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La "segunda generación" de inmigrantes y su participación en los movimientos que reúnen en sí las características de la globalización y la crítica a la globalización capitalista

Globalización de la Sociedad Civil: Los jóvenes inmigrantes

Fuentes: Rebelión

Introducción: Desde mi punto de vista, la participación de la población inmigrante y de la «segunda generación» en este tipo de movimiento antiglobal con sus variantes presenta la posibilidad histórica de construir una forma de coexistencia superadora y crítica de los proyectos basados en la lógica de seguridad, en el rendimiento económico y en el […]

Introducción:

Desde mi punto de vista, la participación de la población inmigrante y de la «segunda generación» en este tipo de movimiento antiglobal con sus variantes presenta la posibilidad histórica de construir una forma de coexistencia superadora y crítica de los proyectos basados en la lógica de seguridad, en el rendimiento económico y en el mantenimiento de políticas migratorias que construyen rígidas fronteras geopolíticas y culturales.

Al abordar la participación de la «segunda generación» en los movimientos globales de los ciudadanos, se deben señalar las particularidades sociales, políticas y culturales de estos movimientos que toman más fuerza y entidad en la segunda mitad de los 90, como también la discusión de la categoría segunda generación y sus características.

Las fuerzas que se autodenominan movimiento social se oponen a la globalización corporativa controlada por el mercado, fundada en la desigualdad, la pobreza y la injusticia, están a favor de la democracia, la solidaridad y la defensa del medio ambiente pero no son para Susan George «antiglobalización». (Susan George, 2002). Son fuerzas en búsqueda de formas de «desarrollo alternativo» que cubren una vasta gama de propuestas, desde reformas moderadas, radicales, hasta aquellas que exigen desmantelar el nuevo orden mundial actual. Susan George destaca la relación de estos movimientos con el pensamiento de Karl Polanyi: «Las personas que en número creciente se unen al movimiento de ciudadanos son «polanyianos», aunque no lo sepan. Rechazan el dominio del mercado sobre «el destino de los seres humanos y su entorno natural», es decir, rechazan la globalización neoliberal existente en nuestros días.» (Susan George, 2002)

La particularidad de estos movimientos radica en la formación de una «comunidad civil internacional» en la que se trascienden las líneas divisorias de generación, de clase y de nacionalidad. La masiva participación de jóvenes ha sido documentada. Significativamente, la nueva generación toma como referentes a militantes e intelectuales adultos marginados en los partidos, sindicatos o en el campo académico y de la creación cultural durante el período hegemómico del postmodernismo cultural y del posibilismo político.

El componente social de estos movimientos (Attac, Antiglobal, Social Forum, Girotondi, pacifistas, «Disobedienti», etc) que tienen el aporte significativo de la generación joven entre los 18 y 25 años, proviene de los sectores medios concentrados en el empleo público, la universidad, las escuelas, los niveles inferiores de las profesiones, núcleos de trabajadores y grupos defensores de los derechos humanos y de los derechos de los inmigrantes y refugiados. Los inmigrantes participan activamente en las diferentes agrupaciones sea por el programa de las mismas como por su conformación de clase. La posición en el mercado de trabajo del país de inmigración a menudo no se correlaciona con sus niveles de educación ni su ubicación social en sus países de origen, la plural composición de clase de estos movimientos se adecua a su esta dual pertenencia de clase.

La «segunda generación»

El universo de la llamada «segunda generación» son los jóvenes nacidos en familias inmigrantes y/o inmigrantes ellos mismos.

La «segunda generación» actual presenta algunas características distintivas:

  • no es la «segunda generación» de la sociología clásica norteamericana que los sostenedores de la teoría del melting pot presentaban como totalmente «asimilada» y rechazando la cultura originaria de sus padres.

  • la presencia de esta «segunda generación» pone en cuestionamiento los procesos lineares evolutivos, un extrañamiento inicial que desemboca en una progresiva asimilación y finalmente en la participación exclusiva en el país de inmigración.

Algunos autores consideran que la definición político-académica desde el país receptor de los jóvenes inmigrantes o hijos de inmigrantes como una «segunda generación» puede entenderse como «abusiva».

Renee Gallissot consideró tempranamente (1985) que hablar de «segunda generación» en los países de inmigración «está fuera de lugar» porque «si cada inmigración produce en efecto una «segunda generación», ésta no es más inmigrante sino que representa la primera generación que participa directamente en la nueva sociedad».

En su fundamental trabajo, «Race, Nation and Class», Etienne Balibar consideró que se aplicaba «abusivamente» el calificativo de inmigrante a la «segunda generación».

En síntesis, la existencia de esta «segunda generación» como resultado de las múltiples barreras a la movilidad social desafía el modelo teórico de una línea de asimilación recta que usualmente evaluaba la adecuación a un tipo nacional mítico como «integración» y garantía contra la conflictualidad social.

Actualmente, la «segunda generación» contesta esta categoría discriminante y negativa cuando es aplicada desde arriba y desde afuera, convirtiéndola en una definición positiva. «Nosotros somos la segunda generación» proclamaban los jóvenes franceses en las manifestaciones anti-Le Pen, afirmando así su pertenencia a la historia social de sus países de nacimiento y de origen.

Balibar sostiene que el síndrome racista tiene una fijación prioritaria en la «segunda generación», tratando de discernir si esta permanecerá dentro del marco de los «trabajadores inmigrantes» propiamente dichos o si engrosará el conjunto de los «underclass».

La participación creciente y en muchos casos en primera línea de los jóvenes en los movimientos de ciudadanos, en los partidos políticos, en acciones solidarias con el Tercer Mundo han señalado una respuesta crítica ante esta categorización, el racismo, la marginalización. Esta participación desafiaría el concepto de «cadena cismogénica» de Geoff Dench, del onfinamiento en lo comunal y de construcción de barricadas alimentada en ambas comunidades (Baumann, 2001). Baumann sostiene que la construcción de comunidades amuralladas basadas en la búsqueda de seguridad constituye una tendencia generalizada que en realidad aumenta la inseguridad porque no se dirige a asegurar la igualdad de jure de ciudadanía y la igualdad de facto (o sea, la igualdad de posibilidades que permita ejercer el derecho de ciudadanía).

La segunda generación: Su desafío a los Estudios Migratorios y al Racismo

Innumerables investigaciones sobre el tema inmigratorio tienden a centrarse en la situación de los adultos inmigrantes. Con referencia a la «segunda generación» los estudios han privilegiado los niños en referencia a sus procesos de adaptación, asimilación, bilingüismo, el éxito y el fracaso escolar, etc. En cuanto a los jóvenes, el tratamiento ha sido social-policial ya que los «jóvenes salidos de la migración» entraban dentro de la categoría de situación de riesgo, inadaptación, fracaso escolar. Otro sesgo ha sido y es el psicologismo centrado en los discursos sobre las relaciones familiares, los conflictos de identidad, el extrañamiento respecto al mundo religioso y comunitario, la afirmación del individualismo (Gallissot, 1985).

Mi perspectiva implica tomar a la «segunda generación» como sujeto político-cultural. Desde esta perspectiva, los temas de identidad, conflictos generacionales, tensiones culturales, aparecen como variables explicativas dentro de un marco socio- histórico y político.

La participación de los jóvenes inmigrantes en movimientos sociales puede interpretarse como una forma de incorporación y participación en la sociedad civil que no sigue el mainstream de la clase media nativa y que tampoco acepta el ghetto y la marginalidad. Esta participación es producto de – y a la vez implica – nuevas formas de identificación. Se presenta un pasaje de formas de identidad dual en lo nacional y/o cultural a formas pan-étnicas con connotaciones de resistencia cultural y de compromiso político.

Lo novedoso del fenómeno actual de esta «segunda generación» reside en el inédito encuentro de jóvenes de muy diversos orígenes, producto de las diásporas post coloniales y de los exilios contemporáneos, con la confluencia de estos jóvenes y las generaciones «nativas» en el cuestionamiento del sistema, la lucha por derechos civiles, y en la solidaridad con el Tercer Mundo en el contexto de una interculturalidad de facto.

Para que estas nuevas «segunda generación» hayan logrado visibilidad han co-actuado diversos factores, uno de base es la prolongación del status de joven como fenómeno social-económico-cultural a nivel mundial. La visibilidad de la «segunda generación» inmigrante está también ligada inevitablemente al racismo y la discriminación. Este nuevo racismo tiene connotaciones multiformes que le permiten encarnarse en diversos sectores de la sociedad, aparece incluso enmascarado en discursos de tolerancia, o es vociferado abiertamente por los partidos populistas y grupos tales como los Skin Head, Poder Ario, etc.

Es un racismo nacionalista de clase según la definición de Balibar, o un racismo competitivo siguiendo el razonamiento de Philomena Essed en la medida que «los diferentes grupos étnicos son percibidos como creando problemas y por consiguiente siendo un problema: ya que protestan contra su status inferior y reclaman un igual acceso social e igualdad de oportunidades (Essed) o es un xenoracismo (Sivanadan) que brega por «la defensa y la preservación de «nuestra gente», de «nuestro modo de vida», «nuestro estándar de vida», «nuestra raza». Es un racismo en substancia pero xeno en forma – un racismo que se impone a los extranjeros pobres, incluso si son blancos».

La participación de los jóvenes inmigrantes en movimientos que constituyen el embrión de una sociedad civil global/transnacional se enmarca dentro de una posición crítica a la construcción de la Unión Europea con las actuales características de una Fortaleza Europa que reproduce relaciones de dominio Norte/Sur sea en su política económica y en las relaciones internacionales y de cooperación, como en su política interna en materia de ciudadanía y de políticas de asilo. La ciudadanía europea en acto se basa más en una etnicidad ficta establecida en un status jerárquico que en la afirmación de una ciudadanía considerada como un derecho humano y como el ejercicio de la participación que no puede circunscribirse a la nacionalidad.

Considero importante remarcar que esta participación y visibilidad de la «segunda generación» se enmarca también en los intensos y dinámicos procesos de movilización del Tercer Mundo.

El impacto del neoliberalismo y de las políticas de ajuste estructural han causado empobrecimiento masivo de los países periféricos, guerras y desastres ecológicos pero no significaron el silenciamiento de sus sociedades. Lenta y trabajosamente desde la segunda mitad de los años 90, la organización y la visibilidad de los movimientos sociales de América Latina, de Asia y en menor medida Africa, comenzaron a lograr pequeñas victorias políticas y reconocimiento a sus luchas, ej : los Sin Tierra de Brasil, los cocaleros bolivianos, los zapatistas, los indígenas de Ecuador, los movimientos de Derechos Humanos, las Madres de Plaza de Mayo, las Abuelas, etc.

En estos movimientos y organizaciones sociales cada vez más visibles, la «segunda generación» se sintió identificada y solidaria. Les permitía una identificación de la cual sentirse orgullosos y los inspiraba en su actividad política y en su interpretación de la realidad. Al mismo tiempo, el desarrollo de los dispositivos de comunicación y los avances tecnológicos facilitan las comunicaciones (internet, viajes, etc.) a un grado jamás experimentado ni imaginado por las diásporas del pasado.

Los jóvenes con sus orígenes en el «Sur» tienen un contacto y conocimiento directo con las luchas del Tercer Mundo, la pobreza y los desastres causados por el neoliberalismo.

En síntesis, el impacto del neoliberalismo en los países periféricos y el desmantelamiento del Estado de Bienestar en los países centrales estaba creando situaciones objetivas para el surgimiento de movimientos de oposición en los países del Primer y del Tercer Mundo. Seattle, Melbourne, Quebec, Gotemburgo, Génova, el movimiento pacifista mundial del 2003 han sido manifestaciones que con su proliferación de grupos, redes internacionales, etc. han eficazmente movilizado y concientizado a los jóvenes sobre las injusticias del Nuevo Orden, las guerras y las relaciones de comercio desigual, la interrelación entre la polarización social creciente en los países centrales y la pobreza y opresión del Tercer Mundo.

Segunda generación en Suecia. Hijos de una Historia

Suecia se presenta como un caso estudio muy singular. De haber sido un país de emigración y étnicamente homogéneo hasta la segunda Guerra Mundial pasa en la postguerra a recibir mano de obra inmigrante (finlandeses, polacos, italianos y con posterioridad griegos y turcos).

Los cambios políticos internos, la fuerza de la socialdemocracia, la renovación cultural y la política generosa de asilo convierten a Suecia en un país de creciente población inmigrante/refugiada, urbana, de los más diversos orígenes (kurdos, latinoamericanos, iraníes, somalíes, eritreos, etíopes, palestinos, etc.) A fines de los años 70, Suecia abandona la política inmigratoria asimilacionista por una multicultural.

Las críticas al multiculturalismo se consolidan en la década del 90. Desde el sector liberal e incluso desde la órbita de la socialdemocracia se evalúa el multiculturalismo como una política de alto costo económico y un obstáculo para la integración de las nuevas generaciones. Han existido tensiones y paradojas en la aplicación del proyecto multicultural: la aceptación de la existencia de comunidades étnicas aunque prohijando que las nuevas generaciones adoptaran una «hyphenated identity». Desde los sectores progresistas, el multiculturalismo era considerado una política que reducía la problemática de la integración, la participación y la igualdad a la mera discusión del reconocimiento cultural de las identidades.

La crítica al multiculturalismo por derecha e izquierda se planteaba a pari passu con la adopción de medidas liberales en lo económico, recortes de presupuestos en el muy reconocido modelo de bienestar sueco junto con el debate sobre la incorporación de Suecia en la Unión Europea.

Los cambios operados en Europa y en Suecia como también en los países de origen de los inmigrantes, las frágiles «transiciones a las democracias», la caída del muro de Berlín , la transformación de los partidos socialdemócratas europeos, el desmantelamiento del Estado de Bienestar, la extensión y la consolidación de la Unión Europea sobre la base de la convergencia y la restricción inmigratoria, mas la creciente xenofobia, incidieron a lo largo de los noventa en una disminución notoria de las actividades colectivas, de la participación social, con una marcada tendencia a refugiarse en lo individual, en lo familiar y en la defensa del puesto de trabajo siempre amenazado.

A fines de la década del 90 se comienza a apreciar un cambio en la subjetividad de las colectividades de inmigrantes, con nuevas estrategias mirantes al reconocimiento de las identidades y un retorno a la política, sea en la participación en los partidos políticos suecos como en organizaciones antirracistas, y en los diversos movimientos sociales antiglobalización.

La «segunda generación» son los jóvenes nacidos en Suecia de uno o dos progenitores latinoamericanos y/o que han residido allí la mayor parte de su infancia y adolescencia. Son hijos del exilio (en la doble acepción de exilio político y exilio económico) socializados en el siste