El autor examina las claves de la contundente victoria del Congreso Nacional Indio en las recientes elecciones y las de las derrotas de la Alianza Democrática y del Tercer Frente, y partiendo del análisis de la situación del país enumera algunos de los retos del nuevo Gobierno.
Los «malabarismos científicos» de todas las proyecciones pre-electorales han supuesto un rotundo fracaso, ya que no han acertado ni de lejos los resultados finales, volviendo a constatar la cada vez menor credibilidad de los sondeos en cualquier cita electoral. Además, los comicios de 2009 han supuesto la reelección de un primer ministro, Manmohan Singh, por primera vez en cerca de cuarenta años.
El triunfo de la coalición electoral Alianza Progresista Unida, liderada por el Congreso Nacional Indio (CN), ha sido de una envergadura y con un margen que nadie presuponía. Con 263 de los 543 parlamentarios -206 de ellos del CN-, le bastaría llegar a acuerdos con los diputados independientes o con algún partido regional minoritario para gobernar, en principio, sin grandes obstáculos los próximos cuatro años.
La otra cara de la moneda la representa la Alianza Democrática Nacional, al frente de la cual se sitúa el segundo partido del país, el hinduista radical Bharatiya Janata Party (BJP). Éste ha salido derrotado no sólo frente al triunfo del CN, sino porque el BJP ha perdido más de veinte escaños y ha visto cómo sus deseos de «cambio» se esfuman del horizonte político indio. La crisis interna y de liderazgo puede estar a las puertas del BJP.
Entre los claros derrotados figura también el Tercer Frente, que agrupa al Partido Comunista de India (PCI), al Partido Comunista de India-Marxista (PCI-M) y a otras fuerzas parlamentarias de izquierda y algunos partidos regionales. Sus proyecciones de convertirse en la llave del futuro Gobierno se han esfumado tras las importantes pérdidas de votos de los dos primeros, que han visto cómo el CN les ha superado en escaños y votos en sus plazas más fuertes.
La victoria del Congreso Nacional Indio es la suma de varios factores. Ante una coyuntura compleja (ataques «terroristas» en el pasado, crisis económica global, inestabilidad regional…), el factor del miedo ha llevado a muchos votantes a buscar el voto de «la continuidad y la estabilidad» que puede representar el CN. Además, está la propia reorganización del partido, que ha sabido poner fin a las fugas de «barones» y personalidades políticas que han buscado forjar su propia carrera política al margen del CN, en pro de su beneficio personal. Al mismo tiempo, ha recompuesto su enorme maquinaria interna y ha sabido aprovechar el tirón de Rahul Gandhi, al que muchos auguran un gran peso en el futuro del gigante asiático.
Asimismo, el CN ha sido capaz de captar el voto de buena parte de la minoría musulmana, que temerosa de un triunfo de las fuerzas reaccionarias hinduistas del BJP se habrían decantado por sus rivales.
La grave derrota de la izquierda parlamentaria, que ha sufrido importantes pérdidas en dos de sus bastiones más emblemáticos (Bengala Occidental y Kerala), también obedece a un abanico de factores. Por un lado, a los enfrentamientos entre las diferentes formaciones políticas de izquierda a la hora de afrontar ciertas situaciones, ya que mientras que unos apostaban por un rápido desarrollo industrial en determinadas regiones -lo que supone la confiscación de tierras de cultivo-, otros defendían los derechos de los agricultores a resistir a esas medidas. Los violentos enfrenta- mientos y la posterior represión tampoco han ayudado a estas fuerzas a difundir con claridad sus mensajes.
Si lo que pretendían con el impulso industrial era recabar el apoyo de las nuevas clases medias, no lo han logrado, y, además del rechazo de los agricultores más pobres se han encontrado con las protestas de la «intelligentsia» local, otrora firme defensora de las políticas progresistas.
Tampoco hay que olvidarse del llamamiento del Partido Comunista de India (Maoísta) al boicot electoral. Esta fuerza, que cada día tiene más peso en el escenario indio, requeriría ser tratada aparte, para poder analizar en profundidad sus cambios y propuestas.
El rumbo político del próximo primer ministro, Manmohan Singh, tiene el camino despejado. Ya no necesita del apoyo de las fuerzas de izquierda institucionales que en el pasado frenaron, en parte, sus planes. A partir de ahora, el rumbo económi- co de India va a estar dominado por la desinversión del sector público y las privatizaciones; la liberalización de la normativa para permitir una mayor participación económica extranjera; la flexibilización del mercado laboral y la apertura del mercado doméstico a las cadenas multinacionales extranjeras.
En materia exterior, el Gobierno de Singh profundizará sus acuerdos estratégicos y la colaboración con EEUU. Además, habrá que ver el pulso que mantiene con China por la hegemonía del continente asiático y, sobre todo, sus relaciones con Pakistán (algunos mencionan también el conflicto de Jammu& Kashmir y los posibles ataques islamistas).
Pero el panorama indio es mucho más complejo que el escenario surgido tras las elecciones. Las violencias y tensiones de todo tipo siguen latentes en esta sociedad. Los conflictos religiosos, los ataques islamistas, la violencia separatista, el movimiento maoísta, el hinduismo chauvinista y el sistema de castas son algunos ejemplos.
Además, en India existe otra amalgama de problemas. La superpoblación, la pobreza, la violación de los derechos humanos, la contaminación y deterio- ro del medio ambiente también marcarán el futuro del país.
Y sin duda alguna la corrupción, ya que en India el movimiento de dinero negro o las bolsas con dinero son algo «habitual». No hay más que ver la sucesión de escándalos que han sacudido a la clase política o el dato que indica que una cuarta parte de los parlamentarios salientes fue acusado de «cargos criminales, incluyendo tráfico ilegal de personas, violación, asesinato, malversaciones…»
O el grave problema del campesinado indio, que aunque genera el 70% del empleo ve cómo la mitad del presupuesto federal se destina al sector servicios, que supone sólo el 0,5%. La crisis agrícola ha supuesto también que cerca de 200.00 agricultores se hayan suicidado en los últimos diez años y la destrucción de empleo y desplazamiento a causa de las llamadas Zonas Económicas Especiales (SEZ) han añadido mayor incertidumbre a este amplio sector.
La llamada «mayor democracia del mundo» tiene otra cara que no presentan los medios. El peso «familiar», que provoca en la masa electoral la sensación de que siempre es «alguien, no el votante ni necesariamente el partido, quien decide»; la escasa presencia de la mujer, con tan sólo un 7% de los más de 8.000 candidatos, y el sentimiento extendido de que la mayoría de líderes políticos identifican política con dinero y poder.
Las fichas del entramado institucional ya están casi colocadas, pero todavía restan muchas más piezas para completar el complejo puzzle de India.
Txente REKONDO Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)