Bajó la pobreza 3,5 puntos porcentuales. Albricias. El dato, como sabemos, se refiere al número de familias, no al de personas. A julio de 2007, el 16,7% de las familias fueron estadísticamente clasificadas como pobres por el respectivo organismo oficial que recopila y elabora tales estadísticas. Estas familias pobres son aquellas donde el ingreso mensual […]
Bajó la pobreza 3,5 puntos porcentuales. Albricias. El dato, como sabemos, se refiere al número de familias, no al de personas. A julio de 2007, el 16,7% de las familias fueron estadísticamente clasificadas como pobres por el respectivo organismo oficial que recopila y elabora tales estadísticas. Estas familias pobres son aquellas donde el ingreso mensual familiar, promediado por el número de personas que conforman esa familia, es menor a 54.160 colones en la zona urbana y 43.261 colones en la rural. Si ese promedio fuese, respectivamente, de, digamos, 54.200 o 43.300 colones, diremos entonces que, afortunadamente su familia ¡dejó de ser pobre! Es cosa bien fácil. Basta con que el güila venda una empanada más bajo el semáforo y usted subió de categoría. Además, como he dicho, se habla de «familias pobres» no de «personas pobres». El caso es que si usted observa el número de personas -cosa sin duda más realista pero políticamente menos conveniente- el porcentaje se eleva al 19,0% ¿La razón de tal diferencia? Fácil: por diversas razones sociales, conforme más pobres son las personas más numerosas tienden a ser sus familias.
El santo detrás del milagro
Como se ve, la cosa está hecha a la medida de las necesidades del marketing de los políticos. Mucho más en el actual gobierno, donde la imagen, el discurso y la apariencia son manejadas conforme los más refinados criterios goebbels-orwellianos. No interesa estudiar en serio el fenómeno y las manifestaciones de la pobreza, mucho menos sus raíces fundamentales ni las realidades vivenciales de las personas de carne y hueso que sufren la carencia. Esas son entretenciones inútiles, propias de profesores universitarios vagabundos, no de las brillantes y globalizadas tecnocracias neoliberales al comando de este paisecito que alguna vez fue nuestro.
Surge, en todo caso, la pregunta: ¿Y cómo se logró el tan connotado milagro que jubiloso celebra el presidente? Primero, la economía costarricense ha crecido en estos años que es un contento. Son tres años seguidos -2005, 2006 y 2007- en que el PIB aumenta a un ritmo que ronda o supera el 6% anual. En particular, el 2006 registró un pico de crecimiento por encima del 8%. En su afán de rendirle pleitesía al gobierno, hay quienes atribuyen este desempeño a Arias. Lamento subrayar que, sin embargo, muchos datos indican que las tendencias ascendentes se pusieron en marcha en la administración de Pacheco. Por otra parte, pareciera que una parte nada despreciable de ese dinamismo es resultado del empujón originado en el sector construcción. Baste indicar que, según las estimaciones del Banco Central, en 2006 y 2007 esa actividad habría crecido a tasas del 18 a 20% anual. Impresionante. Ello también permite entender una buena parte de la reducción del desempleo. Fíjese usted que la construcción solita explica más del 27% del total de los nuevos empleos que se registran a julio de 2007, comparativamente al dato de un año atrás.
Las exportaciones -con tasas de crecimiento de dos dígitos desde 2005- han dado también un aporte notable. Pero hay que subrayar que detrás del crecimiento exportador, así como del auge de la construcción, lo que hay es una cosa: correntadas de inversión extranjera. Vea usted que en los tres años comprendidos entre 2004 y 2006, la actividad inmobiliaria absorbió una cuarta parte (25%) del total de la inversión extranjera directa. Por su parte, las zonas francas -un puñado de tan solo 151 empresas extranjeras que acaparan el 53% de todas las exportaciones del país- recibieron el 35% del total de esa inversión. Y conste que en estos años se rompieron todos los récords históricos en materia de inversión extranjera, de modo que los montos destinados en forma conjunta a las exportaciones desde zona franca y a la construcción son muy, pero muy grandes (en total US$ 1.853 millones para los tres años 2004-2006).
Una favorable coyuntura económica mundial
Sume: la inversión extranjera lloviendo a borbollones; una parte sustancial de esa inversión va a construcción y exportaciones; estos dos sectores han dinamizado fuertemente la economía, y en particular el primero ha generado muchísimos empleos. Note ahora: cuando decimos inversión extranjera y exportaciones decimos economía mundial. Resulta que, a fin de cuentas, la clave parece estar en ésta última. Es fácil constatarlo. Baste decir que los años 2004-2006 han sido de un auge económico extraordinario, como no se registraba en más de treinta años. He ahí la realidad detrás del «milagro de Arias»: un ciclo económico mundial excepcionalmente favorable.
Surgen entonces algunas preguntas. Primero: ¿Qué factores explican ese auge mundial? Digamos que este auge ha tenido dos dinamos o locomotoras principales: Estados Unidos y China. Esta última empujada en un proceso de acelerado desarrollo industrial y modernización capitalista, cuyos costos humanos y ambientales son simplemente devastadores. En lo que a Estados Unidos se refiere, conviene señalar dos detalles. Primero, el crecimiento del consumo y, en especial, del sector inmobiliario, desatado por la política de bajísimas tasas de interés aplicada por la Reserva Federal (banco central estadounidense) en el período 2001-2004. Segundo, el keynesianismo militarista e imperialista aplicado por la Administración Bush con el pretexto de la guerra contra el terrorismo. Así, la economía estadounidense, pavorosamente desequilibrada, constituye una especie de bomba gigantesca que inyecta correntadas infinitas de dólares a la economía mundial.
Se entiende que Costa Rica se haya visto «bendecida» por tales aguaceros de inversión extranjera, en virtud de lo cual las tasas de interés están por los suelos y hasta el dólar tiende a la baja. Ello es simplemente consecuencia de que el mundo se ahoga en capitales financieros en su mayor parte alimentados por los desequilibrios de la economía estadounidense. Se entiende, además, que estemos en auge económico, cuando -alimentada por este aparato planetario de especulación- la economía mundial también lo ha estado. Se entiende que este auge en Costa Rica también muestre un poderoso sesgo especulativo, en buena medida centrado en el sector inmobiliario y el endeudamiento. No muy distinto resulta, por cierto, esta globalización financiera que padecemos.
Una economía mundial altamente desequilibrada
La segunda pregunta: ¿se sostendrá esto? Hay un millón de indicios que, de forma bastante coincidente, sugieren que no. Primero, crecen las evidencias en el sentido de que la crisis inmobiliaria en los Estados Unidos es de muy amplios alcances y que todavía queda mucho por destapar. Lo que nadie sabe es dónde irán saltando las nuevas manifestaciones del problema, cuando seguramente traspasarán -como ya lo han hecho- las fronteras de Estados Unidos. Claramente esto ha tenido el efecto de comprimir la disponibilidad de crédito, lo que ha puesto en aprietos a los bancos centrales del mundo rico y ha creado tremenda ansiedad en sus bolsas de valores. Entretanto el dólar sigue tambaleándose al borde del abismo, en un juego tenso mediante el cual Estados Unidos intenta trasladar parte de su recesión hacia Europa. Al mismo tiempo la Reserva Federal se alinea -una vez más- con los grandes intereses financieros, mediante una política de recorte de los intereses. Algo que se ve medio suicida cuando ya el dólar se exhibe tan raquítico.
El panorama es extremadamente complejo e incierto. Algunas cosas, sin embargo, han ido quedando en claro. Veamos.
1) La economía mundial está gravemente desequilibrada.
2) La actual arquitectura del sistema económico mundial -marcadamente orientada hacia lo especulativo- tiende a agudizar tales desequilibrios.
3) Los desequilibrios están centrados en la economía de los Estados Unidos, en general, y en el dólar, en particular.
4) La crisis inmobiliaria estadounidense es un proceso en pleno desenvolvimiento, que aún están lejos de agotar sus manifestaciones y repercusiones negativas.
5) Va quedando claro que las consecuencias de esa crisis se están diseminando a la economía estadounidense en su conjunto, con lo que razonablemente cabe esperar una fuerte caída de su dinamismo como, en general, una caída del crecimiento económico mundial.
6) No se descarta que esta situación pueda agravarse hasta desembocar en una recesión abierta.
¿Qué queda en claro de lo antedicho? Que el gobierno de Arias, sin proponérselo, ha sido innovador en al menos una cosa: sus «mejores tiempos» se han dado al inicio de la administración. La economía creció fuerte, se crearon empleos y bajaron los índices oficiales de pobreza. Repetir este desempeño en los próximos dos años y medio será sin duda mucho más difícil, cuando probablemente llegue el momento en que deberán centrarse, más bien, en conjurar la crisis. O bien -y con base en nuevos memorandos goebbels-orwellianos– convencer a la gente que cuanto peor estén las cosas, mejor se encuentran.
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