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Viña del Mar, ¿capital del Progresismo?

Fuentes: Rebelión

La crisis económica en que encuentra sumido el mundo entero amenaza con un explosivo aumento de la cesantía y la pobreza en todas las naciones del orbe. De poco sirve reconocer hoy que han sido los excesos del neoliberalismo los que nos han llevado al borde del abismo. Los que ayer levantaron con insolencia la […]

La crisis económica en que encuentra sumido el mundo entero amenaza con un explosivo aumento de la cesantía y la pobreza en todas las naciones del orbe. De poco sirve reconocer hoy que han sido los excesos del neoliberalismo los que nos han llevado al borde del abismo. Los que ayer levantaron con insolencia la idolatría al becerro de oro son en la actualidad cadáveres políticos.

Así como hacia fines de los ochentas cayó el muro, y con él todo el andamiaje de los socialismos reales, en la hora presente cae el modelo económico ultraliberal que le siguió. Ante esta debacle política y económica al mismo tiempo, los sectores «progresistas» ligados a la socialdemocracia se proponen la reconfiguración del capitalismo.

La Sexta «Cumbre»de Líderes Progresistas que se realizó en Viña del Mar (Chile) como antesala de la «»Cumbre»» G20 que se realizará en Londres los próximos días, contó con la asistencia de connotadas figuras que incluyen al Primer Ministro Inglés, al Vicepresidente de los Estados Unidos, al Primer Ministro de España y a los mandatarios de Argentina y Brasil, entre otros.

Si bien esta sexta «cumbre» ha sido convocada para discutir la actual crisis económica mundial conviene extender la mirada hacia otros aspectos no menos relevantes. El capitalismo, en cuanto sistema-mundo, se halla sumido en una recesión que al decir de los expertos será, ineluctablemente, larga, dolorosa y maloliente. La mala noticia es que esta catástrofe derivada de una escasa o nula regulación de los mercados se yuxtapone a otros puntos críticos que vive nuestra civilización, a saber: calentamiento global, escasez de agua potable, crisis agroalimentaria, migraciones y pauperización generalizada. En pocas palabras: dolor y sufrimiento de millones de seres humanos.

Reconocer la magnitud y profundidad del atolladero en que se encuentra la civilización contemporánea no nos conduce, necesariamente a convertirnos en apóstoles del pesimismo. Nos obliga, en cambio, a ser moralmente responsables en el presente histórico en que nos toca actuar. En este sentido, las izquierdas a nivel mundial, en todos sus matices, pueden ser un aporte para buscar soluciones políticas y económicas a los graves desafíos que enfrenta la humanidad. No se trata tan sólo de reformar el capitalismo, como pregonan muchos de los líderes del mundo desarrollado. Se trata de echar las bases para un nuevo orden internacional en que los pobres de la tierra hagan oír su voz.

La reconfiguración del capitalismo no puede significar la normalización de los mercados para que las grandes corporaciones sigan depredando el planeta entero, sumiendo a países y continentes enteros en la miseria. La crisis global es, ciertamente, una oportunidad histórica para que los pueblos del sur reclamen el lugar de dignidad que les corresponde.

América Latina, como parte del sistema-mundo, ha sido hasta aquí el «patio trasero» del mundo desarrollado, los resultados están a la vista: pobreza, corrupción, violencia y depredación medioambiental. Celebrar el modelo económico chileno, como hace el señor Brown, es desconocer las tremendas desigualdades que ha acarreado este modelo para una amplia mayoría en cuestiones tan sensibles como la educación, la salud y la previsión social.

El horizonte latinoamericano no se construye desde la demagogia y el populismo, pero tampoco se encuentra en fórmulas que convierten la democracia en una performance estadística al servicio de las empresas locales y globales. Los Estados latinoamericanos deben recuperar su protagonismo a nivel nacional, regional y mundial, no para caer en un extemporáneo y estéril estatismo sino para promover nuevas maneras de alcanzar una efectiva justicia social.