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La nueva administración norteamericana en el contexto regional del Golfo Pérsico

Fuentes: Ceamo(Ceprid

A inicios del nuevo año y ante la llegada al poder en Washington de una nueva administración demócrata, el Medio Oriente, lejos de experimentar un cambio cualitativo, continúa constituyendo un escenario de confrontación de intereses foráneos y agendas regionales y un laboratorio de viejos y nuevos mecanismos de control. Desde los años 50 del pasado […]

A inicios del nuevo año y ante la llegada al poder en Washington de una nueva administración demócrata, el Medio Oriente, lejos de experimentar un cambio cualitativo, continúa constituyendo un escenario de confrontación de intereses foráneos y agendas regionales y un laboratorio de viejos y nuevos mecanismos de control.

Desde los años 50 del pasado siglo, la política exterior norteamericana ha evidenciado una creciente orientación hacia la rica y neurálgica región del Golfo Pérsico. A lo largo de todo este período la estrategia de penetración ha ido cambiando de rostro y adaptándose al momento histórico correspondiente pero sin alejarse demasiado de su objetivo central, control de las fuentes de abastecimiento energético utilizando como sombrilla la teoría de «exportar la democracia».

El esquema inicial que se rompió con el triunfo de la Revolución Islámica en Irán consistió en el acercamiento a diferentes aliados, proponiendo la defensa de sus intereses. Cuando la situación en el área se tensó por el inicio de la guerra irano-iraquí y el avance soviético en Afganistán, la respuesta de Washington se manifestó en un mayor «diálogo de entendimiento» con las monarquías del Golfo paralelamente desarrollado a la estrategia militar de despliegue rápido desde bases locales instaladas para casos de contingencia. Esta iniciativa de «contención» y equilibrio de los poderes locales desde bases militares estratégicas, denominada por algunos como «offshore balancing» (1), se mantuvo durante los años 80 en que Estados Unidos apoyó militarmente a Iraq y arreció su discurso político contra el Irán islámico. (2)

La crisis del Golfo generada a partir de la ocupación iraquí de Kuwait, le dio a la Casa Blanca la justificación para llevar a la práctica ejercicios de despliegue rápido y conflictos de baja y mediana intensidad, asumiendo el papel de superpotencia hegemónica militar y garante de la seguridad energética y financiera del mundo más desarrollado. Nuevas dinámicas internacionales como el derrumbe del campo socialista soviético y el fin de la Guerra Fría impulsaron la necesidad de conformar una nueva estructura estratégico-militar en el área tomando cuerpo así, la doctrina de la «Doble Contención» en la década de los 90 para enfrentar tanto a Iraq como a Irán, tildados de blacklash states (estados en retroceso). En la práctica esta doctrina incluiría el mantenimiento de las sanciones económicas sobre el primero y el deterioro de las relaciones con el segundo, principal amenaza para la seguridad regional. (3)

La gestión de la administración Bush en el poder, con el cambio de siglo, concibió a Iraq como un enemigo que no solo debía ser controlado sino neutralizado. La estrategia de un «golpe preventivo» además de derrocar al gobierno saddamista disuadiría al resto de los posibles enemigos. En relación a Irán ha habido una escalada en el nivel de tensiones del diálogo bilateral desde la llegada al poder ejecutivo de Ahmadineyad. El diferendo en torno al expediente nuclear iraní que se mueve junto a la coacción militar es solo una acción más de la Casa Blanca para ejercer presión sobre Teherán buscando el cambio de régimen. Su opción bélica para Medio Oriente solo ha socavado la falta de credibilidad de Washington en el mundo árabe teniendo su efecto directo en el ascenso a escena política de agrupaciones o movimientos islámicos que a su vez propugnan la introducción de una normativa legal más democrática, basada en una mayor participación ciudadana.

Una serie de factores demandarán la atención de la nueva administración norteamericana en la región del Golfo Pérsico, entre otros asuntos:

• el aseguramiento de un proyecto «nacional» iraquí que estabilice el país en cuanto a los índices de violencia y garantice un mejor escenario político y económico para la inversión de las diferentes compañías estadounidenses,

• el reacomodo con un Irán influyente en la región y cada vez más próximo a las puertas del desarrollo nuclear cuyo fin es una fuente de preocupación para Estados Unidos,

• el mantenimiento del balance de poder militar en la zona teniendo como «asociados», bajo condiciones muy particulares, a las monarquías del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), receptoras de armamento convencional estadounidense y sede de algunas de sus más importantes bases militares en Medio Oriente (4),

• la contención de las acciones extremistas contra la presencia e intereses norteamericanos por grupos o miembros de Al-Qaeda u otras organizaciones islamistas con el fin de fomentar el terror y los niveles de inseguridad. Súmese a este factor la reciente cuestión de la piratería en el Golfo de Adén, elemento que no solo preocupa a los países fronterizos sino también a Irán, China y Estados Unidos cuyos cargueros transitan por allí.

Paralelamente a la estrategia estadounidense para la gestión de sus intereses en los países del Golfo Pérsico recientes problemáticas atentan contra la continuidad del proceso de reformas económicas que viven al interior la mayoría de estos estados. El drástico descenso de los precios de los hidrocarburos en el mercado internacional, luego de un período en que los ingresos por concepto de la exportación de estos se septuplicaron desde 2002 (5) y los recortes de la producción han repercutido en el déficit presupuestario de los gobiernos del Golfo a inicios del presente año. Países como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Bahrain y Omán que habían invertido billones de dólares en el desarrollo de centros financieros, fomento del sector turístico, planes de construcción para acomodar el enorme número de residentes expatriados, construcción de industrias y otros proyectos a favor de la diversificación económica más allá de la dependencia del petróleo y el gas, ven hoy afectadas sus economías. Los ingresos de Arabia Saudita, país que sustenta a 25 millones de habitantes, se estima que pudieran ser recortados en un 40% para 2009 (6). La preocupación está en que en un país sin elecciones, parlamento y partidos políticos, la combinación de lentos proyectos de desarrollo y el aumento de la brecha entre la rica élite y el pueblo pudiera ser cantera de una situación desestabilizadora al interior del reino.

Una solución efectiva a largo plazo pudiera canalizarse en la búsqueda de fuentes alternativas de abastecimiento energético, léase gas y energía nuclear con fines no militares. Pero quiénes controlarán y cómo serán administradas estas reservas o esta tecnología es el nuevo reto a desafiar en el caso del gas, por los países productores tercermundistas y consumidores del primer mundo y en el caso de la alternativa nuclear, por aquellos gobiernos con capacidad tecnológica para alcanzar este tipo de desarrollo y los dispuestos a comprarla.

En el plano político regional se avecinan en el primer semestre del año una serie de procesos electorales en varios países que precisan monitoreo y seguimiento por parte de los actores foráneos con intereses en la zona. La preparación de las elecciones parlamentarias en Yemen, que desde fines de 2008 comprende la revisión y modificación del listado de los electores, ha suscitado una ola de ataques terroristas en las diferentes comisiones de la nación. Las elecciones municipales en Iraq bajo nuevo «período de gracia» de presencia norteamericana pudieran amenazar con el reforzamiento de los grupos chiítas y kurdos en detrimento del ya roto balance étnico confesional del país. Y las presidenciales en Irán pudieran venir a tono con el ascenso del ala conservadora en puestos estratégicos del gobierno iraní. A modo de idea conclusiva que encierre la proyección esencial de la próxima administración hacia el Golfo y la dinámica de estos países, debiéramos señalar que Estados Unidos continuará siendo una potencia extranjera influyente en la región, con posiciones directas en la zona y un acentuado interés estratégico en sus recursos naturales. La agenda estadounidense y las regionales se reacomodarán según sus intereses con un mayor o menor nivel de tensión atendiendo a las condiciones y proyección de Washington.

Referencias:

(1) Mearsheimer, J.: «Middle East: Know the Limits of U.S. Power», www.newsweek.com.

(2) Mesa Delmonte, L.: «La política de la administración Clinton hacia el Golfo. Incongruencias de la Doble Contención». Revista de África y Medio Oriente, vol. 12, núm. 2, 1995, pp. 83-86. (3) Ibid, pp. 90-96.

(4) Darwish, M.: «US Peace Policy for the Gulf: Divide and Conquer», Al-ahram, http://weekly.ahram.org.eg, 15-08-07. (5) Merzaban, D.: «Gulf states to run budget deficits in 2009», www.arabianbusiness.com.

(6) «Gulf States Prepare to Weather Economic Storm After Drop in Oil Prices», Forex World Trading Times Review, www.forexworldreview.com. Yulianela Pérez es investigadora del Centro de Estudios sobre África y Medio Oriente de La Habana (Cuba).

 http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article428