El sábado 23 de abril se conmemoró el octavo aniversario de la caída de 14 guerrilleros del MRTA en la residencia del embajador japonés en el Perú, Morihisa Aoki (*). La actividad que concentró a más de 300 personas se desarrolló en el cementerio El Ángel, adonde yacen la mayoría de restos de los combatientes […]
El sábado 23 de abril se conmemoró el octavo aniversario de la caída de 14 guerrilleros del MRTA en la residencia del embajador japonés en el Perú, Morihisa Aoki (*). La actividad que concentró a más de 300 personas se desarrolló en el cementerio El Ángel, adonde yacen la mayoría de restos de los combatientes tupacamaristas. Hicieron uso de la palabra numerosos familiares de los fallecidos y de los presos políticos que purgan condena en los establecimientos penales de Lima y provincias. También hicieron uso de la palabra jóvenes representantes de nuevas organizaciones de izquierda que han surgido ante la inoperancia de los partidos tradicionales.
Salvo una honrosa excepción, la izquierda legal brilló por su ausencia. Esta excepción la constituyó la presencia del secretario general del Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular (FOCEP), el reconocido luchador social Genaro Ledesma Izquieta, abogado de comunidades campesinas y sindicatos obreros. Ledesma elogió la gesta heroica de los 14 guerrilleros tupacamaristas y fustigó a las autoridades «democráticas» por haber contribuido con su silencio cómplice a la impunidad de los victimarios.
En un gesto conmovedor, la madre de Víctor Polay Campos, jefe tupacamarista hasta hoy recluido bajo condiciones infrahumanas en la Base Naval del Callao, dirigió cálidas palabras ante la lápida de Néstor Cerpa Cartolini, rememorando la amistad que unió a este comandante guerrillero con su hijo.
El homenaje prosiguió a su segundo destino: el cementerio Los Sauces en el distrito limeño San Juan de Lurigancho, donde descansan los restos de Rolly Rojas «El Árabe», lugar donde continuaron los discursos y se vio que la asistencia del público no había disminuido.
LA IZQUIERDA LEGAL ANTE LOS SUCESOS.-
En ambos sitios, el público nos preguntaba: ¿dónde están los demás partidos? Nuestra respuesta tuvo que ser sincera. Ellos no hacían falta para que el emotivo homenaje culminara con éxito. Han sucumbido a los encantos de la legalidad y sus representantes no consentirían perder imagen ante los medios de comunicación elogiando el sacrificio de 14 guerrilleros. Esos líderes que hoy perciben jubilaciones pantagruélicas por haber sido parlamentarios de un periodo, no están dispuestos a jugarse el sobre de fin de mes ni sus próximas posibilidades electorales. Hay quienes han abandonado sus partidos para cobrar íntegro sin cotizar y escriben panegíricos para auto absolverse. Son la izquierda que la derecha necesita.
Las críticas al operativo no pueden faltar en la agenda de los fariseos. Unos acusan a los guerrilleros del Comando Edgard Sánchez de «aventurerismo», otros de «impericia» y no pocos «izquierditas democráticos» usan el diccionario del imperialismo para condenar toda acción armada como «terrorismo». Lo cierto es que el MRTA había perdido a sus mejores cuadros y se encontraba en un proceso de recomposición en condiciones totalmente adversas bajo la dictadura de Fujimori-Montesinos. Aun así, el objetivo del Comando Edgard Sánchez fue liberar de las mazmorras a sus militantes mediante la captura de rehenes en la residencia del embajador japonés y posterior negociación con el dictador de turno.
Para quienes acusan de «impericia» a los guerrilleros del MRTA debemos recordarles que el operativo de secuestro fue ejecutado exitosamente sin producir ninguna víctima, dominando a la masa de 500 secuestrados y seleccionando a quienes se quedaban en calidad de rehenes. La madre del dictador no fue liberada por descuido de los guerrilleros, como alguien dice, sino porque era una persona muy anciana y con problemas de salud; además con ello le enviaron a Fujimori una señal de buena voluntad. El hermano de Fujimori se quedó entre los seleccionados. Huelga señalar que la retención de 72 rehenes durante 126 días requería de pericia operativa y de estricta disciplina militar. Para demostrar la fatuidad de la tesis que señala la «impericia», citemos que los más jóvenes del comando Edgard Sánchez procedían de la selva central, del Frente Juan Santos Atahualpa y algunos ostentaban heridas de guerra, como Gilberto Doroteo Ticona; otro es el caso de Rolly Rojas, prófugo de la cárcel de Canto Grande, evadido por el histórico túnel de 1990 y experimentado guerrillero.
Como el dictador Alberto Fujimori mantenía relaciones con Cuba, usó a la izquierda legal para que interpusiera sus buenos oficios. El senador Rolando Breña Pantoja (Patria Roja) viajó a La Habana para pactar con Fidel Castro el asilo de los 14 guerrilleros apenas depusieran las armas. El mismo Fujimori tuvo que viajar a ultimar detalles y consta su visita en foto «histórica» con Fidel. La respuesta del comandante Néstor Cerpa Cartolini (MRTA) no se hizo esperar: «No hemos venido a asilarnos. Si fuese así, hubiéramos venido con nuestros pasaportes, no con las armas». Paralelamente, el secretario general de Patria Roja, Alberto Moreno, declaraba a los diarios que esos no eran los métodos de lucha del proletariado y que su partido deslindaba con ese tipo de acciones. Los restos de la izquierda legal tuvieron similares puntos de vista, coincidiendo en condenar la medida de lucha del MRTA o en guardar oprobioso silencio ante lo que estaba por suceder. Quedaba así reducida a letra muerta la frase de Marx en el Manifiesto del Partido Comunista: «…los comunistas apoyan por doquier todo movimiento revolucionario contra el régimen social y político existente».
LA LEGITIMIDAD DE LA ACCIÓN TUPACAMARISTA.-
La naturaleza de la acción debe analizarse desde un punto de vista objetivo. El Comando Edgard Sánchez del MRTA no cometió una acción ilegítima al capturar la residencia del embajador Morihisa Aoki y secuestrar a sus elegantes invitados. Una acción armada contra una dictadura, no es lo mismo que un atentado contra la democracia. El secuestro de funcionarios, jerarcas, aliados e incondicionales del dictador, no es un delito de lesa humanidad. Cabe por analogía considerar a esta acción como el ejercicio del derecho a la insurgencia, que consagra la Constitución, contra toda autoridad usurpada.
Si bien el MRTA inició sus acciones bélicas en 1984 y por ello hay quienes condenan el alzamiento armado en democracia, la dictadura de Fujimori-Montesinos vino a legitimar el uso de la violencia antisistémica. Recién después de ocho años el público puede constatar que una buena parte de los jerarcas secuestrados estaban envueltos en turbios negocios, corrupción, peculado, tráfico de influencias, malversación, etc. En 1997 aparecían como víctimas circunstanciales de la insana «terrorista», hoy son reos de la justicia, presos comunes, cuando no prófugos secuaces de una banda delincuencial que tomó el poder y lo mantuvo por la fuerza.
LAS NEGOCIACIONES.-
Es bien conocido el hecho de que las guerrillas establecen negociaciones para ganar tiempo, lograr mejores condiciones para recomponer sus fuerzas o sumar aliados contra el campo enemigo. Néstor Cerpa Cartolini y los militantes del comando Edgard Sánchez sabían que se jugaban la vida al prolongar las negociaciones, pero no podían claudicar ante la posición de fuerza que habían logrado, poniendo en jaque a la dictadura por un periodo de tres meses. Durante esas semanas el mundo se enteró no sólo de la sobrevivencia del MRTA, sino que fuerzas vivas de un pueblo estaban representadas por 14 personas audaces que tuvieron la osadía de arrinconar al régimen de facto. Igualmente el mundo se enteraba de las condiciones infrahumanas en que se encontraban los presos políticos.
El dictador Fujimori eligió como negociador al obispo de Ayacucho y miembro del Opus Dei, el sacerdote Juan Luis Cipriani, a quien luego honró pidiendo el arzobispado limeño al Vaticano, como premio de su colaboración en la masacre. Primero tuvo su negociador, luego lo convirtió en el arzobispo de la dictadura. Cipriani negoció, timó y engañó. Hizo pasar micrófonos ocultos en la Biblia, en los crucifijos, en imágenes sagradas, formando parte del tinglado represivo y genocida. Cerpa Cartolini se ajustó al libreto que a sabiendas no resolvería la situación, pero lo hizo sin claudicar ni abandonar la inicial posición de fuerza que había conquistado. Pocos días antes de la catástrofe final, el mismo Cerpa denunció a la opinión pública que se estaban excavando túneles debajo de la residencia diplomática y que se preparaba un operativo sanguinario que pondría en riesgo las vidas de los secuestrados. La pregunta pertinente sería: ¿por qué no se entregó? La respuesta es del dominio del amable lector: Porque Néstor Cerpa Cartolini, ex dirigente obrero ascendido a comandante guerrillero, no había entrado a la residencia japonesa a jugar a la insurrección, sino a poner en práctica aquello que recomendara el Che Guevara: «cuando una revolución es verdadera, o se triunfa o se muere». Es un postulado revolucionario que jamás pondrían en práctica aquellos que lo critican a destiempo desde las cómodas butacas de la izquierda legal.
¿NO HUBO COMBATE?
Quienes dicen que el 22 de abril de 1997 no combatieron los guerrilleros del comando Edgard Sánchez, faltan a la verdad. Los tupacamaristas fueron sorprendidos jugando al fútbol, cuatro fueron aniquilados rápidamente y otros ganaron el piso superior para repeler el ataque. Los comandos de las Fuerzas Armadas combinadas, en una relación aproximada de 140 contra 14, tuvieron dificultades para dominar el espacio superior, desde donde se mantuvo Rolly Rojas, «El Árabe», disparando hasta que lo liquidaron. Por ese motivo, cuando el dictador ingresó al jardín exterior para celebrar tempranamente la victoria, lo vimos ante cámaras agachar la cabeza con miedo a los disparos que se reanudaron en el interior.
Es totalmente cierto que, tras resistir, dos guerrilleras se rindieron, esperando que los «valientes» militares respetaran el convenio de Ginebra, que no respetaron y las liquidaron con los brazos en alto. También que uno de los guerrilleros se camufló como rehén y trató de pasar desapercibido, fue sorprendido en el exterior y liquidado inerme. Como es cierto que los guerrilleros del piso superior rehusaron la tentación de acabar con los rehenes, honrando así la difícil tarea para la cual habían sido seleccionados. A cambio, la dictadura llevó a cabo una desigual batalla sin prisioneros, ni heridos, ni rendidos.
LA VICTORIA SE TRASFORMÓ EN DERROTA.-
La brutal masacre contra prisioneros de guerra, rendidos o heridos, fue celebrada como la mayor victoria militar de las Fuerzas Armadas del Perú. Repuntó la bolsa de valores y los corruptos ex secuestrados escribieron libros, fueron objeto de entrevistas y notas periodísticas. ¡Sin embargo, el pueblo peruano continuaba de rehén del régimen de facto y del neoliberalismo! Pero 1997 se trasformó en el peor año para la dictadura, iniciándose grandes marchas callejeras y culminando con la protesta popular generalizada que alcanzó su máximo nivel en la Marcha de los Cuatro Suyos que la expulsó para siempre. En el subconsciente colectivo anidó la idea de que la dictadura era vulnerable, porque ya la habían visto prosternada ante la intransigencia de 14 luchadores sociales dispuestos a morir.
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(*) En diciembre de 1996, un comando del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) tomó rehenes en la residencia de la embajada de Japón en Lima, en una acción que duró 126 días. El secuestro terminó el 22 de abril del año siguiente, cuando tropas de élite del ejército liberaron a los cautivos en una acción en que murieron uno de los 72 rehenes, dos militares y los 14 integrantes del comando del MRTA.