A primera vista, el veloz crecimiento demográfico de los países menos adelantados (PMA) lleva al juicio fatalista de una peor distribución de recursos. Pero los menos adelantados son también los más jóvenes del mundo y, bien potenciados, pueden ser un bien precioso. Este es el argumento expuesto por Babatunde Osotimehin, director ejecutivo del Fondo de […]
A primera vista, el veloz crecimiento demográfico de los países menos adelantados (PMA) lleva al juicio fatalista de una peor distribución de recursos. Pero los menos adelantados son también los más jóvenes del mundo y, bien potenciados, pueden ser un bien precioso.
Este es el argumento expuesto por Babatunde Osotimehin, director ejecutivo del Fondo de las Naciones Unidas para la Población (UNFPA), en una entrevista con IPS.
«El crecimiento poblacional en los PMA es mayor que el de otros países en desarrollo», dijo Osotimehin en la Cuarta Conferencia de las Naciones Unidas sobre los PMA, que se celebra entre el 9 y el 13 de este mes en esa ciudad turca.
«Vemos una tendencia de (crecimiento de) tres o 3,5 por ciento (anual) en los PMA». Eso es mucho más que en el mundo desarrollado y que en otros países en desarrollo. «Hay 900 millones de personas y, si este crecimiento continúa, en 2050 serán el doble, unos 2.000 millones», afirmó.
Osotimehin reconoce que en la mayoría de los casos cuando el crecimiento demográfico es veloz, también crece la pobreza. «Entonces necesitamos revertir el ciclo de pobreza. Y si se logra, invariablemente se reduce el aumento de población».
Como descubrieron India y China, las superpobladas economías emergentes, más bocas para alimentar también significan más brazos para producir y más mentes para crear. Lo que funciona para los indios y los chinos también podría funcionar para los PMA.
«Emplear la energía de la población joven para ampliar la base productiva en todas las formas posibles podría representar el dividendo demográfico que haga avanzar a los PMA», dice Osotimehin.
«Los ‘tigres’ del sudeste asiático crecieron teniendo poblaciones jóvenes. Inclusive en los países donde la población se reduce estamos llegando a la circunstancia en la que se necesitan políticas y planificación familiar para ampliar la base juvenil».
En los PMA, «si se aplican las políticas correctas en educación, salud e inclusión social, veremos cómo despega la productividad. Pero si no hacemos nada de eso en los PMA, veremos que los niños repetirán a sus padres: tendrán más y más hijos y el ciclo de pobreza no hará más que ensancharse», afirma Osotimehin.
Ese «si» depende de los gobiernos y los pueblos de los PMA. En esta conferencia todos reconocen que se necesita un sistema de comercio mundial justo para que estas naciones se sacudan de encima la infeliz etiqueta de «menos adelantadas».
El crecimiento demográfico y la longevidad se vinculan estrechamente a los problemas de la expansión económica y el comercio, afirma Osotimehin.
«En los PMA estamos ganando impulso en materia de longevidad, pues empezamos a ver más allá de las enfermedades que causan mortalidad materna e infantil, y estamos luchando contra las infecciones que matan a adultos y niños ampliando también el ciclo de pobreza. Quizás no sea tan rápido como queremos, pero lo estamos haciendo».
Por eso, argumenta, debemos mirar las cuestiones de población, «porque la gente vive más y las demandas son mayores, entonces la base productiva deberá satisfacer esas demandas».
Un nuevo informe del UNFPA, «Population Dynamics and Poverty in the LDCs: Challenges and Opportunities for Development and Poverty Reduction» (Dinámicas demográficas y pobreza en los PMA: Desafíos y oportunidades para el desarrollo y la reducción de la pobreza) sostiene que las inversiones en los jóvenes, la emancipación femenina y la salud reproductiva son claves para impulsar la capacidad productiva y acelerar la salida del ciclo de empobrecimiento.
El documento sostiene que los 48 PMA –33 africanos, 14 asiáticos y un caribeño, Haití– tienen una numerosa y creciente juventud: alrededor de 60 por ciento de los habitantes tienen menos de 25 años.
Esos jóvenes, alega el informe, pueden conducir el crecimiento económico si gozan de salud, educación y empleo. Las inversiones en las niñas, habitualmente desatendidas, podrían proporcionar un valioso dividendo para el desarrollo.
«Empoderar a las mujeres y a las niñas empieza por mejorar la atención de la salud reproductiva y la planificación familiar», afirma Osotimehin en el informe. «Demasiadas adolescentes son madres, demasiadas mueren al dar a luz, demasiadas abandonan la escuela, demasiadas soportan abuso y discriminación a diario».
«Las inversiones también reducirían la mortalidad materna y conducirían a familias menos numerosas con más recursos para dedicar a la salud y la educación de cada hijo. Así, ese círculo virtuoso ayuda a las familias, las comunidades y las naciones a escapar de la pobreza».