Afganistán es uno de los temas en que Moscú está dispuesto a cooperar con la OTAN. Testimonio de ello son varias recientes reuniones del Consejo Rusia-OTAN. Ahora, después de la cumbre de la OTAN celebrada en Riga, queda claro por qué la alianza no muestra entusiasmo por la disposición de Rusia. Será porque Afganistán es […]
Ahora, después de la cumbre de la OTAN celebrada en Riga, queda claro por qué la alianza no muestra entusiasmo por la disposición de Rusia. Será porque Afganistán es un tema muy doloroso y complicado para la asociación euroatlántica.
A menudo se afirma que el futuro de la OTAN se decide ahora en Afganistán. Recordemos que pasados cinco años después del comienzo de las hostilidades en Afganistán es la OTAN la que las coordina. De este modo fue eliminada la ambigüedad anterior cuando los contingentes norteamericano y de la OTAN actuaban por separado, siendo de señalar que EE.UU. es miembro de la Alianza.
Anteriormente se consideraba que esta operación insuflar, como por arte de magia, insuflaría una vida nueva en esta organización cuya existencia era bastante cuestionable después de terminada la guerra fría. El movimiento Talibán parecía ser una magnífica respuesta a la pregunta: ¿Para qué se necesita esta alianza militar y quién es su enemigo potencial? Pero la cumbre de Riga mostró que esta forma de pago por conservar e incluso ampliar la alianza resulta ser demasiado alta para sus miembros.
Esto se hizo evidente después de que a las tropas de la OTAN se les planteara la misión de mantener la seguridad no sólo en las relativamente tranquilas provincias norteñas sino también en el sur y el sureste de Afganistán, donde los talibán se sienten como Pedro por su casa. La ofensiva de otoño vino a evidenciar que los talibán vieron sensiblemente reforzadas sus posiciones. Los talibán modifican paulatinamente su táctica, pasando de la guerra de guerrillas a las operaciones ofensivas y defensivas bien planificadas. Con siempre mayor frecuencia actúan en grupos numerosos, de 300 a 400 militantes.
Las tropas extranjeras y gubernamentales sufren considerables pérdidas siempre con mayor frecuencia a causa de los atentados perpetrados por terroristas suicidas, fenómeno que no se registraba todavía hace un par de años. Tan sólo en lo que va de año, los kamikazes cometieron más de 140 atentados. O sea, Afganistán se va asemejando cada vez más a Irak.
Resulta que en la nueva situación, a la alianza no le alcanzan las fuerzas para combatir en Afganistán. En vista de ello, los militares de la OTAN prefieren no asomarse de sus bases de apoyo logístico, sólo de vez en cuando lanzando incursiones contra el enemigo.
En la cumbre de la Riga se planteó la necesidad de incrementar el contingente militar de la OTAN. Pero el problema estriba en que los insistentes intentos emprendidos por EE.UU., Gran Bretaña y Canadá por lograr que los aliados europeos aumentaran sus contingentes nacionales toparon con una renuencia igualmente insistente por parte de Alemania, Francia, España, Turquía, Italia, Noruega y Dinamarca.
Según se aclaró, en los pasillos de la cumbre los aliados le presentaron serias pretensiones a Washington. Al Pentágono se le recriminó proporcionarles a sus satélites una información a sabiendas falsa para no exponer a golpes a los destacamentos de los talibán con que los norteamericanos cooperan. Al propio tiempo, los norteamericanos a menudo desoyen las solicitudes de prestar apoyo aéreo a sus aliados. Más aun, en ocasiones, los europeos se convierten en blancos de «fuego amistoso» de la Fuerza Aérea de EE.UU..
De pasó se aclaró que las unidades norteamericanas dejaron una impresión tan negativa en la población que los militares holandeses y belgas tuvieron que cambiar el color del uniforme de campaña para que la población local no los confundiera con los norteamericanos.
En Riga se hizo evidente que los mandos de la OTAN llevan la intención de aumentar el contingente militar a costa de los países pretendientes a ingresar, así como de los recién admitidos en la alianza. De los primeros, Georgia y Ucrania ya anunciaron la disposición a enviar sus contingentes a Afganistán; de los segundos, Polonia ya resolvió incrementar hasta 1.000 efectivos su contingente en este país; Estonia enviará a otros 40 efectivos y armas de tiro en adición a los 80 militares ya acantonados; Letonia enviará adicionalmente a 20 militares; Bulgaria suministrará a Afganistán un lote de armas y municiones; Rumania ha aceptado enviar un batallón de infantería.
Aunque Croacia acogió con gran recelo la solicitud, más bien, la orden, de trasladar sus unidades de las relativamente tranquilas provincias norteñas al peligroso sur, al tiempo que Lituania se negó a trasladar allá a sus soldados.
La postura de los miembros flamantes es comprensible. En primer lugar, un aumento insignificante del efectivo orgánico será insuficiente para establecer un control eficaz sobre todo el territorio afgano. Segundo, la causa fundamental de la tirantez en este país estriba en los problemas que hace 5 años prometían resolver los norteamericanos: expulsar a todos los talibán en 2 ó 3 años, estabilizar el sistema político, echar los cimientos de la prosperidad económica, reconstruir la infraestructura, acabar con el narcotráfico, dar empleo a la población y mantener seguridad. Ninguna de las tareas arriba mencionadas ha sido cumplida. Consiguientemente, las inevitables víctimas entre el contingente de la OTAN serán insensatas.
Moscú sigue con preocupación las discrepancias que se revelaron en Riga y que no dejan de agravarse a medida de la ampliación de la OTAN. También antes los políticos rusos se daban cuenta de que una OTAN débil no es el mejor socio para Moscú. Comprendían asimismo que Afganistán es un problema de palpitante actualidad que requiere la cooperación entre todos los europeos. La cumbre de la OTAN no hizo sino acentuar las dudas y preocupaciones de Rusia.