Declaración de la Dirección Colectiva del Comité Central La realidad hizo añicos al llamado modelo económico neoliberal y puso en bancarrota al capitalismo. Este modelo ya no debiera ser un asunto polémico, a no ser por la necedad de sus defensores a ultranza. Sus trágicas consecuencias están a la vista: desempleo, marginación y pobreza para […]
Declaración de la Dirección Colectiva del Comité Central
La realidad hizo añicos al llamado modelo económico neoliberal y puso en bancarrota al capitalismo. Este modelo ya no debiera ser un asunto polémico, a no ser por la necedad de sus defensores a ultranza. Sus trágicas consecuencias están a la vista: desempleo, marginación y pobreza para más de la mitad de la población, mientras que una minoría insignificante se apropia de la mayor parte de la riqueza producida y tiene la posibilidad de aparecer en las listas de la revista Forbes, entre los individuos mas ricos del mundo.
Impuesto por el Estado Norteamericano y las empresas transnacionales y sostenido por el entusiasta apoyo de nuestro gobernantes, el neoliberalismo, con la fuerza además de la propaganda, logró convertir su engañosa política en algo creíble para las masas. Es una gran estafa. Nuestro país nunca recibió los beneficios anunciados, que prometían su transformación en un país moderno, competitivo y del primer mundo; y nuestro pueblo nunca tuvo acceso a la democracia ni a los índices de bienestar.
El fracaso del neoliberalismo puso en crisis insalvable y terminal a todo el sistema capitalista. Sin embargo, su derrota y estrepitosa caída no es suficiente. Hace falta un plan y un programa de las fuerzas revolucionarias del país, libremente adoptado y procesado al calor de las luchas del pueblo mexicano durante mas de 20 años. La burguesía apoderada del gobierno virreinal y lo que queda del aparato del Estado no tiene derecho – desde hace por lo menos 50 años- de seguir al frente de los destinos de la nación mexicana. Esta clase social ha traicionado al país, entregando al imperialismo las decisiones económicas, políticas, sociales y de todo tipo que atañen y corresponden al pueblo mexicano. México ha perdido su condición de país independiente, adoptando el perfil de una colonia norteamericana.
Esta ha sido la línea política de los últimos gobiernos y del actual presidente de la República quien debe abandonar la primera magistratura. Pedir su renuncia, sin embargo, sería de parte nuestra un acto de ingenuidad. Su salida depende de que se construya una correlación de fuerzas que favorezca a los defensores de la soberanía y la independencia de la patria mexicana, fuertemente integrados en un frente antineoliberal, antiimperialista, antifascista y anticapitalista. En este propósito, los comunistas hemos jugado un honroso papel. Ya de por si, nuestro partido es el resultado de un exitoso proceso unitario de fusión, que rompió con la mala costumbre arraigada en México de constantes y permanentes enfrentamientos entre la fuerzas revolucionarias.
Ha sido muy significativo el actual periodo de la lucha de la clase obrera mexicana, protagonista y principal combatiente por sus derechos y por los derechos de todos los sectores agraviados y dolidos por la política neoliberal. Esta insurgencia obrera se inició en el último lustro para dar batallas fundamentales. Derrotó al presidente Zedillo cuando éste intentó aniquilar a la industria eléctrica nacionalizada, acción a la que se opuso resueltamente el Sindicato Mexicano de Electricistas y junto con él, la inmensa mayoría de los mexicanos que nos movilizamos en pro de la independencia nacional, el progreso social, la democracia y el socialismo.
Reconocemos que la primera gran manifestación antineoliberal de nuestro tiempo la protagonizaron los indígenas de Chiapas, agrupados en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994, que obligó al gobierno mexicano a sentarse en la mesa de negociaciones y firmar los acuerdos de San Andrés Larrainzar . Este movimiento contó con la simpatía y la solidaridad de la mayoría de los mexicanos y de los pueblos del mundo.
Esta rebelión armada fue la primera campanada antineoliberal. Estalló precisamente el día en que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio. Y todo esto se dio en el marco de una crisis económica que afectó a México y que tuvo repercusiones planetarias.
Otros acontecimientos de no menos relevancia hicieron erupción en el agreste y accidentado paisaje político mexicano. Así se esculpió la colosal lucha de los estudiantes de la UNAM, coordinados por el Consejo General de Huelga, que impidió la privatización de la educación superior en México, asestando con su acción política de masas un duro revés a las fuerzas conservadoras y proimperialistas del país. Los campesinos e indígenas de San Salvador Atenco protagonizaron por su parte, una lucha que además de victoriosa, demostró con su fuerza y decisión inquebrantable la posibilidad real de impedir la desaparición de su poblado, de su ejido y la privatización de las tierras que son propiedad de la nación, lo que puede cerrar el paso a la enajenación a favor del extranjero del territorio nacional.
El ascenso de la lucha de masas se manifestó también en la conformación de la Promotora por la Unidad Nacional Contra el Neoliberalismo, a la par que empezó a gestarse un movimiento mas amplio y poderoso de sindicatos y de organizaciones campesinas y populares que irrumpió en solidaridad con el Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social, apoyando su emplazamiento a huelga por la revisión del contrato colectivo de trabajo, derrotando la intentona de la patronal y el gobierno por arrancar de tajo las conquistas de los trabajadores.
Poco después, una efervescencia combativa, proletaria y popular recorrió a México. Ocho caravanas que partieron de distintos puntos del país, convergieron en la histórica mega marcha del día 27 de noviembre del 2003 en la Ciudad de México. Así se consumó una victoria política de la clase obrera mexicana en contra de las pretensiones del gobierno de la República de imponer privatizaciones y modificaciones constitucionales para dar paso, en última instancia, a la inversión de los monopolios imperialistas en el petróleo, el gas y la electricidad, al tiempo que promovía su bastardo proyecto de reforma fiscal, para establecer impuestos a los alimentos y las medicinas, proyecto que incluía además, una serie de reformas reaccionarias a la Ley Federal del Trabajo. La revista de nuestro partido «Unidad Comunista» caracterizó así esa jornada: «…significó un cambio cualitativo en el escenario de la política nacional. A partir de esta enorme manifestación, la clase obrera se ha colocado a la vanguardia del proceso revolucionario del país.»
El resultado de estas luchas fue la creación del Frente Sindical Campesino Social y Popular, que desde su nacimiento inauguró un nuevo periodo de lucha, que se ha vigorizado y desarrollado ante la agresión política del gobierno que mantiene su pretensión de continuar privatizando el petróleo, la electricidad y la seguridad social. No obstante la magnitud de la fuerza y la resistencia de los trabajadores del Seguro Social y de los demás sindicatos y organizaciones del frente recién creado, diputados y senadores del PRI y del PAN optaron desde el Congreso de la Unión por modificar la ley del Seguro Social contrariando a la Constitución con tal de despojar a los trabajadores de ese instituto de sus derechos contractuales, en materia de pensiones y jubilaciones, lo que viene a afectar a todos los trabajadores del país. Este fue un golpe típicamente fascista asestado por un Congreso que simula ser independiente.
Como sea, los últimos tiempos revelan una agudización de la lucha de clases y una crisis económica y política del país que esta en todo su apogeo. El amparo que el Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social interpuso ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación en contra de las reformas inconstitucionales hechas por el Congreso a la ley del Seguro Social, y la posible huelga planteada por este mismo sindicato, son acontecimientos que tensan aún mas, las ya de por si tirantes relaciones entre los trabajadores y el gobierno, y presagian además, una turbulenta sucesión presidencial, que como un ingrediente adicional, tienen en cartera el desafuero del Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, tan solo para quitarlo del camino en esta contienda. La llamada democracia Foxista consiste no en el robo de ánforas del pasado, sino en la eliminación de los candidatos indeseables.
Sumadas políticamente las multitudinarias protestas de las ultimas semanas, como son: la segunda megamarcha del 31 de agosto, el paro nacional del 1 de septiembre, en el marco de la jornada por la soberanía nacional, la seguridad social y los derechos de lo trabajadores, mas la concentración del 29 de agosto para defender al Jefe de Gobierno del Distrito Federal, arrojan el resultado de una sociedad rebelada en contra del gobierno del presidente Fox. Este se muestra incapaz de responder rectificando o dando marcha atrás a su errática política nacional que incluye la aventura en la que se embarco al violentar las relaciones políticas y diplomáticas con Cuba, llevándolas al virtual rompimiento. Esta aventura fraguada desde la Casa Blanca fue derrotada por el pueblo mexicano, quien obligo al gobierno de Fox a reestablecer las relaciones diplomáticas con aquel país caribeño. Definitivamente a Fox no le queda otro camino que largarse de los pinos.
El hecho de que la clase obrera se ponga a la vanguardia del proceso revolucionario, es la única garantía de victoria, porque es quien recoge la mas rica tradición de lucha de nuestro pueblo por su libertad y por la soberanía e independencia de la nación mexicana. Hablando solo del periodo de la dictadura neoliberal (1982-2004) la clase obrera ha estallado 12 170 huelgas que involucran a un millón 369 mil huelguistas. Sus planteamientos programáticos expresados por conducto de Rosendo Flores y otros dirigentes son dialécticamente superiores a los 20 puntos proclamados por López Obrador en su proyecto de nación, no solo por la profundidad de los cambios propuestos, sino porque en nuestra época, cualquier programa político en manos de la burguesía esta condenado al fracaso. Pero lo que no tienen ninguna perspectiva es la opción del gobierno de mantener su política negativa que esclaviza al país y empobrece a nuestro pueblo. El neoliberalismo y su marco jurídico, el Tratado de Libre Comercio, debe ser abolido de inmediato.
Con motivo del informe presidencial del 1 de septiembre, el ejercito y todas las policías tomaron por asalto a la ciudad de México y la pusieron en estado de sitio, solo con el fin de proteger a los gobernantes de la protesta de decenas de miles de trabajadores. El presidente se reunió con diputados y senadores en el Palacio Legislativo, convertido para la ocasión en un bunker hitleriano. En las manos de todos los asistentes fue entregado un instructivo para evacuar el lugar en caso de desastre.
El informe en sí fue desautorizado y desmentido al día siguiente por funcionarios del propio gobierno. Petróleos Mexicanos negó la existencia de las nuevas reservas petroleras anunciadas por el presidente. El Banco de México afirmó que la modesta disminución de la pobreza no se debía a ninguna política oficial sino al envío, en lo que va del año, de mas de 9 mil millones de dólares de los mexicanos que trabajan en los Estados Unidos. El INEGI anunció que el desempleo abierto llegó en México a la cifra record de 4.5 %, frente a los supuestos 400 mil nuevos empleos de que habla el informe. Autoridades hacendarias confesaron que los únicos créditos que se otorgan para el desarrollo económico provienen del fondo de pensionados y jubilados, calificados por el gobierno como un lastre.
Total, el presidente y su Congreso pertenecen al club de la ilusión y la mentira. Por el bien del país mejor debieran largase todos.
Dado el golpe fascista en contra de los trabajadores del Seguro Social, el presidente pidió una tregua a sus adversarios políticos que le fue inmediatamente concedida. La tregua durará el tiempo suficiente para preparar y asestar un nuevo golpe a los trabajadores y al pueblo. Esa tregua no se refleja ni en el hambre y ni en la marginación que sufren cotidianamente la mayoría de los mexicanos.
Por nuestra parte, los comunistas luchamos por la independencia nacional; por la restauración del sistema constitucional y del Estado mexicano, bajo la dirección de la clase obrera, que sea capaz de cancelar la deuda externa y el Tratado de Libre Comercio; de abatir el hambre y la marginación de nuestro pueblo; y de retomar los prestigios de nuestra política nacional.
Estamos dispuestos a unir nuestra lucha con la lucha de todos los patriotas.
Proponemos a los mexicanos la construcción del socialismo en México, donde la riqueza y el poder pertenezca a los trabajadores. Esta es la única opción válida frente al capitalismo decadente, para alcanzar los objetivos seculares de nuestro pueblo como son: la independencia nacional, la democracia y el progreso social.
¡Proletarios de todos los países, uníos¡
Dirección Colectiva del Comité Central del Partido de los Comunistas.
México DF , Septiembre del 2004