así que cuando en 1968

Enoch Powel pronuncia su infame discursos sobre los «ríos de sangre» hubo marchas al Parlamento demandando el fin de la inmigración, representantes de más de 50 organizaciones negras se reunieron en Leamington para formar un cuerpo nacional, la Blade People Alliance, (BPA) para coordinar la lucha contra el racismo de Estado.

A partir del discurso de Powel y con la política de la BPA surgió una tanda de organizaciones negras más militantes, con programas educacionales y de bienestar propios, centros de consulta, librerías y periódicos – tales como la Unidad Negra (Black Unity), el Partido de la Libertad, el movimiento de los Trabajadores Negros, las Panteras Negras, los Fasimbas, inspirados más en la lucha de las Panteras Negras de los Estados Unidos.

Mientras, las fábulas de Powel acerca de los asiáticos poniendo estiércol de perro en las cartas y los caribeños robando a las damas ancianas, con la visión de pesadilla de una placentera y verde tierra inglesa plagada de «picaninnis» oliendo a curry y su apelación para constituir un Ministerio de Repatriación – todo esto repetido en la prensa, la de tabloide y también la de gran tamaño, incitando al virulento y violento racismo del Frente Nacional.

Aunque Ted Heath, el Líder tory, expulsó a Powel de su gabinete, los tories y los laboristas se aproximaron a la posición del NF (no demasiado diferente al presente). En 1970, Jim Callaghan, el ministro del Interior laborista propuso que la inmigración debía ser circunscripta para los patrials (gente que tenía un padre o abuelo inglés, ej. los ciudadanos blancos del Commonwealth).

Cuando el gobierno Heath llegó al poder al año siguiente introdujo una ley de inmigración que puso un freno a la inmigración primaria. Como era bromista remarcaba, «lo que Powel dice hoy, los laboristas lo dicen mañana y los tories lo legislan pasado mañana. Le tocó a la sucesora de Heath, Margaret Thatcher, robarle el ropaje a Frente Nacional y anunciar «podríamos ser tragados por gente de una cultura diferente».

Lo que estoy ansioso de mostrar no es la cronología o las particularidades de la historia de los negros en Gran Bretaña, sino sus temas recurrentes como la conexión entre el racismo de estado, racismo institucional y racismo popular, y las diferentes resistencias que provocaron en los diferentes momentos para enfrentar las diferentes circunstancias. Cuando en la mitad de los setenta, la revolución tecnológica comenzó a alterar toda la naturaleza de la producción industrial y las fábricas y molinos comenzaron a cerrarse y los trabajadores a ser disgregados y dispersos, la localización de la resistencia también empezó a moverse del lugar de trabajo a la comunidad. Aquí las expectativas de la generación creada en Gran Bretaña llevó a una política más confrontacional con la policía bajo el slogan » Aquí estamos, aquí luchamos » y

políticas de autodefensa con respecto al Natural Frent bajo el lema «Autodefensa no es ofensa» . Porque el acoso policial afectaba en particular a la comunidad afro-caribeña – en adición a la ley de sospecha que continuaba a criminalizar a los jóvenes, enteras comunidades eran sometidas a detención por averiguaciones y por arrestos masivos – ej. los ataques del NF se concentraban en las comunidades asiáticas, las luchas empezaron a separarse. Los jóvenes afro-caribeños hicieron manifestaciones contra el acoso y brutalidad policial en numerosas ocasiones, la más memorable la Noche

de Carnaval del 1976 en Notting Hill cuando incendiaron los patrulleros policiales al grito de Soweto, Soweto. Y los jóvenes asiáticos hicieron retroceder al National Front en Southall en 1979 y en Bradford en 1981.

Luego vino la Sra. Thatcher, con sus políticas de privatización y liberalización, recortes en los servicios públicos, con su moralidad de individualismo, egoísmo y angurria, con su política anti clase trabajadora, anti joven y anti mujer, mantenida con la militarización de la fuerza de policía deseosa de bastonear a los trabajadores en huelga y poner una tapa en los ghetos hirvientes. Pero en 1981, los jóvenes negros de los suburbios, junto con sus compañeros blancos, explotaron en rebelión en veintinueve ciudades.

Fue entonces que la Sra. Thatcher instaló otro grupo de tareas para conseguir la regeneración urbana, y designó en Lord Scarman para investigar los «desórdenes», y las relaciones entre la policía y los negros. Su diagnosis fue que los afro-caribeños y los asiáticos sufrían de algo llamado «desventaja étnica», y la cura para ello era la » acción positiva» de parte de los gobiernos promoviendo equivalencia de oportunidades para las minorías étnicas proveyendo fondos étnicos para diferentes necesidades étnicas. No había nada que fuera racismo institucional, decía Scarman, sólo prejuicio racial, y creencias y actitudes nacionales, a ambos lados, entre los blancos y los negros, entre la policía y el público. Por consiguiente, la forma de lograr las relaciones policía – negros era dar a la policía lecciones sobre conciencia racial.

Efectivamente, Scarman ha personalizado el racismo y de ese modo transformó el objeto de la lucha antirracista, del estado al individuo, del cambio de la sociedad al cambio de la gente, del mejoramiento de la situación de todas las comunidades negras, sumidas en el racismo y la pobreza, el mejoramiento de grupos e individuos étnicos y la igualdad de oportunidades resultó en la práctica un ejercicio de vidriera: cuotas, caras negras en lugares públicos, asiáticos, afro-caribeños y africanos compitiendo unos con otros por puestos en un ejercicio de igualdad de oportunismos.

Ya las políticas multiculturales que los laboristas habían introducido en la mitad de los setenta, para disolver el disenso negro, había transferido la lucha contra el racismo a una lucha por la cultura y había empezado a dividir la comunidad política negra en sus constituyentes culturales. Con el dinero vertido en proyectos étnicos, y en la creación de trabajos étnicos, en el cumplimiento de las recomendaciones de Scarman, politiquería étnica empezó a reemplazar la política antirracista y el término negro, que había definido las políticas antirracistas, se dejó.

La política étnica mantuvo el dominio a nivel local por las dos décadas siguientes. Pero en el 2001, Bradford y Oldham y Burnley explotaron en disturbios asiáticos – blancos y el gobierno decidió que la etnicidad había ido demasiado lejos – que los disturbios cesaron, por demasiada etnicidad asiática: se había diseminado a la educación, la vivienda y llegado a los municipios, había creado enclaves asiáticos que mantenían afuera a los blancos en un apartheid invertido. Era la excusa que Blunkett necesitaba para instalar su llamado a una » cohesión de la comunidad».

Si Bradford fue la excusa y la ocasión, la razón fue la globalización. Porque la globalización debe funcionar sin tropiezos, suavemente, necesitaría de la cohesión social que sólo el estado puede proveer. Pero antes que desarrollar ese tema preferiría procesar las políticas de globalización que moldean el racismo.

La esencia política de la globalización es el gobierno internacional en manos de las corporaciones internacionales ayudadas por los estados nación. Tratando la globalización como un exclusivo proyecto económico, tendemos a descuidar su andamiaje político. El estado nación es el agente político a través del cual las corporaciones son capaces de efectivizar el cambio de régimen y/o sostener a regímenes amigos, obtener – militar o políticamente – los recursos materiales y los manuales.

Históricamente, el estado nación se expandió en el capitalismo industrial para salvaguardar el capital nacional frente a otros capitales; y para mediar entre el capital y el trabajo – para controlar que algunos excesos del capital que pudieron llevar a la dislocación social y proveer a los trabajadores de una cuota suficiente de seguridad social y económica que los alejaran de la revolución y en el yunque de esa lucha fueron forjados el estado de bienestar, las leyes de educación, las leyes de trabajo y las libertades de reunión y de palabra.

Como indiqué anteriormente, los masivos cambios provocados por la revolución macroelectrónica han permitido al capital levantar una planta y trasladarla a cualquier parte del mundo donde el trabajo sea barato, cautivo y abundante – y así liberarse el capital de las urgencias de los trabajadores organizados.

El capital ha devenido global, transnacional y la función del estado ha cambiado consecuentemente, las multinacionales, reemplazando el estado benefactor con el estado mercado, el estado de bienestar social con el estado de bienestar del mercado; el bienestar del mercado prima sobre el bienestar de la sociedad.

La savia del mercado libre es la competición, la desregulación, la privatización – todo lo que factura a la sociedad – mientras que la globalización requiere estabilidad, orden y cohesión social. De aquí el cúmulo de críticas del ministro Blunkett sobre la juventud díscola, los padres irresponsables, las revueltas étnicas, etc. y la tesis de la cohesión de la comunidad que se deriva en el Informe Cantle sobre los disturbios de Bradford – el concepto adoptado por Blunkett – se refiera más específicamente a la cohesión entre las diferentes comunidades, particularmente la blanca y la no-blanca.

Pero si la política de globalización requiere la cohesión de la comunidad, el 11 de septiembre provee su justificación y procede a desarrollar la cohesión de la comunidad en dirección a la asimilación, justificándola en este momento con la política del miedo.

Asimilación (o integración como algunas veces es llamada eufemísticamen te) significó el fin del multiculturalismo y la etnicidad.

No mas Negro Británico o Asiático Británico, sólo Británico Británico. Y ser británico significa adherirse a los valores británicos(cualquiera que esos sean), tomar las costumbres Británicas, habla el Inglés, hacer la promesa de lealtad a la reina si se quiere tomar la ciudadanía.

Después de todo, el resto de Europa está haciendo lo mismo, cada país – como lo señala Liz Fekete en su brillante ensayo sobre el racismo antimusulmán. 4 – de acuerdo a su propia racionalizada historia y a su mitología nacionalista: Francia basándose en la laicidad del estado, Alemania con la primaria de la Leitkultur (cultura líder), España en pro de la seguridad pública y la prevención del crimen, Holanda basándose en sus valores, Dinamarca – con su clásica duplicidad – porque la «cultura intolerante» de los inmigrantes no permite la integración, Gran Bretaña hace esto para alinearse con el resto.

Alinearse – convergencia en el lenguaje de la Unión Europea – es también la raison d´etre de una política común de inmigración con respecto a los refugiados y a los solicitantes de asilo – para un racismo del mercado común, que entre los solicitantes de asilo haya un considerable número de europeos del Este no importa. Ellos son extraños, extraños pobres, ladrones, mendigos, prostitutas y gitanos, aprovechadores del estado benefactor. Por consiguiente el tratamiento infligido a ellos no difiere del aplicado a solicitantes de asilo no blancos, no hay código de color. Están sometidos a la misma legislación draconiana que les lleva de una ciudad hostil a otra, los encierran en centros de detención o prisiones – Yarls Wood, Campsfield, Belmarsh – denegándoles el derecho a trabajo, a la dignidad que ese entraña, apordioseándolos con dádivas que apenas los mantienen vivos, generalmente deshumanizándolos hasta el punto que el suicidio parezca la mejor opción – si los racistas no los han asesinado antes y ahora, Gran Bretaña y la Unión Europea, en el interés de la seguridad nacional, proponen instalar campos en las regiones de origen de estos asilados.

La seguridad nacional es también la estratagema que el gobierno ha usado para engendrar una política de miedo que intimidaría a la nación para volcarla a la conformidad y a la sumisión – no sólo mediante las mentiras y rumores oficiales tales como la amenaza de 45 minutos, el sitio del derrocamiento de Heathrow, complots, etc., sino a través de legislación obligatorias tales como la Ley Antiterrorismo y de Seguridad del 2001.

Ya la Ley sobre el Terrorismo del 2000 había proscripto organizaciones que habrán participado en la resistencia a las tiranías o en los movimientos de liberación en sus patrias. Ahora, bajo la Ley del 2001, apresurada en el Parlamento después del 11 de septiembre, extranjeros (significando refugiados y peticionantes de asilo) podrían ser sometidos a detención arbitraria e indefinida en la sospecha que pudieran ser terroristas. Por consiguiente, cada refugiado y peticionante de asilo (quiere decir musulmán) no sólo era sospechoso sino sujeto a detención en averiguación de antecedentes garantizada por la ley.

Las dos trayectorias entonces – la guerra contra el Asilo y la guerra contra el Terror – han convergido a producir un racismo que no diferencia a un poblador de un inmigrante, un inmigrante de un solicitante de asilo, un solicitante de asilo de un musulmán, un musulmán del un terrorista.

A la inversa, ser un verdadero patriota británico es ser anti-musulmán, porque hoy son terroristas, fundamentalistas, envidiosos de la civilización occidental, temerosos de la democracia occidental. Ser anti-musulmán es la apoteosis del patriotismo. Y el patriotismo, cohabita con la demonización, alimenta la cultura de conquista, de imperialismo. En los Estados Unidos de América existe inclusive una Ley Patriota!

El racismo no es entonces un dato. No permanece fijo. Cambia su forma, dimensión, contorno, propósito y función con los cambios en la economía, en la estructura social, en la cultura política, el sistema y sobre todos los desafíos, la resistencia a ese sistema. El Racismo de hoy está inmerso y moldeado por la globalización. La globalización lo necesita – primero para racionalizar y justificar el tratamiento a los refugiados y a los solicitantes de asilo que ha provocado y arrojado a las costas occidentales en su arrasamiento del mundo: y segundo para racionalizar y justificar el proyecto imperial necesario para remover regímenes poco amistosos que se interponen en su camino de expansión y penetración. Aquí está porque todavía necesita el estado nación.

Es esta simbiosis entre racismo y globalización y globalización e imperialis mo lo que ahora define los contenidos de la resistencia.

No se puede combatir uno sin combatir los otros. Imperialismo es el proyecto, globalización es el proceso, la cultura es el vehículo y el estado nación es el agente político y militar.

Tomar el racismo aislado sin considerar su relación con la globalización y por consiguiente con el imperialismo, no es sólo descender al culturalismo y el etnicismo sino que es pasar por alto el racismo de estado que genera el racismo institucional e imita el racismo popular.

Mirar la globalización sin relacionarla con el imperialismo y por consiguiente con el racismo no es solo considerar su penetración en los países del Tercer Mundo como una extensión inevitable del comercio y no como la precursora de cambios de régimen, sino que es no atender el discurso racista que la acompaña , atizado por los medios de comunicación, alimenta el racismo popular.

Mirar el imperialismo sin relacionarlo a la globalización y al racismo no es sólo aceptar la noción que el cambio de régimen y los ataques preventivos no tienen motivos económicos subyacentes sino que hay una estrategia defensiva contra el eje del mal y los terroristas. Y lo que Robert Cooper – ex consejero del primer ministro y actualmente de la U.E. – califica de imperialismo postmoderno. Es también aceptar el vetusto mito de la misión del hombre blanco de llevar la civilización y el iluminismo a los a los menos desarrollados, de liberarlos de la tiranía, liberarlos por la fuerza si es necesario, bombardearlos para la libertad y la democracia. Excepto que en este tiempo el tema subyacente no es la superioridad de una raza sino la superioridad de una civilización. Por consiguiente la guerra real, no es entre civilizaciones, como Huntington sostendría, sino contra la hegemonía de la civilización occidental.

Bajo el capitalismo global la relación entre lo económico, lo político, lo cultural, etc., son tan orgánicos, que no podemos continuar a pensar la sociedad en términos de super estructura y base, con la base económica determinando la superestructura política y cultural. Esto funcionaba para el capitalismo industrial. Pero el capitalismo de información, el capitalismo electrónico nos requiere pensar en términos de circuitos, no de jerarquías. Y el dínamo que maneja esos circuitos es el sistema de libre mercado.

La globalización nos afecta social y personalmente. Porque el mercado crea una sociedad de los dos tercios, un tercio de los que tienen todo y de los que no tienen nada, alejando la pobreza de la mirada pública, y reduciendo incluso las relaciones personales a un nexo de caja, elevando el consumismo a la altura de la filosofía cartesiana: Yo consumo ergo yo existo.

En el proceso, la globalización se crea una cultura política del auto-engrandecimiento, de la codicia, de mentiras, calumnias y sordidez, adulación, hipocresías y forzantes, desplegada delante nuestro por los gobiernos y por los que nos gobiernan – sellada con el beso de la respetabilidad. La ironía es que nuestros gobernantes nos piden a nosotros, subhombres, vivir de acuerdo a los valores británicos, no se refieren a los valores que ellos exhiben, sino a los del Iluminismo que ellos han traicionado. Mientras que, nosotros, subhombres, en nuestra lucha por los derechos humanos básicos, no sólo mantenemos esos valores humanos, sino que desafiamos a Gran Bretaña a retornar a ellos.

Así como los ataques a la libertad y a la justicia y a los derechos humanos se han vuelto más insidiosos y vastos, así también han crecido nuevos movimientos y nuevos grupos que los desafían – y más aún, han confluido en alianzas globales contra la globalización, como lo testimonian las demostraciones masivas de Génova, Seattle, Ginebra, Praga y Cancun y las celebraciones del Foro Social Mundial de Porto Alegre en el 2001 y de Mumbai en enero del 2004.

* Director Institute of Race Relations. Londres