Cualquiera diría: Por mucho menos, Japón atacó a EEUU. ¿Qué hubiera pasado si en lugar del Presidente Putin, Rusia estuviera gobernada por algún político chovinista? Pues que la guerra se hubiera vuelto inevitable y ya no existiríamos. Da para pensar lo peor cuando en el primer año de gobierno del Presidente Trump, las relaciones interestatales […]
Cualquiera diría: Por mucho menos, Japón atacó a EEUU. ¿Qué hubiera pasado si en lugar del Presidente Putin, Rusia estuviera gobernada por algún político chovinista? Pues que la guerra se hubiera vuelto inevitable y ya no existiríamos. Da para pensar lo peor cuando en el primer año de gobierno del Presidente Trump, las relaciones interestatales entre Rusia y EEUU se encuentran más malas que nunca, pese a que fue él quien expuso la necesidad de un entendimiento entre ambas potencias para resolver los más acuciantes problemas del mundo. Pero sucede que, en la actualidad, la estúpida política de los demócratas respecto a Rusia se ha vuelto más estúpida todavía, lo que demuestra que ellos no podrían gobernar EEUU por estar poseídos de una rusofobia que los condena históricamente.
Esto explicaría las continuas provocaciones emanadas desde Washington en contra de Moscú, aunque nada las justifique. Ni siquiera el deseo de arrebatar a los rusos sus propiedades en EEUU; ni la ruindad cometida para ganar medallas olímpicas extras al impedir que los deportistas rusos, incluidos los parapléjicos, compitan contra los suyos; ni la impotencia para frenar el veraz trabajo periodístico de RT; ni la avidez por exportar gas de esquisto, más costoso que el gas natural ruso; ni la codicia para perjudicar al complejo militar-industrial ruso en favor del norteamericano; ni el afán de impedir que Putin sea reelecto en Rusia; ni la razón expuesta por Trump en su primer discurso sobre el estado de la Unión ante el Congreso estadounidense -» a lo largo del mundo enfrentamos regímenes parias, grupos terroristas y rivales como China y Rusia que desafían nuestros intereses, nuestra economía y nuestros valores»-, nada justifica lo dicho, y lo cierto es que el sector belicoso de EEUU ha declarado la guerra a Rusia por todos los medios, menos el militar, porque la quiere ver borrada del mapa, puesto que su sola existencia es un real estorbo para sus ambiciones hegemónicas. Y no es para menos, acostumbrado a mandar y a que le obedezcan, se encuentra de repente con la horma de su zapato. Este sector intenta disimular los problemas internos de su país, culpando al enemigo externo, según el diagnóstico que sobre EEUU hiciera el Dr. Brzezinski. Al mismo tiempo, Trump le sigue la corriente mientras prepara su estrategia para ganar las próximas elecciones, que le den algo de respiro en la cloaca política de Washington, así llamada por él.
El «informe del Kremlin», que incluye los nombres de 114 políticos de la élite de dirigentes de Rusia y a los 96 empresarios más ricos de ese país, se basa en la ley firmada el 2 de agosto por Trump, fue elaborado por el Departamento del Tesoro y presentado al Congreso de EEUU en la fecha límite para que la Administración actúe. Su finalidad es contrarrestar a los adversarios de EEUU mediante nuevas sanciones, pero su demora imposibilita evaluar el impacto que conlleva y, puesto que no amplió las sanciones contra Rusia, como se esperaba, habría que aguardar a que las introduzcan para ver si surten el efecto buscado. La Administración de Trump no cree necesario imponer sanciones a las personas mencionadas en el informe. «Cuando tengamos sanciones que anunciar, si las llegamos a tener, las anunciaremos», dijo Heather Nauert, portavoz del Departamento de Estado, lo que hace pensar que ese informe es la respuesta de Trump a la trampa que le tendió en agosto el Congreso de Washington. Le pidieron elaborar una lista, escoger a quienes pudieran ser sujetos de sanciones, pero Trump no excluyó a nadie y metió a todos en el mismo saco.
» Los nombres de los 96 empresarios fueron copiados de la lista de multimillonarios de Forbes», y los 114 funcionarios «fueron tomados directamente del portal del Kremlin», declaró a Sputnik Max Hess, representante de la consultora AKE International. Putin incluso se lamentó por ser excluido: «Lo que está pasando es una tontería: ellos ponen a Rusia a la par con Corea del Norte e Irán, y al mismo tiempo nos piden que participemos en la solución del programa nuclear de Corea del Norte y que pensemos qué se puede hacer con respecto a Irán. ¿No es algo estúpido?», comentó. En cambio, a Lavrov le sorprende que Washington necesitara de cinco meses para conocer cuales son miembros del Gobierno y de la Administración del Presidente Putin y señala que lo pudieron hacer «mucho más rápido».
Se recuerda que en agosto, Trump firmó una ley de sanciones, con la que no estaba de acuerdo por ser «nociva e inconstitucional». ¿Por qué cometió ese absurdo tan sin precedentes en la historia de EEUU? Pues para darle tiempo al tiempo y alejar, por ese entonces, la amenaza que desde el Capitolio le hacían, de que ni él ni su vicepresidente se iban a salvar de un ‘impeachment’. Y uno también se preguntaba: ¿por qué el Congreso se arrogaba funciones de competencia exclusiva de Trump y aprobaba sanciones que afectaban los intereses de aliados cercanos a Washington, que airadamente las rechazaban? Si el Congreso sostuvo que impuso esas sanciones porque una potencia extranjera, Rusia, intervino en la elección del primer mandatario, ¿no convertía esa acusación a Trump en un gobernante ilegítimo? Si la presidencia de Trump era ilegítima, ¿la ley firmada por él también era ilegítima? Si Trump estaba acusado de que una potencia extranjera lo puso en el solio presidencial, ¿no daba él mismo visos de veracidad a esta acusación al estampar su firma? ¿Cómo aplicar una ley decretada por un órgano que no tiene potestad para ello y que fue aprobada por alguien que, según esa misma ley, no tenía autoridad por haber sido electo con el apoyo de una potencia extranjera? ¿Cómo aplicar esa ley a nivel mundial sin romper con el Derecho Internacional? De donde queda claro que Trump ha pasado la papa caliente a los congresistas y los va a mantener entretenidos en la pelea de a quien inscribir y a quien eliminar de la mentada lista, mientras él mismo los madruga para que en la próxima elección ganen los suyos y obtenga para sí más poder en el Congreso, donde sólo un porcentaje insignificante de sus actuales miembros son de su entera confianza.
Los desacuerdos entre el Congreso y Trump hicieron perder el miedo a las posibles sanciones. El Primer Ministro de Bélgica, Charles Michel, declaró que la Unión Europea «tomó la decisión de no apoyar la ampliación de las sanciones» antirrusas. Por otra parte, EEUU no puede impedir la venta de armamento ruso, que es bueno y barato, ni competir contra Rusia en el negocio del gas por la simple razón de que este producto se vende a la mitad del precio que el de ellos. Tan es así que este 28 de enero atracó en Boston el buque cisterna Gaselys, con una carga de gas natural licuado extraído de la planta rusa Yamal, pese a la existencia de sanciones impuestas por EEUU contra el sector energético ruso.
Tampoco, EEUU puede acorralar a Rusia y obligarla a rendirse, ni la puede derrotar militarmente, porque en una guerra entre ambas potencias no habría vencedores, y eso lo sabe perfectamente el Pentágono que, en última instancia, es el que pone el cuerpo.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.