Aung San Suu Kyi atravesó el increíble camino desde el arresto domiciliario hasta ocupar una banca en la Hluttaw (el Parlamento birmano). El partido de la Premio Nobel de la Paz, la Liga Nacional para la Democracia (LND), obtuvo 43 de los 44 escaños que se pusieron en juego en las elecciones legislativas parciales del […]
Aung San Suu Kyi atravesó el increíble camino desde el arresto domiciliario hasta ocupar una banca en la Hluttaw (el Parlamento birmano). El partido de la Premio Nobel de la Paz, la Liga Nacional para la Democracia (LND), obtuvo 43 de los 44 escaños que se pusieron en juego en las elecciones legislativas parciales del último 1º de abril. Una gama de autoridades -desde el presidente birmano, Thein Sein, pasando por el bloque regional Asean hasta los gobiernos de Estados Unidos y los europeos- celebraron el proceso y lo describieron como exitoso; incluso, el 5 de abril, Washington anunció una distensión limitada de las sanciones económicas impuestas sobre el país y el regreso de su embajador.
¿Acaso significa este resultado que el régimen militar birmano, que hace tan sólo dos años era visto como un posible autor de crímenes de guerra, ahora haya sido derrotado por fuerzas democráticas moderadas? Si la respuesta es sí, entonces tanto las sanciones de Estados Unidos como las de la Unión Europea deberían anularse inmediatamente para terminar con el aislamiento económico del país y abrir sus recursos naturales (y sus playas intactas) para favorecer el desarrollo adecuado.
No obstante, los gobiernos occidentales aducen que hay muchas razones para mantener la cautela acerca de los hechos actuales de Birmania y proponen analizar las elecciones parciales desde una óptica realista: como un tartamudeo en la dirección adecuada, pero muy lejos aún de la democracia completa. Además, celebrar el proceso de reforma con demasiado entusiasmo o adjudicarle demasiado significado podría derivar finalmente en una frustración.
Hay siete razones para mantener la cautela
Primero, es importante recordar que estas elecciones parciales fueron celebradas para completar 45 bancas vacantes de las 664 que componen la Hluttaw. Quienes ya ocupaban sus bancas habían sido votados en las elecciones de 2010, en las que no participaron ni Aung San Suu Kyi ni su Liga Nacional para la Democracia. De esta manera, aunque los últimos resultados pueden motivar cierto debate en el Parlamento, no constituyen en sí mismos ningún cambio significativo en el poder.
Segundo, debe recordarse que no todas las bancas del Parlamento se deciden a través de un proceso electoral; sorprendentemente, el 25 por ciento de ellas (110 de 440 de la Cámara baja y 56 de 224 de la Cámara alta) son designadas por los militares. Este derecho está protegido por la Constitución birmana de 2008 y sólo puede ser enmendado mediante el voto de aquellos designados por los militares. Más importante aún, sin embargo, es que los militares controlan las estructuras administrativas locales, lo cual significa muchísimo en áreas que escapan al primer plano de la urbana Rangún. Por ejemplo, cuatro de cada diez miembros de los comités de los ayuntamientos rurales son designados por el ejército. El presidente de esos comités es un civil, pero los representantes del ejército controlan los asuntos financieros, de seguridad y de desarrollo, con lo cual se aseguran un papel decisivo.
Tercero, se cancelaron tres elecciones parciales programadas en el estado de Kachin para el 23 de marzo por razones de seguridad. En junio de 2011 estalló la guerra en esa región, luego de que el gobierno rompiera los términos de un acuerdo de cese el fuego firmado en 1994 con insurgentes locales. Durante diez meses de lucha, las milicias birmanas fueron acusadas de abuso a los derechos humanos y de emplear armas químicas. Desde octubre de 2011, hubo diálogos muy publicitados con los insurgentes de Kachin, pero hasta ahora nunca tocaron asuntos políticos.
Cuarto, los observadores internacionales que asistieron a las últimas elecciones parciales -cuya presencia a menudo es vista como significativa- eran no sólo poco numerosos (varias docenas de personas en total) sino que fueron autorizados a arribar al país sólo tres días antes de la elección, por lo que no tuvieron la oportunidad de supervisar adecuadamente el proceso. Para ponerlo en perspectiva, sólo en la ciudad de Rangún había 635 centros electorales, cuando las elecciones parciales cubrían en total seis circunscripciones municipales. Un informe de la Red Asiática para las Elecciones Libres, que observó las elecciones extraoficialmente, asegura que ocurrieron numerosas «irregularidades» y que la credibilidad del proceso ahora depende de cómo se pronuncie la comisión electoral en referencia a estos incidentes.
Quinto, los resultados de las elecciones no causaron ninguna sorpresa. La Liga Nacional para la Democracia presentó candidatos ampliamente opuestos al partido gobernante, el Partido Unión Solidaria y Desarrollo, conformado por la junta militar a mediados de 1990. Aunque ese partido hizo esfuerzos durante el último año para aumentar el apoyo de sus bases, ante los ojos de la mayoría de los ciudadanos seguirá siendo el partido del tan odiado régimen militar. Esto significa que la gente votará en su contra apenas tenga la oportunidad. En consecuencia, los resultados de la elección sirvieron para recordarle al régimen que es probable que pierda su poder en las próximas elecciones generales programadas para 2015, a pesar de las políticas que pueda llevar a cabo desde ahora hasta esa fecha. Esto podría afectar su actitud con respecto a la reforma política que está implementando.
Sexto, es necesario tener en cuenta que la mayoría de las bancas disputadas en estas elecciones pertenecían a las áreas centrales y urbanas del país, y no a las colinas, donde los derechos de las minorías étnicas son una preocupación popular. La única circunscripción en la que perdió la Liga Nacional para la Democracia fue en el estado de Shan, donde un representante del Partido Democrático de las Nacionalidades Shan (PDNS) tiene como principal objetivo los derechos de la minoría Shan. Este resultado replica el éxito del PDNS en las elecciones de 1990 y la victoria de algunos escaños en 2010, así como también demuestra que a la Liga Nacional para la Democracia la pueden vencer candidatos que articulen las preocupaciones locales. Esto también puede marcar el pulso de la campaña electoral de 2015.
Séptimo, no obstante, el simple hecho de que se haya presentado un candidato de la Liga Nacional para la Democracia en una región «étnica» es una señal de que la democracia puede establecerse en las colinas. La ley electoral birmana dispone que no son necesarias elecciones cuando un candidato no tiene oposición. Eso fue lo que imperó en algunas regiones durante las elecciones generales de 2010, cuando el Partido Unión Solidaria y Desarrollo y los partidos locales llegaron a un acuerdo para no presentar candidatos en las circunscripciones de «los otros» y así ganaron sus candidaturas sin la participación del electorado. Si la Liga Nacional para la Democracia (o algún otro partido) decide presentar un candidato en cada circunscripción en 2015, las próximas elecciones, seguramente contarán con la amplia opinión popular. Aun entonces, sin embargo, el resultado ofrecerá un Parlamento electo democráticamente, pero sólo parcialmente.
Las elecciones parciales birmanas confirman lo impopular que es el actual régimen militar para la población. Pero todavía queda mucho camino por recorrer para alcanzar una verdadera democracia.
Traducción: Ignacio Mackinze
Fuente original: http://www.revistadebate.com.ar//2012/04/13/5289.php