Con la firma de tres ministros -Danilo Astori, de Economía; Daisy Tourné, de Interior; y Azucena Berrutti, de Defensa- el presidente Tabaré Vázquez hizo suyo, el 26 de marzo, un proyecto de ley elaborado por el diputado de la lista 15 Daniel García Pintos, consagrando la famosa teoría de los dos demonios, que reduce el […]
Con la firma de tres ministros -Danilo Astori, de  Economía; Daisy Tourné, de Interior; y Azucena Berrutti, de Defensa- el  presidente Tabaré Vázquez hizo suyo, el 26 de marzo, un proyecto de ley  elaborado por el diputado de la lista 15 Daniel García Pintos, consagrando la  famosa teoría de los dos demonios, que reduce el terrorismo de Estado durante la  dictadura a un enfrentamiento entre dos bandos con iguales  responsabilidades.
El proyecto, que otorga una reparación de 150 mil  dólares a los familiares directos de 66 policías, militares y civiles «víctimas  de la sedición», causó estupor en filas del Frente Amplio (FA), cuyos  legisladores enfrentarán la disyuntiva de defender y aprobar la iniciativa  presidencial o provocar una crisis interna en las filas del gobierno. También  generó duros rechazos en organismos de derechos humanos porque, en el mismo  texto, se incluyen como beneficiarios de la reparación a los familiares de 26  desaparecidos.
Una compulsa entre dirigentes frenteamplistas -con las  limitaciones impuestas por la Semana de Turismo- reveló que la iniciativa,  aunque había sido anunciada en el discurso que Vázquez pronunció el 2 de marzo  en la plaza Independencia, no fue analizada formalmente ni en los órganos de  conducción del fa ni en la bancada parlamentaria oficialista. 
Si, como explicó el vicepresidente Rodolfo Nin -el único  vocero del gobierno que justificó la medida-, el proyecto de ley pretende  ofrecer «una mirada generosa» sobre el pasado, el gesto (que insumirá un gasto  de 13 millones 500 mil dólares) fue interpretado por amplios sectores de la  izquierda como «injusto», «erróneo», «aberrante»,  «insólito».
IRRITANTES DIFERENCIAS
El proyecto borra de un plumazo el conjunto de definiciones  sostenidas por el FA sobre las causas y las responsabilidades del terrorismo de  Estado que asoló al país. En los considerandos del texto se afirma que «se  pretende cerrar definitivamente una dolorosa etapa (…) teniendo en cuenta el  ambiente de violencia extrema reinante en el país y la inquebrantable defensa  que hicieron militares y policías de una sociedad que se encontraba conmovida  por dicha situación». Esta interpretación del pasado reciente explica las  afirmaciones de Vázquez, en su discurso del 2 de marzo, sobre el «nunca más  entre orientales», que omitió una referencia al terrorismo que, impulsado desde  el Estado, adquiere una connotación y una significación claramente definidas y  condenadas en diversos tratados y convenios internacionales.
La «generosidad» que le atribuye el vicepresidente Nin a  la iniciativa no se compadece con algunos tratamientos que configuran una  inequidad. El proyecto de ley repara económicamente a los «caídos en defensa de  las instituciones democráticas y de la libertad» en el período comprendido entre  1962 y 1976, «tanto en el territorio nacional como fuera de él». Hasta el  presente, las reparaciones a las víctimas de la dictadura fijaban 1973 como la  fecha inicial.
Todo los posibles beneficiarios de la reparación son  policías, militares y civiles asesinados o muertos en enfrentamientos; no hay un  solo caso de desaparición forzada. Sin embargo, el gobierno no consideró  establecer una reparación para los militantes políticos, sindicales o sociales  muertos en enfrentamientos o muertos debido a las torturas durante los  interrogatorios. En ese sentido quedan fuera de la lista víctimas tales como  Líber Arce y Hugo de los Santos, estudiantes caídos en manifestaciones antes del  golpe de Estado; así como Jorge Salerno, Ricardo Zabalza, Ricardo Cultelli,  Armando Blanco, Alberto Candán, Ivette Jiménez, Nicolás Gropp, Luis Martirena,  ejecutados durante su detención; o prisioneros políticos como Graciela  Estefanel, Héctor Brum, María de los Ángeles Corbo, Floreal García y Mirtha  Hernández, cuyos cuerpos acribillados fueron abandonados en las cercanías de  Soca.
El proyecto de ley incorpora otra diferenciación  irritante: repara a los desaparecidos cuyos casos fueron investigados por la  Comisión para la Paz, pero omite a unos 150 desaparecidos secuestrados en  Argentina y Paraguay por militares y policías uruguayos. En este aspecto hay una  doble discriminación: por un lado deja fuera a desaparecidos «del exterior»,  mientras que incorpora a policías, civiles y militares caídos fuera de frontera;  y por otro ignora que al menos una veintena de los desaparecidos de Buenos Aires  fueron trasladados a Uruguay en el llamado «segundo vuelo», cuya desaparición  definitiva por lo tanto se concretó en el país.
DE VICTIMARIOS A VÍCTIMAS
Tal parece que el Poder Ejecutivo, al hacer suyo el proyecto  del diputado García Pintos, no hizo una comprobación de la información que  confirma la lista de beneficiarios. «¿Qué sedición ejecutó al coronel Ramón  Trabal?», se preguntó el abogado Javier Miranda, de Familiares de  Detenidos-Desaparecidos, al comentar el proyecto de ley. El coronel Trabal fue  asesinado en París en 1975 y el entonces dictador Juan María Bordaberry atribuyó  el hecho a un comando tupamaro. Sin embargo, el mln negó siempre su  responsabilidad. Numerosos indicios sugieren que la muerte de Trabal fue un  ajuste de cuentas interno del Ejército; es el único caso de uniformados en que  la dictadura no mostró ningún interés por investigar y aclarar. En este extremo,  el gobierno estaría confirmando la patraña montada por los mismos  verdugos.
Otro tanto ocurriría en el caso del policía Ildefonso  Kaulaskas, cuyo cuerpo apareció el 31 de junio de 1971, y cuya muerte se presume  que fue obra de los escuadrones de la muerte, en represalia por la presunta  vinculación del funcionario con el MLN.
Hay, además, por lo menos cuatro casos de policías y  militares caídos en enfrentamientos, pero abatidos por sus propios camaradas.  Así habría ocurrido con el inspector Antonio Silveira Regalado, muerto en un  allanamiento a una chacra el 22 de diciembre de 1966; Alfredo Pallas, herido de  muerte en un allanamiento policial en el balneario Cuchilla Alta, el 13 de  febrero de 1970; el capitán Wilfredo Busconi, herido por la espalda en el  ominoso operativo de la seccional 20 del Partido Comunista, el 17 de abril de  1972, en que fueron asesinados a sangre fría ocho comunistas; y el capitán  Roberto Botti, cuya muerte, el 19 de febrero de 1976, fue atribuida a un tiroteo  entre efectivos de distintas unidades militares, durante un allanamiento a una  casa donde Botti había montado una ratonera.
Un caso incomprensible es la inclusión de Carlos Abdala,  un civil a quien se identificó como ideólogo de los escuadrones de la muerte, y  que fuera abatido en Asunción, Paraguay, el 8 de junio de 1976, donde fungía  como embajador uruguayo. Un terrorista croata -sin ninguna vinculación con el  proceso uruguayo- lo confundió con un diplomático yugoslavo.
Al incurrir en las discriminaciones señaladas, la iniciativa del Poder Ejecutivo consagra injusticias tales como reparar a personal policial o militar abatido en represalia por sus propios crímenes (como es el caso de los integrantes del Escuadrón de la Muerte), pero ignora a sus víctimas.
Al incurrir en las discriminaciones señaladas, la iniciativa del Poder Ejecutivo consagra injusticias tales como reparar a personal policial o militar abatido en represalia por sus propios crímenes (como es el caso de los integrantes del Escuadrón de la Muerte), pero ignora a sus víctimas.
Entre los argumentos que provocan el rechazo de la  iniciativa se maneja aquel referido a las indemnizaciones que el Estado ya ha  conferido a los familiares. En su oportunidad, Yamandú Fau, entonces ministro de  Defensa del segundo gobierno de Sanguinetti, respondió a un pedido de informes  del diputado forista Ruben Díaz puntualizando que 17 funcionarios caídos en el  cumplimiento de su deber habían sido indemnizados al amparo del artículo 115 de  la ley presupuestal 14.106 del año 1973.
Los rechazos al proyecto de ley no se centran en la  reparación económica. Fundamentalmente se refieren al sustento político de la  iniciativa que, se afirma, tiende a consagrar un plano de igualdad de  responsabilidades entre la violencia política y el terrorismo de Estado, es  decir, supone la consagración de la teoría de los dos demonios. Organismos de  derechos humanos han reivindicado el concepto sostenido por las Naciones Unidas  de reparación integral a las víctimas del terrorismo de Estado que, además de la  reparación monetaria, incluye, en primer lugar, la reparación de justicia y el  derecho al conocimiento de los hechos. 
Resulta incomprensible, hasta ahora, el móvil que indujo  al presidente Vázquez a dar este paso. Existe, en cambio, coincidencia en que no  se trata de un acto irreflexivo y tiene, por tanto, una enorme trascendencia  política.
	    
            	
	

