El vuelo AF 438 que el pasado sábado salió de París con rumbo a México quedará en los anales de los delirios con que la administración norteamericana organizó su cruzada antiterrorista. Por orden de la Transportation Security Administration (TSA) de Estados Unidos, el vuelo de Air France tuvo que ser desviado del espacio aéreo […]
El vuelo AF 438 que el pasado sábado salió de París con rumbo a México quedará en los anales de los delirios con que la administración norteamericana organizó su cruzada antiterrorista. Por orden de la Transportation Security Administration (TSA) de Estados Unidos, el vuelo de Air France tuvo que ser desviado del espacio aéreo norteamericano porque, supuestamente, a bordo de éste viajaba un pasajero que representaba un peligro para la seguridad nacional. El avión desvió así su ruta, salió del espacio aéreo norteamericano y ello lo obligó a hacer una escala técnica en la isla caribeña francesa de Martinica. Luego, el aparato continuó hacia su destino pero por otra ruta. Nadie sabía entonces quién era el peligroso terrorista que representaba una amenaza para la primera potencia mundial. El secreto se reveló en México: se trataba de un periodista. El copiloto reveló que el responsable de tantos atrasos no era otro que Hernando Calvo Ospina, un periodista colombiano residente en París y enviado a Nicaragua por Le Monde Diplomatique.
Aparte de los narcotraficantes colombianos que el gobierno de Alvaro Uribe deporta con una generosidad elocuente hacia los Estados Unidos no se sabe de otro colombiano o latinoamericano que represente una «amenaza para la seguridad nacional». Sin embargo, Ospina debe figurar en una lista y eso les valió el problema, a él y a los pasajeros del vuelo AF 438. «Quedé atónito y mi primera reacción fue preguntarle (al copiloto) ¿ cree usted que soy terrorista ? Me dijo «que no y que por eso me avisaba», contó el periodista. Calvo Ospina fue interrogado con cortesía por la policía mexicana durante su escala en México y luego siguió su viaje. El periodista adelantó que la policía mexicana le explicó que había sido retenido a pedido de las autoridades estadounidenses. «Fui testigo del cansancio de los pasajeros, en especial de los niños, algunos de los cuales vomitaron de agotamiento, y del temor de los mayores de saber que entre ellos había un ‘terrorista'», comentó Ospina a la agencia de prensa AFP.
La historia no concluye con la ruta del viaje. La administración norteamericana se sigue vengando con cualquier inocente por la inoperancia con que actuó antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Ayer, la compañía Air France dijo que «estudia actualmente las vías de recurso ante la Transport Security Agency (TSA)». Francis Combes, el director de la editorial Le Temp des Cerises, que publicó algunas obras de Calvo Ospina, calificó la intervención estadounidense de «grave atentado contra la libertad de circulación de las personas y la libertad de expresión… Esto demuestra a qué nivel de paranoia se conduce la guerra contra el terrorismo, que parece seguir dictando la conducta de la administración estadounidense». Maurice Lemoine, redactor jefe del mensual francés Le Monde Diplomatique, fue categórico cuando declaró que este «desvío paranoico, en pleno cielo, de un avión de línea, con el pretexto de la presencia de un pasajero que no presenta ningún peligro, con un costo enorme para Air France (…) llama una vez más la atención sobre el acuerdo Bruselas-Washington». Dicho acuerdo abrió las puertas para que las compañías permitan al Departamento de Seguridad Interior estadounidense el acceso electrónico a sus listas de pasajeros. Lemoine también señaló que lo ocurrido con el vuelo hacia México muestra que la vigilancia es global y no parcial: «Muchos imaginan que esta vigilancia sólo se refiere a los vuelos con destino a Estados Unidos. Los servicios estadounidenses se interesan también, sin que lo sepan, por todo avión que sobrevuela aguas territoriales y territorio estadounidense. Big Brother está, más que nunca, vigilándote». Ya saben entonces: el universo entero es hoy un peligro para la seguridad de Estados Unidos. El «eje del mal» tan vilipendiado por el ex presidente Georges Bush sigue en expansión.