Los Estados Unidos y sus aliados europeos han anunciado que la diplomacia ha fallado a la hora de solucionar el problema de Kosovo. Y cuando la diplomacia falla, viene la guerra. Especialmente en un asunto tan importante como la declaración unilateral de independencia de una parte del territorio de un país. Pero la […]
Los Estados Unidos y sus aliados europeos han anunciado que la diplomacia ha fallado a la hora de solucionar el problema de Kosovo. Y cuando la diplomacia falla, viene la guerra. Especialmente en un asunto tan importante como la declaración unilateral de independencia de una parte del territorio de un país.
Pero la próxima guerra de Kosovo se supone que será tan pequeña, inaudible e insignificante, que nadie se dará cuenta. La OTAN está ocupando el futuro campo de batalla con más de 16.000 hombres, respaldados por fuerzas aéreas, que han sido desplegados, sostiene, para «evitar la violencia». La abrumadora ventaja militar de la OTAN puede prevenir cualquier estallido de violencia ocasional de alcanzar el estatuto de «guerra». La confianza que le proporciona la posibilidad de utilizar una fuerza militar decisiva ha permitido que los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN prosigan una política que normalmente sería una fórmula que conduciría inevitablemente a la guerra.
La guerra se da cuando las partes enfrentadas tienen puntos de vista de la realidad totalmente conflictivos. Los albanos y los serbios tienen puntos de vista completamente opuestos acerca de la disputada provincia de Kosovo. El papel de la diplomacia es tener esos puntos de vista en cuenta. Lo que significa evitar empujar a una de las partes en disputa a una humillante esquina. Implica buscar el fomento del respeto y entendimiento mutuos, al menos los suficientes como para que se acepte un compromiso.
En vez de eso los Estados Unidos, seguidos por sus irresponsables aliados europeos, han respaldado el punto de vista del nacionalismo extremo albano, tratando a Serbia como a un «estado canalla» (rogue state) que no merece la protección normal que proporciona el derecho internacional. Washington ha orquestado dos rondas de «negociaciones» que son una completa farsa, ya que había dictado sus conclusiones desde un buen principio en favor de sus clientes albanos. La primera ronda tuvo lugar en Rambouillet, y condujo al bombardeo de Serbia por la OTAN en 1999 y la ocupación de Kosovo. La segunda ronda ha tenido lugar este año, conduciendo a lo que podría ser otro conflicto impredecible, más silenciado, pero también más largo.
Negociaciones falsas, largas o cortas
A finales de los noventa la administración Clinton no estaba realmente preocupada por resolver el problema de Kosovo. Quería resolver su propio problema -el de la OTAN. El problema de la OTAN era el siguiente: ¿Cuál es la utilidad de esta alianza militar, ahora que el bloque comunista, para la que fue creada con el objetivo de contener, ya no existe? Para conservar la OTAN, tenían que encontrar una nueva raison d’être. Y la encontraron en la «intervención humanitaria». A partir de ahora la OTAN existiría para rescatar a las minorías oprimidas en los países extranjeros -especialmente aquellos con valor geoestratégico o económico, por descontado. El conflicto histórico de Kosovo entre el estado serbio y el movimiento secesionista albano, marcado por la violencia espasmódica en ambos bandos, proporcionó el terreno experimental para esta nueva política. El problema de Kosovo fue declarado como una crisis que requería la intervención internacional, semanas antes tan sólo de la reunión del 50 aniversario de la OTAN, cuando esta política diseñada por los EE.UU. fue oficialmente adoptada.
Para proporcionar un casus belli, la administración Clinton orquestó unas negociaciones amañadas en el château francés de Rambouillet. Los EE.UU. promocionaron abruptamente a Hashim Thaqi, líder del «Ejército de Liberación de Kosovo», a cabeza visible de la delegación albano-kosovar, dejando de lado a líderes albanos más reputados, como Ibrahim Rugova. Ni siquiera se permitieron encuentros cara a cara entre las delegaciones albanesa y kosovar. Se ordenó a ambas aceptar un plan integral diseñado por los EE.UU., permitiendo a la OTAN la ocupación de Kosovo. La Secretaria de Estado Madeleine Allbright intimidó a Thaqi hasta hacerle aceptar a regañadientes el ultimátum, asegurándole entre bastidores que eventualmente conseguiría su propio «Kosovo independiente». Los serbios aceptaron el principio de autonomía de Kosovo, y su parlamento redactó una propuesta, que fue completamente ignorada en Rambouillet. Pero la delegación serbia rechazó el ultimátum, que incluía un anexo que hubiera permitido la ocupación completa de Serbia por parte de la OTAN. Este rechazo estaba buscado por Albright. Bajo el pretexto de que Serbia se «había negado a negociar», la OTAN podría llevar a cabo su pequeña guerra «humanitaria» de manera victoriosa.
Este año se ha proporcionado al mundo entero el espectáculo de unas negociaciones falsas mucho más prolongadas. Por espacio de semanas y meses, los medios de comunicación semi-oficiales de Occidente han dado la «noticia» de que la solución al problema de Kosovo no se encontraba por ningún sitio. No eran ninguna noticia, porque las negociaciones tuvieron lugar en un marco tal, que no existía ninguna posibilidad de que tuvieran éxito.
«Los bandos serbios y albano no pueden ponerse de acuerdo», dicen los pseudo-diplomáticos de su pseudo-diplomacia. Con ello lo que quieren decir es que los serbios no han aceptado la demanda de los albanos de un Kosovo independiente. Ésta fue la única propuesta con el apoyo estadounidense. Lo que equivalía a otro ultimátum para los serbios. Los albanos sabían que tenían el apoyo de los EE.UU. y de la OTAN, que ocupa militarmente Kosovo. No tenían ninguna intención de negociar: podían esperar a que las negociaciones fallaran, seguros de que los Grandes Poderes les darían lo que pedían.
Rusia apoya la diplomacia y el derecho internacional
Occidente culpa de este fracaso a Vladimir Putin. La prensa servil está inflando la fama de Putin como la última clase de villano mundial motivado por el «poder» y un perverso deseo de incordiar a los virtuosos americanos. Desde que los americanos apoyaron la demanda de independencia de los albanos, los rusos apoyan, al contrario, la posición serbia.
Pero esto no es lo que ocurre exactamente. La posición serbia es la de ofrecer una autonomía integral a Kosovo, un auto-gobierno muy cercano a la independencia formal. La posición rusa es la de estar dispuesta a dar apoyo a cualquier acuerdo que se alcance entre ambas partes.
Los reporteros y comentaristas occidentales rechazan entender lo que esto significa. Esto significa que los rusos están insistiendo en llevar a cabo negociaciones genuinas entre ambas partes: el gobierno serbio y los separatistas albano-kosovares. No están diciendo qué resultado deberían tener esas negociaciones, que podrían alcanzar una suerte de compromiso para una suerte de independencia. La cuestión es que un acuerdo de ese tipo, alcanzado por ambas partes, estaría legalmente bajo el derecho internacional, mientras que la independencia proclamada unilateralmente por los albano-kosovares sin un acuerdo negociado con Serbia constituiría una clara violación del derecho internacional. El ministro de asuntos exteriores ruso, Sergei Lavrov, ha advertido repetidamente que la proclamación unilateral de la independencia podría provocar más violencia interétnica en la región y establecer un peligroso precedente para otros países con minorías étnicas.
A un nivel de principios, el contraste no se encuentra entre unos EE.UU. que apoyan la independencia albano-kosovar y una Rusia que apoya Serbia. Se da entre Rusia apoyando a la diplomacia y los EE.UU. respaldando el uso la fuerza.
Un «estado de la OTAN»
¿Pero de cuánta «independencia» disfrutaría realmente Kosovo? En privado, los gobiernos europeos saben que Kosovo no es un estado independiente viable. Este hecho ha sido demostrado durante ocho años de protectorado internacional. La economía de Kosovo es casi enteramente dependiente de los envíos de los emigrados a sus familias, la ayuda internacional (incluyendo los proyectos de construcción de mezquitas de Arabia Saudita) y el crimen floreciente (particularmente del narcotráfico y la trata de blancas).
Teniendo en cuenta que la tendencia internacional a culpar unilateralmente a Serbia ha hecho imposible la reconciliación entre los habitantes serbios y albanos, se espera que las fuerzas de la OTAN, bajo el disfraz de la Unión Europea, permanezcan «para proteger los derechos humanos de las minorías». Con toda seguridad, un Kosovo «independiente» será un satélite de la OTAN. La independencia formal de Serbia, después de ocho años de independencia de facto de Serbia, no hará más que aumentar el miserable estado de su economía. Un gran número de jóvenes albanos desempleados espera que la independencia les proporcione trabajo y prosperidad. Pero es difícil ver cómo las fronteras clausuradas con una Serbia hostil harán más por la economía de Kosovo que décadas de ayudas preferenciales yugoslavas para el desarrollo. Algunas fuentes de ingresos puede incluso que disminuyan, especialmente la ayuda humanitaria, en la medida en que las ONG «humanitarias» se vayan a otra parte. Incluso la ayuda extranjera podrían reducirse si ciertos gobiernos europeos deciden enviar a sus trabajadores albanos huéspedes de vuelta a su «liberada» patria. Sólo el crimen organizado parece tener una prosperidad asegurada.
El último agosto, cuando la larga ronda de falsas negociaciones entró en vía muerta, Slobodan Samardzic, el ministro serbio para Kosovo, declaró que un estado kosovar creado con el apoyo estadounidense «únicamente serviría a los intereses de América y de los clanes mafiosos locales.» Samardzic pertenece a la generación más joven y pro-occidental que tiende a atribuir la hostilidad occidental hacia Serbia a Slobodan Milosevic. Pero Milosevic ha estado ausente de la política serbia desde hace años, y la política occidental permanece inalterada.
Samardzic añadió que la OTAN planea convertir Kosovo virtualmente en territorio propio, «un satélite, un estado de cuarteles militares en territorio extranjero.» La principal fuente de poder en Kosovo sería la enorme base militar estadounidense de Camp Bondsteel, construida inmediatamente después de que la OTAN ocupara el territorio en junio de 1999 sin pedir permiso a nadie.
Cuando la última ronda de la farsa de negociaciones terminó, el primer ministro serbio Vojislav Kostunica declaró que los hechos demuestran que la verdadera razón por la que la OTAN bombardeó Serbia en 1999 fue para conquistar Kosovo y convertirlo en un «estado-marioneta de la OTAN».
¿Y qué se la ha ofrecido a Serbia a cambio de la pérdida de su territorio histórico? Solamente la vaga promesa de que, si se comporta, podría algún día llegar a ser admitido como estado miembro de la UE. Esto es, que a cambio de la pérdida de su soberanía sobre Kosovo, quizás se le permita perder un poco más de su soberanía a manos de la Unión Europea. Pero incluso esta es una perspectiva poco segura.
Es bastante posible que Serbia pueda administrar mejor su economía sin Kosovo, que ha sido siempre la parte más pobre y menos desarrollada de Yugoslavia, a pesar de las ayudas masivas para el desarrollo procedentes del resto del país. Pero las razones de Serbia para querer retener Kosovo no son económicas, sino morales.
Occidente ha rechazado tener en cuenta estas razones, barriéndolas hacia un lado con el único argumento de que Serbia «ha perdido su derecho» al territorio a causa de la represión de los separatistas albanos por parte de Milosevic. Pero si lo vemos de una manera más realista, la OTAN se «ha ganado su derecho» a disponer de Kosovo bombardeando Serbia. El argumento occidental se reduce al principio de que el poder hace al derecho, o de que el poder superior es el fautor del derecho.
El caso serbio
Las razones serbias para rechazar la secesión de Kosovo son legales y morales:
1. El derecho internacional. Incluso después de que la OTAN bombardeara Serbia permitiendo la ocupación de Kosovo, su soberanía sobre la provincia fue ratificada oficialmente por el derecho internacional. Cuando terminó la guerra, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adoptó la Resolución 1244 que reafirmaba «el compromiso de todos los estados miembros con la soberanía y la integridad territorial» de Yugoslavia, de la cual Serbia es el estado sucesor. La Resolución 1244, que sigue siendo la base existente para el estatuto legal de Kosovo, también habla de una «importante autonomía y una administración propia significativa», que es lo que Serbia había aceptado y propuesto. No habla en ningún caso de independencia.
¿Qué es lo que Serbia ha hecho desde la caída de Milosevic para recibir un tratamiento peor que el que se le prescribió en 1999?
2. La imposibilidad de abandonar a la minoría serbia de la región a una casi segura persecución y expulsión. Tampoco puede Serbia abandonar sus monumentos históricos, los preciosos monasterios medievales de Decani, Gracanica, Pec y muchos otros.
3. El profundo, doloroso sentimiento de injusticia y humillación con la manera en que los Grandes Poderes están orquestando la amputación de la más valorada parte del territorio histórico serbio. Se culpa a los serbios de algo que nunca hicieron, algo que ni siquiera Milosevic hizo: el intento de «genocidio» o al menos «expulsión» de los albanos de Kosovo. Esto no es más que propaganda bélica, en la cual ahora probablemente creen la mayoría de los albanos, teniendo en cuenta cómo la apoyan los Grandes Poderes. La línea oficial que criminaliza a Serbia, de la que se hacen eco a diario los más o menos ignorantes, pero bien entrenados editorialistas y comentaristas, cubre la herida con un insulto insoportable. Muchas veces un insulto es más difícil de soportar que una herida.
La última razón, que quizás sea la más importante de todas, es virtualmente invisible a los americanos y europeos que se han tragado la línea oficial que presenta a unos serbios retorcidos persiguiendo a inocentes albanos, ignorando tercamente las complejidades de la historia y la cultura de la región.
Si estas preocupaciones perfectamente legítimas de los serbios fueran tomadas en consideración, una diplomacia paciente podría con toda probabilidad conseguir el compromiso para un acuerdo que diferiría de las posiciones previas en ambos bandos, pero que, con garantías e incentivos internacionales, satisfaría al menos parte de las demandas de serbios y albanos.
Soñando cómo hubiera podido ser
Incluso tras el desastre del bombardeo de la OTAN y la ocupación de Kosovo, que empeoró la situación exacerbando la hostilidad entre las comunidades serbias y albanas hasta ponerlas al rojo vivo, la diplomacia hubiera sido capaz de jugar un papel constructivo. Algo que simplemente hubiera requerido un poco de buena voluntad e imaginación constructiva, cualidades a las cuales los actuales líderes estadounidense ni siquiera aspiran, prefiriendo manejar la situación con mano de hierro.
Vamos a imaginar que los Estados Unidos no se las hubieran apañado para subvertir las funciones pacificadoras de organizaciones internacionales como las OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa) y las Naciones Unidas. Vamos a imaginar que existe realmente una «comunidad internacional», que podría respaldar seriamente los esfuerzos diplomáticos para encontrar un compromiso para Kosovo. En vez de unir en una «Troika» a Estados Unidos, la Unión Europa y Rusia, vamos a suponer que India, China y Brasil pudieran escoger a un grupo de diplomáticos, como por ejemplo a los antiguos embajadores de Yugoslavia (incluyendo, quizás, a los embajadores de las antiguas Alemania Oriental y Occidental de la Yugoslavia previa a la desintegración, el ex embajador británico Ivor Roberts, así como a otros antiguos embajadores de países no-europeos) para facilitar unas negociaciones abiertas entre serbios y albanos. No habría más que una condición: que las negociaciones durasen hasta que las dos partes se pusieran de acuerdo en una solución.
Creo personalmente que unas negociaciones genuinas y pacientes podrían llegar a una suerte de acuerdo general que implicara un cambio en las fronteras y la partición, así como una especie de unión entre la parte secesionista albanesa de Kosovo y Albania misma. Los argumentos para una solución así son abrumadores, y han estado expuestos de la manera más convincente por Dobrica Cosic, el novelista más reconocido de Serbia y antiguo presidente de Yugoslavia, incluso antes de que el problema de Kosovo explotara y se convirtiera en un conflicto armado en 1998-99.
Es cierto que tanto los albanos como los serbios rechazan la partición con mayor o menor vehemencia. Pero es algo natural al comienzo de unas negociaciones. Los albanos se afierran a la demanda de un Kosovo dentro de sus fronteras actuales. Esta demanda está respaldada por los Estados Unidos, que por otra parte insisten que no habrá ninguna unión entre Kosovo y Albania. Este es el punto en el cual debería elaborarse algún tipo de compromiso.
La posición serbia ha sido la de ofrecer un grado de autonomía que sería de hecho equivalente a una independencia interna total. Como postura negociadora es algo comprensible, aunque es difícil de ver cómo podría favorecer eso a la propia Serbia. Serbia se arriesgaría a tener que soportar la carga financiera de un territorio sobre el que no ejercería ningún control.
Por otra parte, las expectativas albanesas para la independencia y, por encima de todo, el odio que alimentan hacia Serbia, hacen imposible en la práctica un retorno al dominio serbio. Además, Serbia tiene una de las tasas de natalidad más bajas de Europa, mientras que los albano-kosovares tienen la más alta. Tras ser superados en número por los albanos en Kosovo, los serbios podrían llegar a ser superados en número por los albanos en la misma Serbia.
El bienestar tanto de serbios como albanos podría estar mejor asegurado mediante un acuerdo general que terminara con las hostilidades entre ambas poblaciones, algo que claramente no se ha cumplido en ocho años de protectorado de la ONU y de la OTAN. Este acuerdo debería contener algunas modificaciones territoriales, así como acuerdos económicos y culturales entre las partes interesadas. Debería invitarse también a las negociaciones a los países vecinos. Los acuerdos deberían hacerse sobre la base de realidades prácticas, no presunciones de «culpa» e «inocencia».
Finalmente, la identidad debe separarse de territorios particulares y hechos concretos. Las generaciones futuras de serbios y albanos deberían ser capaces de vivir sus vidas libres de las cargas del resentimiento pasado y ancestrales vendettas.
Diana Johnston es la autora de Fool’s Crusade:
Traducción para www.sinpermiso.info :
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