Didac S.-Costa es un eco-sociólogo que ha estado durante siete años en América Latina desarrollando tareas e investigación en el ámbito de la economía alternativa, comunidades, ecociudades y movimientos sociales, como miembro del comité de organización de los campamentos de juventud del Forum Social Mundial a Porto Alegre y Belem. Didac S-Costa es uno de […]
Didac S.-Costa es un eco-sociólogo que ha estado durante siete años en América Latina desarrollando tareas e investigación en el ámbito de la economía alternativa, comunidades, ecociudades y movimientos sociales, como miembro del comité de organización de los campamentos de juventud del Forum Social Mundial a Porto Alegre y Belem. Didac S-Costa es uno de los creadores de la EcoXarxes Montseny i Ecoseny y es también impulsor de la CIC (Cooperativa Integral Catalana) y de Ecolònia.
Hablábamos del miedo al fracaso. ¿No temen fracasar?
Creemos que hay muchos elementos que indican que una propuesta de este tipo, tanto la cooperativa integral como la colonia, tienen bastantes posibilidades de éxito.
Por un lado, el innegable fracaso del modelo hegemónico actual, evidente a todos, sea cual sea la orientación política, a pesar de los esfuerzos para mantenerlo -y al hecho de que quienes así lo desean, ostentan el poder mediático, militar, educativo, etc.-, ensancha mucho las posibilidades de cambio social, tan restringidas en las décadas doradas del neoliberalismo y el pensamiento único. Internet, la globalización, la ecología, los métodos wikicráticos, el nuevo trabajador cognitivo de la era de la información, o la nueva meta inteligencia global que nace con Internet nos sitúa frente a un evidente cambio de paradigmas, presente en el aire, y una nueva cultura que en Egipto, Islandia, Bolivia o Barcelona cree y está dispuesta a luchar para construir otras realidades. Pero estas nuevas realidades, presentes ya en nuestro día a día, no encuentran las vías para transformar las organizaciones e instituciones en las que vivimos y trabajamos, y con las que nos gobernamos, ancladas aún en el siglo XX. Por lo tanto existen claros desajustes entre aquello a lo que cada vez más personas aspiran, y aquello a lo que aún nos someten los poderes corporativos y reaccionarios que han gobernado durante siglos.
En Catalunya se han creado más de 100 cooperativas de consumo en tan sólo 10 años por parte en su mayoría de padres mileuristas que no alcanzan al perfil de 22.000 € del «consumidor ecológico en España», y que antes que verse forzados a ofrecer una alimentación industrial a sus hijos a la espera de que cambien las condiciones salariales o del mercado ecológico, han preferido organizarse mediante asambleas de barrio para crear nuevas organizaciones de distribución agroalimentaria. Esta muestra de organización ciudadana ante las fallas de mercado y de las políticas públicas, unido en nuestro caso a la larga tradición histórica de asociacionismo y sentir ácrata y libertario en Cataluña, hace pensar que esas propuestas no tienen por qué fracasar, sino que, al contrario, pueden ser herramientas muy útiles para vehicular las inquietudes y necesidades de un gran número de personas en el actual contexto histórico. Cada vez más gente, ya no sólo jóvenes o inmigrantes, que no encuentran a través del sistema hegemónico salidas laborales ni tan sólo como llevar comida al plato, cómo complementar la educación básica, cómo pagar para acceder a espacios de socialización y encuentro, cómo dar salida a sus talentos y creatividad, cómo hallar un trabajo que asegure el sustento, unas comodidades mínimas, una buena vida, y la realización personal. Todo esto puede hallarse de otros modos en estas organizaciones.
Y otro elemento central: para «no fracasar», nuestros modelos no necesitan contar con millones de usuarios, consumidores o clientes.
¿Por qué?
Porque necesitamos tan sólo ayudar a algunos centenares de ciudadanos en varias bioregiones, a disponer, como hasta ahora era el comercio ecológico o el mercado local, de alimentos y productos locales. O dar trabajo a grupos de 5 a 15 personas para empezar en una decena de proyectos. Y para esto, una vez lograda la consolidación de las estructuras básicas de trabajo y coordinación, que ya estamos consiguiendo, podemos contar con miles de jóvenes descontentos con el actual sistema que estarían muy interesados por estas opciones de vida y trabajo alternativas. O con los jóvenes llamados «ni-ni» por no estar ni trabajando ni estudiando. Nosotros creemos que tal vez el ni-ni pueda referirse a ni me lo creo, ni participo. ¿Para qué formarse y trabajar en este sistema sin sentido? Es una forma de desobediencia civil o de abstención sociolaboral. De un modo pasivo, pero que afecta a mas del 30% de la juventud española. A todos ellos, la posibilidad de contar con espacios de trabajo y vida en el que sí puedan desarrollar sus aspiraciones e inquietudes, con los costes reducidos por la unión y el trabajo cooperativo, les permite contar con un espacio de libertad muy fértil para la creación social, cultural y tecnológica. Un polo de desarrollo de innovación, y de experimentación social, un espacio libre como es Christiania en Copenhaguen, y en este caso, versado al ámbito de la producción eco-industrial.
La crisis, por supuesto refuerza el interés y el potencial de estas iniciativas. Y los tiempos parecen darnos la razón en hechos como la reciente sensibilización ecológica del gobierno español y su apuesta por las energías renovables tras el encarecimiento del petróleo por las revoluciones en el Magreb.
Me da que son muy generosos con el gobierno español… Pero prosiga, prosiga.
Cuestiones evidentes hace tiempo para los ecologistas y movimientos sociales, como el uso de bombillas de menor consumo y mejor enfocadas en el alumbrado público, son el tipo de productos que podríamos producir en la colonia y que hasta hace poco sólo defendían los colectivos ecologistas.
Al estar del lado de la lógica en el planeta, significado etimológico de eco-logia, es esperable que todos y cada uno de los campos que trabajamos nosotros y muchos otros movimientos sociales hermanados en Europa y en el mundo, vayan imponiéndose poco a poco al sistema eco ilógico que hoy impera, a pesar de su poder completo sobre nuestras sociedades.
El día en el que la soberanía alimentaria regional y nacional pase a ser una necesidad por el encarecimiento del petróleo necesario para mantener las actuales estructuras kilométricas de distribución alimentaria, modelos de economía bioregional como los que promueven las eco redes -y como habían sido durante milenios los mercados regionales- adquirirán mayor relevancia. Cuando el petróleo alcance precios inasumibles y comience al fin un uso mayoritario de fuentes renovables de energía, algunos de ellas podrán provenir de la Colonia de l’Anoia. El día que los programas de fidelización de los trabajadores en empresas que necesitarán empleados comprometidos y eficientes en sus complejas tareas cognitivas (en lugar del trabajador sumiso de siglo XX ), las empresas se acercarán aún más de lo que ya hacen con el concepto de RSC a los principios de la economía social y el cooperativismo, en el que nosotros habremos trabajado ya años. Los tiempos históricos corren sin duda a favor del sentido común, de lo que es lógico en el planeta, lo eco lógico. Y la implementación de métodos colectivos ecológicos favorece la competitividad, también desde un punto de vista estrictamente económico, de estas iniciativas.
Y aún así, no nos asusta fracasar. Como tantos otros movimientos sociales y políticos progresistas en la historia, preferimos -en un plano metafórico, felizmente- «morir luchando que vivir arrodillados»; preferimos equivocarnos y fracasar tratando de construir modelos más justos, sostenibles y humanos de economía, que perder parte de nuestra humanidad y sentido común tratando de adaptarnos al actual sistema, tan claramente deslegitimado económica, ecológica y desde el primer día, moralmente.
Además, el éxito de una iniciativa de este tipo no se da únicamente en el caso de consolidarse económicamente durante años sin perder los ideales por el camino, sino que con el simple hecho de existir y de haber existido ya unos meses, se logra contribuir a dar un gran paso adelante: ser una propuesta que, en el caso de fracasar en nuestro intento, pueda ser aplicada, continuada o mejorada en cualquier otro lugar del mundo.
Nosotros tenemos como referentes históricos imprescindibles y muy valiosos, experiencias que generalmente duraron poco tiempo, como la Comuna de París, las colectivizaciones obreras del 36 al 39 en Cataluña y en el campo de Aragón y Andalucía, los falansterios y experiencias de socialistas utópicos como Robert Owen, las comunidades hipies y libertarias o los kibbutzim.
Todos estos referentes históricos y muchos más, que permiten ilustrar el camino que pueden seguir las luchas actuales, han durado muchas veces poco tiempo, y generalmente han sido torpedeados por los enemigos del progreso en el campo de la democracia económica e industrial. En el caso de las colectivizaciones obreras durante la Revolución Catalana, nuestro modelo de referencia más relevante, principalmente (y paradójicamente) por el estalinismo, por los sectores republicanos y socialistas y lógicamente por el fascismo.
Por lo tanto fracasaremos en nuestro intento si no somos capaces de ofrecer ni por unos meses una nueva propuesta de organización socioeconómica y laboral. Con la ecolonia esto aún no está garantizado, y sin duda es uno de los proyectos más arriesgados y grandes en los que estamos, pero como colectivos de las eco redes y la CIC, podemos ver ya muchas propuestas en marcha, y el ejemplo ya está siendo replicado en otros lugares, lo que aligera la presión de la necesidad de éxito de la experiencia.
No le quiero ocultar que, en mi opinión, idealizan mucho aquella experiencia de colectivización y que colocar en un mismo plano estalinismo, republicanismo, socialismo y fascismo es una conjetura político-histórica de alta tensión y con mucha documentación falsadora. Pero es sólo una observación. ¿Qué relaciones mantienen con otras cooperativas o colectivos?
La cooperativa integral mantiene relaciones abiertas con cualquier otra cooperativa o productor ecológico que quiera participar o aprovechar alguno de los recursos colectivos de los que disponemos. Cualquier cooperativa ya existente puede asociarse a la CIC como «espacio de producción», aportando una cuota de 26 € mensuales a cambio de los que recibe 26 ecocoops, y puede disponer de las herramientas y servicios cooperativos. Hasta el momento hay una cooperativa unida, y ahora con la colonia esperamos poder establecer muchas más asociaciones con otras cooperativas en una amplia gama de servicios y productos.
¿Qué les distingue de otros intentos?
Lo que más nos distingue de otros intentos es la capacidad de haber logrado construir un espacio de inter cooperación, tanto entre cooperativas y proyectos, como entre individuos. Y este es un elemento necesario de cara a la consolidación de las muchas propuestas alternativas al actual marco económico. También nos distingue el hecho de introducir la moneda social, y de no usarla únicamente con finalidades de intercambio, sino combinarla también con espacios de trabajo, producción y comercio en distintos porcentajes euro/moneda social.
Lo conseguido en Mondragón, ¿es un modelo para ustedes?
Mondragón constituye sin duda un ejemplo muy relevante y una de estas experiencias históricas de inspiración. Actualmente se discute en muchos de nuestros ámbitos y en espacios de la economía social hasta qué punto Mondragón se ha apartado de los ideales iniciales, de un modo parecido a como se hace la misma crítica a los Kibbutz israelitas. Sin embargo ambos casos constituyen, aunque haya sido sólo en sus inicios, en este caso con el padre Arizmedi, el cura rojo que felizmente escapó del paredón fascista, un modelo que abre el imaginario a nuevas posibilidades distintas a la empresa capitalista convencional.
Pero existen algunas similitudes…
Existen muchas similitudes y algunas diferencias entre esa experiencia y la nuestra. Es evidente que el contexto de posguerra y franquismo en el que surgió es bien diferente del actual. También es distinta la configuración sociológica e industrial del pueblo euskera y el catalán, el hecho de que en ese caso los socios vivieran y trabajaran en el mismo pueblo o región, las innumerables innovaciones tecnológicas desde entonces, que hacen que estas comunidades ahora puedan darse entre personas alejadas por grandes distancias físicas pero grandes proximidades ideológicas, acercadas a través del ciberespacio. Y finalmente el hecho de que en ese caso la unión de cooperativas se basara en estructuras de escala industrial considerables, sectores metalúrgicos y producción de electrodomésticos, mientras que nosotros hemos comenzado basándonos en tareas como la producción agroecológica y la alimentación, y tan sólo ahora con la colonia, en el inicio de la elaboración de productos más sofisticados tecnológicamente y que requieren mayores capitales, y por tanto un banco popular como Caja Laboral en Mondragón.
Otra diferencia, que es tal vez lo que constituye la crítica principal que muchos estudiosos y activistas de la economía social atribuyen a Mondragón: que usa un cooperativismo capitalista, es el hecho de que las cooperativas de trabajo por sí solas, y una agrupación de éstas como es Mondragón, en un contexto comercial, productivo y monetario estrictamente capitalista, una isla de cooperación en un océano capitalista, está destinado o bien a tener grandes dificultades o bien acoplarse de algún modo al entorno que le rodea. A pesar de haber logrado un entorno cooperativo regional, la dependencia, tal vez por la escala del tipo de productos, de mercados mas amplios capitalistas, ha producido desviaciones no deseables de los primeros ideales.
Nosotros trabajamos también en la transformación de ese entorno, en el lado del consumo. No nos fijamos únicamente en la organización cooperativista dentro de los espacios de producción, sino que ya previamente y en paralelo hemos estado trabajando en la organización del consumo, distribución, comercialización, y hasta en la moneda propia y social con la que nos organizamos. Por lo tanto nosotros no estamos constituyendo espacios cooperativos en entornos altamente competitivos, sino que estamos construyendo espacios de producción cooperativa que proveerán principalmente -pero no únicamente- a entornos cooperativos ya organizados.
Trabajamos a la vez en tres espacios económicos concéntricos cuyo tamaño es variable en cada momento y en cada región: un primer espacio de economía de donación, sin registro y reciprocidad, que se da entre los individuos que forman parte de las eco aldeas y los espacios colectivizados; un segundo espacio de intercambios directos e indirectos mediante la moneda social, donde por tanto hay registro y reciprocidad, pero en términos y en un entorno plenamente cooperativo, social sostenible; y un tercer espacio de interacción con el sistema hegemónico (que queda en la periferia de nuestro sistema, al contrario de lo que acostumbraba a ocurrir), en el que vendemos en euros y hacemos pedagogía práctica y teórica a terceros, consumidores y visitantes de las eco redes y de la CIC que por una u otra razón aún no están inscritos en alguno de los espacios, pero sin embargo simpatizan con la economía social y sostenible.
Dicho esto, sí que consideramos que de algún modo estamos haciendo con la cooperativa integral y las eco redes algo parecido a una versión catalana de modelo económico cooperativista de Mondragón. Pero en realidad tal vez mantenga muchos más similitudes con el ignorado pero grandioso ejemplo de las colectivizaciones industriales del 36 en Catalunya y sus agrupaciones por ramas industriales.
¿Los miembros de su colectivo tienen alguna ideología, alguna cosmovisión compartida?
No existe una definición explícita de la ideología que nos une, un cuerpo teórico completo que pueda definir, de modo que hubiera un consenso completo, el tipo de actividades que estamos llevando a cabo. Cualquier definición o descripción política o ideológica que se propusiera toparía probablemente con el bloqueo de muchos socios de la CIC o usuarios de las eco redes, que apelarían a la diversidad y a la libertad individual a la hora de definirse políticamente. Y al basarnos en el consenso, seria difícil de establecer, y tal vez innecesario.
Aún así existen unas aspiraciones y creencias compartidas de un modo bastante claro, que desde un punto de vista sociológico si pertenece claramente a una misma línea ideológica: el comunismo libertario, el anarquismo, o tal vez de modo más apropiado y renovado, la cultura, prácticas y movimientos sociales eco libertarios.
Compartimos sin duda todos nosotros el rechazo alimentación transgénica, el amor hacia el cultivo ecológico y natural, el apoyo al comercio justo, la banca ética y a todas las formas de economía social, la pedagogía libre, las energías renovables, el cooperativismo, la agroecología, la democracia asamblearia, el círculo y el método del consenso, el software libre, la cultura abierta y sin propiedad intelectual, las formas de trabajo entre iguales y colaborativas, el ecumenismo espiritual incluyendo una gran porción de ateísmo, el antiimperialismo, el feminismo, la simpatía con diversas opciones políticas de izquierda que generalmente se decantan en una amplia mayoría por el rechazo a las formas parlamentarias, entendidas como formas encubiertas de dictadura o lo que en Francia comienza llamarse «democratura», creyendo que allí donde no llega la democracia asamblearia, que puede crecer a gran escala mediante modelos de redes en red, no es un espacio legítimo de toma de decisiones.
Compartimos por tanto muchas visiones y conceptos, básicamente anti o post capitalistas, pacifistas y anti parlamentarias, pero no se exige ningún tipo de afiliación ideológica; cada individuo es libre de votar a quien le plazca (aunque la mayoría no vota), y no tenemos aún una carta de principios que explicite una línea ideológica específica.
Antes ya ha hablado de ello, pero permítame insistir. ¿Creen que el movimiento cooperativista puede ser una alternativa a la crisis, a la inconmensurable crisis en la que estamos inmersos?
Sí, sin duda. Las transformaciones sociales y tecnológicas que vivimos, la crisis sistémica que añade un fallo grave de eficiencia económica a las fallas ecológicas y sociales que ya admitía el liberalismo, y el surgimiento de un trabajador cognitivo que distorsiona las relaciones de poder en toda empresa, conducen sin duda hacia los métodos y postulados que históricamente ha defendido y promovido el cooperativismo. Ejemplo de ello es la introducción del concepto de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) en todas las empresas, multinacionales y administraciones, que dan, al menos formalmente, unos pasos claramente dirigidos hacia la sostenibilidad y mayores grados de democracia en la empresa que sólo se culminan verdaderamente en la empresa cooperativa.
Vemos otros ejemplos en corporaciones innovadoras como Google, que también introducen mayores grados de horizontalidad entre los trabajadores, imitando los métodos universitarios de donde provienen los creadores de esta empresa, siendo ésta una de las claves de su éxito; o el nuevo concepto de wikinomia, croudsourcing o economía de fuentes abiertas y multitudinarias, inspiradas en el movimiento social del software libre o ejemplos de colaboración masivas entre iguales como Wikipedia.
Todo ello conduce indiscutiblemente hacia los postulados del cooperativismo, aunque en muchos casos se trata un de cambiar algo para no cambiar nada. Pero cada vez el consumidor es también más consciente e informado, y sin duda los tiempos de crisis económica y de legitimidad de las actuales estructuras hegemónicas facilitan la apertura mental, cultural y mediática hacia nuevos experimentos de organización socioeconómica y laboral. Cualquier cosa que pueda ayudar frente a la incesante destrucción de empleo, es bienvenida, aunque sea, como en nuestro caso, una propuesta de cambio transformador radical. Algo mucho más difícil en tiempos de vacas gordas.
Nos hallamos frente a una lucha entre la consolidación final de la plutocracia, el gobierno de los ricos, de las 300 mayores corporaciones, banca, dictadores y monarquías, y la emergencia de nuevas formas de organización de tipo ciudadano y wikicrático. Nosotros esperamos poder contribuir a lo segundo.
Tampoco le oculto que mi imagen de Google es algo distinta pero tampoco es ahora este tema punto esencial. Construir una asociación económico-cultural cooperativa en un marco de fuerte desarrollo y dominio capitalistas, ¿no es un sueño? ¿No son algo utópicos?
Si es un sueño, pero un sueño que merece ser soñado. Y como dijo el cantautor brasileño Raul Seixas: «sueño que se sueña sólo es sólo sueño, sueño que se sueña juntos es realidad». O el cantautor cubano Silvio Rodríguez: «preferimos hablar de lo imposible, porque de lo posible se sabe demasiado». O simplemente del más conocido John Lennon: «Imagina».
No nos espanta tampoco ser considerados utópicos, pues como hemos dicho, este movimiento vendría a formar parte de lo que históricamente se consideró socialismo utópico. Y no podemos saber, porque las bombas de Franco, Hitler y Mussolini, y el abrazo del oso a la República de Stalin no permitieron saber si una de las construcciones más elaboradas de socialismo utópico en el mundo, las colectivizaciones obreras de la revolución catalana y española, hubiera podido consolidarse y prosperar. Y tampoco aguantaron mucho tiempo otras experiencias similares. Pero sí sabemos que este llamado socialismo utópico acertó indiscutiblemente en su apreciación acerca del comunismo estatal: «poned al más ferviente revolucionario al mando de todas las rusias y se convertirá en el mayor de los tiranos» (Bakunin, 1880), y al advertir que la socialdemocracia era o acabaría siendo un instrumento para la consolidación del capitalismo liberal, como efectivamente muestra la socialdemocracia europea actual, y especialmente el PSOE de un modo radical los últimos años.
Creemos, por último, como hemos dicho, que los cambios actuales, especialmente la crisis sistémica y la revolución tecnológica, facilitan la construcción de alternativas socioeconómicas laborales coherentes con el mundo tecnológico y en red en el que estamos. Y a llevar a cabo un llamado impostergable para evitar un colapso planetario inmediato, hacia una profunda rectificación y replanteamiento de todas nuestras estructuras económicas y políticas. La utopía hoy en día es pensar que nada cambiará. Es también una visión poco científica, ya que históricamente, cuando se han dado los elementos actuales, se ha producido un cambio profundo de paradigmas, regímenes políticos y económicos.
Tampoco te quiero ocultar que no acabo de ver la justicia de tu comentario sobre la ayuda soviética a la II República española. Tampoco esto es importante ahora. Lo que sí me gustaría es desearos suerte y manifestarte mi más profunda y sentida admiración por vuestras finalidades y vuestras prácticas. ¡Que la justicia, la igualdad, la fraternidad, la solidaridad y la libertad (y la fortuna) os acompañen!
Referencias:
http://cooperativa.ecoxarxes.com
Primera parte de esta entrevista: «Nuestro objetivo es la autosuficiencia de los elementos industriales y herramientas que generalmente adquirimos a empresas capitalistas internacionales»