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Voces que se alzan

Fuentes: Barómetro Internacional

La voz de apertura de la 66ª Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) conquistó espacio en algunos de los principales diarios del mundo. Y no porque la proferidora de esas palabras iniciales haya recibido zapatazos, golpes o agresiones de otro tipo. La vibración de las membranas de la laringe se transformó […]


La voz de apertura de la 66ª Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) conquistó espacio en algunos de los principales diarios del mundo. Y no porque la proferidora de esas palabras iniciales haya recibido zapatazos, golpes o agresiones de otro tipo. La vibración de las membranas de la laringe se transformó en imágenes textuales en los titulares.

Se trató de un discurso de la presidenta brasilera Dilma Rousseff que estuvo caracterizado por apelaciones feministas, críticas indirectas a las arbitrariedades de algunos jefes de estado en las relaciones internacionales, y una postura explícita a favor de la creación del estado palestino.

Este enfrentamiento de Rousseff en la ONU sigue al período en que, contradictoriamente, el Brasil acaba de firmar un tratado en el ámbito del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y otro bilateral con Israel previendo el comercio de armamentos y tecnologías de defensa y seguridad. Rumores prevén la participación de empresas israelíes en los eventos deportivos de 2014 y 2016 en Brasil.

La Asamblea General tuvo lugar en la sede de la ONU en Nueva York, cuyo país anfitrión es uno de los mayores aliados de Israel en la geopolítica del Medio Oriente y agresor incondicional de naciones soberanas con matrices culturales distintas o divergencias ideológicas..

Rousseff fue entrenada para confiar en demasía en el discurso de «país emergente» para contrabalancear poderes en las relaciones internacionales y nortear las demandas tercermundistas. Hasta aquí todo bien. El problema es que la líder frecuentemente profiere en una dirección y ejecuta en otra, como cuando mantenemos una «misión de paz» en Haití o la convivencia con el «gobierno de transición hacia la democracia» en Libia, donde se mantienen negocios multimillonarios de empresas brasileras.

La notoriedad de Brasil en el mundo esconde las reivindicaciones populares internas, así como los huelgas que irrumpen en varios estados (por ejemplo las de los funcionarios de la Empresa de Correos y Telégrafos y de los bancarios) y asegura el bienestar de los más ricos y detentores del verdadero poder nacional, quienes dicen sufrir cada vez más con la inseguridad en las ciudades.

El presidente estadounidense Barak Obama declaró, en la misma Asamblea de la ONU que las Naciones Unidas no serán el lugar para que Palestina legitime la creación de su Estado y recomendó que las negociaciones se realicen directamente con Israel a fin de no perjudicar el proceso de paz.

El estadista norteamericano confirma así que la ONU sirve para poco y para pocos si solo canaliza eficazmente las decisiones de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad que atienden los intereses de las grandes potencias. El papel de nuestros países «emergentes», «subalternos», «tercermundistas», «marginales» es de esta forma el de meros espectadores..

De ahí que el compromiso de Brasil y otros países latinoamericanos sea creciente en los organismos tradicionales aunque esta aceptación provenga del recelo en sus «cabezas» de que los nuevos procesos de integración reduzcan la legitimidad de las resoluciones de la ONU. Las grandes potencias no quieren nuevas sepulturas a sus proyectos, como la del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) por la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).

La preocupación no es en vano, una vez que se distancian en Brasil los extremos educativos y las masas se controlan con mucha eficacia por los medios de comunicación hegemónicos. Estos se tornan actores políticos principales en la intermediación entre los ciudadanos y los servicios públicos, así como a través de la capacidad de elegir representantes políticos y determinar agendas.

El costo de vida está más alto en este país, sobre todo en alimentación, transporte, vestimenta y vivienda. El gobierno federal esperaba una inflación de 4,5% en 2011, pero ella ya pasa de 7,3% según el Índice Nacional de Precios al Consumidor Amplio (IPCA) y el Real se desvaloriza rápidamente frente a otras monedas. Son los pobres los que más sienten la taciturna inflación del Brasil.

A esto se le agrega una ilusión del consumidor brasilero, creyente en que está contribuyendo a la «emergencia» de este país. La oprobiosa Petrobrás descubrió nuevas reservas de gas natural y petróleo en el subsuelo de aguas profundas en la cuenca de Sergipe-Alagoas. El precio en el mercado interno de los derivados mientras tanto no bajará a pesar de ello, porque esta es una empresa vinculada al mercado internacional y que no ofrece ningún subsidio al consumidor nacional. Hace mucho tiempo ya que Petrobrás no defiende los intereses de los brasileros, por eso Lula sugirió la creación de una nueva petrolera estatal para gestionar los recursos de los descubrimientos energéticos, un patrimonio del pueblo de este país que está siendo llevado por accionistas ganadores.

Rousseff repite la política exterior de su antecesor Lula, profundiza el estrechamiento de relaciones Sur-Sur con énfasis en África y América Latina, y apuesta a un papel más decisivo que Brasil está conquistando en los organismos tradicionales de cooperación mundial, sin dejar de lado el aliento a las nuevas instituciones que se crean en América Latina.

El paso inicial ha sido alzar la voz y mostrar las molestias.

Resta que nos oigan con atención en los foros internacionales. De lo contrario crearemos nuestros propios espacios de diálogo.

Blog del autor: http://www.brunoperon.com.br

Fuente original: http://www.barometro-internacional.org