Durante el mitin de Ollanta Humala en San Juan de Lurigancho, el último miércoles, me preguntaba dónde estaba la izquierda en este trance extraordinario por el que atraviesa el país. No me refiero a la gente de bases de los distritos refundidos con los humalistas y a esos dirigentes y técnicos que estuvieron en filas […]
Durante el mitin de Ollanta Humala en San Juan de Lurigancho, el último miércoles, me preguntaba dónde estaba la izquierda en este trance extraordinario por el que atraviesa el país. No me refiero a la gente de bases de los distritos refundidos con los humalistas y a esos dirigentes y técnicos que estuvieron en filas de la izquierda en otras épocas y circunstancias, y que bien o mal están ahora en el carro nacionalista. La cuestión de fondo es que, hasta el momento final, los partidos no han encontrado una manera clara de situarse ante la disputa de grandes opciones, que era evidente en las calles del distrito más poblado del Perú y que se reflejará en la votación del próximo domingo 4 de junio.
Ciertamente hay un sector de la izquierda que tuvo el valor de tomar el acuerdo de votar en segunda vuelta por el nacionalista y sobreponerse a los desencuentros de los meses anteriores. Pero, ¿no les correspondía, a partir de ello, acompañar este último acto de la desigual batalla política que se libra en el país?, ¿no era este el momento para esforzarnos por decir al país, con nuestra presencia, que el proyecto nacionalista de cambios debe y puede ser mucho más amplio que su propia militancia?, ¿no tocaba por lo menos observar de cerca el nuevo fenómeno socio político que está ocurriendo en nuestro país?, ¿tanto llega a paralizarnos la mala prensa?, ¿o acaso se nos sigue haciendo difícil sacar la conclusión que la voluntad de cambio, que decimos se expresó en las urnas el 9 de abril, es un mandato también para nosotros?
¿Y los intelectuales?, esos que pueden llegar a decir que esto no es sino una reedición del clientelismo de todas las elecciones, lo que querría decir que los que estaban en San Juan de Lurigancho eran potenciales empleados públicos; o los que han entrado en insólitos paralelos históricos y ven una república de Weimar decadente y las hordas fascistas en acción; los que simplifican todo con lo del militarismo autoritario o creen que hay amenazas contra los derechos humanos: ¿por qué no se dieron una vuelta, para tener una vivencia del nuevo movimiento y verificar si se cumplen algunas de sus especulaciones? ¿Y dónde estaban también los otros?, ¿los que con razón se quejan de la caricatura de elección que tenemos al frente, de la manipulación de los medios, de la arrogancia decadente que desprecia al voto que no se encuadra en los dictados del sistema?, ¿también los detiene el escenario excesivamente polarizado, donde uno está casi obligado a alinearse y a comprarse un proyecto con demasiados puntos oscuros y débiles?, ¿dónde encontraremos la opción perfecta?
¿Por qué no estaban aquí los amigos del voto viciado, tanto en su versión «rebelde», como en su versión «digna», repartiendo sus volantes y tratando de convencer al pueblo que el nacionalismo burgués es un engaño, que no hay confianza en los candidatos como si fueran iguales, o que la alternativa es construir mi partido, promover mi candidato y levantar mis principios, aunque eso equivalga esperar diez, quince o más años?, ¿se puede ser tan ciego como para suponer que cabe alguna construcción futura de la izquierda ignorando los millones de personas que acompañan actualmente a Ollanta Humala?, ¿se proponen seriamente organizar el voto en blanco y viciado, que incluye a la derecha que le apestan todos los candidatos, a los atemorizados e indiferentes de cualquier signo, y a los combativos que no creen en circos electorales?
La marginalidad en los 90, fue producto de procesos contra los cuales en realidad podíamos hacer muy poco: crisis mundial del socialismo, caída del muro de Berlín y disolución de la URSS; hiperinflación y violencia, que favorecieron el viraje autoritario y el neoliberalismo más extremo; golpe de Estado y dictadura; etc. En los 2000, parecemos, en cambio, buscando seguir marginales, con el argumento de que tenemos un proyecto propio y no nos gusta lo que sucede afuera.
Curiosamente los que se han movido más a la moderación y el centro, y los que se consideran a la izquierda de todo el mundo, están coincidiendo en segunda vuelta en la lógica de no contaminarse de nacionalismo, que conduce al voto viciado y las abstención política. Pero eso no ha evitado que Alan García se lance contra toda la izquierda y los comunistas, como en los mejores tiempos, amalgamando senderismo, chavismo, comunismo, Tapia, Diez Canseco, Patria Roja, etc, dando la pauta del tipo de lucha política que se viene.
Efectivamente García entiende mejor que muchos que hay que volver a des-izquierdizar este país. Esa ha sido siempre la función del APRA. La palabra «responsable», al lado del difuso discurso del «cambio», es exactamente eso: la de ser garante de los intereses que han empezado a sentir el riesgo de la irrupción social. Y la izquierda mira de lejos diciendo ya sabemos eso, pero el comandante no nos convence. Lástima que la política haya quedado reducido a un subjetivismo tan desmoralizante.
De mi parte, después del miércoles, sin sentir que rebajo un milímetro en mis convicciones socialistas y de izquierda, voy a votar junto a esos peruanos que estaban masivamente en San Juan de Lurigancho y en el Cusco en los mítines de cierre, y que están por millones en todo el país. Un voto que voy a realizar orgulloso de no tener que tener que taparme la nariz ni amputarme el alma; que no es por un mal ni mayor ni menor, sino por una esperanza; que es un voto de respeto a Ollanta Humala por su firmeza que tan bien recoge la indignación del pueblo; y que es de vigilancia de los compromisos, porque si hay algo que vigilar es principalmente que la opción que estamos tomando no sea desviada o traicionada.
También es un voto de sencillez, porque mi mirada actual ya no es la de la vanguardia iluminada que le da al resto la línea porque posee la verdad revelada. Al contrario, siento que estoy aprendiendo de esta nueva experiencia del pueblo peruano que demuestra una vez más que no ha agotado su capacidad para crear realidades, tomar caminos nuevos y abrirse paso en los espacios más difíciles y arriesgados.
Buenas noches y buena suerte.