Los prolongados males económicos han ayudado a empeorar la violencia doméstica en Japón. Pero ahora la mayoría de los afectados son niños y ancianos. El escenario actual ya no es el de las esposas golpeadas, y requiere enfoques nuevos y diversos. «Nuestra investigación muestra que hoy hay más niños y ancianos que enfrentan abusos diarios […]
Los prolongados males económicos han ayudado a empeorar la violencia doméstica en Japón. Pero ahora la mayoría de los afectados son niños y ancianos.
El escenario actual ya no es el de las esposas golpeadas, y requiere enfoques nuevos y diversos.
«Nuestra investigación muestra que hoy hay más niños y ancianos que enfrentan abusos diarios o que corren riesgo de padecer ese tipo de violencia», dijo la socióloga Rika Inamura, profesora de la Universidad Internacional de Kogoshima.
La culpable es la recesión económica que se inició en los años 90 y continúa afectando a los japoneses, sostuvo.
Esto aumentó la pobreza en los hogares japoneses e hizo colapsar los vínculos de las comunidades locales, agregó.
Otro de los principales motivos para el aumento de la violencia doméstica es una población envejecida que cada vez reclama más a los jóvenes, generando tensiones dentro de las familias, afirmó Inamura.
«Muchos ancianos y niños necesitan mecanismos de apoyo. La expansión de la violencia doméstica significa abordar la pobreza y el colapso social, y también desarrollar programas para ayudar a los perpetradores», agregó.
Según las últimas estadísticas difundidas por el gobierno, 73.000 personas reportaron alguna forma de violencia en 2009. La cifra implica un aumento en relación a los 68.000 casos denunciados en 2008, y más que duplica los de 2002, cuando Japón aprobó sus primeras leyes contra la violencia doméstica.
Los números más recientes se divulgaron el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Las mujeres constituyeron más de 80 por ciento de las víctimas de la violencia doméstica en 2009, y el medio más popular que utilizaron para buscar ayuda fue el teléfono. Los tipos de abusos reportados fueron heridas físicas, mientras que una de cada tres víctimas habían sufrido abusos verbales y psicológicos con regularidad.
La policía también llevó a cabo más de 25.000 investigaciones en el marco de la revisada Ley de Prevención de la Violencia Doméstica, de 2002, que amplió la protección de la violencia física y las amenazas (incluido el acoso) de cónyuges actuales y ex a concubinos y sus hijos.
Aunque las demandas de ancianos actualmente representan apenas unos 300 casos de violencia doméstica de todos los reportados en 2009, los asesores que trabajan con los abusados dicen que cada vez tratan con más víctimas ancianas, lo que señala que ese sector de la población se ha vuelto más vulnerable a este problema.
Entre los casos más recientes de la Asociación Mimosa, líder en su apoyo a los programas contra la violencia doméstica, hay dos parejas de unos 70 años que buscaron ayuda tras soportar muchos años de abusos físicos de parte de sus hijos, con los que convivían.
Los casos de abusos infantiles también se dispararon a casi 45.000 consultas en 2009, de acuerdo al Ministerio de Salud y Bienestar.
Según los asesores, los abusos varían de lo físico y sexual a lo verbal y el abandono, que se manifiesta, por ejemplo, en no darles alimentos.
Sociólogos y abogados señalan, sin embargo, que la violencia doméstica puede ser aún más seria de lo que indican las estadísticas, porque muchos japoneses todavía consideran que se trata de una cuestión privada.
La experta en temas de género Junko Fukazawa, del no gubernamental Centro de Servicios Humanos, señaló que, hasta mediados de los años 80, «violencia doméstica» era un término ausente de la conciencia de las autoridades japonesas.
«En cambio, la gente hablaba de divorcios de mediana edad o depresión entre las mujeres casadas. Nadie vinculaba realmente estos problemas a la violencia contra las esposas», añadió.
Esa violencia doméstica saltó a un primer plano en los años 90 a consecuencia de la «presión internacional sobre Japón» y a la firme campaña de las feministas japonesas para poner de relieve el asunto, dijo Fukazawa.
Por lo menos, actualmente parece haber un apoyo social a las mujeres que se manifiestan contra la violencia, dijo Chie Matsumoto, de la organización Purple Parade, que trabaja con otras para crear conciencia sobre el problema.
«El público es consciente de la violencia doméstica», opinó, lo que es una tendencia significativa en un país donde hay poca igualdad de género.
«Hay empatía con la víctima. Todavía se necesita empezar la educación sobre la violencia doméstica en escuelas, universidades y hospitales», añadió.
La directora de la Asociación Mimosa, Hisako Yasuda, dijo que abordar las causas de la violencia doméstica es crucial para generar una solución a largo plazo.
Pero planteó que algunas medidas prácticas, como nuevas asignaciones para viviendas a los sobrevivientes de la violencia doméstica, son igual de importantes, dado que ayudan a las víctimas a reiniciar sus vidas.
Actualmente, la occidental prefectura de Tottori –donde tiene su sede Mimosa-concede esas asignaciones. El gobierno local paga el alquiler de apartamentos a sobrevivientes de violencia doméstica por hasta seis meses.
Yasuda dijo que ese gesto fomenta la confianza de las víctimas, que necesitan tiempo para rehacer sus vidas luego de años de abusos.
«Las mujeres, especialmente las que rondan los 60 años, necesitan este apoyo financiero, dado que muchas de ellas no tienen trabajos estables cuando escapan de sus esposos abusivos», destacó.