«Era apenas piel y huesos, hasta llorar le costaba un esfuerzo enorme», dice la pakistaní Hajiani sobre la niña de un año Samreen Tauqir, recordando cuando la vio por primera vez, dos meses atrás. Al mirarla más de cerca se dio cuenta de la delgadez de sus brazos y piernas. Al levantarle el vestido vio, […]
«Era apenas piel y huesos, hasta llorar le costaba un esfuerzo enorme», dice la pakistaní Hajiani sobre la niña de un año Samreen Tauqir, recordando cuando la vio por primera vez, dos meses atrás.
Al mirarla más de cerca se dio cuenta de la delgadez de sus brazos y piernas. Al levantarle el vestido vio, protuberantes, su columna y su caja torácica. Sus ojos inexpresivos y su falta de energía le despertaron sospechas.
Hajiani (nombre único), de 30 años, dirige un centro de salud materno-infantil en su aldea, Sher Khan Leghari, en la sureña provincia de Sindh.
El centro fue creado en 2005 por la no gubernamental Organización Coordinadora de Trabajadores Agrícolas y Forestales de Sindh.
Desde entonces, Hajiani cuida a madres y niños enfermos del área. «La gente me conoce y a menudo visito hogares para mantener el contacto con la comunidad», relató.
Hajiani convenció a la madre de Samreen de que llevara a la bebé a su centro, dado que tenía síntomas de desnutrición severa.
«No pesaba más de 5,2 kilogramos. Imagínese cuán débil estaba la madre», dijo Hajiani. Además, la mujer estaba en el octavo mes del embarazo de su quinto hijo.
Hajiani decidió someter a la pequeña a una dieta de alta densidad. «Este alimento nos lo dio una organización no gubernamental llamada HELP (Programa de Salud, Educación y Alfabetización), que trata la desnutrición moderada y severa entre niños y niñas de Sindh», explicó.
«Tuvimos muy buenos resultados, dado que éste es un complemento alimenticio hecho localmente a base de lentejas, arroz, azúcar, leche, etcétera, y sabe casi como el ‘halwa’ (una golosina típica). Una dosis para tres meses cuesta 31,70 dólares, mientras que la importada que se encuentra en el mercado vale 47 dólares», dijo el pediatra D.S. Akram, de HELP.
Dos meses después, Samreen pesa 5,8 kilogramos y Hajiani considera que su avance es todo un éxito.
Un estudio realizado por el gobierno de Sindh con apoyo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) revela una grave crisis nutricional entre niños y niñas.
Se estima que hay 90.000 niños menores de cinco años que padecen desnutrición, y el informe publicado en enero muestra una desnutrición global severa de 23,1 por ciento en niños menores de seis meses y hasta cinco años en el norte de Sindh y 21,2 por ciento en el sur de la misma provincia.
Esta zona también fue la más afectada por las inundaciones de 2010.
«Esta proporción está muy por encima del umbral de emergencia de 15 por ciento estipulado por la Organización Mundial de la Salud, lo que dispara una respuesta humanitaria», señaló Unicef en un comunicado, agregando que Sindh estaba experimentando un grado de desnutrición similar al de África subsahariana.
«No he visto niveles de desnutrición tan malos desde las peores hambrunas en Etiopía, (la occidental región sudanesa de) Darfur y Chad», dijo la vicerrepresentante en Pakistán, Karen Allen, en el sitio web de Unicef.
«Es conmocionante», agregó.
Luego del estudio, el gobierno lanzó un plan estratégico de respuesta nutricional en colaboración con Unicef, el Programa Mundial de Alimentos y varias organizaciones no gubernamentales, en 19 de los 23 distritos de Sindh.
De no tratarse, la desnutrición puede causar daños físicos y mentales irreversibles, advirtió Akram.
Los niños desnutridos también corren más riesgo de contraer y morir de diarrea, neumonía, infecciones respiratorias e incluso tuberculosis, porque son demasiado débiles para combatir la enfermedad, dijo.
«Un niño malnutrido es 10 veces más propenso a morir de diarrea que uno sano», ejemplificó.
El economista Kaiser Bengali sostuvo que «la desnutrición es un problema desde hace tiempo, y está intrínsecamente ligada a la pobreza».
Las inundaciones llamaron la atención del mundo sobre la pobreza «que siempre existió en esta parte del país», dijo.
Pero Hajiani señaló que no siempre se puede culpar a la pobreza de todo.
«A veces siento que las madres son negligentes, otras que no son conscientes. Se niegan a dejar de darles de mamar a sus hijos y a darles alimentos semi-sólidos porque les resulta conveniente. Experimentar y probar nuevos alimentos con un bebé es una tarea que lleva tiempo», dijo.
En otros momentos, según ella, temen que si empiezan a darle comida común al bebé éste se enferme. «Muchas veces, las madres en periodo de lactancia se niegan a ingerir ciertos alimentos argumentando que le dan dolor de barriga al bebé», relató.
Además, es toda una paradoja que un país agrícola donde abundan los alimentos tengan tantos niños desnutridos.
«Una buena cosecha no significa que los peones reciban la parte que les corresponde», dijo Bengali.
Según los investigadores, la inestabilidad política, la pobreza, la desigualdad y el cambio climático, además de una mala administración de la seguridad alimentaria, son algunos de los motivos que conducen a crisis nutricionales en todo el mundo.
Muchos de los países con alta desnutrición crónica «están entre los más frágiles políticamente, tras haber sufrido guerras y conflictos internos», señala un informe del Population Reference Bureau.
Pakistán parece estar atravesando todas estas crisis simultáneamente.
Según Hajiani, la mayoría de las mujeres que recurren a ella están desnutridas, pero no muchas son conscientes de su condición.
«La mayoría de las mujeres rurales trabajan criando animales y ocupándose de sus hogares, de sus hijos. Apenas sí se preocupan por comer bien ellas mismas o por brindar comidas saludables a sus hijos», explicó.
El Ministerio de Salud tiene previsto llevar a cabo este mes un estudio nutricional que abarque a madres, ancianos y menores de cinco años.