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La editorial Ocean Sur presenta en San Salvador la biografía de la ex guerrillera Lorena Peña

Fuentes: Rebelión

En la recta final de la campaña para las elecciones presidenciales en El Salvador, que tendrán lugar el próximo 15 de marzo de 2009, la editorial latinoamericana Ocean Sur presentó el título Retazos de mi vida: testimonio de una revolucionaria salvadoreña, de Lorena Peña. Sin dudas, un conmovedor testimonio de una c omandante de las […]

En la recta final de la campaña para las elecciones presidenciales en El Salvador, que tendrán lugar el próximo 15 de marzo de 2009, la editorial latinoamericana Ocean Sur presentó el título Retazos de mi vida: testimonio de una revolucionaria salvadoreña, de Lorena Peña.

Sin dudas, un conmovedor testimonio de una c omandante de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), una de las cinco organizaciones integrantes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), de El Salvador, integrante de la Comisión Político Diplomática del FMLN en las negociaciones de paz que concluyeron con la firma de los Acuerdos de Chapultepec, en enero de 1992, miembro del Consejo Nacional del FMLN, fundadora y presidenta del Movimiento de Mujeres Mélida Anaya Montes, diputada nacional de la Asamblea Legislativa de El Salvador, vicepresidenta del Parlamento Centroamericano y activa participante en las luchas por los derechos de la mujer.

Este libro no sólo describe la vida de Lorena; también sintetiza el testimonio de las mujeres revolucionarias salvadoreñas: su heroísmo, su valentía, su entrega, su disposición al sacrificio y su indignación ante cualquier manifestación de injusticia. Sus páginas, que se leen desde la razón y desde el corazón, provocan una oleada de sentimientos que generan empatía con su autora y protagonista, para vivir con ella gozos y tristezas, sobresaltos y épicas. Una mujer que cumple con el deber de contarle a las generaciones actuales y futuras lo que sufrieron nuestros pueblos cuando las dictaduras azotaban el continente.

Palabras de presentación del libro por Iosu Perales

Primero, su hijo Felipe Peña, siguiendo el consejo del poeta nicaragüense Leonel Rugama se fue a vivir como los santos. Poco tiempo después, sus hijas Virginia, Ana Margarita y Lorena, marcharon también a los misterios de la clandestinidad envueltas en consignas hermosas. En esa época, su esposo José Belisario Peña, Chepe, andaba persiguiendo la libertad y perseguido por la dictadura. De modo que Doña Ángela Mendoza de Peña, tuvo que refundarse para ser ella misma la casa familiar, su viga maestra, y con los brazos siempre extendidos, así fuera en el país o en los exilios hacer de su persona el hogar seguro de lo suyos; el hogar, que como sabéis quiere decir el lugar de origen y también meta y destino.

Doña Ángela, Angelita, presente en esta sala, esposa, madre y abuela, ha sido siempre la retaguardia de Lorena. Y yo diría que también su Estrella Polar, esa que nos guía incluso en los tiempos difíciles. Doña Ángela es hoy un poco más mayor, pero en ella su corazón rebelde sigue intacto, tictaqueando, y el ideal de justicia la sigue saludando todas las mañanas.

Hace poco más de un año, con motivo de la presentación del libro Con sueños se escribe la vida de Salvador Sánchez Cerén, dije que la gesta revolucionaria en El Salvador tuvo una dimensión colectiva, de pueblo, y destaqué que en ella se dieron cita muchas épicas personales que, juntas, vienen a formar la historia de esos años difíciles. También dije que hacer memoria es recuperar el pasado para pensarlo, reflexionarlo con sus luces y sombras, para aprender de los errores y evitar su regreso, para fortalecer nuestra identidad personal y colectiva y saber mejor quiénes somos. En aquel acto, participó como comentarista Lorena Peña. Hoy estamos aquí para presentar su libro Retazos de mi vida, gracias al compromiso del editor David Deutschmann y de Claudia Sánchez, verdadero motor de la recuperación de la memoria.

Retazos de mi vida es un testimonio apasionante y lleno de pasión. En él se narra una vida llena de vidas. Lorena joven cristiana comprometida, Lorena clandestina y guerrillera, Lorena dirigenta política, Lorena compañera y madre, Lorena construyéndose feminista, Lorena diputada, ahora Lorena escritora. Yo iba leyendo este libro y de cuando en cuando, casi sin darme cuenta, con la yema de un dedo iba secándome una lágrima, casi siempre caída del ojo izquierdo. La razón es que todas las Lorenas me iban emocionando, tal vez porque este es un libro que Eduardo Galeano definiría como sentipensante, que es una palabra que define el lenguaje que dice la verdad, uniendo pensamiento y sentimientos.

Dos aspectos de este libro me llaman la atención: está lleno de una mirada de mujer y de una dimensión ética.

Lorena Peña es una de las mujeres que ha roto estereotipos sobre el rol femenino en las luchas de liberación y en la vida. Como ella, otras muchas mujeres del FMLN, han demostrado que no poseen una naturaleza que les impida asumir máximas responsabilidades en un mundo todavía dominado por los hombres. En la guerrilla y en el partido, Lorena ha tenido que resistir, que pelear, que discutir, que reivindicar, frente al sistema patriarcal de sexo-género vivamente presente también en las organizaciones de izquierda, en tanto que reflejo de la sociedad. Pero ella no ha venido repitiendo las acciones de los hombres sino creando sus propias acciones y sus propias palabras. Esta lucha de Lorena y otras muchas mujeres ha hecho mejor al partido, lo ha hecho más sensible y más consciente de que su proyecto de sociedad en tanto que propuesta humanista y civilizatoria debe incluir con fuerza toda lucha contra la discriminación de género. La complicidad entre mujeres y hombres es lo que este libro reclama, para construir una sociedad más igualitaria y libre, para cambiar las relaciones sociales y sentimentales.

Este libro es una lección de ética. La ética, como anterior a la ideología misma entendida como un conjunto de ideas o un sistema de creencias vinculadas a un proyecto político. Ello es lo que hace posible que cuando Lorena llega a un ideario de y para la política, lo hace para abrazarlo, para fusionarlo con unos valores previos, y por fin para interiorizarlo dotándole de una profunda calidez humana. Esos valores, esa ética arranca de un compromiso cristiano que poco a poco se fusiona con una doctrina social laica y luego con una ideología propia de la izquierda.

Como digo en la presentación de Retazos de mi vida, en la vida de la autora de este libro no hay saberes fríos, ideas envasadas en la teoría, sino ideas vivas encarnadas en la acción pero además abiertas en la relación con el mundo. Algo de extraordinaria importancia, pues no debemos olvidar que las ideologías son un arma de doble filo: abren o cierran nuestra relación con la vida, según como sean abrazadas. Nuestra ideología de izquierda, para que lo sea, plenamente, ha de ser receptiva y en permanente relación con la multilateralidad de la vida para tomar conciencia de nuestra propia necesidad de evolución, de cambio, evitando que se vuelva conservadora. Y, es justamente esta riqueza espiritual e intelectual la que muestra Lorena: una disposición permanentemente inconformista, entendida como movimiento, como reflexión de lo nuevo, como un remover las aguas propias, como deseo de no dejar de aprender. Por fin, Lorena no se limita a amar a la humanidad en idea, lo que sucede con frecuencia, sino que ama a la humanidad de carne y hueso, a las personas concretas.

En Retazos de mi vida Lorena, recorre su propia historia y, al hacerlo, rescata decenas y decenas de nombres propios, mujeres y hombres muchos de los cuales murieron en el empeño de construir un país mejor. De muchos de ellos Lorena hace retratos de cómo eran, de sus cualidades, cuenta anécdotas y, a veces, irremediablemente, llora por las amigas y amigos que cayeron. De nuevo, unas memorias personales son memoria colectiva y homenaje a quienes participaron en la gesta. Y, en medio de la guerra, también la ternura personalizada en Carlitos, el niño que aprendió a leer en el cerro de Guazapa y descubrió el deleite de la lectura con el Principito; Carlitos, dice Lorena, tenía una carita linda de niño y un poco de hombre. Lo mataron cuando lo sacaban del frente hacia la ciudad, pues aquél no era lugar para él. El escritor argentino Juan Gelman escribió una vez sobre los asesinados por la Junta Militar algo así: No eran personas perfectas, eran hombres y mujeres con defectos, pero tenían en sus rostros un pedazo de Sol. Así eran Clara Elizabeht Ramírez, el padre Ernesto Barrera, aquel sencillo campesino que era Juan Chacón, Alejandro Solano, Andrés Torres, así era la valiente Graciela que murió en el Paisnal al pisar una mina. Lorena, va desgranando nombres y nombres y al hacerlo nos desvela su devoción y emoción, haciendo de las palabras que los describe su discurso más hermoso.

He comenzado hablando de doña Ángela. Quiero ir terminando con una reflexión sobre la familia Peña Mendoza. Este es su libro. Una obra familiar. Retazos de nuestras vidas podría titularse. Lorena hace un ejercicio de reconstrucción que nos permite situarle a ella misma como parte de un grupo familiar tocado por la Dignidad. Dignidad era y es el lema familiar. Vivir la vida en abierto es lo que ha hecho la familia Peña Mendoza: en la entrega al otro, en la solidaridad con los otros, en la receptividad que confía y aprende de los demás, en el riesgo que se juega la vida. En la lectura de este libro descubrimos un hilo conductor que conecta vivamente una experiencia personal y familiar con la de una izquierda latinoamericana compuesta por hombres y mujeres de variadas procedencias sociales que lo dieron todo, hasta la propia vida. Esa izquierda que estuvo en todas partes y peleó todas las batallas, la misma que sembró semillas y soñó todos los sueños es la gran familia de la que forma parte esa otra que son los Peña Mendoza. Su historia épica y ética ha sabido ser consecuente en la relación entre palabras y hechos, desde una infinita solidaridad con los excluidos, con los empobrecidos, con los de abajo y sus sufrimientos, sus luchas, sus anhelos y sus palabras no-dichas. La ética de los hombres y mujeres entregadas a la causa de la liberación responde casi siempre -en el caso de Lorena y su familia de forma clara- a una visión desgarrada de la realidad social y política, una visión que incubó ese otro valor al que llamamos pasión.

Es cierto, en la época de las dictaduras la familia Peña Mendoza tenía otra noción de patria, y a menudo sus miembros amanecían con los puños cerrados, pero no lo tomen al pie de la letra, sucede que de tanto mirar al país, Felipe, Virginia, Ana Margarita, Lorena y sus padres tenían los ojos doloridos, pero en lugar de refugiarse en la congoja siguieron el llamado del himno donde dice: «saludemos la patria orgullosos de hijos suyos podernos llamar». Y se sumaron a la gran gesta de reconstruirla, de refundarla, para hacer de ella un lugar donde la felicidad aun sea posible. Hoy, Ángela, Lorena y sus hijos, ya pueden mirar al país y sentirse, con orgullo, parte activa de una buena nueva que nos dice: nace la esperanza, viene el cambio. Sí, ahora, más que nunca, recordamos el llamado del poeta guatemalteco Otto René Castillo: «Vamos patria a caminar».

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