La perspectiva de que Europa y Asia puedan adquirir una independencia mayor ha preocupado a los planificadores de Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial. La inquietud simplemente ha aumentado desde que el «orden tripolar» -Europa, América del Norte y Asia- se ha continuando desarrollando. De manera progresiva, también Latinoamérica se está volviendo más independiente. […]
La perspectiva de que Europa y Asia puedan adquirir una independencia mayor ha preocupado a los planificadores de Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial. La inquietud simplemente ha aumentado desde que el «orden tripolar» -Europa, América del Norte y Asia- se ha continuando desarrollando. De manera progresiva, también Latinoamérica se está volviendo más independiente. Ahora Asia y las Américas están reforzando sus lazos, mientras la superpotencia reinante, la excepción, se está consumiendo en desventuras en el Medio Oriente.
La integración regional en Asia y en Latinoamérica es un tema crucial y cada vez más importante que, desde la perspectiva de Washington, presagia un mundo desafiante que se ha escapado de control. Por supuesto, la explotación de fuentes de energía se mantiene como factor definitorio en todas partes.
China, a diferencia de Europa, no acepta ser intimidada por Washington, razón primordial para el miedo que tienen de China los planificadores de Estados Unidos. Y eso presenta un dilema: los pasos hacia la confrontación están inhibidos por la confianza de las corporaciones estadunidenses en China como una plataforma de exportación y un mercado en crecimiento, como también por las reservas financieras de esa gigantesca nación, que, de acuerdo con las últimas informaciones, están aproximándose en escala a las de Japón.
En enero, el rey de Arabia Saudita visitó Pekín, lo cual parece un preludio a un memorando de entendimiento proponiendo un «aumento de la cooperación y de las inversiones entre los dos países en petróleo, gas natural e inversiones» informa The Wall Street Journal.
Gran parte del petróleo de Irán es enviado a China, y China está proveyendo a Irán con armas que ambos estados parecen considerar una fuerza disuasoria para los designios de Estados Unidos. India también tiene opciones: puede elegir ser cliente de Estados Unidos, o puede preferir unirse al bloque más independiente de Asia que está adquiriendo forma, con crecientes lazos con los productores de petróleo situados en el medio. Siddarth Varadarjan, subdirector de la publicación The Hindu, observa que «si el siglo XXI va a ser ‘el siglo asiático’, la pasividad de Asia en el sector energético tiene que finalizar».
La clave está en la cooperación entre India y China. En enero, un acuerdo firmado en Pekín «abrió el camino para que India y China colaboren no solamente en la tecnología, sino también en la exploración y producción de hidrocarburos, una asociación que puede eventualmente alterar ecuaciones fundamentales en el sector mundial de petróleo y de gas natural», señala Varadarjan.
Un paso adicional, que ya está siendo contemplado, es un mercado asiático de intercambio en euros. El impacto en el sistema financiero internacional y en el balance de poder global puede ser significativo.
No es, por tanto, una sorpresa que el presidente George W. Bush haya viajado en fecha reciente a India, tratando de mantener a ese país como aliado, ofreciendo cooperación nuclear y otros incentivos como atracción.
Mientras, en Latinoamérica, los gobiernos de centro izquierda prevalecen desde Venezuela hasta Argentina. La población indígena se ha vuelto mucho más activa e influyente, particularmente en Bolivia y en Ecuador, donde los aborígenes quieren que el petróleo y el gas sea controlado a nivel interno y en algunos casos se oponen totalmente a la producción.
Aparentemente, muchos indígenas no encuentran razón alguna por la cual sus vidas, sociedades y culturas tienen que estar perturbadas o ser destruidas para que los neoyorquinos puedan paralizar totalmente el tráfico al comando de sus camionetas.
Venezuela, principal exportador de crudo del hemisferio, ha forjado posiblemente las relaciones más cercanas que cualquier otro país latinamericano con China, y está planeando vender crecientes cantidades de petróleo a Pekín como parte de su esfuerzo para reducir la dependencia del abiertamente hostil gobierno de Estados Unidos.
Venezuela se ha unido al Mercosur, una unión aduanera del sur de América. La acción del gobierno de Caracas fue considerada por el presidente argentino Néstor Kirchner un «hito» en el desarrollo de este bloque comercial. Por su parte, el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, dio la bienvenida a Venezuela como un «nuevo capítulo en nuestra integración».
Venezuela, además de suplir con combustible a Argentina, compró casi un tercio de la deuda argentina librada en 2005, como parte del esfuerzo de toda la región por rescatar a los países del control del Fondo Monetario Internacional después de dos décadas de una desastrosa conformidad a las reglas impuestas por las instituciones financieras internacionales dominadas por Estados Unidos.
Los pasos hacia la integración del Cono Sur avanzaron más en diciembre con la elección de Evo Morales en Bolivia, el primer presidente indígena del país. Morales se movió rápidamente para alcanzar una serie de acuerdos energéticos con Venezuela.
The Financial Times informó que «se espera que éstos respalden próximas reformas radicales a la economía y al sector energético de Bolivia» con sus grandes reservas de gas, sólo superadas por Venezuela en América del Sur.
Las relaciones entre Cuba y Venezuela se han vuelto más cercanas que nunca, cada uno apoyándose en sus respectivas ventajas. Venezuela está proveyendo petróleo a bajo costo, mientras Cuba, en retribución, organiza programas de alfabetización y salud, enviando miles de profesionales altamente entrenados, maestros y médicos, que trabajan en las áreas más pobres y abandonadas, como lo hacen en otras partes del tercer mundo.
La asistencia médica cubana es también bienvenida en otras partes. Una de las tragedias más horribles de los años recientes fue el terremoto en Pakistán del pasado octubre. Además de la gran cantidad de muertos, un número desconocido de sobrevivientes tuvo que enfrentar un brutal clima invernal con muy poco refugio, comida o asistencia médica.
«Cuba ha abastecido a Pakistán con el más grande contingente de médicos y paramédicos» pagando todos los costos (tal vez con financiación venezolana), escribe John Cherian en India’s Frontline, citando a Dawn, importante diario pakistaní.
El presidente Pervez Musharraf, de Pakistán, expresó su «profunda gratitud» a Fidel Castro por el «espíritu y la compasión» de los equipos médicos cubanos -que, según informes, incluía más de mil médicos y paramédicos, siendo 44 por ciento de ellos mujeres- que continuaron trabajando en remotos pueblos de las montañas «viviendo en carpas en climas de temperaturas a bajo cero y en una cultura extranjera» luego de que los equipos de ayuda occidentales se retiraron.
Los crecientes movimientos populares, principalmente en el sur, pero con una creciente participación en los países industriales ricos, están sirviendo como base para muchos de estos desarrollos hacia una mayor independencia y preocupación por las necesidades de la gran mayoría de la población.
Noam Chomsky es profesor de lingüística en el Instituto de Tecnología de Massachusetts en Cambridge y autor del libro, de reciente publicación, Imperial Ambitions: Conversations on the Post-9/11 World.
© 2006 Noam Chomsky