A pesar de no existir ninguna prueba de esa participación iraní, ni siquiera de la existencia del propio plan, algunos medios en EEUU han colaborado activamente en la difusión de la supuesta trama, todo para siguen aumentando las presiones y el aislamiento de Teherán en la mal llamada comunidad internacional. Diversos analistas que han seguido […]
A pesar de no existir ninguna prueba de esa participación iraní, ni siquiera de la existencia del propio plan, algunos medios en EEUU han colaborado activamente en la difusión de la supuesta trama, todo para siguen aumentando las presiones y el aislamiento de Teherán en la mal llamada comunidad internacional.
Diversos analistas que han seguido de cerca este affaire se muestran incrédulos ante lo que no dudan en calificar como una sucesión de «chapuzas». El principal soporte que tendrían los norteamericanos es un informante de la DEA, dispuesto a colaborar a cambio de conseguir inmunidad en otros casos abiertos contra él por tráfico de drogas. También se ha podido constatar que en todo momento el «caso» ha estado controlado y dirigido por el FBI, no descartándose también la mano de algunos poderosos elementos de la CIA.
Además, recuerdan esas fuentes, Irán nunca ha incitado ni ha llevado a cabo ataques en suelo norteamericano (algunos todavía recuerdan las firmes condenas iraníes tras los ataques del 11-s), y todo esto se parece más a un guión para una película de Hollywood que la realidad. Todo ello también contrasta con el silencio interesado que esos mismos medios guardan ante las diversas muertes de académicos y científicos iraníes en Irán (donde la mano de los servicios secretos sionistas parece asomar). Cabría preguntarse que ocurriría si en unos meses, destacadas personalidades norteamericanas ligadas a la energía nuclear muriesen en atentados sin reivindicar en EEUU. ¿Acaso alguien dudaría que la administración de Obama pondría en marcha una operación militar contra Irán?
¿Por qué ahora se hace público este supuesto complot? Hay datos que señalan que Obama y sus colaboradores tenían noticias de todo esto desde junio, e incluso la monarquía saudita fue informada el pasado mes de septiembre, por eso sorprende el momento elegido.
Y todavía asombra más si observamos algunos movimientos que se han venido impulsando desde Teherán en las últimas semanas. En primer lugar los dirigentes iraníes habrían comunicado al gobierno afgano su disposición a colaborar con las fuerzas de ocupación extranjeras en aquel país (un acuerda «de facto» con EEUU en ese sentido parece asistir hace tiempo). En segundo lugar encontramos las recientes declaraciones del dirigente chiíta iraquí Moqtada al-Sadr anunciando su disposición a colaborar con el gobierno iraquí, lo que vista la relación de este líder con Irán se puede interpretar como otro guiño de Teherán hacia Washington. Y finalmente, en ese abanico de gestos iraníes, se enmarcaría también la puesta en libertad de dos ciudadanos estadounidenses acusados de espionaje.
Tal vez si miramos con detenimiento la fotografía que conforman en ese escenario los diferentes poderes entenderíamos mejor la situación. Desde hace tiempo, figuras clave en el llamado espectro neo conservador han venido reclamando un ataque militar contra Irán. Y esos elementos son los mismos que en su día pusieron en marcha la campaña (llena de falacias y manipulaciones) que desembocó en la agresión y posterior ocupación de Iraq. Los intereses de esos sectores se han unido en estos meses con los de la extrema derecha dentro del partido republicano, con el lobby sionista y con Arabia saudita, sin olvidar tampoco la presencia de la CIA (comandada ahora por el general Petraus, un enemigo declarado del régimen iraní) y del complejo militar-armamentístico-
Todo ese conjunto de intereses confluyen en su intención de provocar un cambio de régimen en Irán. Además, no podemos olvidar tampoco el posicionamiento de Israel, siempre dispuesto a acabar con cualquier indicio de contrapoder en la región, y a día de hoy Irán representa en opinión de los líderes sionistas «una verdadera amenaza» para ellos. Y esos mismos dirigentes quieren que su conflicto en Palestina quede relegado de las primeras planas mediáticas, al tiempo que no es descartable tampoco un golpe defecto para que el reciente canje de prisioneros políticos quede también olvidado,, al tiempo que se intentará acrecentar también la presión mediática contra otro aliado iraní, Siria.
En esa ecuación también tiene su sitio el actual presidente Obama, que mide su pasos en clave pre-electoral, con la vista en sus intentos de repetir el próximo año en la Casa Blanca, y para ello sabe que debe atraer al lobby sionista, enojado por la actitud del presidente norteamericano en el reciente debate sobre la creación de un estado palestino.
La agenda de la política exterior de Obama sigue fuertemente marcada e influenciada por los sectores neo-conservadores, y todo lo referente al proyecto nuclear iraní cuanta con un rechazo firme de esos ideólogos, dispuestos siempre ha trasladar la opción militar a cualquier rincón del planeta, y que no perderán la oportunidad que supone que EEUU y sus políticos estén en clave electoral.
Irán, por su parte, no es la imagen predefinida que desde algunos medios occidentales nos quieren presentar. Los intentos de cambio de régimen o de un efecto dominó por la llamad primavera árabe parece que han fracasado. La oposición está dividida y debilitada, mientras que el actual régimen sigue contando todavía con un importante apoyo de algunos sectores de la población.
El peso de los Guardianes de la Revolución (con presencia en sectores económicos y militares) y su soporte ideológico son algunos de los pilares de un sistema que no puede ocultar que también convive con diferentes luchas internas, fruto de un sistema político caracterizado por las facciones y las rivalidades personales. Pero en lo que coinciden la mayoría de los protagonistas del país es a la hora de remarcar la independencia de su política exterior, con una agenda que no la marquen desde Occidente.
Los cambios regionales auspiciados por las revueltas de la primavera árabe, la salida de más tropas norteamericanas de Iraq, el futuro del actual régimen en Siria o las protestas de las comunidades chiítas de Bahrein o Arabia Saudita muestran en este sentido el importante pulso que mantienen los dirigentes iraníes con la monarquía saudita.
Los cambios citados han puesto nerviosos a los cleptócratas de las monarquías del Golfo, que a través de sus petrodólares y su ideología religiosa intentan ganar protagonismo en la zona. Las alianzas de sauditas con Washington y la pugna y estrategias en torno al petróleo también tienen su importancia en esa lucha vecinal, junto a la rivalidad religiosa entre sunitas y chiítas, aprovechada por los sauditas para acentuar posiciones sectarias excluyentes en otros lugares.
EEUU, con el apoyo incondicional de Arabia Saudita e Israel, sigue aumentando la presión hacia Teherán. Las sanciones económicas y diplomáticas son de momento la opción puesta en marcha, pero con todo lo visto hasta ahora, no es descartable por completo la posibilidad de alguna agresión militar, con consecuencias nefastas para el conjunto del planeta.
De momento, a la vista del montaje en torno al citado complot, no sabemos si nos encontramos ante el guión de una comedia, a la vista de la chapuza cometida, o de una tragedia, por las justificaciones que podría implicar.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
Las recientes filtraciones interesadas que apuntaban a un supuesto plan de altos cargos iraníes para matar al embajador de Arabia Saudita en Washington, ha aumentado la tensión entre Irán y Estados Unidos.