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Priman los intereses geopolíticos

Fuentes: Rebelión

No existen bondad ni maldad, así como tampoco, amistad ni enemistad y ni siquiera hay errores en las relaciones que mantienen los imperios con sus vasallos. Todo ello se enmarca en los intereses creados, como magistralmente lo escribe en 1907 el gran dramaturgo español don Jacinto Benavente. Intereses siempre proclamados por los imperios y no […]

No existen bondad ni maldad, así como tampoco, amistad ni enemistad y ni siquiera hay errores en las relaciones que mantienen los imperios con sus vasallos. Todo ello se enmarca en los intereses creados, como magistralmente lo escribe en 1907 el gran dramaturgo español don Jacinto Benavente. Intereses siempre proclamados por los imperios y no comprendidos por sus siervos, que se esfuerzan en ser sus amigos.

A EEUU, todo le hubiera salido según lo planificado por los globalizadores si es que los pueblos se hubieran doblegado y no hubieran opuesto la resistencia que opusieron en Afganistán, Irak, Libia, Siria… y hoy su hegemonía estaría garantizada por largo tiempo. Pero no pasaron las cosas como expuso el General Wesley Clark el 2001, que Estados Unidos planificaba invadir siete países árabes, uno de ellos Libia. Muy por el contrario, no lograron sus objetivos e invirtieron su dinero en guerras no rentables, o no tan rentables, como esperaban.

El tiempo, su peor enemigo, actúo como nunca en contra de ellos: Rusia no desapareció, como aguardaban, sino que, por el contrario, se fortificó; China no esperó hasta el próximo milenio para ocupar el lugar que le corresponde en la arena mundial sino que en este siglo su PIB superó al de EEUU; la Unión Europea, EU, para zafarse del vasallaje agobiante que EEUU impuso a casi todos sus miembros a partir de la Segunda Guerra Mundial, comenzó a buscar su soberanía; los países del tercer mundo decidieron ser también del primero y empezaron a desarrollar sus fuerzas productivas. En resumen, a los globalizadores el diablo se les escapó de la botella, por lo que se les complicó recuperar la hegemonía perdida.

En este contexto, arriba Trump al poder. No es mucho el que obtuvo, pero aun así cree que le basta para lograr lo que llama «Hacer grande a América otra vez». Tarea nada fácil si se toma en cuenta el terreno perdido y la fuerte oposición interna a su impredecible política por parte de los globalizadores de siempre.

Trump comprende que para superar los factores señalados y sobrevivir, Estados Unidos está obligado a hacer algo. Pero ¿qué puede hacer? La respuesta a esta pregunta vale billones de dólares. ¿Cómo regresar las fábricas estadounidenses a su terruño? ¿Tal vez con impuestos? ¿Mediante una reforma fiscal que estimule dicho retorno?, algo a lo que se oponen sus enemigos demócratas, y republicanos también, por lo que su proyecto fue rechazado por el Congreso, que así protege las ganancias de los monopolios transnacionales de EEUU. De ahí que la disposición de Trump fue constituir el «Grupo de los Uno» para combatir al resto del planeta, esto es, patear el tablero para ver si con el creciente caos evita que China inunde los mercados del mundo con sus productos y cree nuevas vías de comunicación, o sea, la Nueva Ruta de la Seda, que complicaría la situación actual.

Por todo eso, Trump necesita que la UE vuelva al redil, que comprenda que el vasallaje a favor de EEUU es lo que más le conviene, que mientras mejor se viva en su país, algo de las sobras va a caer en las manos extendidas de Europa, con su cuerpo en posición de hinojos. Pero el viejo continente se revela hastiado de tanto desprecio y Macrón, en venganza por todas las ofensas acumuladas, anuncia que el G7 podría convertirse, sin la presencia de EEUU, en el G6. El Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, le acolita calificando al presidente estadounidense de «rezagado» y pide empezar los trabajos de la 44.ª cumbre del G7, celebrada en la ciudad de La Malbaie, provincia de Quebec, sin esperar al atrasado Trump. El desquite de Trump no se hace esperar y se marcha antes de que terminara ese pandemónium, luego de ordenar a los representantes de EEUU no aprobar la declaración final del G7. Justin Trudeau, sólo por llevar la contraria a la propuesta de Trump de restablecer el formato del G8, con Rusia como miembro, manifiesta que el G7 no está interesado en el retorno de Rusia. Para mitigar sus frustraciones de caso Skripal, Theresa May, propone «mantener las sanciones contra Rusia… de ser necesario imponerle nuevas medidas restrictivas… porque Rusia debe cambiar su comportamiento para regresar al G7», algo que Rusia jamás solicitó. El diablo oculta sus intrigas en los detalles.

Estados Unidos fue en el siglo pasado la principal potencia a nivel mundial, fundamentalmente debido al derrumbe de la URSS y al poco desarrollo de China. Cuando la globalización y sus fracasos bélicos le hicieron perder ese liderazgo, Trump predicó que volvería a EEUU un país grande. Como no le hicieron caso en el Congreso y más bien combatieron su propuesta, optó por el proteccionismo a raja tabla, en lugar de la opción bélica, planteada por la Sra. Clinton cuando era candidata por el Partido Demócrata. La lucha del Presidente Trump contra demócratas y republicanos no es otra cosa que la discordia entre dos posturas del capitalismo estadounidense, la que defiende la globalización y la que prefiere el desarrollo industrial de este país. Así, la lucha interna que se da en EEUU puede ser definida como las dos caras de una misma moneda, que busca recuperar la hegemonía perdida por la globalización de su industria y el fracaso de sus aventuras militares. EEUU necesita reconstruir su economía, disputada por el desarrollo económico de China y la consolidación del Estado ruso bajo el mando de Putin. En este contexto se enmarcan las posiciones políticas de Trump sobre la OTAN, las guerras de Estados Unidos en el Medio oriente, su ambigüedad respecto a Rusia y China, su agresividad contra Nicaragua y Venezuela, sus zalamerías al Ecuador y su apoyo irrestricto a la derecha mundial.

Las cosas son diferentes respecto a Rusia. El proceso de desintegración ruso parecía inevitable antes de la primera presidencia de Putin. Luego, Rusia se fortalece mediante una interesante interacción: mientras más soberano es el Estado ruso, más se consolida Putin en el poder, y mientras más se apuntala el poder de Putin, más soberana se vuelve Rusia. Es que no se trata sólo de Putin sino de un equipo formidable que toma el mando con la finalidad de eliminar las lacras del manicomio caótico en que Rusia se había convertido durante la Perestroika. Logrado este objetivo, se plantearon la necesidad de contrarrestar la avalancha destructiva que llegaba de Occidente, victoria que se evidencia cuando este 1 de marzo Putin revela los avances inalcanzables de las armas defensivas rusas. Ahora plantean la reconstitución social y económica de todos los aspectos de la vida de Rusia. Tarea difícil pero que, sin duda, cumplirán.

Mientras transcurría la 44.ª cumbre del G7, en la ciudad china de Qingdao se celebraba la cumbre de la Organización del Comercio de Shanghay, OCS, que abarca al 60% de Eurasia, casi la mitad de la población mundial, y más del 20% del PIB del planeta. Se trata de la primera cumbre luego del ingreso de India y Pakistán como miembros con pleno derecho. Previamente en esta misma ciudad tuvo lugar la visita de Estado del Presidente Vladímir Putin, al que se agasajó con la Medalla de la Amistad, la primera concedida por el gobierno chino a un mandatario extranjero. Rusia y China, más que nada debido a la política agresiva de EEUU, fomentan así sus lazos de amistad y cooperación a niveles en que las preocupaciones mutuas sobre la seguridad y la estabilidad refuerzan la asociación estratégica entre ambos países, que son la columna vertebral de la OCS.

Así las cosas, el mundo espera el desenlace de la geopolítica actual. ¿Se liberará Europa finalmente de la férula estadounidense o agacharán la cabeza y regresará con el rabo entre las piernas a su antiguo redil? De lo que no cabe duda es que la paciencia y la experiencia de la milenaria China, unida al sapiencia y la valentía de Rusia, por el bien de la especie, no serán derrotadas jamás.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.