Difícil encontrar alguien tan denostado en Occidente como Vladimir Putin, reelegido presidente por apabullante mayoría. ¿Estará actuando aquí un temor gratuito a la convicción del antiguo oficial de la KGB cuando manifiesta cosas tales las que espetó a quien quiso escucharlo en 2006: «Necesitamos construir nuestra casa bien fuerte y protegida frente a lo que […]
Difícil encontrar alguien tan denostado en Occidente como Vladimir Putin, reelegido presidente por apabullante mayoría. ¿Estará actuando aquí un temor gratuito a la convicción del antiguo oficial de la KGB cuando manifiesta cosas tales las que espetó a quien quiso escucharlo en 2006: «Necesitamos construir nuestra casa bien fuerte y protegida frente a lo que está pasando en el mundo. El camarada ‘lobo’ sabe a quién se tiene que comer y no pregunta a nadie si puede comérselo»?
No, nada de azares. La historia, con su chirriante ir y venir -ora como drama, ora como sainete-, está dando la razón al cinturón negro y octavo dan definitivamente no solo en judo, sino también en alta política. Como nos recuerda en SPUTNIK la colega Vicky Peláez, por uno u otro motivo las promesas de campaña de Donald Trump se evaporaron en 2017, al igual que las consiguientes tenues esperanzas de los líderes de Moscú de conseguir con Washington un «pragmático entendimiento». Sí, la rúbrica estampada por el multimillonario mandatario en diciembre pasado en el documento titulado La Estrategia de la Seguridad Nacional de EE.UU., conforme al que «Rusia representa el más significativo peligro existencial para» el Tío Sam, «puso todos los puntos sobre las íes. Es decir, la ‘Nueva Guerra Fría’ seguirá su curso».
Y cuán prolijos son los «pecados» del Kremlin. En el Programa, de 67 páginas, se atribuye a este lo humano y lo divino. Aunque no se argumentan las aseveraciones como Dios dicta, se le echa en cara «usar modernas tácticas para interferir en las relaciones domésticas en todos los países del mundo». Ocurre que «la combinación de las ambiciones de Rusia y su creciente capacidad militar están desestabilizando la frontera en Eurasia, donde el riesgo de conflicto se está incrementando debido a los cálculos erróneos rusos». En este contexto, más de un analista estima que en realidad lo que presenciamos es el retroceso paulatino en el área de la ascendencia estadounidense, gracias al progresivo poderío de la Federación y de China, el otro elemento «contrario».
Plañen, entonces, los estrategas norteños con que ambos países, confabulados, «comenzaron a reforzar su influencia regional y global. Ahora están creando capacidades militares designadas a negar acceso a EE.UU. en tiempos de crisis a las zonas comerciales críticas y así hacer limitar nuestra capacidad de intervención y de paso realizar cambios en el orden global a su beneficio».
Pero seamos «condescendientes» con el principal inquilino de la Casa Blanca. El tiempo nos revela que, aunque no por las causas que enarbola, el Estado censurado constituye un hueso duro de roer en lo tocante a artilugios sobre todo defensivos. Como atestigua Bogdán Bezpalko, politólogo y miembro del Consejo Presidencial de Relaciones Interétnicas de Rusia, entrevistado por Radio Sputnik y citado por agencias de prensa, flamantes declaraciones de Vladimir Putin provocaron el descontento en sitios como Washington y Londres: «El presidente estadounidense, Donald Trump, y la primera ministra Teresa May las tacharon de ‘irresponsables'». Mas el quid radica en que a estos «no les gusta que Rusia tenga armas modernas por la sencilla razón de que en este caso no puede ser realizada su doctrina del ataque preventivo». (Ataque que hoy incluiría el cariz nuclear, en «conjuro» de una embestida contra EUA o sus aliados, «sus intereses»).
Un reciente mensaje de Putin a las dos cámaras de la Asamblea Federal aludía a técnicas sin análogos en el orbe, supersónicas algunas y vulneradoras de «cualquier escudo posible», como el misil intercontinental de más de 200 toneladas Sarmat, un vehículo submarino no tripulado y sistemas láser de batalla.
De regreso, la bipolaridad
Para Thierry Meyssan (Red Voltaire), queda claro: el actual arsenal nuclear del «oso» restaura la bipolaridad universal. Bipolaridad que, lógicamente, cuenta con una «biografía» y que, cegado por una superioridad que creyó eterna, EE.UU no vio acercarse. Porque, si bien Rusia y sus socios se habían comprometido, en el segundo trimestre de 2012, a desplegar en Siria una fuerza de paz al concluir el acuerdo de Ginebra, la circunstancia se trastrocó totalmente cuando Francia reactivó la guerra, en julio de 2012. «Rusia había dado los pasos necesarios para que la ONU otorgara su reconocimiento a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) y así poder desplegar […] soldados musulmanes, principalmente de Kazajstán, pero nada llegó a hacerse en ese sentido. A pesar de los pedidos de ayuda de Damasco, Moscú se mantuvo en silencio por un largo periodo. Habría que esperar aún tres años, antes de que llegara a Siria la aviación rusa y comenzara a bombardear las instalaciones subterráneas de los yihadistas».
Nuestra fuente puntualiza que «durante esos tres años» se registraron «diversos incidentes militares entre Rusia y Estados Unidos. El Pentágono se quejó, por ejemplo, de la extraña agresividad de los bombarderos rusos que se aproximaban a las costas estadounidenses. En Damasco, todos trataban de explicarse el silencio ruso, preguntándose incluso si Moscú había olvidado sus compromisos. Pero no era esa la causa de aquel silencio. Rusia estaba conformando en secreto un nuevo arsenal y se hizo presente sólo cuando pensó que estaba listo».
Según connotados generales norteamericanos, el ejército rival dispone de un empuje convencional más eficaz. Pero en todo caso, se consuelan los gerifaltes, también es cierto que aquellas tropas no pueden cubrir simultáneamente varios teatros de operaciones y que Washington conserva su superioridad nuclear. Superioridad puesta en picota pública por un stock que integran los proverbiales misiles hipersónicos anunciados por Putin.
Desasosiego norteamericano
Los expertos del inefable Uncle Sam dormitaron en los laureles. Llegaron a creer que pasarían «eones» antes de que los avances de la contraparte llegaran a su fase operativa. Meyssan se pregunta cómo se logró ello sin que los servicios de inteligencia pudieran detectarlo, tal sucedió, por ejemplo, con la nave aérea Sukhoi-57, que ya pasó su bautismo hace unos meses, aunque la CIA no esperaba que estuviera dispuesta antes del año 2025.
El estudioso se extiende en las características de una porción de los factores de disuasión presentados por el reelecto estadista. «El misil intercontinental Sarmat, nombre de un antiguo pueblo ruso que consideraba iguales a mujeres y hombres, retoma la técnica de la ´cabeza orbital´, que ya había garantizado la superioridad soviética en los años 1970 y que la Unión Soviética había abandonado debido a la firma y ratificación [sólo por parte de la URSS] de los acuerdos SALT II. Pero el Senado estadounidense nunca ratificó los acuerdos SALT II, provocando así su caducidad. El tipo de misil llamado de ´cabeza orbital´ tiene alcance ilimitado. Su cabeza se sitúa primero en órbita y, en el momento de su uso, reingresa en la atmósfera terrestre y se precipita sobre el blanco designado. Los tratados que prohíben la nuclearización del espacio prohíben poner una carga nuclear en órbita de forma permanente […] no prohíben hacerla salir al espacio durante una etapa de su trayectoria. Eso es lo que hace el misil Sarmat y, en el estado actual de los conocimientos imposible interceptarlo durante esa etapa de su trayectoria. O sea, el misil Sarmat es disparado, sale al espacio durante parte de su recorrido y reingresa en la atmósfera cuando se abate sobre su objetivo en cualquier lugar del planeta».
Así las cosas, el cohete Kinzhal (Daga) alcanza cinco veces la velocidad del sonido, lo que lo hace imposible de derribar. Ya fue puesto a prueba exitosamente. Rusia dispone también de un motor nuclear miniaturizado que garantiza el desplazamiento de un crucero dotado de una carga de la misma índole y capaz de seguir recorridos imprevisibles y poseer una autonomía de vuelo prácticamente infinita, lo cual implica un alcance enorme… Remarca el comentarista que «el principio mismo del ´escudo antimisiles´ no constituye una defensa válida ante este armamento». En especial porque, apostilla, la historia nos ha enseñado que Rusia, en vez de póker, juega ajedrez, así que no suele recurrir a la exageración o al engaño cuando se refiere a su arsenal. «Las más de 200 nuevas armas utilizadas en Siria son más que convincentes en cuanto al avance tecnológico de los científicos rusos».
Un poder menguado
En sí, ¿qué sucede? Pues que, apuntábamos, los enormes progresos de Moscú privan a Washington del privilegio de poder asestar el primer porrazo. En lo adelante, ambas capitales se golpearían mutuamente. «Estados Unidos -afirma Meyssan- dispone de un número considerablemente más elevado de misiles con cargas nucleares y Rusia será capaz de interceptar muchos de ellos. Dado el hecho de que cada uno de los Dos Grandes dispone de capacidades nucleares suficientes como para destruir el planeta varias veces, los dos se ven de nuevo teóricamente en condiciones de igualdad en ese tipo de enfrentamiento».
Empero, para no pocos analistas castrenses, el complejo militar-industrial yanqui está estancado desde hace unos 20 años. El proyecto más gigantesco en el «currículo» de la aviación destinada a las conflagraciones -el avión F-35- supuestamente debía reemplazar los F-16, los F-18 y los F-22. Pero la compañía Lockheed Martin no se ha exhibido apta para concebir los programas informáticos y el F-35 existente no satisface por completo los requerimientos iniciales, así que la US Air Force se plantea la necesidad de retomar la producción de los aparatos que antes planeaba desechar.
Meyssan y otros valoran que solo en dos decenios EE.UU. anulará el retraso acumulado y conseguirá que el lobby encargado se avenga cabalmente a satisfacer los requisitos del Pentágono, en lugar de continuar vendiéndole cosas viejas rediseñadas. En ese espíritu, concluye -e insistimos- que los adelantos técnicos mencionados no solo modifican el orden mundial, restableciendo -contra todo pronóstico- un sistema bipolar, sino que igualmente obligan a los estrategas a repensar las maneras de conducir la guerra. Porque «el arsenal ruso es invencible, al menos para quien trate de combatirlo con métodos tradicionales. Interceptar misiles hipersónicos, por ejemplo, resulta impensable. Quizás habría que tratar de controlarlos antes de que alcancen esa velocidad. Las investigaciones militares tendrán entonces que reorientarse hacia el control de los sistemas de mando y de comunicaciones del adversario… otro sector donde los rusos también tienen la ventaja».
Agresividad gringa
Ante la situación, la nueva doctrina nuclear de USA estipula el empleo incluso si se recela una acometida convencional. Y recomienda un enfoque agresivo en la cooperación con Moscú sobre la proliferación atómica, instando a Washington a abordar una serie de «amenazas sin precedentes» planteadas por potencias extranjeras, como Rusia, China, Corea del Norte e Irán. Ello, no obstante el que Putin haya pregonado: «Quiero que lo sepan en el extranjero. Todos nuestros planes teóricos de uso (de armamento nuclear) son de respuesta. La decisión de usar armas nucleares sólo se puede tomar si nuestros sistemas (de radares) detectan no sólo el despegue de misiles, sino que predicen con exactitud la trayectoria de sus vuelos y la hora de su impacto en territorio de Rusia».
Lo indiscutible es que en los Estados Unidos el diferendo bilateral se refuerza con la dirección de Trump, y, precisa PL, pasa tanto por aspectos geoestratégicos como Siria y Ucrania, como por sanciones, propiedad diplomática, imputaciones sin evidencias de asesinato de exespías con expulsión de personal de legaciones de uno y otro lados, y acoso a medios de prensa. Un paquete completo de controversias que continúa la tendencia distinguida a finales de la administración del demócrata Barack Obama y uno de cuyos puntos esenciales lo constituye la rusofobia, que impele a considerar negativa cualquier cooperación. Ni siquiera en el antiterrorismo o el control de armamentos, la no proliferación o el desarme parece haber quedado algo de consenso.
Falsear para… ¿ganar?
Moscú considera nítidas falsedades las «razones» oreadas. Citado por Sputnik, el Ministerio de Exteriores apunta al carácter antirruso y de confrontación de la nueva doctrina nuclear de EE.UU., divulgada el 2 de febrero. Además, la Cancillería enuncia una decepción profunda acerca del contenido del documento estratégico del Pentágono. Indica que «parecen hipócritas los párrafos sobre el interés de Washington por unas relaciones estables y la disposición a un trabajo constructivo para reducir los riesgos».
«Lamentablemente vemos que Estados Unidos justifica su política de acumulación a gran escala de armas nucleares con referencias a la modernización de las fuerzas nucleares de Rusia y al supuesto aumento del papel de las armas nucleares en la doctrina rusa. Se nos acusa de reducir el umbral para el uso de armas nucleares y de algunas ‘estrategias agresivas’. Todo esto no tiene nada que ver con el estado real de las cosas», reza el comunicado.
Acontece que, en verdad, la posibilidad de asistirse de esos artefactos se constriñe a dos hipotéticos escenarios «puramente defensivos»: «Respuesta a la agresión con armas nucleares y otros tipos de armas de destrucción masiva contra Rusia y (o) sus aliados. Respuesta a la agresión con armas convencionales en el caso de que la propia existencia del Estado ruso estuviera amenazada». Además, «los diplomáticos rusos recuerdan que en el 2014 la Doctrina Militar Rusa incluyó el término ´un sistema de disuasión no nuclear´, que supone el enfoque en prevenir conflictos militares recurriendo sobre todo a armas convencionales».
Exteriores formula su preocupación por el hecho de que el criterio de Washington para la ejecución del exterminio generalizado deviene difuso. El Pentágono estipula que este podría ponerse en práctica «en circunstancias extraordinarias, unas circunstancias que los estrategas de la doctrina no limitan, de ninguna manera, a los escenarios bélicos». Y ese criterio, impreciso, permitiría (permite) calificar toda aplicación de la violencia como pretexto para acudir a la energía atómica desbocada. Sin embargo, el Ministerio expresa la disponibilidad de buscar junto con EE.UU. «las soluciones a los problemas acumulados para mantener la estabilidad estratégica». Al mismo tiempo, adelanta que Moscú se verá obligada a «adoptar las medidas necesarias para garantizar su seguridad» a la luz de que la nueva doctrina de EE.UU. percibe en Rusia un peligro.
Peligro que, reiteramos, aparece harto conceptuado en la nueva línea de Seguridad Nacional. La cual, a juicio de Vicky Peláez, está voceando la frustración de la Oficina Oval por el hecho de que «el mundo ya no tiene sus ojos puestos en América. Afganistán, Irak, Libia, Siria, Yemen, que sufrieron asesinatos, saqueo, violación, explotación y cuyos Estados fueron destruidos en nombre de la democracia, mostraron la cara opuesta de la democracia a la ‘americana’. Sucedió que el mundo dejó de creer en el mito de la democracia que se convirtió en un simple ‘falso positivo’. La política exterior norteamericana basada tradicionalmente en la idea de una supuesta democracia prácticamente se desintegró y nadie sabe en realidad qué hacer. Las amenazas del presidente estadounidense que antes producían estremecimientos en el mundo entero y gestaban golpes de Estado, ahora no conmueven a nadie. El líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, frente a las amenazas de Trump sobre ´las nubes de tempestad´ en la península de Corea, o la declaración de una ´inevitable guerra´ por el general Robert Neller reforzada por el anuncio del secretario de Defensa, James Mattis, de que ´la guerra está en marcha´, respondió serenamente indicando que ´podemos afrontar cualquier amenaza nuclear de EE.UU. y tenemos una disuasión fuerte para impedir que Washington juegue con fuego. El botón nuclear siempre está en mi mesa; no es chantaje sino la realidad´».
Asimismo, algo sintomático, USA sufrió el aislamiento en la votación de la Asamblea General y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas al reconocer a Jerusalén como la capital de Israel. El inefable Donald prometió recortar la ayuda a los que se decantaron no precisamente por EE.UU. «En China, caracterizaron esta actitud como la de un ‘Tigre de Papel'», evoca Peláez. Y no yerra el sambenito. «Washington debe restaurar su decaído poderío económico, su infraestructura en ruinas y su tejido social en descomposición para que otros países le tengan confianza. Recién después podría empezar a pensar en lo prácticamente imposible ya, que consiste en cómo restaurar el sistema mundial unipolar impuesto desde la desintegración de la Unión Soviética y que actualmente está cediendo su lugar al sistema multipolar. Estados Unidos y sus gobernantes de turno tienen que acostumbrarse y admitir que los tiempos de Alexander Hamilton, cuando el mundo tenía puestos sus ojos en América, ya han pasado y los países están mirando otros horizontes para asegurar su seguridad, soberanía y prosperidad».
De ahí que «Primero América» ¿Después? Al parecer, correspondería el Diluvio, como belicistas norteamericanos, franceses y del Reino Unido anhelaron para Siria en una arremetida «justificada» por la superchería, asaz develada por Moscú, de un ataque químico del «régimen» de Al Assad. Solo que, conforme a observadores de crédito, resultaron abatidos 71 de 103 Tomahawks, y el Secretario de Defensa gringo se apresuró a manifestar que no tenían planificadas más acometidas… por el momento. ¿Pesaría el que vehículos, tropas y los célebres Iskander se desplegaron ipso facto en todo el territorio de las reverberantes dunas, y que la Flota del Mar Negro de la Federación se declaró en estado de alerta ante la posibilidad de un choque mayor? Ojalá esto no pase de «simple» Guerra Fría.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.