Cuando caen las bombas la división entre los sexos se vuelve aún más grande. Cynthia Cockburn investiga por qué tantas mujeres* se organizan contra la guerra – y también es una activista para la paz. En una entrevista de Ulrika Kärnborg para el diario sueco Dagens Nyheter podemos compartir sus ideas. En 2002 fui a […]
Cuando caen las bombas la división entre los sexos se vuelve aún más grande. Cynthia Cockburn investiga por qué tantas mujeres* se organizan contra la guerra – y también es una activista para la paz. En una entrevista de Ulrika Kärnborg para el diario sueco Dagens Nyheter podemos compartir sus ideas.
En 2002 fui a visitar Bat Shalom, la organización israelí-palestino en Jerusalem. La jefa, Terry Greenblatt, estaba muy ocupada con preparar un discurso que iba a dar delante el consejo de seguridad del UNO, y me recibió en su despacho donde me contó con tristeza de la violencia creciente contra mujeres en el pueblo israelí. Lo que pasaba en el banco Oeste y en Gaza se había trasladado a los dormitorios y salones israelíes. «Tenemos un lema, ‘la ocupación nos mata a todos'», me dijo. Las primeras víctimas de la guerra son las mujeres y los niños, pero a la misma vez se fundan redes de mujeres que tienen como meta vencer la violencia, el odio y el nacionalismo. Uno de los que han escrito sobre este tema de una manera muy intuitiva es la activista feminista e investigadora Cynthia Cockburn.
En la primera fila en el auditorio de la Universidad de Örebro, Suecia, está sentada una señora mayor, con el pelo de punta, que hace preguntas irascibles. No la reconozco hasta más tarde, cuando la profesora de ciencia de género, Anna G Jónasdóttir, me la presenta. Es Cynthia Cockburn.
He venido para hablar con ella de un tema que no solo me interesa a mí, pero a cientos de miles de personas en todo el mundo, el tema de mujeres y guerra.
¿Por qué tantas mujeres se organizan contra el militarismo y la guerra? ¿Por qué eligen hacerlo en grupos donde los hombres no son bienvenidos? Esas eran algunas de las preguntas a las cuales Cockburn quería dar una respuesta cuando empezó a trabajar en el libro «From where we stand» que fue publicado en 2007.
Después de pasar más de dos años en países como Sierra Leona, India, Bosnia y Colombia, se dio cuenta de que las diferencias entre mujeres que vivían cerca de las guerras eran más grandes que las igualdades. Las diferencias religiosas, étnicas y culturales construyen muros que pueden parecer insuperables. Por no mencionar las diferencias económicas, que hacen que por ejemplo una mujer en Sierra Leona puede encontrar muy difícil hablar con una mujer de Bosnia, aunque compartan experiencias similares.
– Para mi es necesario sentir que mis investigaciones se hacen por demanda de un grupo de personas determinado. Ya sabes, casi como un político pertenece a su distrito electoral.
Cynthia Cockburn empezó su carrera como periodista y activista en los años 80, cuando Margeret Thatcher dio la bienvenida a los misiles de crucero de los EE.UU en el territorio británico, empezó a participar en el movimiento por la paz. Llegaron las guerras de los 90 en los países balcánicos y en Irak. En enero de 1988, un mes después del estallido de la primera intifada palestina, unas mujeres israelies fundaron Women in black (Mujeres en negro). El movimiento consiste en mujeres israelíes y palestinas que decidían unirse en una protesta silenciosa contra la ocupación ilegal de Palestina. La organización se extendió poco a poco a Belgrado y desde Belgrado a Londres. Cada semana, en un día determinado, se juntan en un lugar determinado. Es una imagen impresionante ver a todas estas mujeres, guardando silencio, vestidas de negro.
– Parte del trabajo tiene que ver con el hecho de que soy una socia activa de Women in black. Me fascina como mujeres que pertenecen a lados opuestos en una guerra tienen que trabajar para poder comunicarse entre ellas. Las dificultades que tienen que vencer son muchas veces enormes. Sin embargo, surge aquel diálogo, una y otra vez.
Le pregunto si en el proceso de sus proyectos ha encontrado el punto de vista de que los occidentales «obligan» a mujeres en el tercer mundo a adoptar valores feministas para los que no están preparadas.
– Por supuesto, siempre tenemos que luchar contra ese prejuicio. Pero la verdad es que muchas veces es lo contrario. Parece que la situación de guerra da a luz a un análisis que vincula conflictos y la muerte con la masculinidad tal y como está construida hoy en día. ¿Para qué sirve la guerra? ¿Por qué es tan fácil conseguir que los hombres maten? ¿Por qué sus víctimas casi siempre son civiles, mujeres y niños? No, las mujeres afectadas por la Guerra se vuelven feministas sin que nadie les obligue.
Añade que las experiencias de guerra contienen casi todos los temas importantes que las feministas en el mundo tratan de entender. Compra de sexo, prostitución, hambre, abusos y mutilación de genitales, restricciones de los derechos y libertades de las mujeres como ciudadanos, todo esto está vinculado con, y con lo que se espera de una guerra.
Una cosa curiosa es ¿por qué nunca nos cuentan la amplitud de la violencia sexual dirigido directamente contra mujeres en tantos conflictos armados, como por ejemplo ahora en Darfur? Parece variar de guerra a guerra, dependiendo de la disciplina que imponen los comandantes sobre los soldados, y también de la importancia de mostrar una superioridad moral. Puede tratar de imponer un límite importante, y de vez en cuando incluso racista, entre «nosotros» y «ellos». Este límite se cruza cuando los soldados cometen violaciones. Cockburn dice, que por ejemplo es muy poco corriente que soldados israelíes violen a mujeres palestinas, mientras es muy común la violencia sexual en Sudan.
No obstante, las violaciones en todas las guerras están rodeadas de un halo de misterio.
– Habrá muchas razones para ello. Las mujeres no cuentan, sus experiencias no valen tanto. Además puede ser que el tema sea vergonzante, vinculado con la deshonra y culpabilidad. Pero la explicación más probable será que las mujeres no se atreven a contar lo que ha pasado.
Y así sigue en muchas partes del mundo. Amnistía Internacional tiene una lista de países donde las mujeres se meten en problemas si denuncian violencia sexual, y es una lista larga. El castigo por testificar es muchas veces más duro que el castigo que recibe el violador. Hay países donde las mujeres no tienen posibilidad de contar lo que les ha pasado. Sus maridos las dejan, sus padres las repudian. En algunos casos el marido de la mujer violada tendrá que pagar una multa a los padres de la mujer, aunque no haya estado involucrado en el abuso.
Cynthia Cockburn no piensa que la misoginia, el odio a las mujeres, es la única explicación a la violencia. Para analizar la importancia de la guerra para la masculinidad utilicé dos conceptos de Simonde de Beauvoir: inmanencia, que significa reproducción, y trascendencia, que significa creatividad y superación. Lo primero está vinculado con la feminidad, lo último con la masculinidad. Los hombres quieren producir algo y darle significado a través de ponerse encima de la existencia de los animales y a la vez tienen miedo de quedar atrapados en la inmanencia, lo femenino. Y aparece la guerra, como la respuesta a una pregunta.
– No es seguro que todos tengamos que vivir una guerra. No todos, gracias a díos, tienen que tener estas experiencias. Pero la amenaza y la promesa de la guerra sigue ahí, una solución ya hecha que obliga a ambos sexos a vivir al 100% los papeles construidos por la sociedad.
¿Y esto se utiliza por supuesto en la propaganda de guerra, por ejemplo ¿para hacer que entren los hombres jóvenes en el ejército?
– ¡Sin duda! Ya sabes como suena: Vamos chicos, ¡es una gran oportunidad! ¡Dejad a las mujeres y niños en casa y vamos a la guerra!
¿Entonces para defender su país y «sus» mujeres y niños hay que dejarlo todo primero?
– Exacto.
Y al mismo tiempo uno puede liberar las mujeres del enemigo.
– Si, como Bush en Afganistán. Todo esto es una manera de superar lo corriente, la vida normal. Siempre he pensado que se debería calcular cuanto le cuesta la masculinidad de hoy en día al gobierno británico. El vómito en las calles los domingos, las agresiones, toda la propiedad destruida, las violaciones, etcétera. Imagínate si un economista conocido podría calcularlo para que nosotros pudiéramos preguntar al gobierno si de verdad tenemos dinero para gastar en eso.
Pero después Cockburn nos recuerda de la importancia de evitar la trampa existencialista.
-No queremos decir que las mujeres por naturaleza son pacíficas. En Women in black casi nunca hablamos de la vinculación entre la masculinidad y la guerra; sería contra-productivo y produciría demasiado rencor.
Aunque Cynthia Cockburn piensa que las pacifistas hacen un trabajo fenomenal en todo el mundo, está de acuerdo que no conseguimos llegar a ninguna meta. Ni ella ni yo conocemos ningún lugar donde la guerra ha podido ser evitada o parada gracias a mujeres voluntarias.
Es un trabajo de Sísifo, pero no obstante parece necesario. Las cosas van empeorando y pienso que el mundo no pueda tragar mucho más. El cambio climático abre una situación donde una guerra grande puede ser devastadora para el planeta entero.
*Este verano entre el 16 y el 20 de agosto se celebrará en Valencia, el XIV encuentro internacional de las Mujeres de negro. Página web:
http://www.mujeresdenegro.org/
Articulo Original
Klädd i svart för freden
http://www.dn.se/DNet/jsp/polopoly.jsp?a=804825
Traducido por Tora Ahlstrom para Globalízate