Recomiendo:
0

Acuerdo Nuclear

Sombras desde Washington

Fuentes: Rebelión

  El presidente de Estados Unidos, Barack Obama en una reunión de AIPAC El principio de acuerdo logrado en la ciudad suiza de Lausana, entre el Grupo G5+1 e Irán, constituye un tremendo avance en materia de solucionar una disputa que ha mantenido a parte del mundo occidental en conflicto, desde hace una década con […]


 

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama en una reunión de AIPAC

El principio de acuerdo logrado en la ciudad suiza de Lausana, entre el Grupo G5+1 e Irán, constituye un tremendo avance en materia de solucionar una disputa que ha mantenido a parte del mundo occidental en conflicto, desde hace una década con Irán, con respecto al programa de energía nuclear de la nación persa.

Esto, en materia del derecho que le asiste a Irán para desarrollar su programa de energía nuclear al amparo de lo establecido por el Tratado de No Proliferación (TNPN), del cual es país firmante y la necesidad de terminar con las sanciones que le afectan desde hace una década.

Después de 18 meses de complejas y tensas conversaciones sobre el programa de energía nuclear de la República Islámica de Irán y la exigencia del término de las sanciones impuestas a la nación persa, el denominado G5+1 (Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Francia, China y Rusia más Alemania) lograron consensuar con Irán un principio de acuerdo cuyos puntos principales resumen gran parte de las aspiraciones y exigencias de los participantes y que deberían ser pulidos y perfeccionados, teniendo como fecha final el 30 de junio cuando se dé a conocer el acuerdo definitivo.

 

 

Fin a las sanciones

Al final de las conversaciones formalizadas el día 2 de abril pasado en Lausana, las partes han empezado la redacción del borrador del Plan Integral de Acción Conjunta, que una vez finalizado debe ser adoptado como una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU). Ello obligará a todos los Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a respetar y poner en marcha la iniciativa, que debe ser aprobada en el marco del Artículo N° 41 del Capítulo VII de la Carta de la ONU. De esa manera se dejan sin efecto todas las resoluciones emanadas de ese organismo contra Irán, que es una de las exigencias sostenidas en forma intransable y contra viento y marea por Teherán.

En ese plano, Yukina Amano, director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) resaltó la importancia del dicho consenso y el camino definido para firmar un documento definitivo antes del 30 de junio. Amano destacó «la gran voluntad política entre el G5+1 e Irán para llegar a ese acuerdo final que todo el mundo espera ansioso y donde la AIEA jugará un papel de primer orden para su implementación». Las palabras de Amano también dieron cuenta de la idea de implementar en Oriente Medio una zona libre de armas atómicas. El comentario de Amano tiene un claro destinatario y ese se trata de Israel; el único poseedor en Oriente Medio de armamento nuclear (en cifras estimadas entre 200 a 400 artefactos) que no es signatario del TNP y jamás ha permitido la inspección de sus instalaciones nucleares para verificar en terreno las mismas exigencias que ese régimen pide para Irán en una clara política de doble rasero, avalado en ello por su valedor tradicional en materias económicas, políticas, militares y diplomáticas: Estados Unidos.

Las conversaciones sobre el tema nuclear entre el G5+1 e Irán se llevaron a cabo en distintas ciudades europeas, destacándose los encuentros en Ginebra en noviembre del año 2013, Viena en noviembre del año 2014 y finalmente en Lausana (Suiza) a fines de marzo y principios de abril del año 2015, donde finalmente la alta representante de la Unión Europea (UE) para su Política Exterior, Federica Mogherini, y el canciller iraní Mohamad Yavad Zarif anunciaron al mundo que el Sexteto había logrado ponerse de acuerdo en aquellas materias que parecía no lograr acercar posiciones, que los separaban y marcaron una década de sanciones económicas, financieras, tecnológicas y políticas contra Irán y su población.

Zarif y Mogherini ese 2 de abril declararon que todas las sanciones económicas y financieras del CSNU, impuestas de manera multilateral por Europa y de manera unilateral por EE.UU. en contra de Teherán serán levantadas tras la implementación del pacto final. Entre ellas todas aquellas vinculadas al sistema bancario, financiero, de seguros e inversión. A lo que se suma la eliminación de trabas para el desarrollo del campo petroquímico, gasífero, industrias en sus diversas ramas productivas. Los sectores de aviación, transporte y comunicaciones a los que se sumaron los embargos sobre activos iraníes, congelados en bancos europeos principalmente y que deben, en el marco del acuerdo firmado en Lausana, ser anuladas inmediatamente.

La UE ya se ha pronunciado para hacer efectiva esta eliminación, consciente que Irán, considerada una de las 20 principales economías del mundo, sus 78 millones de habitantes y su innegable liderazgo regional, representan un escenario de intercambio que no están dispuestos a dejar pasar. Las propias autoridades iraníes han señalado lo interesante que significa Irán en materia de inversiones, sobre todo en el campo petrolífero.

La histeria de los halcones

Este entendimiento mutuo ha sido conseguido a pesar de las enormes presiones de sectores interesados en hacer fracasar las conversaciones. Destacan en ese grupo el régimen de Israel, Arabia Saudí, Turquía y los sectores más reaccionarios de la sociedad estadounidense, entre ellos senadores republicanos como Louis Gohmert, representante de Texas para quien la mejor manera de evitar el programa nuclear iraní es bombardearlo. Una receta basada en el garrote clásico que políticos estadounidenses pretenden manejar las relaciones internacionales, sobre todo cuando se trata de Irán, empujados en esa labor por el lobby judío del Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos – Israel (AIPAC, por sus siglas en Inglés) y un Netanyahu que ha intensificado su campaña comunicacional pretendiendo hacer creer que el acuerdo de Lausana «amenaza la supervivencia de Israel»

Obama enfrenta en su país la ignorancia y ánimo bélico de un partido republicano que le quiere hacer imposible sus dos últimos años de mandato. El mandatario estadounidense criticó al gobernador de Wisconsin y posible candidato presidencial republicano para las elecciones de 2016, Scott Walker, quien aseguró que desechará cualquier acuerdo con Irán si llega a resultar elegido. Ante esas palabras Obama afirmó que si futuros presidentes no cumplen con los acuerdos internacionales alcanzados por sus predecesores, eso sería un problema para los aliados de Estados Unidos y «envalentonaría a nuestros enemigos. Sería una actitud tonta la del Sr. Walker, recomiendo que se tome su tiempo, para ponerse al día sobre política exterior», concluyó Obama.

A pesar de opiniones como la de Walker, Gohmert, Netanyahu y la enorme campaña política, diplomática y comunicacional llevada a cabo por los enemigos del principio de acuerdo entre el G5+1 e Irán, ha quedado claro que Irán no está construyendo ningún artefacto nuclear, que el enriquecimiento de uranio no representa una posibilidad cierta de tener un arma de estas características en las semanas o meses denunciados por Israel -pero que seguirá teniendo el derecho de enriquecer al 3,67 % – para los usos pacíficos que había señalado el Gobierno iraní y que está establecido como un derecho por el TNPN.

En el marco del acuerdo de Lausana, las actividades nucleares de Irán no se detendrán, cesarán o suspenderán, sino que continuarán en todas y cada una de las instalaciones actualmente en uso: Fordo, Narantz, Isfahán y Arak. En materia de número de centrifugas, agua pesada e investigaciones en el campo de la energía atómica, el programa nuclear de Irán estarán sujeto a la inspección de la AIEA, en lo que se denomina una supervisión global.

Dado a conocer este panorama de acuerdo, donde queda claro la complejidad, las dificultades y las cesiones otorgadas para firmar el documento de Lausana y el compromiso de levantar las sanciones inequívocamente, el mundo ha sido testigo del clásico juego de doble moral y doble rasero de la Administración estadounidense. El secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, sostuvo que el entendimiento alcanzado entre Irán y el G5+1 ha señalado que las sanciones antiraníes serán levantadas en diferentes fases. El canciller Zarif señaló que tal interpretación no se ajustaba a la realidad, que implica el levantamiento de las sanciones en una sola fase.

De acuerdo con el jefe de la Diplomacia iraní, la Casa Blanca está distorsionando la realidad del principio de acuerdo alcanzado en la ciudad suiza de Lausana para poder calmar a los republicanos del Congreso de EE.UU. que buscan descarrillar los diálogos nucleares. Para mayor abundamiento el alto negociador iraní, Seyed Abás Araqchi señaló que «Todas las sanciones económicas y financieras relacionadas con el programa de energía nuclear serán eliminadas en una sola fase. Si los estadounidenses tienen otra interpretación al respecto, sin lugar a dudas se discutirá en la próxima ronda de diálogos» ha explicado el alto negociador iraní.

Para Rodney Shakespeare profesor de Economía y un experto en materias de Medio Oriente e Irán, Estados Unidos podría traicionar el acuerdo entre el G5+1 principalmente porque Washington fue a estas conversaciones «como es su costumbre, de mala fe. Quedó claro que tras la firma del acuerdo marco dado a conocer por Mogherini y Zarif las sanciones debían ser levantadas inmediatamente. Sin embargo, Estados Unidos comenzó a elucubrar y a jugar con su política de doble rasero. A las 24 horas de firmado el acuerdo, sostiene Rodney, tal como lo hicieron el año 2010, «los estadounidenses comenzaron a torpedear el acuerdo, presionados por el lobby judío. Un régimen paranoico, fuera de control y racista, que posee cientos de bombas atómicas. A lo que se une la opción Sansón manejada por la elite política y militar israelí, que implica la utilización de la amenaza nuclear con ojivas apuntadas hacia las principales capitales de Occidente, así como también contra Washington y Nueva York».

Como prueba de lo mencionado por Rodney, el asesor adjunto de seguridad nacional del presidente Obama, Ben Rhodes, señaló que «Las sanciones estadounidenses serían eliminadas después de una orden ejecutiva que podría ser revocada rápidamente si Irán incumple el acuerdo. Las seis resoluciones del organismo internacional serán reemplazadas por una nueva resolución que definirá qué sanciones se mantendrán en su lugar y cuáles serán levantadas. Las sanciones son un objetivo que Irán tendría que ganarse y si Teherán viola un eventual convenio, estados Unidos tendrá todas las opciones sobre la mesa, incluyendo la militar».

La arrogancia, soberbia y el vocabulario bélico usado por la Casa Blanca no se compadece con el clima que permitió el logro del principio de acuerdo de Lausana pero, se entiende en la lógica de las presiones de AIPAC, de la histeria de Netanyahu y la necesidad de tranquilizar a un Congreso estadounidense dominado por los halcones, que del mundo sólo conceden la posibilidad que les sea útiles para sus intereses y no el respeto a los derechos del 95 % del resto del planeta. Para la Revista Foreing Policy «un posible fracaso en el principio de acuerdo logrado entre Irán y el Grupo 5+1 sería fruto de las oposiciones estadounidenses al acceso del país persa a poseer y usar la tecnología nuclear»cuestión que ya está resuelta en el acuerdo marco pero que para los sectores belicistas de Estados Unidos, catalizados por AIPAC puede ser el elemento central para oponerse a lo consensuado en Lausana.

Sin embargo, a pesar de la sombras que vienen desde Washington en materias de interpretar y poner en práctica lo firmado ante los ojos del mundo en Lausana, las esperanzas de llegar a buen puerto el 30 de junio del presente año se imponen sobre los deseos de guerra y malos augurios de la triada Washington-Tel Aviv-Riad. Estos, han intensificado las presiones contra Irán en su entorno inmediato ya sea atacando a Yemen y acusando a Teherán de favorecer al movimiento popular yemení Ansarolá, intensificando sus acciones de desestabilización contra Siria bajo el manto de supuestos ataques contra EIIL (Daesh en árabe) y sus operaciones en el norte de Irak, donde grupos de voluntarios de Hezbolá y la Fuerza de Tarea Quds apoyan la lucha contra el terrorismo takfirí en terreno.

Finalmente, lo que debe quedar claro, es que después de 18 meses de arduas negociaciones, una década de sanciones, 36 años de enemistad por parte de Washington hacia Irán, se está llegando al fin de un ciclo donde conceptos como soberanía y dignidad levantados por Irán, van a la par de la firma de puntos de entendimiento, teniendo claro lo sostenido por el canciller Zarif que «una región insegura no beneficia a nadie».

Si ello fracasa, por este afán belicista y las presiones del régimen de Israel o el complejo militar industrial estadounidense o las visiones totalitarias de una Casa Al Saud se hace indispensable que rusos, chinos, alemanes, franceses e ingleses; como testigos respecto a quien le interesa la guerra por sobre la paz, la desestabilización por sobre los acuerdos y la búsqueda del desarrollo de nuestros pueblos por sobre temas hegemónicos alcen la voz y exijan que las sombras que vienen desde Washington, Tel Aviv y Riad sean sólo una amenaza desesperada de quienes no aceptan la pérdida de privilegios y hegemonías atentatorias contra la libertad de los pueblos. 

Artículo del Autor Cedido por Hispantv.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.