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Uzbekistán: La estrategia del caos dirigido

Fuentes: Sovietskaya Rossia

Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S.Comín

Occidente exige una investigación de los sucesos de Andiján.

Los recientes sucesos de Andiján han servido para la intromisión activa de las potencias occidentales en los asuntos internos de Uzbekistán. Primero fue el ministro de asuntos exteriores británico Jack Straw, quien exigió que se llevase a cabo una investigación internacional. Le secundaron Francia y EE.UU. También se sumó a la petición el Secretario General de la ONU, Kofi Annan. La presión sobre el presidente I. Karimov aumenta desde todas direcciones.

Sin embargo el líder uzbeco rehúsa los servicios de la «comunidad internacional», lo que no deja de tener su lógica.

¿Qué significa investigación internacional? Sobre todo se trataría de esclarecer quién disparó y siguiendo que órdenes. Eso en Tashkent (capital de Uzbekistán. N de la T) se sabe sin la ayuda de la «comunidad internacional». Tan claro como que Karimov será señalado como principal responsable. Al mismo tiempo la investigación internacional, dejará de lado la cuestión principal: los resortes ocultos del levantamiento. Unos resortes que se esconden en el programa de «democratización del Gran Oriente Próximo», recientemente presentado en los EE.UU.

Esta pomposa denominación, oculta los deseos reales de la política de los EUA y sus aliados respecto de Oriente Próximo (donde los EE.UU. incluyen ahora Asia Central).

Hablamos de la estrategia del caos controlado. Fijemos para empezar una serie de hechos.

El gobierno uzbeco ha reconocido que el número de muertos en Andiján, supera la cifra presentada en un primer momento. 169 muertos son muchos, se mire como se mire. Una auténtica tragedia. Es algo que ellos mismos reconocen al hacer público ese dato.

Esta cifra puede que aumente, pero nadie afirma que fueran decenas de miles. La cantidad puede oscilar entre la oficial (169) y la no oficial que hablaría de 500 y pico.

Por supuesto cada vida humana es infinitamente valiosa. Pero no es el pesar y la aflicción lo que conmueve a la «comunidad». Lo importante para Occidente es lograr que haya una «investigación internacional».

El Reino Unido es el más insistente. Extraños humanistas dirigen ese país. Parece que fuesen los únicos con derecho a preocuparse por los desdichados habitantes del valle de Ferganá. Pero lo cierto es que cuesta creer en el humanismo de los dirigentes del antiguo imperio británico. No entraremos aquí a recordar los desmanes de Inglaterra en sus colonias, que cubrían medio mundo, hasta mediados del s.XX. Tenemos ejemplos mucho más recientes de su desmedido «humanismo».

En Yugoslavia en el 99, la aviación inglesa se empleó a fondo en el bombardeo de guarderías, hospitales, escuelas y zonas residenciales. Más de dos mil muertos y alrededor de seis mil heridos.

Por aquel entonces era también el señor Straw, el que llevaba la batuta de la política exterior del gobierno británico.

En aquella ocasión no pareció que le surgiesen dudas en lo referente a las víctimas inocentes. Como tampoco duda de la legitimidad de la intervención en Iraq, donde según datos de la revista inglesa «Lancet», desde abril del 2003, habrían muerto más de cien mil civiles, a manos de los ocupantes anglo-americanos.

Es decir como mínimo 200 veces más que en Andiján.

No intentamos justificar aquí la acción de Karimov. Nadie niega que sea un régimen duro.

Sin embargo cuando de «luchadores por los derechos humanos» se disfrazan unos señores, que violan esos mismos derechos, en sus formas más terribles, surgen serias dudas de la sinceridad de sus discursos.

Las mismas dudas que nos asaltan sobre la objetividad de la «investigación internacional».

Recordemos que tras los sucesos de abril de 1990 en Tiflis (Georgia), cuando murieron 17 jóvenes aplastadas por una multitud enloquecida por el fervor nacionalista, se difundieron informaciones descabelladas, que aseguraban que habían sido descuartizadas por los soldados con sus palas de zapadores. Una calumnia que pervive en la actualidad.

Nadie en Occidente exige una investigación internacional, de la represión brutal sobre los defensores del parlamento, en el octubre negro del 93 en Moscú, donde murieron no menos civiles que en Andiján.

Aquellos que insisten en una investigación de los sucesos en Uzbekistán, no persiguen el esclarecimiento de los sucedido. Al señor Straw le traen al pairo los muertos uzbecos. Él, como fiel representante del antiguo imperio colonial, razona con categorías estratégicas e históricas.

Straw, evidentemente, recuerda la tradicional rivalidad entre Rusia e Inglaterra en Asia Central. En el s.XIX, con los esfuerzos del entonces ministro ruso de defensa Miliutin, Inglaterra perdió esa disputa. Ahora, parece que en Londres consideran que ha llegado el momento de la revancha histórica. Y mira tú por donde, encuentran la excusa perfecta…

Nos cuidaremos mucho de afirmar, que fueron precisamente súbditos de la corona británica, los organizadores de la revuelta en Andiján.

La corona ya no es lo que fue, y sus posibilidades tampoco. Está claro que ya no tiene fuerzas para embarcarse en proyectos globales, por eso tiene que arrimarse al más joven y fuerte depredador, los EE.UU.

Claro que si se tercia, Inglaterra no deja escapar sus oportunidades. El objetivo estratégico marcado, consistiría en la expulsión de Rusia de Asia Central.

En los últimos tiempos han logrado grandes avances en esa dirección. La salida de los guardafronteras rusos de la frontera entre Tadjikistán y Afganistán, abre un paso seguro para la introducción en Asia Central de combatientes, armas y narcóticos, provenientes del Afganistán controlado por los EE.UU. y la OTAN.

Pero, de repente, Uzbekistán comienza a expresar su deseo de recuperar unas buenas relaciones con Rusia. La dirigencia uzbeca debía recibir una lección. Y la recibió a modo de revuelta en Andiján. El resultado de la «investigación internacional» solo podría ser el escarmiento público del gobierno uzbeco.

No ofrece dudas, el que la postura agresiva inglesa y la más moderada de los EE.UU. están perfectamente coordinadas. Los estadounidenses mantienen en Uzbekistán una enorme base aérea. Por eso no les interesa estropear las relaciones con Karimov. Pero sería pecado si dejaran de chantajear a su socio uzbeco para hacerlo más sumiso y receptivo a la hora de conseguir de él, ciertas concesiones complementarias.

Con esta honorable tarea, se las puede arreglar perfectamente Inglaterra, en nombre de la OTAN.

Y eso, contando, con que uno de los centros del integrismo islámico -principal fuente de tensión política en el valle de Ferganá- no es otro que…Londres, donde se reclutan activamente mercenarios para Chechenia. No podemos desechar la posibilidad de que los extremistas «londinenses», jugasen también su papel en los sucesos de Andiján.

No se trataría de derrocar a Karimov. Su férreo régimen juega una labor importante en la labor de contención del extremismo islámico.

Occidente mantiene a ese genio en la lámpara mágica, y solo le permite salir cuando hay una orden «de fuera».

La metodología de utilización de extremistas para mantener las riendas de los gobiernos árabes, fue desarrollada hace tiempo. Ya en los años 30, Inglaterra se ocupaba de crear grupos islamistas radicales. En los 60, los extremistas intentaron derrocar al presidente sirio Hafed Al-Assad, aliado de la Unión Soviética. Hoy día, los «hermanos musulmanes» mantienen en tensión al presidente egipcio H. Mubarak. Y ¿cómo acabó la última oleada de atentados en Arabia Saudita? Con la visita a los EE.UU. del príncipe heredero para cerrar un nuevo y ventajoso -para los EE.UU- acuerdo petrolífero (y no solo petrolífero).

Así se hacen las cosas hoy día. Y en «nuestra» Asia Central, todo esto todavía un poco a lo bestia.

Pero el intríngulis de los sucesos, tanto de Andiján como de Kirguizistán, es mucho más profundo.

Al comienzo de la «revolución de los tulipanes» en Kirguizistán, comenzaron los rumores sobre el papel de la narcomafia. La gente que venía de aquella zona, contaba que el aumento de la «actividad política» comenzó con un gigantesco «plov» (especie de paella. Plato tradicional de la cocina de la región. N de la T) que los señores de la droga locales, ofrecieron a la hambrienta población de Oshk. Luego cesaron los comentarios sobre el tema. En vano. El problema no está en los capos locales del negocio de la droga. La combinación a la que se juega, posiblemente sea mucho más complicada.

Un buen ejemplo para entender la raíz de los acontecimientos en Asia Central, lo podemos encontrar en el otro extremo del globo.

El 29 de febrero de 2004 el presidente de Haití, J.B.Aristide fue derrocado y expulsado del país, acorralado por una muchedumbre alzada. Como es habitual fue acusado de corrupción y represión de la oposición.

La «comunidad internacional», naturalmente apoyó las «medidas obligadas» y el envío de tropas para «restablecer el orden» en Haití.

En el artículo: «El golpe, tras el que estaba EE.UU.» aparecido en marzo de 2004, el director del Centro de estudios de la globalización, profesor de la universidad de Ottawa, M. Khossudovsky, analizaba las causas del derrocamiento de Aristide. Incluía el papel del FMI, los medios de comunicación occidentales, las «ONG» y la «oposición civil» amparada por ellos (sobre este tema, aunque no tan a fondo, también habló el director del FSB [antigua KGB. N de la T] en una reciente sesión parlamentaria de la Duma).

Recomiendo a todos leer el artículo de Khodussovsky en internet: http:// globalresearch.ca/articles/CH0402D. html.

La incógnita de la «revoluciones de colores» cuya naturaleza intentan aclarar las mentes más escrutadoras de Rusia, aparecerá clara como el agua.

Según Khossudovsky, una de las principales causas del golpe en Haití, fue la ubicación de este país a medio camino entre Colombia, donde se produce la cocaína, y el estado de Florida, por donde entra.

El profesor canadiense considera que los servicios secretos de EE.UU, que controlan el flujo de cocaína de América del sur a EUA a través del caribe, perseguían establecer el control total sobre Haití, uno de los países clave en la ruta de la droga.

Según expone Khossudovsky, la CIA desde los tiempos de la guerra de Vietnam, utiliza el control sobre el negocio de la droga, para financiar sus operaciones secretas.

El gobierno estadounidense, simula desconocer el origen del «dinero sucio» para los golpes de estado, pero de algún sitio tiene que salir…

El valle de Ferganá, está situado a medio camino de Afganistán a Rusia y Europa, hacia donde se dirige la mayor parte de la heroína afgana.

Al parecer las causas de los acontecimientos en Uzbekistán habría que buscarlas en la explosiva combinación de una población muy empobrecida (fruto de la desintegración de la URSS), del extremismo islámico (que se alimenta de esa misma miseria), de la acción de los políticos occidentales y sus servicios secretos, sin olvidar a los cárteles narcos, relacionados con esos mismos servicios secretos.

Por lo visto no hay una receta única, que sirva para preparar las revueltas en los espacios de la antigua URSS.

Las proporciones de extremismo, intervención de servicios secretos y narcomafia, que manejan los cocineros occidentales, varían dependiendo de las condiciones locales.

Lo único claro, es que los gobiernos de los países de la ex-URSS se encuentran en una defensa sorda, esperando recibir el golpe de un enemigo invisible.

Al gobierno de Uzbekistán le va a tocar, durante mucho tiempo, intentar justificar su operación en Andiján. Aunque las recetas del guiso, que se llevó por delante la vida de decenas y puede que cientos de personas, fueron preparadas lejos de las fronteras de Uzbekistán.

A Asia Central se le ofrece un plato que lleva por nombre:

«democratización del Gran Oriente Próximo», en el menú del restaurante americano.

Y los afilados cuchillos y no menos puntiagudos tenedores están ya sobre nuestra mesa. Ante nuestros ojos, bajo la forma de ampliación de la esfera de «actividad» de la OTAN, prácticamente en todo el mundo.

A los pueblos se les ofrece una simple elección: o cortáis la comida de la cocina americana, u os cortamos a vosotros.

El presidente Bush acaba de anunciar la creación de una especie de «cuerpo de reacción rápida» dependiente del Dpto. de estado de los EE.UU.

Según sus palabras, los nuevos «spietsnaz» deben estar preparados para organizar instituciones democráticas en cualquier país, en cuestión de semanas.

Por lo visto Uzbekistán, es un lugar adecuado para probar las fuerzas de los «democráticos spietsnaz» de los EE.UU.

Y por último. Los recientes acontecimientos en Asia Central, están perfectamente sincronizados, con la presión a todos los niveles: política, económica, informativa y militar, que se ejerce sobre Rusia.

Los plazos de la desintegración de Rusia ya ni siquiera se ocultan. Están detallados en un reciente y escandaloso informe de la CIA. Se citan los años 2012 – 2014.

Así pues, en Rusia tenemos sobre que pensar, reflexionando sobre los acontecimientos de Andiján, sobre sus causas y consecuencias en forma de «investigación internacional»

Estrategia del caos dirigido. Ese es el nombre del «juego» occidental en todo el espacio postsoviético. Incluida Rusia, por supuesto.