Es la cruda realidad de alguna de las historias que viven los deportistas más allá de los Juegos. El corredor etíope Feyisa Lilesa logró una espectacular medalla de plata en la prueba de maratón disputada en Río de Janeiro y en la que se impuso el keniano Eliud Kipchoge. Pero la noticia llegó cuando el […]
Es la cruda realidad de alguna de las historias que viven los deportistas más allá de los Juegos. El corredor etíope Feyisa Lilesa logró una espectacular medalla de plata en la prueba de maratón disputada en Río de Janeiro y en la que se impuso el keniano Eliud Kipchoge.
Pero la noticia llegó cuando el etíope habló para los medios en rueda de prensa. Feyisa Lilesa había cruzazo la meta haciendo un gesto simulando estar esposado, un gesto de apoyo a su tribu, los Oromo que está siendo masacrado por el gobierno etíope.
El propio Lilesa ha admitido que el gesto con el que finalizó su carrera podría hacer peligrar su vida: «Si vuelvo a Etiopía después de esto, el gobierno me matará a mí y a mi familia o me mandarán preso», sentenció. Lilesa continuó con su desgarrador relato: «Donde está la ayuda para mi pueblo, no la veo. Si vuelvo allí no me irá bien, estoy seguro».
Los Oromo se levantaron contra el gobierno de Etiopía en noviembre del 2015 por un caso de expropiación de tierras en el que las autoridades habían aprobado un plan urbanístico que amenazaba las tierras de cultivo de los Oromo, un pueblo tradicionalmente agrícola y nómada.
Ante estas protestas el gobierno respondió con una severidad indiscriminada que ha causado ya más de medio millar de muertos en la tribu de los Oromo. Esa es la otra realidad que ha puesto en el centro mediático el gesto de Feyisa Lilesa.