Fernando Lugo es hoy el referente más claro de la oposición. Dejará la iglesia para dedicarse a la campaña presidencial. Apunta contra el «estado burgués» y dice que gobernará para las más pobres. Mientras tanto, la izquierda se reposiciona.Nadie le cree al presidente paraguayo Nicanor Duarte Frutos cuando dice que la reelección no lo obsesiona. […]
Fernando Lugo es hoy el referente más claro de la oposición. Dejará la iglesia para dedicarse a la campaña presidencial. Apunta contra el «estado burgués» y dice que gobernará para las más pobres. Mientras tanto, la izquierda se reposiciona.
Nadie le cree al presidente paraguayo Nicanor Duarte Frutos cuando dice que la reelección no lo obsesiona. Apartando las formalidades de patear el tema para más adelante, en las filas del Partido Colorado -que gobierna desde hace más de sesenta años con regímenes dictatoriales o democráticos- todos apuntan a que el «plan A» puede concretarse en marzo de 2008.
No le será fácil, al parecer, aunque en la política paraguaya lo difícil puede transformarse en un trámite si los resortes del poder del partido del ex dictador Stroessner están bien aceitados. Y casi siempre están bien aceitados. Para que Duarte Frutos sea elegido otra vez por cuatro años deberá pasar, en primer lugar, un obstáculo legal: la constitución del país guaraní no permite el «rekutú» (repetir el mandato).
Pero allí aparecen los resortes, la mecánica del poder, y las operaciones para sancionar una enmienda ya están en marcha. Hace rato. No tiene mayoría en el senado para lograrlo, y la negociación especialmente con otro partido tradicional, el Partido Liberal, tendrá que ser muy fina si quiere lograr los dos tercios, que sí posee en la cámara de diputados.
Pero el mayor «reto» para el actual mandatario no viene de minucias legales. Hay un hombre de carne y hueso, y ese hombre viste sotana. Se trata de Fernando Lugo, un obispo católico de la diócesis de San Pedro, en el norte paraguayo, que ha hecho de la defensa de los pobres y la crítica al «estado burgués» causas que lo han hecho muy popular.
Los que menos tienen ven en él una especie de mesías del siglo XXI que viene a defender a los siempre postergados campesinos del interior paraguayo y los pobres de las ciudades. Que sea miembro de la iglesia, institución muy arraigada en la gente, la da un plafón que no poseen los políticos tradicionales. Por las calles de los alrededores Asunción ya se ven las pintadas de apoyo al obispo.
Claro que, azuzados por los sectores conservadores, hay quienes lo catalogan de «cura loco» o «cura zurdo» por trabajar en el área social y por su simpatía hacia el «socialismo del Siglo XXI» como los gobiernos de Evo Morales en Bolivia y Hugo Chávez en Venezuela.
Algo inédito en Paraguay y en los países de cono sur, que un sacerdote tenga concretas chances de lograr la primera magistratura. Cerca de allí, en el norte argentino, un obispo de los pobres sepultó las intenciones reeleccionistas del gobernador de la provincia de Misiones, lo que le trajo varios dolores de cabeza presidente Néstor Kirchner, que apoyó al perdedor.
Según las últimas encuestas, el prelado paraguayo obtiene el 25 por ciento de los votos, y aventaja por poco a Duarte Frutos. La candidatura esta al caer, al punto que Lugo ya anunció que pronto renunciará a la iglesia -dado que un ministro religioso tiene prohibido participar en cargos eleccionarios según la Carta Magna- para dedicarse de lleno a la campaña.
Su padre era un militante disidente del Partido Colorado, hegemónico históricamente en Paraguay, que durante la dictadura (1954-1989) fue detenido y apresado veinte veces por el régimen que gobernó con mano de hierro Alfredo Stroessner. Esto obligó a la familia a exiliarse.
«Me anima, me entusiasma, me alegra este acto de entrega de estas firmas y de otras carpetas que están en camino» dijo el obispo ante sus seguidores, que horas atrás fundaron el partido «Tekojoja» (igualdad en lengua guaraní), para respaldar su candidatura presidencial.
Cuando aun faltan 15 meses para la contienda electoral, analistas ven que el escenario se va a tornar más complejo. El Partido Colorado desplegará todo su arsenal político y mediático para conservar su hegemonía, sabiendo que el electorado paraguayo, por elección, costumbre o clientelismo, termina volcándose a su favor.
Desde los partidos de izquierda surge renovado el Partido Convergencia Popular Socialista, que en las pasadas elecciones municipales obtuvo más de diez concejales en zonas rurales del país y que está realizando un trabajo de militancia muy intenso desde su creación en 2002, especialmente en contra de la expansión de la soja y la utilización de agro tóxicos que están haciendo estragos en las zonas rurales del Alto Paraná.
Esta agrupación demostrará su fuerza con una movilización el 1 de marzo de 2007; allí se conformará una Alianza Patriótica que intentará re posicionar a la izquierda en la sociedad, un sector político que quedó «pegado» al brutal secuestro y asesinato de la hija del presidente Raúl Cubas, perpetrado por algunos militantes del movimiento Patria Libre -y se sospecha con ayuda de otras facciones internas del propio oficialismo- en 2006.
Sin olvidar a otro partido tradicional como el Liberal, que se encuentra en proceso de reacomodamiento interno, el clima electoral irá tomando temperatura en el año que entra. En el partido gobernante piensan en la reelección, pero como en política todo puede suceder y acaso la enmienda constitucional no funcione, ya hay un «plan B», que sería que el actual vicepresidente Luís Alberto Castiglioni sea el candidato al palacio de gobierno secundada por una ministra con buena imagen, Blanca Ovelar, de la cartera de Educación.
En este escenario, Duarte Frutos iría al Senado como presidente de la cámara Alta y seguiría presidiendo el Partido Colorado. Cambio de figuritas para que nada cambie, el discurso oficial hará anclaje en las tradiciones paraguayas, mezcladas con un poco de modernidad, sazonadas con un toque social para convencer a los más incrédulos, y regadas con prebendas y favores.
Juego de ajedrez que el centenario partido tradicionalmente ha sabido jugar, casi siempre con la ventaja que otorga arrancar el juego con las piezas blancas.
Ahora se incorporó al juego un alfil con ropas eclesiásticas, y siempre algún que otro peón quiere llegar hasta la línea final, pero los laderos de la corte saben que la corona no se toca, y desde hace seis décadas, la corona ha estado siempre del lado de los ricos y poderosos.