Traducido del francés para Rebelión y Tlaxcala por José Luis Díez Lerma
Al igual que Iraq, Irán no es sólo la cuna de alguna de las más grandes civilizaciones humanas, especialmente la dinastía Aqueménida, que le dio al país un Estado y al mundo el conjunto arquitectónico de Persépolis. Irán es a su vez, y sobre todo hoy día, un país relativamente «desarrollado», que disponemedio de infraestructuras, de una sólida industria (petróleo, siderurgia, automóvil, además de la producción de medicamentos, casi gratuitos para la población) y de un sistema de educación y de investigación de alto nivel.
Aunque el Estado esté muy presente en la economía iraní, el régimen no es por naturaleza incompatible con la integración en el sistema capitalista mundializado. Al contrario, los principios en los que se basa este régimen del «Islam político», citando a Samir Amir, encuentran un lugar perfectamente adecuado en una visión de la gestión neoliberal de la economía. La persistencia del «conflicto» que enfrenta a Irán a la hegemonía de los Estados Unidos desde 1979 no significa que este país haya puesto en duda (o haya tenido la intención de hacerlo) los pilares del capitalismo en su territorio.
No es por ello que la nación iraní, como tal, deje de ser «fuerte»: sus principales componentes, las clases populares y las clases dirigentes, no quieren ver a su país integrase en una posición sumisa en el sistema mundial tal y como éste está concebido. Este poderoso nacionalismo iraní, y que históricamente tuvo un papel más bien positivo, explica en gran medida los avances reales de la modernización de la capacidad científica, tecnológica, industrial y militar, emprendida por los sucesivos regímenes del sah o del jomeinismo. Irán es uno de los pocos Estados del Sur que sigue manteniendo un proyecto nacional «burgués». Que pueda llevarse a cabo o no (lo que es más probable) es otra cuestión.
Así pues, encontramos una contradicción entre estas dos dimensiones de la realidad iraní (la segunda da cuenta de la orientación en materia de política exterior de Teherán) que manifiestan la voluntad de resistir a las imposiciones extranjeras. Más allá del control del petróleo, y por lo tanto de una importante fuente de abastecimiento tanto para sus sumisos aliados (Europa y Japón) como para rivales potenciales (China), los halcones de los Estados Unidos tienen hoy por hoy la tentación de destruir Irán con una nueva «guerra preventiva» puesto que el país tiende hacia una masa crítica capaz de apoyar un proyecto nacional viable e imponerse como interlocutor internacional imprescindible.
El meollo del conflicto se sitúa, sabido es, en el terreno de la capacidad nuclear que Irán desarrolla; puesto que los Estados Unidos prohíben a este país el derecho a convertirse en potencia militar nuclear y a prepararse para la era post petróleo con el desarrollo de la energía atómica civil. Pero, ¿por qué rechazan también la prohibición general de uso de armas nucleares? ¿Podemos dar crédito a aquello de que contrariamente a los «Estados del mal», las «democracias» nunca las utilizarán? ¿No ha utilizado ya la bomba atómica contra civiles la más «consolidada» de esas «democracias», incluso si Japón ya había sido derrotado militarmente por la Unión Soviética? ¿No son responsables las más «civilizadas» de los mayores genocidios de los tiempos modernos, incluyendo a Shoah?
La cuestión de la naturaleza del régimen de Irán y de su eventual democratización debe disociarse de la amenaza de guerra que el imperialismo usamericano hace pesar sobre la cabeza del pueblo iraní, amenaza total y absolutamente inaceptable. Así como el reconocimiento de los crímenes de Sadam Husein (que afligieron también a los militantes comunistas, no nos olvidemos), lo que no legitima de ninguna manera la guerra de agresión que Washington hace padecer al pueblo iraquí, heroico, mártir. Si tuviesen que declarar la guerra a todas las dictaduras de Sur para instaurar su «democracia», digamos que a los Estados Unidos no le quedarían aliados…
Aún renunciando a bombardear los sitios nucleares de Irán, los Estados Unidos no abandonarían la idea de apostar por las contradicciones existentes entre las clases dominantes (poder económico de la burguesía capitalista) y las clases dirigentes (poder político de los ayatolás).
En Atenas, a principios del mes de mayo, los militantes del Foro social europeo tuvieron la excelente idea de organizar una movilización mundial, sin condiciones, contra toda guerra preventiva con Irán en el punto de mira. Esta campaña completa las que hay que llevar a cabo con urgencia para desmantelar las armas de destrucción de masas, y en primer lugar las armas nucleares, la retirada de las bases imperialistas que se encuentran fuera de su territorio nacional, la marcha inmediata de las tropas de ocupación de Iraq y de Afganistán y la democratización de la ONU.
Texto original: http://www.humanite.fr/journal/2006-05-27/2006-05-27-830553
Rémy Herrera es investigador del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia, profesor de economía en la universidad París-I y coordinador del Foro mundial de las alternativas.
José Luis Díez Lerma es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala (www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción es copyleft.