Traducido para Rebelión por Gorka Larrabeiti
Es posible que algo muy importante haya ocurrido y siga ocurriendo «bajo la alfombra» relacionado (tal vez para anticiparla e impedirla) con la clamorosa decisión de Obama de renunciar al sistema misilístico en Europa (con radar en la República Checa). Esta decisión no sólo es crucial sino, sobre todo, devastadora para los planes israelíes. La motivación aducida por Obama, de hecho, se basa en la valoración conjunta de las varias agencias americanas, y de los servicios secretos de que Irán ni cuenta ni podrá contar en un futuro previsible con el arma atómica ni podrá construir vectores capaces de lanzarla hasta los Estados Unidos.
En cambio, se sabe que Israel considera esta eventualidad no sólo posible sino cercana, por lo que se dice intencionado a acabar con ella cueste lo que cueste, sea como sea.
La decisión de Obama supone, por tanto, un duro distanciamiento del liderazgo de Israel. Un cambio sin precedentes para los Estados Unidos de América. Ésta es la premisa en la que se enmarca lo que contaré basándome en la información disponible y tratando de limpiarla de la contaminación que la altera, lo que no es de extrañar, pues es un asunto candente en todos los sentidos.
La misteriosa historia del buque Arctic Sea, nave con bandera maltesa y tripulación rusa de 13 personas, desaparecida el pasado 28 de julio, asaltada por extraños «piratas» frente a las costas portuguesas, tal vez tenga que ver también con esta historia.
Comencemos por los últimos sucesos e intentemos ir componiendo este difícil mosaico.
El 14 de septiembre todos los medios de comunicación rusos y el New York Times informan de un gravísimo accidente en la base militar de Tambov, a unos 400 kilómetros al sureste de Moscú. Citando a la Reuters, que, a su vez, citaba la agencia RIA-Novosti, que a su vez citaba una fuente de alto nivel de los servicios secretos rusos, el New York Times escribe que «documentos secretos cruciales pueden haber sido pasto de las llamas» en un accidente en el que perdieron la vida cinco oficiales de guardia. El edificio pertenece a los «servicios secretos» y alberga «documentos secretos de importancia especial» para la seguridad nacional rusa. «El incendio -continuaba el despacho de Reuters– dañó gravemente la zona secreta del edificio», y afectó a «unos 400 metros cuadrados». El viceministro de Defensa, Coronel General Aleksander Kolmakov, acudió al lugar junto con altos oficiales de los servicios secretos. Todo había sucedido a las 10 de la mañana de la víspera, domingo 13 de septiembre.
Hasta aquí llegan las noticias oficiales y aquí comienzan las oficiosas, que no dejan de ser interesantes incluso después de depurarlas. Hay un sitio web, bastante conocido, que dispone de contactos discretos y probados con fuentes rusas que quieren que se sepa «más». Se llama http://www.whatdoesitmean.com/index1275.htm y en él se recogen a menudo análisis firmados con un nombre femenino, Sorcha Faal. No sé quién será, pero del contexto y del contenido se deducen dos cosas: hay cosas ciertas en lo que dice, aunque el conjunto debe tomarse con cautela.
En este análisis se recogen afirmaciones desconcertantes. El incendio no fue accidental. Se pudo tratar de un ataque de tropas especiales contra los «búnker donde se aloja la Dirección General de la Inteligencia rusa». ¿Qué tropas de élite? No se dice, pero se entiende que se trata de un trabajo altamente especializado. Uno o más grupos armados que «en menos de 15 minutos» habrían sido capaces de «penetrar en el perímetro de seguridad, desactivar los sistemas anti-incendio y atacar el búnker de documentos con armas incendiarias».
Se plantean enseguida muchas preguntas. ¿Quién envió esas tropas? ¿Eran rusos? Y, si no eran rusos, ¿cómo pudieron llegar hasta el corazón de Rusia recorriendo -se supone que por aire- varios cientos de kilómetros sin que los detectaran y los detuvieran? En Rusia todo es posible, pero tampoco en Rusia existen los milagros.
¿Existe un nexo entre este episodio y los otros hechos acaecidos en las últimas semanas? Acaso se podría intentar relacionar algunos de ellos. Demos un salto atrás de varios días. El 8 de septiembre el Jerusalem Post escribe que el primer ministro Netanyahu se ha marchado con rumbo desconocido. El día 9 otro periódico israelí da con precisión una noticia sensacional: Netanyahu voló en secreto a Moscú a bordo de un avión privado. ¿Por qué? ¿Cómo? El sitio anteriormente citado aporta detalles importantes que parecen proceder de una fuente de los servicios secretos rusos. Sigamos la narración de Sorcha Faal.
Según ella, Netanyahu se precipitó a Moscú, sin advertir de antemano al gobierno ruso, para pedir la «inmediata restitución» de «todos los documentos, del equipamiento y de los agentes del Mossad capturados por las tropas de élite rusas y estadounidenses» que habían recuperado el control del buque Arctic Sea después de que un comando compuesto por israelíes y agentes fuera de control («rogue agents«, dice Sorcha Faal) de la CIA hubiera asaltado la nave, y se hubiera adueñado de ella durante horas, tal vez días. Aquí las preguntas ya se agolpan. También las dudas.
Sin embargo, es bien probable que no sea una invención peregrina. La fuente de la FSB que narra el asunto añade detalles extraordinariamente interesantes a la vez que precisos. De acuerdo con esta fuente, en la Dirección General del FSB de Tambov se hallaban «todos los archivos operativos» recogidos por el FSB relativos a la famosa Blackwater, la corporación privada a la que Bush y Cheney confiaron importantes encargos de seguridad en Irak, pero no sólo, y a la que la CIA (tal y como resulta ahora de la investigación abierta en Estados Unidos) encargó asesinatos selectivos para liquidar a líderes y militantes relevantes en Al Qaeda. Que los servicios secretos rusos tuvieran o tengan bajo observación esta actividad es totalmente lógico. Lo ilógico sería pensar lo contrario. Lo que queda por saber es qué habían descubierto y cómo lo hicieron. Entonces, ¿qué tiene que ver con esto Netanyahu?
Volvamos, pues, a su viaje secreto a Moscú. El 10 de septiembre, por la tarde, junto con otros miembros del club de discusión Valdai (1), del que formo parte, veo al ministro de Exteriores ruso, Sergej Lavrov. En Moscú circulan sin cesar rumores sobre ese viaje y la pregunta es inevitable. Lavrov no confirma, pero tampoco desmiente la noticia. Por supuesto no dice quién ha visto a Netanyahu y el porqué, pero declara que Moscú no ha violado ninguna de las reglas internacionales del comercio de armas y que en el pasado ha abastecido a Irán de «armas rigurosamente defensivas». Entre tanto, fuentes israelíes, inmediatamente recogidas en varios periódicos occidentales y también rusos, difunden la información de que, a bordo del Arctic Sea no había un cargamento de maderas preciosas sino de misiles S-300 destinados a Irán. Los S-300 son misiles anti-misil, o sea, armas defensivas.
Noticia extraña. De modo que Rusia mandó por ahí, por una ruta larguísima (del océano Ártico al Atlántico pasando por el canal de la Mancha hasta las Canarias, ¿para ir adónde?) un cargamento delicadísimo exponiendo su mercancía a todo tipo de riesgos (como ocurrió luego), sin poder tenerlo bajo control. Basta con mirar un mapa para entender que Moscú puede enviar a Irán lo que quiere a través del mar Caspio, que baña tanto los puertos rusos como los iraníes. Noticia improbable por tanto. Seguro que el cargamento del Arctic Sea era muy importante, pero no era el que dicen los israelíes. Y no se dirigía a Irán -he aquí la novedad de Sorcha Faal- sino «a Estados Unidos».
Así se explica por qué intervino Estados Unidos -con tropas e información sobre la localización de la nave- en la operación de rescate del Arctic Sea.
Según la reconstrucción mencionada, la Marina militar rusa ayudada por unidades de apoyo de la marina finlandesa y de los servicios estadounidenses recuperó tres misiles dotados de cabeza nuclear del submarino nuclear Kursk, que se hundió en 2001 en misteriosas circunstancias en el Ártico. En esa tragedia perdieron la vida 118 marineros y oficiales rusos. Los rusos encargaron la recuperación de los cadáveres del Kursk a dos compañías danesas, la Mammoet y la Smit International, pero sin el permiso de tocar los misiles. Se trataba de misiles nucleares tácticos P-700 Granit capaces de hundir naves de gran tamaño, por ejemplo, portaaviones.
Según fuentes de la inteligencia militar rusa, el GRU, se cargaron los misiles en el Arctic Sea y la nave emprendió rumbo a Estados Unidos, donde los confiarían a la US Nuclear Security Administration, que debía ocuparse de su desmantelamiento en la instalación Pantex, en Texas. Todo ello siguiendo los acuerdo de desarme START-2.
El Arctic Sea, con su cargamento harto más importante que la madera, se ve atacado por «tropas de élite no identificadas». Es obvio que no se trata de simples piratas. Aquí entran en juego servicios secretos potentes, capaces de entrometerse nada menos que en una operación conjunta ruso-estadounidense. Moscú reacciona con vehemencia inusitada. El comandante en jefe de la marina, Vladimir Visotskij, declara públicamente que «se han enviado todas las naves y unidades de la Marina rusa en el Atlántico en busca de la nave desaparecida». El 18 de agosto, el ministro de Defensa ruso, Anatolij Serdiukov, anuncia que las fuerzas navales rusas, «en cooperación con el Comando Espacial de la Marina de EEUU», han «recuperado el control» del Arctic Sea. Fuentes anónimas de los servicios rusos hablan de «terroristas de la CIA con pasaportes falsos estonios, letones y rusos». Hay otra fuente no anónima, rusa, que cuenta otra versión. Se trata de Mijail Voitenko, director de una revista especializada en accidentes marítimos, la Sovfracht. Voitenko hace presente que el Arctic Sea no es una nave cualquiera de transporte, sino que está dotada de los medios más modernos de localización y comunicación. Por añadidura, en el momento del asalto de los «piratas», la nave se encontraba en aguas donde «incluso los teléfonos celulares funcionaban». ¿Por qué no se lanzó una alarma enseguida? El misterio se espesa. Mijail Voitenko, después de haber hablado demasiado, escapa a Turquía y declara que su vida corre grave peligro.
Volvamos ahora a Netanyahu, ya que el sitio anteriormente citado relaciona directamente a los servicios secretos israelíes con el asunto del Arctic Sea. Fuentes esta vez del ministerio de Exteriores ruso revelan que el avión privado en el que viajaba Netanyahu tenía un plan de vuelo que preveía el aterrizaje en Tblisi, Georgia, pero que -el episodio debió de suceder entre el 8 y el 9 de septiembre-, de pronto, en proximidad del espacio aéreo ruso, el piloto solicita «urgentemente» poder aterrizar en Moscú, especificando que lleva a bordo al primer ministro israelí, Netanyahu. Se concede el permiso y el avión aterriza en la base militar de Kubinka, no lejos de la capital.
Siempre según lo que cuenta Sorcha Faal, el presidente ruso Dmitri Medvedev llega deprisa al aeropuerto de Kubinka, donde encuentra no sólo a Netanyahu furibundo, sino a una completa delegación israelí, compuesta por el general Meir Kalifi, ministro para los Asuntos Militares y Uzi Arad, consejero de Seguridad Nacional de Israel. La petición perentoria a Medvedev es la «inmediata restitución de todos los documentos, del equipaje y de los agentes del Mossad» capturados por los rusos y los estadounidenses a bordo del Arctic Sea. Por lo visto, Medvedev, ya enojado por la falta de aviso, por el procedimiento insólito y por el tono empleado por sus huéspedes, replica que «la investigación está en marcha» y que «Rusia no está dispuesta a rendir cuentas a nadie». Con toda probabilidad, se habló de más cosas, y aquí la versión de Sorcha Faal se vuelve completamente imposible de comprobar. Uno de los asuntos cuestionados, con probabilidad, habría sido una petición a Rusia para que aclare con qué armas estaría abasteciendo a Irán. Todo ello ligado al posible ataque israelí a las instalaciones nucleares iraníes. Sorcha Faal entrecomilla frases de Netanyahu de gravedad increíble, como por ejemplo: «Que Rusia se cubra el culo» y no se sorprenda cuando «nubes con forma de hongo empiecen a aparecer sobre Teherán».
No se recoge la reacción de Medvedev. Pero tanto Medvedev como Putin, en los encuentros con miembros del Club Valdai, repitieron varias veces que toda acción de fuerza contra Irán era inaceptable y que había que desarrollar la vía de las negociaciones.
No está de más recordar aquí quién era uno de los dos acompañantes de Netanyahu en Moscú, Uri Arad. El actual Secretario de Seguridad Nacional de Israel es persona non grata en los Estados Unidos. Lo es desde que resultó en 2006 que estaba directamente implicado en el escándalo de espionaje AIPAC (American Israeli Public Affair Commitee). En ese proceso, cubierto ampliamente por la prensa estadounidense, salió a la luz que se filtraban importantes documentos de la política estadounidense respecto a Irán a través del AIPAC, y personalmente a Uri Arad, a través de un funcionario del Departamento de Defensa, Lawrence Franklin. Este fue condenado a 13 años por espionaje a favor de un Estado extranjero; condena que luego pasó a ser de 10 meses de arresto domiciliario. Pues bien, cuentan que Uri Arad fue protagonista de un escándalo añadido cuando Hillary Clinton vio a Netanyahu en Jerusalén. Hillary y sus consejeros se quedaron desconcertados al ver a Arad al lado de Netanyahu y, para evitar un incidente diplomático, propusieron que participaran sólo tres personas por parte al encuentro. Netanyahu no se inmutó y pidió al embajador israelí en Washington, Sallai Meridor, que se apartara, y se quedó con Uri Arad. Meridos dimitió días después y un portavoz de Netanyahu explicó seguidamente que la presencia de Arad era «indispensable en la cuestión iraní». Lo indispensable que era su presencia lo demuestra la posición de Arad al respecto: «máxima disuasión», en el sentido de que Israel «debe amenazar o atacar todo aquello que tenga importancia al respecto», empezando «por los líderes», y terminando con «los lugares sagrados». (Editorial de Paul Woodward, 18 de marzo de 2009).
Cuánto hay de verdad en las revelaciones (conducidas por los servicios secretos militares rusos) según las cuales entre los archivos destruidos en Tambov figuraban también los que «confirmaban» las acusaciones contra los servicios secretos de EEUU e israelíes, formuladas por el general Mirza Aslam Beg, ex-jefe de estado mayor del ejército pakistaní, según las cuales «mercenarios privados» de la Blackwater (ahora rebautizada como «Xe«) fueron «los organizadores de los atentados contra el ex-primer ministro libanés Rafik Hariri y contra Benazir Bhutto».
En cualquier caso, y para concluir, se puede decir con certeza que hubo un viaje de Netanyahu a Moscú, y que una cuestión semejante sólo ocurre si hay en juego acontecimientos dramáticos.
Se entiende que Netanyahu tenía una prisa extraordinaria, una semana antes de que Obama anunciase que Irán no constituye, por el momento, una amenaza para la seguridad de Estados Unidos. Lo que queda por saber es cuál era el objetivo del asalto al Arctic Sea y cómo fue que los servicios secretos israelíes se expusieron de modo tan abierto a una operación hostil contra Estados Unidos y Rusia. Queda también por investigar, como es obvio, el asalto (en el caso de que lo fuera) a la base secreta rusa de Tambov, sólo cinco días después del encuentro tempestuoso en Kubinka.
Nota:
(1): El Fórum Valdai es un grupo de discusión que existe desde hace algunos años y que permite a un cierto número de expertos internacionales, de «sovietólogos» de antaño, politólogos y periodistas, tomar contacto directo con los mayores líderes de Rusia con un intercambio de ideas muy franco (garantizado por las condiciones «off the record»).
Sobre el autor: Biografía de Giulietto Chiesa