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Tropezar varias veces con la misma piedra

Fuentes: Rebelión

Algún día, la historia de EEUU deberá determinar quién fue responsable de enfrentar a China y Rusia al mismo tiempo. El resultado a esa estrategia era de esperar, estos países deberían unir sus fuerzas para salir airosos de tal situación, y eso mismo pasó. Asombra que el Presidente Trump persista con esa política suicida, emprendida […]

Algún día, la historia de EEUU deberá determinar quién fue responsable de enfrentar a China y Rusia al mismo tiempo. El resultado a esa estrategia era de esperar, estos países deberían unir sus fuerzas para salir airosos de tal situación, y eso mismo pasó. Asombra que el Presidente Trump persista con esa política suicida, emprendida por sus antecesores, sin alambicar sus fortalezas. ¿Será que la prepotencia enceguece? Puede ser que sí, si no cómo explicar la mala costumbre que tienen los funcionarios de Washington de dar órdenes en lugar de negociar.

Y no sólo eso sino que el mismo Trump actúa de igual o peor manera: en Londres dice que su alcalde «es muy tonto e inepto»; llama «desagradable» a Meghan Markle, quien además de ser miembro de la familia real británica es también su compatriota; interviene en la política inglesa al indicar que Boris Johnson debe ser el líder tory y sembrar cizaña contra el laborista Jeremy Corbyn, al que no concedió audiencia y sugirió que si Corbyn fuera Primer Ministro de Inglaterra, no le confiaría secretos de inteligencia; da su bendición a la fracturación de la UE, indicando que «el Brexit ocurrirá» y que si los británicos rompen con el continente, compensará con creces cualquier inconveniente que tengan, porque les va a dar «trato fenomenal» que les beneficiará, para lo que tendrán que abrir «todos los sectores de la economía sin excepción», además, rebajar los estándares de higiene alimentaria para que puedan comprar los pollos estadounidenses.

¡Bravo! Eso es saber negociar, mejor dicho, ordenar. De nada sirvió a reina Isabel usar en presencia de Trump la hermosa tiara bordada de diamantes y esmeraldas, que la debía proteger de los malos espíritus, porque el poder del mal no tiene límite y el de Trump, menos todavía. ¡Como si a él esas sutilezas le causaran mella!

Luego, el Presidente Trump se dirigió a Francia para participar en la celebración del aniversario 75 de la tan dilatada apertura del Segundo Frente, en la playa francesa de Normandía. Dijo que el éxito en ese lugar y en la Segunda Guerra Mundial se debió al «espíritu excepcional» estadounidense y al coraje, fruto «de la abundancia de la fe.» Alabó a ese triunfador que después construyó un país que derrotó al comunismo, resolvió el problema de los derechos civiles, envió al hombre a la Luna y empujó hacia el futuro las fronteras de la ciencia y la tecnología. «Hoy Estados Unidos es más fuerte que nunca» y la victoria sobre la Alemania Nazi perdurará no sólo más allá de los mil años que pretendía durar el Tercer Reich sino «para siempre.»

No pronunció una sola palabra sobre el heroísmo y el enorme sacrificio del pueblo soviético que en ese momento había derramado la sangre de más de veinte millones de sus hijos, luego de derrotar a la coalición nazi-fascista en Moscú, Stalingrado, Kurks… lo que hizo factible el desembarco en Normandía, y menos todavía habló de que cuando los alemanes desencadenaron la contraofensiva «Viento del Norte», en las Ardenas, donde la Wehrmacht rompió la defensa de los Aliados en un sector de 80 km y avanzaron 100 km en 10 días, lo que amenazaba a las tropas Aliadas con un segundo y más desastroso Dunkerque, Eisenhower le escribe al Ministro de Defensa de EEUU: «La tensión de esta situación podría disminuir en mucho si los rusos comenzaran una gran ofensiva», por lo que Churchill envía el siguiente telegrama a Stalin, en el que, luego de explicar la situación en el frente, le solicita: «El General Eisenhower está deseoso de conocer qué planes tienen Uds. ¿Se podría contar con una gran ofensiva rusa en el Vístula o en cualquier otra parte durante el mes de enero?»

La derrota anglo-americana fue impedida gracias a la denodada ayuda soviética, que hace referencia Eisenhower en el telegrama a Stalin: «La importante noticia acerca de que el indomable Ejército Rojo con un nuevo y poderoso salto se mueve adelante ha despertado en las fuerzas aliadas de Occidente gran entusiasmo. Yo le expreso a Ud. y a todos aquellos que dirigen esta gigantesca ofensiva y participan en ella, mis felicitaciones y mejores deseos.» Trump silencia estos hechos, lo que también es una forma de falsificar la historia.

La manía de mandar y mandar no se le agota a EEUU pese a que cada día crece el descontento entre los países que han sido sus aliados, o han creído serlo. Ordena al Reino Unido extraditar a Assange a EEUU; a Europa, pagar más por ser miembros de la OTAN, organismo que, según Trump, no sirve para maldita cosa, y mantener para siempre las armas nucleares estadounidenses en su territorio; a Corea del Sur y Japón, desplegar sistemas antimisiles de EEUU en su territorio y sancionar a Huawei, empresa china de alta tecnología; a México, pagar por la construcción de un muro en su frontera con EEUU, también, reprimir al que intente emigrar a EEUU a través de México; a Venezuela, permitir que su petróleo sea explotado exclusivamente por EEUU; al mundo entero, no adquirir en China equipos técnicos baratos y de alta calidad, ni comprar armas o combustibles a Rusia, por económicos y buenos que sean, y que se castigue a Irán sin que importe si cumple o no el acuerdo nuclear que incluso EEUU firmó. La lista de mandatos imperiales parecería no tener fin.

En esta situación, llamada por el Presidente Putin «la primera guerra tecnológica de la era digital», hay dos variantes de desarrollo, o bien los países de Occidente acuerdan formular un justo modelo económico, que reconozca los derechos soberanos de todos sus miembros y garantice el beneficio común, o se darán cambios radicales, nunca antes visto desde el fin de la Guerra Fría.

Es que tanta represión contra el mundo entero está dejando prácticamente solo a EEUU. Pronto, los reprimidos van a ser tantos que no sería asombroso que se forme una coalición contra el represor, de manera que de esta unión nazca un mundo libre de verdad, en el que los países involucrados formen una nueva alianza política, económica, tecnológica y militar, que defienda sus legítimos intereses y evite una crisis universal generalizada. Este eje, en un inicio lo podrían conformar Rusia, Cuba, Nicaragua, Venezuela, Turquía, Irán, China, y nacería debido a la inconsistencia de EEUU en sus relaciones con el mundo y a su prepotencia.

Por eso, y como era de esperar, sucedió lo que debía suceder, Moscú y Pekín, que todavía no acuerdan una alianza oficial, se unieron en lo económico, en lo político y en lo militar, forjando así una coalición que los vuelve invencibles, incluso si toda Europa decide continuar, como hasta ahora, vasalla de Washington.

En el Foro Económico de San Petersburgo, de éxito arrollador, se vio el nivel sin precedente y la solidez que ha alcanzado la coalición entre China y Rusia, que elimina no sólo la unipolaridad sino una hipotética victoria de EEUU sobre ambas potencias. Lo real es que EEUU es y seguirá siendo poderoso, pero para vencer a China o a Rusia es insuficiente el poder que detenta. No puede arrinconar a Rusia ni la puede derrotar militarmente; si con Rusia no puede, menos aún podrá competir con éxito contra ambas potencias juntas. Y ese es mayor de sus errores, declarar a esos países sus principales enemigos e intentar derrotarlos. Por más que la prensa mundial lo oculte, lo cierto es que el planeta se mueve en contra de los intereses hegemónicos de EEUU y llega a su fin el dominio global que ha tenido.

Incluso, Trump raya en lo ridículo al advertir al presidente de China, Xi Jinping, de que impondrá aranceles adicionales a China si él no asiste a la cumbre del G20, que se celebrará en Osaka, entre el 28 y el 29 de junio, porque Xi Jinping está obligado a asistir sea o no amenazado por Trump. Según Sourabh Gupta, miembro principal del Instituto de Estudios China-América, con sede en Washington, «la diplomacia estadounidense alcanzó su nuevo nivel más bajo.»

¿Por qué la administración de Washington ha pasado del escepticismo cauteloso, que caracterizaba a Obama cuando negaba los hechos, a la alharaquienta histeria con la que Trump y sus acólitos pretenden asustar al mundo? Pues, porque se están jugando su última carta.

Se trata de una guerra que nunca podrán ganar porque se han rezagado en las principales ramas de la tecnología moderna. ¿Por qué causa? Porque China y Rusia producen juntas seis veces más científicos que EEUU, y ese sí es un pelo de cochino imposible de superar.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.