La agenda de acontecimientos mundial recibe diariamente nuevos asuntos, nuevas atenciones en función de la inmediatez informativa que marcan los medios occidentales. En esa lógica, la sucesión de acontecimientos cobran relevancia en el momento que ocurren, para pasar a un segundo plano o a desaparecer de ese escenario transcurrido poco tiempo desde que acontecieron. Por […]
La agenda de acontecimientos mundial recibe diariamente nuevos asuntos, nuevas atenciones en función de la inmediatez informativa que marcan los medios occidentales. En esa lógica, la sucesión de acontecimientos cobran relevancia en el momento que ocurren, para pasar a un segundo plano o a desaparecer de ese escenario transcurrido poco tiempo desde que acontecieron.
Por ello en ocasiones conviene hacer un pequeño esfuerzo y rescatar algunos temas que aun habiendo sucedido hace una semana, tal vez por el paso de este tiempo se haga más fácil comprender las motivaciones o los efectos futuros que pueden traer consigo. Un ejemplo evidente es el que encontramos en la gira del presidente norteamericano por tres países de Asia del sur. En menos de una semana, Bush ha visitado Afganistán, India y Pakistán, y evidentemente las intenciones del mandatario estadounidense se han ceñido a maniobrar y mover sus piezas para intentar apuntalar una posición privilegiada en la región para los intereses de Estados Unidos.
Estos movimientos de fichas de Bush ha traído consigo que el resto de actores de la región también hagan sus propios movimientos. Y si tanto Pakistán como India, principalmente, buscan un realineamiento de sus posiciones y sus alianzas, otro importante protagonista, China, también ha jugado sus bazas ante las maniobras estadounidenses.
La inesperada visita a Afganistán del presidente estadounidense se considera como una muestra de apoyo al presidente afgano, Hamid Karzai, y a la política desarrollada por éste. Las declaraciones optimistas, fieles a cualquier manual de inteligencia, no pueden ocultar los temores y las impresiones que estos días se han filtrado desde algunas fuentes de la inteligencia militar estadounidense. Según éstas, la seguridad en el país ha alcanzado los peores índices desde la invasión del 2001, y los planes para reducir el número de tropas norteamericanas no ayudan a respaldar el optimismo de Bush.
Lo cierto es que a día de hoy la fotografía afgana está presidida por el fracaso de la «llamada reconstrucción» del país, con un gobierno cuya autoridad se limita a ciertas zonas de la capital, con un movimiento de resistencia cada día más fuerte y audaz, y con signos evidentes de que tanto el movimiento taliban como al Qaeda estarían jugando un importante papel en la misma. Con ataques suicidas en aumento y con la producción de opio representando la mitad del PIB, cualquier parecido con la realidad de las declaraciones de Bush es una mera coincidencia.
El gran acuerdo
Evidentemente, la segunda etapa del viaje, India, era la estrella del mismo. El acuerdo sobre materia nuclear firmado entre Estados Unidos e India, pendiente de la aprobación del Congreso norteamericano, ha servido para que ambos países vean reforzados sus propios intereses. Washington es consciente de que la situación en Pakistán puede variar cualquier día, dada la inestabilidad que reina en ese país, hasta la fecha aliado estratégico de EEUU en la región. En base a ello y sobre todo para contrarrestar el creciente poder e influencia de China, otra potencia emergente en el orden mundial, en Asia, Bush ha iniciado una estrecha colaboración con el gobierno indio.
India por su parte con este acuerdo logra burlar nuevamente la legislación internacional sobre materia nuclear y recibir un importante apoyo estratégico y material desde Washington. Y paralelamente contrarresta el peso de Beijing, su gran competidos en la zona.
Delhi presenta el acuerdo como un gran triunfo en su política exterior, pues a cambio de recibir tecnología y combustible nuclear de EEUU, no ha firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear y sólo permitirá que 14 de sus 22 reactores nucleares sean inspeccionados por agentes internacionales. Además India persigue otros dos objeticos estratégicos con este acuerdo, contrarrestar el apoyo militar chino a Pakistán, su eterno enemigo, y corregir el déficit que mantiene en al actualidad con China en cuanto a competitividad y protagonismo regional.
A corto plazo los intereses de las elites indias han sido victoriosos con estas medidas, pero la inestabilidad interna se puede ver incrementado a medio plazo. No podemos olvidar que el rechazo que genera la alianza con Estados Unidos en sectores tan importantes como la comunidad musulmana o las organizaciones de izquierda institucional o la guerrilla maoísta, tendrá sus consecuencias. Tal vez el primer ejemplo sean los atentados mortales de estos días en la ciudad sagrada de Varanasi, o las ofensivas militares del Partido Comunista de India (Maoísta) por diferentes estados indios.
Otro pacto
En esta coyuntura, otros dos protagonistas de la región también han movido con rapidez sus fichas. Así, el pasado 21 de febrero, durante la vista del presidente pakistaní a China, ambos estados firmaron trece acuerdos y un memorando sobre energía, defensa, comercio y comunicaciones. En su conjunto esta firma engloba aspectos cruciales para los dos países. La cooperación en asuntos de densa y militar, aumento de los lazos económicos y comerciales, así como un acuerdo sobre cooperación energética estaban sobre la tabla en las agendas de Islamabad y Beijing.
Mientras que las relaciones entre China e India están inmersas en importantes contradicciones y competencia, la situación chino pakistaní parece avanzar en otra dirección, dando muestras de fortaleza y estabilidad. Este acuerdo para China significa afianzar dos de sus objetivos en la región, la seguridad estratégica y los intereses económicos.
Una evidencia más en el complejo tablero del sur de Asia es la difícil situación que atraviesa Pakistán, algo de lo que parecen ser conscientes todos los protagonistas, incluido el propio gobierno pakistaní. Los malabarismos del general Musharraf para mantener ese difícil equilibrio y contentar a todas las partes puede desembocar en una difícil situación interna y con repercusiones para toda la zona.
Esa política malabar del presidente pakistaní se ha vuelto a ver estos días. Los ataques contra poblaciones de Waziristan Norte, bajo la excusa de cobijar a supuestos talibanes y militantes afganos, al tiempo que se presenta como un guiño amistoso a Washington en la lucha contra «el terror», o la respuesta militar a las demandas nacionalistas de Baluchistán no hacen sino aumentar el descontento y el rechazo hacia la política de Musharraf. Además, las manifestaciones contra las caricaturas de Mahoma han acabado convirtiéndose en protestas contra el régimen, algo palpable también en el rechazo de las mismas hacia Estados Unidos.
Si el viaje de Bush al sur de Asia busca el cambio hacia una relación más favorable a Washington, los movimientos y las cartas que cada uno pueden jugar puede desembocar en un mayor enconamiento de la región y de las relaciones de los países de la misma. Si cada uno de ellos muestra claramente sus preferencias para hacerse con la mejor situación, también muestran estar dispuestos a maniobrar contra natura si fuese necesario y a cota de todos por lograr sus objetivos.
Las relaciones internacionales y los acuerdos que de las mismas se generan han quedado nuevamente en entredicho. El doble rasero que se aplica en esos ámbitos políticos deja poco margen para la esperanza de una posible reordenación de esas relaciones. Y también deja en entredicho a aquellos que hacen los coros de la política norteamericana, y si no, cómo es posible que en unos momentos donde se busca que Irán se someta a las inspecciones internacionales en materia nuclear, se potencie que India siga desarrollando su programa sin control? Pero por encima de legalidades en esta coyuntura priman los deseos de Washington y casi nadie parece querer contradecir al todopoderoso en estos momentos.
* Txente Rekondo. Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).