En tanto uno de los padres fundadores de la Teología de la Liberación (TdL), Leonardo Boff analiza en este diálogo el presente de la misma, «su estado de salud» y los desafíos comunes con el pensamiento altermundialista. P: En la última semana de enero y dos días antes que comenzara la quinta edición del FSM […]
En tanto uno de los padres fundadores de la Teología de la Liberación (TdL), Leonardo Boff analiza en este diálogo el presente de la misma, «su estado de salud» y los desafíos comunes con el pensamiento altermundialista.
P: En la última semana de enero y dos días antes que comenzara la quinta edición del FSM en Porto Alegre, se realizó en esa misma ciudad, un Foro mundial de teólogos de la liberación. ¿Qué dejó ese evento de nuevo, de cara al futuro?
R: Este encuentro mostró el pulso, el ritmo de la Teología de la Liberación. Hay que subrayar, porque no es evidente para muchos, que ésta sigue existiendo, está muy viva y es mundial. No son hoy muchas las teologías que tienen presencia en todos los continentes, tanto en el sur como en el norte. Comprobamos en Porto Alegre que ha conocido un desarrollo interno, porque todo lo que está vivo, activa un diálogo permanente con la realidad. No trabaja con certezas sino con juicios prudenciales, pastorales, como se dice en el dialecto teológico.
P: Cuando menciona ese desarrollo interno, esos cambios ¿se refiere a diferentes etapas o momentos en la historia de la Teología de la liberación?
R: A más de 30 años de distancia observamos como tres etapas. La primera generación, la de Gustavo Gutierrez, Juan Luis Segundo, Ronaldo Muñoz, la mía, enfatizó mucho en el pobre económico. Incorporamos una lectura crítica de la realidad con elementos del marxismo, por ejemplo, que nos ayudaron a comprender la estructura y funcionamiento de las clases. En el fondo, para comprender que el pobre no es un pobre, sino un empobrecido. Su pobreza es el resultado de mecanismos económicos. La segunda generación, ha descubierto los diferentes rostros de la pobreza: el indígena, con un gran peso cultural sobre su espalda; el negro, con el trasfondo de siglos de esclavitud; las mujeres que sufren una cultura patriarcal desde hace casi 20 mil años. A partir de los 90, con la creciente alarma ecológica planetaria, muchos desarrollaron una eco-teología de la liberación. Yo, particularmente, me empeñé mucho en esto y publiqué un libro programático, que se tradujo en varios idiomas, que se tituló: «Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres» Ahí se presenta un teología que ayuda a superar la agresión y opresión contra el ecosistema. No se trata de una nueva dimensión sino especialmente de una nueva mirada sobre la totalidad, desde la tierra, desde la humanidad…Ver como la teología puede colaborar junto con otras fuerzas para que la humanidad sea más libre. Porque tenemos sólo esta casa. No se puede mandar a los pobres a vivir a la luna o a marte. Tenemos que resolver aquí los problemas que son nuestros.
P: Entonces, en cierta forma, el foro de teólogos, permitió encontrar esas diferentes expresiones…
R: Sí. Hay grupos que luchan contra la pobreza concreta; otros están más en lo cultural y así diversos acentos. Esto muestra la vitalidad de la Teología de la Liberación. Otro punto a subrayar, la tercera generación es mucho menos teórica que las anteriores, pero tal vez está más insertada en la pastoral. Diría que hacen la teología de la pequeña liberación, en lo cotidiano, desde las comunidades.
P: Viendo los valores de la Teología de la Liberación, ¿no sería el momento de imaginar una nueva «Teología del Altermundialismo»?
R: Desde el principio nuestra apuesta fue que una nueva sociedad es posible. Y que se trata de liberarnos de esta sociedad capitalista, neoliberal, que explota, en sus distintas variantes, desde hace siglos. Buscando una sociedad más integrada y humana. Algunos lo formulaban en el marco del socialismo. Nosotros, en Brasil, más en el marco de una democracia participativa, más radical, no solamente representativa. Estos parámetros siempre estuvieron presentes. Lo que resolvimos en enero en Porto Alegre es que nuestros encuentros seguirán al Foro Social Mundial. Queremos pensar juntos con los demás sobre el futuro de la humanidad y también aportar elementos sobre nuestras tradiciones espirituales, éticas, que pueden completar la visión más global. No tenemos ninguna arrogancia ni pretensión de hegemonía.
P: ¿Eso quiere decir, una teología modesta, de servicio, de acompañamiento?
R: Sí. Se puede decir que los cristianos en general tenemos el discurso de la liberación muy articulado, pero la práctica de la liberación son otros los que la hacen. Y nosotros queremos hacerla juntos. Hay que ser humildes, cooperativos, no apartarse de un movimiento global. Finalmente y esencialmente, que sirva al pueblo. El pueblo es humilde, no tiene arrogancias ni tiene una visión imperial del mundo. Quiere que se creen las condiciones mínimas para que cada uno pueda comer dos veces por día; tener su casita; mandar a sus hijos a la escuela; poder hacerlos atender cuando están enfermos. La pequeña utopía de la dignidad mínima de los seres humanos de la cual hay que estar bien cerca.