Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Considerando la relativa calma que parece reinar en Ucrania, podría parecer que es un buen momento para considerar el impacto que los dramáticos sucesos del país han tenido en la escena política interior de Rusia y lo que eso, por su parte, podría significar en el (des)orden internacional. A fin de hacerlo, quisiera comenzar con un breve resumen de una tesis que ya mencioné en el pasado.
La parte rusa de la escena
Primero, algunos puntos sobre tópicos previamente cubiertos en este blog:
· No existe verdadera oposición parlamentaria en Rusia. ¡Oh!, de ninguna manera porque «Putin sea un dictador» o porque «Rusia no sea una democracia», sino simplemente porque Putin ha logrado brillantemente cooptar o desdentar a cualquier oposición. ¿Cómo? Utilizando su autoridad personal y su carisma para impulsar una agenda a la cual los otros partidos no podían oponerse abiertamente. Formalmente todavía existen partidos de oposición, por supuesto, pero carecen completamente de credibilidad. Esto podría llegar a cambiar con la nueva Ley de Partidos Políticos.
· La única oposición «dura» a Putin en la Rusia moderna son los diversos individuos abiertamente pro estadounidenses (Nemtov, Novodvorskaia, etc.) y sus movimientos y partidos asociados. En el mejor de los casos representan (como máximo) el 55% de la población.
· Putin hizo un «movimiento de judo» contra sus verdaderos oponentes (hablaremos de esto más adelante) utilizando la Constitución fuertemente «presidencial» adoptada en 1993 para concentrar básicamente todo el poder en sus manos.
· La *verdadera* oposición a Putin y su proyecto solo se puede encontrar *dentro* del Kremlin, el partido «Rusia Unida» y algunas personalidades influyentes. Me refiero a esta verdadera oposición como los «Integracionistas Atlánticos» (IA) porque su objetivo principal es integrar a Rusia en la estructura mundial de poder anglo-sionista.
· La base *real* del poder de Putin es el propio pueblo ruso que lo apoya personalmente, el Frente Popular Pan-ruso, y el grupo que llamo los «soberanistas eurasiáticos» (SE) cuyos objetivos primordiales son desarrollar un nuevo orden mundial multipolar para liberarse del actual sistema internacional controlado por los anglo-sionistas, para reorientar lo más posible de la antigua URSS hacia una integración con Oriente y desarrollar el norte de Rusia.
Si quisiera simplificar aún más las cosas, diría que en 1999 los IA y los SE hicieron un esfuerzo conjunto para colocar a Putin en el poder en sustitución de Yeltsin. Los IA (que representan, grosso modo, los intereses del gran dinero y de los grandes negocios) querían que un burócrata algo gris y aburrido como Putin (¡es lo que pensaban!) garantizase la continuidad y no agitara demasiado las cosas después de la partida de Yeltsin. Los SE (que representan, aproximadamente, los intereses de una cierta elite de la antigua KGB, especialmente su primera dirección principal) y el propio Putin, utilizando brillantemente el poder conferido por la constitución de 1993 (¡adoptada bajo Yeltsin y los IA!) para cambiar lenta pero seguramente el curso de Rusia de una sumisión total a EE.UU. y la colonización de este a un proceso que Putin y sus seguidores llaman «soberanización» es decir liberación nacional. Luego tuvo lugar una larga competencia de fuerzas, sobre todo entre bastidores, pero con visibles puntos álgidos regulares, como el choque abierto entre Putin y Medvedev sobre Irán y Libia o el despido de Kudrin por parte Medvedev (los dos habían sido colocados en un camino de enfrentamiento por Putin, por supuesto). Como última «supersimplificación» yo diría que Medvedev representa a los IA y Putin a los SE.
Preparando la parte ucrania de la escena
Hasta este invierno la mayor diferencia entre Rusia y Ucrania era que en Rusia Putin había destruido básicamente la antigua oligarquía, que estaba controlada por EE.UU. e Israel, y la reemplazó por una nueva que apoyaba al Kremlin o era neutral. El mensaje de Putin a la oligarquía rusa era simple: «Podéis ser ricos, pero no comprometáis el bienestar de la nación rusa o tratéis de entrar en la lucha política». Para los que puedan preguntarse por qué Putin no eliminó a la oligarquía rusa como clase, volvería a mencionar aquí que todo lo que Putin hizo desde 1999 hasta ahora fue siempre un compromiso entre sus SE y los todavía muy poderosos IA. Putin simplemente no podía desafiar directamente a ese grupo muy poderoso y muy bien conectado, de modo que tuvo que proceder lentamente y con cuidado, paso a paso.
En contraste con Rusia, en Ucrania los oligarcas realizaron lo que yo llamaría «el Sueño de Khodorkovsky» – básicamente compraron todo: toda la economía, la totalidad de los medios de comunicación masivos, el Parlamento y, por supuesto, la presidencia. Durante los últimos 22 años Ucrania, básicamente, ha estado esclavizada por una serie de oligarcas que llegaron a un simple trato con Occidente: vosotros nos apoyáis, y nosotros os apoyaremos. Como resultado, los dirigentes occidentales y los medios corporativos «no se dieron cuenta» de que todos los políticos ucranios eran corruptos hasta la médula, incluyendo a Yanukovich y Tymoshenko, que a diferencia de Rusia, y al contrario de lo que dice la propaganda anglo-sionista- los desacuerdos políticos en Ucrania con frecuencia se resolvían mediante asesinatos, que la plutocracia ucraniana estaba despojando literalmente al país de su riqueza. Finalmente, incluso a la sorprendentemente rica Ucrania se le acabaron los recursos y la riqueza debido al pillaje y la crisis fue evidente para todos.
Aparte del pillaje de recursos y riqueza, otro importante «logro» de los oligarcas ucranianos fue la total subordinación del Estado y sus instrumentos a sus necesidades: para ellos el Estado en sí se convirtió en un instrumento de poder e influencia. Por ejemplo, el servicio de seguridad ucraniano SBU (ex-KGB) gastó todo su tiempo y recursos involucrado en luchas internas por el poder entre los diversos oligarcas y las bases de su poder y, como resultado, ¡el SBU no ha capturado un solo espía extranjero en 22 años! Para empeorar las cosas, el SBU fue dirigido básicamente desde la estación local de la CIA estadounidense. La destrucción generalizada del aparato estatal jugó de por sí un papel clave en los eventos de este invierno y sigue siendo un factor central en la situación en el terreno: para todos los propósitos prácticos, no existe ningún «Estado ucraniano».
Los euroburócratas y el tío Sam se inmiscuyen
Ante el trasfondo de este colapso total de Ucrania como Estado y como nación la UE decidió entrar en acción: ofreció a Ucrania una asociación con la UE. Al Tío Sam le encantó la idea, especialmente ya que incluía un capítulo político para conducir la política exterior y de seguridad de Ucrania de acuerdo con la UE. Esta noción de una Ucrania dirigida por la UE también atrajo a EE.UU. que básicamente creía que Ucrania era la clave de las ambiciones imperiales putativas de Rusia. Además, la Casa Blanca sabía que si Ucrania era dirigida por la UE, y la UE dirigida por EE.UU. (que siempre lo ha sido), Ucrania sería dirigida desde EE.UU. Por lo tanto Occidente comenzó a agitar una gran zanahoria frente al pueblo ucraniano: «tomar una ‘decisión civilizacional’, unirse a la UE y convertirse en rica, acaudalada, feliz y saludable; en cuanto a Rusia, no tiene nada que decir en todo esto, Ucrania es un Estado soberano». Para millones de ucranianos empobrecidos y explotados, era un sueño hecho realidad: no solo serían ricos y felices como supuestamente son los europeos (solo en la propaganda, pero no importa), terminarían por liberarse de la camarilla corrupta del poder. En cuanto a los oligarcas ucranianos también les encantó: seguirían explotando Ucrania y su pueblo mientras mantuvieran una posición antirusa (lo que era bastante fácil, los oligarcas ucranianos estaban literalmente aterrorizados por Putin y, aún más, por la noción de un «Putin ucraniano»).
La gran explosión
Hay un dicho que dice que si tu cabeza está en la arena, tu trasero está al aire y, por cierto, la realidad volvió para morder a los ucranianos en el trasero con una venganza exquisita: el país estaba en bancarrota, arruinado, a solo semanas de la bancarrota y el único sitio donde se podía encontrar dinero para impedir el colapso final era Rusia. Los rusos, sin embargo, pusieron una condición para dar su ayuda: ningún acuerdo de asociación con la UE porque Rusia no tendría un mercado abierto con Ucrania mientras ésta abría su su mercado a bienes y servicios de la UE (no fue ningún «ardid maquiavélico» de Putin, sino una necesidad básica y obvia comprendida por cualquiera que haya seguido un curso elemental de economía). En ese momento, Yanukovich se volvió hacia Moscú pidiendo ayuda y se armó la de San Quintín: los ucranianos indignados salieron a las calles y querían saber por qué les negaban sus sueños de prosperidad. EE.UU. también entró en pánico, si se permitía que Rusia rescatara a Ucrania sería inevitable que la controlara «el que paga manda» dice la lógica estadounidense. Por lo tanto EE.UU. utilizó su mayor arma: los «talibanes ucranianos» o sea el «Sector Derecho», el Partido Libertad (ex Partido Social-Nacionalista) y sus diversos matones neonazis. La repentina aparición de «banderistas bona fide» y otros neonazis aterrorizaron a los rusófonos tan terriblemente que mientras los fenómenos del nuevo régimen revolucionario de Kiev estaban ocupados prohibiendo el ruso como lengua oficial o legitimando la propaganda nazi, Crimea se independizó y la mayor parte de Ucrania entró en un período de completo caos e ilegalidad.
La perspectiva desde Moscú
Lo primero que hay que decir aquí es que la popularidad de Putin entre el público ruso ha crecido a nuevas alturas: actualmente es del 71,6% y eso a pesar de que ha habido poco progreso en el frente contra la corrupción, ningún progreso en absoluto en la necesaria reforma del sistema judicial y con una economía rusa que pasa por algunos tiempos difíciles. A pesar de los numerosos problemas no resueltos que enfrenta Rusia, en la actualidad es simplemente imposible atacar a Putin ya que se ha posicionado como el hombre que salvó Crimea y, posiblemente, incluso Rusia (más al respecto a continuación).
El segundo efecto dramático de los sucesos de Ucrania es que ha polarizado aún más la sociedad rusa. No digo que esto sea justo, pero el hecho es que los políticos rusos tienen ahora dos alternativas. Se pueden posicionar como:
1) Los verdaderos patriotas rusos que apoyan a Putin apoyan la reintegración de Crimea, apoyan la política rusa de resistir a Occidente, o
2) Los «liberales» rusos, rusófobos, comprados y pagados por EE.UU., quienes no son nada más que una quinta columna (Putin utilizó este término), pro capitalistas, pro OTAN e incluso pro nazis (¡hay que recordar que Occidente ahora apoya abiertamente a los nazis en Ucrania!).
Sobra decir que todos los políticos rusos se apresuraron a mostrar que pertenecen firmemente al primer grupo. Incluso Sergei Mironov, jefe del partido «Rusia Justa» y último «verdadero» líder de la oposición dentro de la Duma [Parlamento], tomó la delantera en la ayuda a Crimea (lo que llevó a que lo pusieran en la lista de sanciones de EE.UU. y la UE). Los que no lo hicieron no tienen posibilidad alguna.
El más creíble de todos ellos, Alexei Navalnyi, el único líder de la oposición no asociado al régimen de Yeltsin de los años 90, escribió un artículo en el New York Times titulado «Cómo castigar a Putin» en el cual llegó a presentar una lista de nombres que deberían ser castigados por EE.UU. En el actual ambiente político en Rusia, algo semejante representa un suicidio político y la carrera política de Navalnyi ha terminado. Sería más conveniente que emigrara a Londres o a EE.UU.
Pero el mayor resultado de la crisis en Ucrania fue que colocó a Rusia y a EE.UU. en un rumbo de colisión. Visto desde Rusia, lo que ha hecho Occidente es:
1) organizó una insurgencia armada ilegal
2) derrocó a un gobierno legítimo (aunque corrupto)
3) apoyó a los neonazis
4) colocó políticas antirusas por sobre los valores democráticos
5) estableció políticas antirusas por sobre el derecho de autodeterminación
6) se negó a reconocer la voluntad del pueblo ruso en Crimea
7) se negó a reconocer la voluntad de los rusófonos en Ucrania
8) sancionó a Rusia simbólicamente solo porque no podía hacer más
9) no intervino con fuerzas militares solo porque temía la potencia militar de Rusia
10) presionó al mundo en las Naciones Unidas para que condenara a Rusia
Ante este trasfondo, ¿qué probabilidad tienen los Integracionistas atlánticos de obtener algún apoyo a sus políticas? Ninguna, por cierto. No solo eso, pero las sanciones de Occidente han posibilitado que Putin haga lo que no podría haber hecho antes: ahuyentar a los rusos de los bancos occidentales (sea hacia bancos extranjeros o hacia bancos rusos), crear un sistema ruso de pago interbancario parecido a SWIFT, aumentar los esfuerzos para exportar gas a China y al resto de Asia, reducir la participación rusa en organismos dirigidos por EE.UU. como el G8 o la OTAN, obligar a Rusia a desplegar capacidades militares más poderosas en sus fronteras occidentales (Iskanders en Kaliningrado, Tu-22M3s en Crimea), reducir el turismo ruso en el extranjero y enviarlo a las regiones rusas y último pero no menos importante, reducir aún más el uso ruso del dólar estadounidense. Todo esto es un sueño hecho realidad para economistas como Glazyev o políticos como Rogozin que han hecho lobby enérgicamente por semejantes medidas desde hace muchos años, pero cuyos consejos Putin tuvo que ignorar para que los Integracionistas Atlánticos no devuelvan el golpe. Pero ahora incluso se habla seriamente en Rusia del retiro de muchos tratados militares clave (nucleares estratégicos, convencionales, verificación nuclear, etc.,) o incluso de la OMC (poco probable).
Ahora se ha hecho extremadamente fácil que Putin despida a cualquier persona sobre la base de que no implementa efectivamente las decisiones del Presidente. Ahora todos saben eso y cada Integracionista Atlántico corre riesgo ahora de ser sumariamente despedido. En realidad, hay que decir que Barack Obama ha ayudado inmensamente a Putin y que gracias a la política verdaderamente demencial de EE.UU. respecto a Ucrania la posición de los Integracionistas Atlánticos (generalmente pro EE.UU.) ha sido debilitada ahora por muchos años por venir.
Un chiste contado primero en la televisión rusa por, precisamente él, el portavoz del Comité Investigativo Ruso (un «FBI ruso» se podría decir), no exactamente conocido por su humor, se ha hecho particularmente popular estos días. Dice lo siguiente:
Barack Obama boicoteó los Juegos Olímpicos y no asistió a los juegos en Sochi – y ganamos brillantemente los Juegos Olímpicos y los Para-Olímpicos. ¡Gracias, camarada Obama!
Obama entonces apoyó fuertemente a la junta de extremistas en Kiev – y milagrosamente recuperamos Crimea. ¡Gracias, camarada Obama!
Obama impuso sanciones a nuestros oligarcas – y ahora su dinero no está en Occidente sino en Rusia. ¡Gracias, camarada Obama!
Ahora, si nos lo permitís, tenemos un deseo más: quisiéramos ganar la Copa del Mundo…
Dejando a un lado los chistes, éste contiene mucha verdad – mientras más trata EE.UU. de maximizar las apuestas y de repeler a Rusia, más fuerte se vuelve Rusia y más fuerte se vuelve Putin en Rusia.
En cuanto a los pocos pobres activistas pro EE.UU. que quedan en Rusia, se encuentran verdaderamente en una situación desesperada: durante años se han tenido que defender contra acusaciones de estar asociados con los horrores del régimen de Yeltsin en los años noventa y ahora, con ese terrible legado, pueden añadir el nuevo peso de tener que defenderse contra acusaciones de ser «pro Banderastán». Francamente, sería preferible que hicieran sus maletas y partieran a Occidente, ya que en Rusia están acabados.
¿Qué significa esto para el resto del mundo?
A menudo he descrito la lucha encubierta entre los Integracionistas Atlánticos y los Soberanicionistas Eurasiáticos como «interna» o «entre bastidores», lo que valía sobre todo hasta ahora. Ahora los eventos en Ucrania han cambiado esto y el tipo de temas a los que los «Soberanicionistas Eurasiáticos» han estado aludiendo en términos más o menos sesgados son ahora discutidos abiertamente en la televisión rusa: cómo coexistir con un Occidente histéricamente rusófobo y abiertamente pro nazi, cómo disminuir la participación rusa en, y su dependencia de, el sistema financiero internacional bajo control anglo-sionista, qué tipo de medidas tomar para asegurarse de que EE.UU. y la OTAN nunca tengan una opción militar viable, cómo encarar la «quinta columna interna» dentro de Rusia para evitar un «Maidan en Moscú», cómo encarar el tipo de organizaciones subversivas patrocinadas por EE.UU. (como NED, Carnegie, etc.) que todavía operan en Rusia, cómo asegurar que no se permita que cualquier gobierno rabiosamente anti-ruso en Kiev sobreviva económica y socialmente, etc. Lo llamaría la «posición Nuland» pero aplicada no a la UE, sino a EE.UU. ¿Significa esto una nueva Guerra Fría?
¡Sí, indudablemente, lo significa!
Pero subrayaría de inmediato que esta nueva Guerra Fría es enteramente, 100%, la creación de EE.UU. y que todo lo que Rusia ha hecho ahora es aceptar la nueva realidad en la que está operando. Ni Putin ni nadie más en Rusia quería esta nueva Guerra Fría, pero les ha sido impuesta unilateralmente por EE.UU. y sus colonias en la UE durante los últimos 20 años o más. Pensad en lo siguiente: la verdadera razón principal por la cual EE.UU. y la UE no están imponiendo ninguna sanción significativa a Rusia es que ya lo han hecho en el pasado y que no queda nada que imponer fuera de sanciones que afectarán de la misma manera, o incluso más, a Occidente que a Rusia. Lo mismo vale para la así llamada «imagen internacional de Rusia». ¿Hay alguien que haya olvidado todas las estúpidas patrañas promovidas sistemática y repetidamente por los medios corporativos occidentales sobre Rusia antes de la crisis en Ucrania? Menciono un rápido recuerdo tomado de mi anterior artículo sobre este tópico:
Berezovsky como hombre de negocios «perseguido»
Politkovskaya «asesinada por matones del KGB»
Khodorkovsky encarcelado por su amor a la «libertad»
La «agresión» de Rusia contra Georgia
Las guerras «genocidas» rusas contra el pueblo checheno
«Pussy Riot» como «prisioneros de conciencia»
Litvineko «asesinado por Putin, homosexuales rusos «perseguidos» y «maltratados por el Estado.
Magnitsky y la subsiguiente «Ley Magnitsky»
Snowden como «traidor oculto en Rusia»
Las «elecciones robadas» a la Duma y a la Presidencia
La «Revolución Blanca» en la plaza Bolotnaya
El «nuevo Sakharov» – Alexei Navalnyi
El «apoyo de Rusia a Asad», el «Carnicero (Químico) de Damasco»
La constante «intervención» rusa en los asuntos de Ucrania
El «control total» del Kremlin sobre los medios rusos
Yo diría que esta lista ya es suficientemente larga y que nadie en Rusia tiene que preocuparse de que algo que el Kremlin haga desde ahora la empeore. A falta de librar una guerra contra Rusia como lo hizo contra Iraq, Afganistán, Pakistán, Bosnia, Croacia, Kosovo, Libia o Siria – EE.UU. ha «agotado» bastante sus políticas anti-rusas, y en realidad no llegan muy lejos.
Cómo entonces llamaríais un poco de algo malo, pero no lo suficiente como para dañaros. Nietzsche lo llamaría una vacuna de poder. La medicina moderna lo llama una inmunización. La elección de palabras no importa, solo un fenómeno real lo hace: EE.UU. y la UE infligieron una cantidad considerable de dolor a Rusia, pero no lo suficiente para quebrantarla y, como consecuencia directa de ese hecho, Rusia ha recibido una poderosa «inmunización anti-anglo-sionista» que la hará más fuerte de lo que era.
Y eso es una buena noticia para todos.
Para bien o para mal, Rusia es objetivamente el líder indisputable de la resistencia mundial contra el Imperio Anglo-sionista. Sí, la economía china es mucho más grande, pero sus fuerzas armadas no lo son, y China depende fuertemente de Rusia para energía, armas y alta tecnología. Pienso que China será inevitablemente el líder en la lucha contra el Imperio Anglo-sionista, pero ese no es el caso todavía: China necesita más tiempo. Irán es sin duda alguna el más antiguo y primer país en atreverse a desafiar abiertamente a los anglo-sionistas (junto a Cuba y Corea del Norte, pero estos son realmente débiles), pero las ambiciones de Irán son primordialmente regionales (lo que, a propósito, es una señal de sabiduría por parte de la dirigencia iraní). Hizbulá es, a mi juicio, el líder moral de la Resistencia mundial, no solo por sus logros militares verdaderamente fenomenales, sino primordialmente por su voluntad de resistir completamente solos, si es necesario. Pero ser un modelo moral no significa poder desafiar globalmente al Imperio. Rusia, China, Irán y Hizbulá forman lo que llamaría, para parafrasear a Bush hijo, el «Eje de Resistencia al Imperio» y Rusia juega el papel crucial dentro de esta alianza informal pero fuerte.
El otro sitio en el que «eso» está sucediendo es, por supuesto, Latinoamérica, pero la reciente votación en las Naciones Unidas ha mostrado claramente que Bolivia, Venezuela, Nicaragua y Cuba son los únicos que ya se atreven a desafiar abiertamente la hegemonía de EE.UU. (y el régimen en Venezuela lucha actualmente por su supervivencia). Por lo tanto, mientras Latinoamérica tiene un inmenso potencial, está lejos de realizarlo, por lo menos por el momento.
Conclusión
Una Nueva Guerra Fría se ha estado preparando desde el día mismo del fin oficial de la anterior Guerra Fría. Por lo tanto, solo podemos saludar la nueva realidad introducida por la crisis en Ucrania: ahora Rusia ha aceptado abiertamente el desafío estadounidense y han desaparecido hace tiempo todas las pretensiones de alguna cooperación estratégica de EE.UU. y Rusia. En cuanto a la UE, su papel ha sido tan vergonzoso e ignominioso que Rusia la tratará exactamente como merece ser tratada: un protectorado totalmente sumiso de EE.UU. sin una política u opinión propia. Ahora cuando la pretensión de una «cooperación» está siendo finalmente abandonada, podemos esperar una Rusia mucho más afirmativa, si no contenciosa, en la escena internacional. Por cierto, no quiero decir que Putin comenzará a golpear ruidosamente su zapato en la ONU como hizo (supuestamente) Jruschov; tampoco amenazará Putin con «enterrar» a Occidente -Putin, Lavrov y Churkin son verdaderos estadistas y diplomáticos, y seguirán siendo impecablemente corteses – pero se puede esperar muchos más votos de «no» en la ONU y muchos «lo lamentamos» en numerosos temas bilaterales.
El gran beneficiario de este nueva Guerra Fría será Irán, por supuesto, y también China. No solo es probable que Irán y China obtengan las armas que han estado deseando tan intensamente (S-300 y Su-35 respectivamente), China recibirá algunos tratos muy beneficiosos en precios rusos de energía (los chinos son definitivamente suficientemente listos para utilizar esta nueva situación sin exagerar – lo harán «a la perfección»). Siria y Hizbulá obtendrán más dinero, más armas y más apoyo político. Países que aspiran a llegar a ser miembros del «Eje de Resistencia al Imperio» obtendrán más ayuda financiera y política (Cuba, Nicaragua, Bolivia y, especialmente, Venezuela, necesitan toda la ayuda que puedan obtener) así como países más o menos pragmáticos que no se rindieron ante EE.UU. (los BRICS, por supuesto, pero también países más pequeños como Argentina, Iraq, Afganistán, Pakistán y todos los demás que se abstuvieron recientemente en la infame votación en las Naciones Unidas). No hay que subestimar la ayuda que China puede prestar a estos países o todos los beneficios que estos países pueden conseguir al cooperar con los demás países del BRICS.
En cuanto a la UE, obtendrá el gas por el que paga, y tendrá que encarar las réplicas económicas de su participación en la crisis urania: tendrá que mantener a flote la economía ucrania, en el mejor caso apenas por sobre la línea de flotación, tendrá que encarar la inevitable inundación de refugiados económicos y tendrá el dudoso placer de tener que enfrentar el espinudo problema de los «talibanes ucranianos» que ahora se desatan en su autoproclamado Banderastán. La UE tendrá que encarar todo esto bajo los altos auspicios de un EE.UU. que apenas oculta su desdén hacia Europa o, como fue el caso con Nuland, ya ni siquiera se preocupan de ocultarlo. En cuanto al Tío Sam – lo que no puede conseguir lo quema y es lo que terminará por hacer con el resto de Ucrania también conocido como «Banderastán»: lo convertirá en un Kosovo más grande - un gran problema para todos sus vecinos, pero un sitio que la maquinaria militar estadounidense puede utilizar a su gusto. A diferencia de Kosovo, sin embargo, lo que queda de Ucrania terminará por desintegrarse, de una u otra manera, pero la ficción de un Estado en funcionamiento puede ser mantenida por mucho tiempo, especialmente si existe un consenso en las plutocracias que dirigen Occidente en que la forma es mucho más importante que la sustancia y que mientras exista la apariencia de un Estado ucraniano unitario, todo está bien. Francamente, y sin intención de ofender a ningún nacionalista ucranianos que lea esto, el Tío Sam tiene pescados mucho más grandes que freír que encarar los problemas de un «Kosovo v2» en Europa Central.
Las tendencias que he esbozado anteriormente son, por cierto, solo tendencias generales. Habrá algunos «zig» y algunos «zag» en este proceso, pero salvo que haya algún evento importante e imprevisto, pienso que es hacia donde nos dirigimos. Seguro, habrá una elección presidencial realizada en condiciones grotescas; un oligarca totalmente corrupto como Poroshenko se comprará una victoria, mientras el régimen respaldado por EE.UU. en Kiev y los «Talibanes Ucranios» ajustan cuentas y se asesinan los unos a los otros. Es muy probable que Rusia no intervenga con fuerzas militares; a menos que la situación se vuelva realmente demencial, es más probable algún tipo de acuerdo entre EE.UU. y Rusia, y Ucrania oriental tratará encontrará un camino para ganar algo de dinero con Rusia. Crimea verá un boom económico sin precedentes que atraerá mucha atención en el resto de Ucrania que estará desesperada por conseguir alguna pequeña porción del golpe de fortuna del que gozará Crimea. Como dicen «el dinero habla».
En cuanto a Obama, pasará a la historia como el peor presidente de EE.UU. de todos los tiempos. Con la excepción del próximo, por supuesto.
The Saker es un bloguero anónimo y colaborador ocasional de Asia Times Online quien escribe en The Vineyard of the Saker.
Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Central_Asia/CEN-02-040414.html