No existe, en la actualidad, un ataque más constante e ilegal que el ejecutado por Estados Unidos y sus aliados incondicionales contra la República Islámica de Irán. Han sido 39 años de agresiones de los gobiernos estadounidenses – desde el año 1979 a la fecha – que no perdonan al pueblo iraní haberse liberado de […]
No existe, en la actualidad, un ataque más constante e ilegal que el ejecutado por Estados Unidos y sus aliados incondicionales contra la República Islámica de Irán.
Han sido 39 años de agresiones de los gobiernos estadounidenses – desde el año 1979 a la fecha – que no perdonan al pueblo iraní haberse liberado de su nociva influencia. Para Washington, un país que busca su propio camino de desarrollo, que tiene como norte los conceptos de soberanía y dignidad se convierte de inmediato en enemigo irreconciliable. Resulta evidente que Estados Unidos aspira al dominio mundial, bajo la premisa que los países y sus pueblos están para servirle y permitir que el denominado «estilo de vida estadounidense» se mantenga, a pesar de los daños generados en materia de respeto a los derechos humanos, inestabilidad en los cinco continentes, daño ambiental planetario y un desequilibrio entre las naciones en materia política, económica y militar.
Estados Unidos no busca amigos o socios horizontales. Necesita gobiernos serviles, obsecuentes, que ejecuten sus políticas hegemónicas y que en el caso de Oriente Medio encuentra su expresión práctica en el fortalecimiento de relaciones con dos de las ideologías más extremistas del mundo: el sionismo israelí y el wahabismo saudí. Ellas, junto al imperialismo estadounidense, generan una triada que ha llevado la muerte y el dolor a gran parte de Oriente Medio, el Magreb y Asia Central. Socios en la destrucción y la muerte, en el afán de dominio y sometimiento de los pueblos, pero que desde el año 1979 han encontrado un rival que no se deja avasallar y que les ha plantado dura batalla en defensa, no sólo de su soberanía, sino también en apoyo de naciones como Siria, Irak, el pueblo yemeni y Palestina como líder del Eje de la Resistencia: la República Islámica de Irán.
Una República Islámica con una Revolución victoriosa e indudable referente, para muchos pueblos del mundo, que cumple este 11 de febrero 39 años desde aquella epopeya histórica, que cambió la correlación de fuerzas hasta entonces existente en Asia Central y Oriente Medio y con amplia influencia en el mundo islámico, generando lo que se ha consolidado como el despertar islámico. Un proceso revolucionario conocido como la Daheye Fajr o Década del Alba, que comienza el día 1 de febrero del año 1979 con el retorno a Teherán, desde Paris, del exiliado líder religioso el Imán Jomeini que alienta a la nación persa a intensificar su lucha revolucionaria logrando, finalmente, la caída del régimen monárquico del los Pahlevíes el día 11 de febrero.
Estados Unidos: una presencia indeseable
La política desestabilizadora de Estados Unidos contra Irán, ya sea en forma directa o indirecta se remonta al menos a setenta años. Efectivamente, tras el término de la Segunda Guerra Mundial, Washington decidió, que en el marco del enfrentamiento Este-Oeste – la denominada Guerra Fría – Irán sería una pieza clave en la contención de los afanes hegemónicos de la ex Unión Soviética. Se consolidó así un doble pivote reaccionario y con características de gendarme de los intereses de occidente en Oriente Medio: el Irán Monárquico y la creación artificiosa de la entidad sionista el año 1948. A la par de dar sustento a la conformación del régimen criminal sionista en tierras palestinas, Estados Unidos desarrolló una cercana relación con Mohammad Reza Pahlavi.
El año 1951 se elige como Primer Ministro de Irán a Mohamed Mosadeq, quien intentó en agosto del año 1953 nacionalizar la industria petrolera. Ese mismo mes, el Sha firma un decreto por el cual destituye a Mossadeq, decisión resistida por la población obligando a Mohammad Reza a huir con destino a Roma. Durante el transcurso de este proceso el jefe de la CIA, Allan Dulles arriba a la capital italiana, para coordinar las acciones que condujeron al derrocamiento de Mossadeq. El Shah retorna a Irán y comienza desarrollar una política de profunda represión. Apoyado en esto por la policía secreta fundada el año 1957 la SAVAK (Sazeman-e Ettela’at va Amniyat-e Keshvar), Organización de Inteligencia y Seguridad Nacional, cuyos fundamentos, entrenamiento y dirección estuvo en manos de la CIA.
El reinado opresivo del Sah continuó sin grandes contratiempos, a punta de represión, muerte y exilio de sus opositores, convirtiéndose en el títere y más fiel aliado de Estados Unidos, junto a Israel en la zona, con quienes trabajaron en conjunto para servir a los intereses de occidente en el mundo islámico. Más aún, Mohammad Reza reconoce a Israel, como no lo había hecho ningún país de la región y se establecen estrechas relaciones entre la CIA, el Mossad y la SAVAK. Tan cercana era esta relación, que funcionarios de la monarquía persa solicitaron el año 1979, a oficiales del Mossad, asesinar al Iman Jomeini, convencidos que de esa forma podrían detener la revolución iraní. La intentona fracasó.
Han sido 39 años de un duro batallar, de una Revolución que ha sufrido múltiples agresiones, como fue el caso de la guerra santa entre los años 1980 y 1988 a manos del régimen iraquí presidido por el fallecido Sadam Hussein, alentado por Washington para atacar a Irán y destruir la joven revolución. El intento fracasó y la denominada Santa Defensa consolidó aún más a la revolución, que comenzó poco a poco a transformarse en el poder regional que es hoy en día, causando preocupación en los otrora poderes hegemónicos en la zona. Un Irán consolidado a la luz de un mensaje y una práctica que llama a la conquista, defensa y consolidación de la soberanía y la dignidad como ejes fundamentales para la construcción de una identidad como países.
La consolidación y empuje de la Revolución Islámica de Irán no ha estado exenta de problemas. En un escenario regional complejo, donde Irán ha roto el mito de la invisibilidad de Occidente y sus títeres regionales. Un marco regional que ha resaltado el enorme y trascendental papel que cumple la nación persa, en el logro de la defensa de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos de la región. Una revolución que ha tenido sus propias contradicciones y cómo no tenerla si se trata de un proceso político vivo, en permanente desarrollo, con altibajos, con dificultades, con un pueblo movilizado pero que es capaz de separar aguas de aquellos, que aprovechando las lógicas reivindicaciones económicas, intentan desestabilizar el país, haciéndole el juego a Washington y aliados, que aprovechan cada resquicio, cada oportunidad para tratar de quebrar la unidad revolucionaria en Irán.
El sionismo como brazo ejecutor
Irán ha definido, como el principal enemigo de los pueblos de Oriente Medio, al sionismo ¡y cuánta razón tiene en ello¡ porque esta ideología tiene en su seno no sólo una conducta colonialista, racista y criminal, sino que el apoyo incondicional de Estados Unidos, que a través de la influencia y el poder político, económico y militar del Comité de Asuntos Públicos Estadounidense-Israelí (AIPAC por sus siglas en inglés) genera la política exterior estadounidense, incluso si esto significa estar contra el derecho internacional, los organismos como la ONU y sus instituciones, contra sus propios socios europeos como ha quedado demostrado con el incumplimiento de Washington de los Acuerdos del Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA por sus siglas en inglés). El sionismo en Oriente Medio es el brazo ejecutor del imperialismo en una simbiosis sedienta de sangre, ocupando en esta acción a la corrupta monarquía saudí.
A 39 años del triunfo de la revolución reedito mis palabras, expresadas tiempo atrás en el contexto del concurso internacional Fayr llamado por la Radio Voz Exterior de Irán y así signar y resaltar el papel que cumple Irán en la región. Un papel que brilla con más fuerza que nunca, a partir del triunfo en la firma de los acuerdos nucleares, su decidido apoyo a la causa del pueblo palestino. Como también el sostén otorgado a los pueblos de Siria, Irak, Yemen y Bahréin.
Sólo la República Islámica de Irán ha logrado frenar los ímpetus del terrorismo global takfirí, hijos putativos, creados, organizados, financiados y armados por Washington y sus aliados: Sólo Irán junto al Eje de la Resistencia y la posterior incorporación de las Fuerzas Aeroespaciales Rusas han sido efectivas para combatir, contener y luego destruir a estos grupos terroristas a contrapelo de una Coalición internacional liderada por Estados Unidos, más enfrascada en fragmentar Siria e Irak, que combatir al terrorismo.
Las autoridades políticas y religiosas de Irán han advertido permanentemente que Estados Unidos, desde el triunfo de la revolución iraní el año 1979, se ha empeñado en destruir la nación persa. Para ello, sostuve y reitero en cada aniversario del triunfo de la Daheye Fajr, que una de las herramientas usadas por el imperialismo y sus socios sionistas y wahabitas es atizar el fuego de la ignorancia, de las denuncias sin pruebas, de las acciones desestabilizadoras, el mundo de las sanciones y el bloqueo para causar malestar en la población e ir creando un escenario que les permita implementar una guerra contra Irán.
Todo ello en el marco de lo que el autor francés Jean Michel Vernochet, en un valiosísimo libro titulado «Irán: la destrucción necesaria» sostiene respecto al papel predador de Washington y sus aliados «hay que destruir a Irán ¡claro que sí! No sólo para impedir su eventual acceso al arma atómica (algo improbable) no sólo porque la independencia de Irán puede poner en entredicho la preeminencia regional de Israel, atalaya occidental en el Oriente Medio…Es que hay que mantener, a toda costa, la posición dominante de Israel en la región, que depende de su monopolio regional del arma atómica».
Resulta evidente que lo señalado constituye la prueba de la hipocresía y el doble rasero de Washington que suele «rasgar vestiduras frente al programa nuclear iraní» reafirmado por las autoridades políticas y religiosas de este país, como un programa de carácter pacífico y refrendado en el Acuerdo Nuclear firmado con el G5+1 y sin embargo el gobierno de Donald Trump avala a la entidad sionista, que posee entre 200 a 300 artefactos nucleares. Sojuzga a la población palestina, cuyo territorio ocupa militarmente. Agrede a vecinos como Siria y El Líbano mediante el apoyo a movimientos terroristas takfirí y con acciones desestabilizadoras a través de sus servicios de inteligencia. Asesina científicos nucleares iraníes, apoya operaciones políticas como el referéndum kurdo-iraquí, en una conducta de impunidad absoluta, sin que los organismos internacionales sancionen al gobierno colonialista presidido por el corrupto Benjamín Netanyahu.
Irán, conocedor de esta realidad de impunidad con que cuenta el sionismo – beneficiándose del aval financiero, militar, político y diplomático a Washington y el lobby sionista en Estados Unidos – no descuida la defensa de su revolución. Irán es consciente de sus responsabilidades, no sólo respecto a la protección de su sociedad, sino también el papel que cumple a través del Eje de la Resistencia. El presidente de Irán, Hasan Rohani sostuvo que «la nación iraní, más unida y poderosa que nunca, dará una respuesta aplastante a los enemigos durante las grandes marchas del día 11 de febrero, cuando el país celebra el 39º aniversario de la victoria de la Revolución Islámica de 1979». Esto conlleva una enorme carga simbólica pues la muestra de unidad, determinación e integración de la sociedad iraní es la mejor manera de enfrentar los embates agresivos de sus enemigos.
Irán en un escenario complejo, con dificultades económicas, con agresiones activas a la orden del día por parte de Washington y sus hijos putativos, está dando un mensaje contundente de fidelidad a sus principios e ideales. Conducta extraña en un mundo donde los poderes suelen servir indignamente a hegemonías ajenas a culturas, creencias, historia y relaciones de vecindad. Un Irán que nos enseña que resistir es parte del lenguaje de la victoria, teniendo presente la serie de complot vividos por la nación persa el año 2017, que incluyeron atentados en su capital y en el santuario del Imán Jomeini. La política de sanciones establecida por Washington, el apoyo a grupos violentistas, que pretendieron encauzar las legítimas aspiraciones de la sociedad iraní por caminos de desestabilización.
No fue casualidad que los atentados en Irán en junio del año 2017 se concretaran tras la visita de Donald Trump a Arabia Saudí e Israel. Los dos lugares elegidos para los atentados eran altamente simbólicos: el parlamento que representa el poder popular y el mausoleo de Jomeini, el fundador de la República Islámica. Molesta a los poderes del imperialismo y sus socios sionistas y wahabitas las alianzas de Irán, su activa participación en la defensa por la paz en Irak y Siria. Tras 39 años de Revolución Irán sigue firme en la defensa de su soberanía, dignidad y hoy con la necesaria la economía de resistencia, conceptos básicos para entender el proceso iraní.
Más allá de las diferencias políticas, en Irán se coincide en la defensa irrestricta de la Revolución Islámica y en que el enemigo común es Estados Unidos y sus socios sionistas y wahabitas. A casi cuatro décadas del triunfo la política de cerco estadounidense no cede, pero cada día la Revolución Iraní da pasos agigantados en la región, para el definitivo triunfo contra el Imperialismo, el sionismo y el wahabismo: los grandes males de nuestro mundo. El objetivo de Washington, Tel Aviv y Riad persigue desestabilizar a Irán, cercarla, tensionar a su sociedad y de esa forma sacarse esa espina que tienen atravesada desde febrero del año 1979
Fuente original: https:/www.hispantv.com/noticias/politica/368261/iran-revolucion-islamica-impactos-mundo-musulman
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