La Misión de la ONU en Haití ha cumplido siete años. Sus soldados y policías han hecho desastres. La gota que colmó el vaso es la violación de un joven por parte de militares uruguayos. Habría que ponerle punto final a la MINUSTAH.
Hoy (jueves) deliberan en Montevideo cancilleres y ministros de Defensa de países sudamericanos que tienen militares, gendarmes y policías en la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH). Preparando esa cita, el ministro de Defensa de Brasil, Celso Amorim, anduvo por Buenos Aires y conversó con Arturo Puricelli. De la cumbre uruguaya también participará el canciller paulista, Antonio Patriota, no así el ministro Héctor Timerman, quien por estos días encabeza una delegación argentina en China Popular.
Uruguay es anfitrión de los representantes de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú, que nutren con más de 5.300 militares y policías a la Misión en Haití. Brasil tiene dos batallones con un total de 2.400 soldados y la jefatura de el contingente multinacional, en manos del general Luiz Eduardo Ramos Pereira. Argentina aporta 600 militares y tiene el dudoso mérito de que el Comisionado de Policía en Puerto Príncipe sea el comandante de Gendarmería (R) Gerardo Chaumont.
El brasileño Patriota había propiciado una reducción del total de efectivos. Quería dejar la mitad de los que allá tiene su país, alegando que no hay actualmente graves problemas de seguridad. Los críticos de la Misión siempre sostuvieron que el drama de Haití fue creado por Estados Unidos, que auspició un golpe de Estado en 2004 y secuestró al presidente constitucional, Jean Bertrand Aristide, deportándolo en avión hasta Sudáfrica (cinco años después hicieron lo mismo con el hondureño Manuel Zelaya).
Ese fue el puntapié de la inestabilidad. Surgieron protestas de los seguidores del depuesto mandatario y miembros de su partido Lavalas, contra los golpistas y los crímenes de los paramilitares locales, más los cometidos por las fuerzas militares extranjeras. En ese 2004 gobernaba George W. Bush. Como acababa de invadir Irak, pidió que el primer continente foráneo integrado por militares estadounidenses, franceses y canadienses fuera relevado por otro de Latinoamérica y el resto del mundo.
Lamentablemente Luiz Lula da Silva y Néstor Kirchner, en acuerdo con el presidente yanqui, decidieron integrar la MINUSTAH. Esta empezó a operar en junio de 2004 aunque los marinos argentinos llegaron en julio. Y por rutina, en octubre de cada año la ONU vota una resolución para prolongar por seis meses la estadía de la fuerza de ocupación. La última vez fue el 14/10 pasado, con la resolución 1944 (2010).
José «Pepe» Mujica y su ministro de Defensa y también ex tupamaro Eleuterio Fernández Huidobro, deben maldecir la mala suerte. Es que la reunión de Montevideo coincide con la denuncia de medios de Haití, amplificada por organismos de derechos humanos de ese país y el presidente Michel Joseph Martelly, contra «cascos azules» uruguayos filmados cuando violaban a un jovencito haitiano en la base de Port Salut, 174 kilómetros al sur de Puerto Príncipe. La primera denuncia la hizo un periodista radial, lo que puso en marcha la cadena de denuncias, ratificadas por los padres de la víctima.
Práctica generalizada
Aquella violación cometida por cinco militares habría ocurrido a mediados de julio último. La Comisión de Investigación para el Desarrollo y la Organización, por medio de su dirigente Ernso Valentinuna denunció en agosto esa y otras violaciones y prostitución de menores por uruguayos en la sureña Port Salut. «Abusan sexualmente de ellos y hasta les toman fotografías con sus teléfonos cuando están desnudos», dijo Valentinuna al diario digital HpnHaiti, añadiendo que «los soldados fumaban marihuana en presencia de los niños».
Esa denuncia era sólida y el jefe de Estado, Martelly, tuvo que hacerse eco de la misma, calificando de «intolerable» la agresión y solicitando castigo.
Grupos de haitianos protestaron frente a la base de Port Salut y «reclamaron la retirada de la Minustah de Haití», según consignaba un cable de Prensa Latina.
Al principio un vocero de la Armada uruguaya negó los cargos y dijo que querellarían a los denunciantes haitianos. Pero cuando se colgó en Youtoube el video, el 1/9, las cosas cambiaron.
El 4/9 la radio Montecarlo de Montevideo informó que el comandante en jefe de la Armada de Uruguay, Alberto Caramés, había dispuesto el cese en el cargo del jefe del contingente naval en Haití. El jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, José Bonilla, estuvo de acuerdo con Caramés.
Mujica y Fernández Huidobro enviaron una carta al presidente Martelly pidiendo disculpas por lo sucedido. «Vengo en mala hora a pedirle a usted y al querido y heroico pueblo de Haití las debidas disculpas ante el atropello que algunos soldados de mi país han perpetrado contra el señor Jhony Biulisseteth», decía lo publicado por el diario La República.
No vaya a creerse que estos abusos sexuales y explotación sexual de mujeres, incluso niñas, es la primera vez que ocurren o que están limitados a los uniformados charrúas.
La MINUSTAH cuenta con militares de Argentina, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Ecuador, Estados Unidos, Filipinas, Francia, Guatemala, Japón, Jordania, Nepal, Paraguay, Perú, República de Corea, Sri Lanka y Uruguay. La lista es aún más dilatada en materia de policías y gendarmes. En estos años hubo denuncias de índole sexual contra efectivos de Sri Lanka, Nepal y Uruguay.
Pero las acusaciones han menudeado por otros motivos, más políticos, como mal trato, detenciones arbitrarias y hasta asesinatos contra la población civil, sobre todo entre 2004 y 2007. En ese tiempo y con el argumento de lucha «contra los bandidos», los «cascos azules» metían bala todo el tiempo contra las manifestaciones y los barrios más humildes de Puerto Príncipe, como Cité Soleil. En julio de 2005, cuando esos sectores populares se aprestaban a celebrar el cumpleaños del desterrado Aristide, la balacera de los efectivos provocó más de 30 muertos entre los pobladores. La mayor responsabilidad recae sobre Brasil, que siempre tuvo la jefatura militar de la Misión.
Mucha cólera
Balazos a los haitianos pobres, que son el 80 por ciento de la población; abusos sexuales a niñas y niños, y explotación sexual de mujeres, no agotan el repertorio de críticas que recibe la MINUSTAH.
En setiembre-octubre del año pasado comenzó una epidemia de cólera que mató hasta hoy a 6.200 personas y enfermó a 300.000.
¿Qué tiene que ver eso con los «cascos azules»? Bastante, pues hubo voces autorizadas que señalaban la posible responsabilidad de los efectivos nepaleses en el brote de cólera. La base de esos militares está cercana al río Artibonite, donde arrojaban sus heces. Fidel Castro dijo que había que estudiar esa hipótesis, dándola como muy plausible. En mayo de 2011 un estudio de la ONU concluyó: «la cepa aislada durante el brote de cólera en Haití y las que circulaban en el sur de Asia, incluido Nepal, al mismo tiempo en 2009 y 2010 son similares». Bingo.
Haití (o Ayití, país de las altas montañas) está históricamente azotado por el colonialismo, las dictaduras, la dependencia, los golpes de Estado y el empobrecimiento. Como si no tuviera suficiente con eso y las enfermedades como el cólera, el 12 de enero del año pasado fue colapsado por un terremoto que dejó oficialmente 300.000 muertos. La cifra real puede trepar a medio millón.
En esas condiciones la discusión no puede limitarse al caso de la violación de un adolescente por los militares uruguayos, ni a una disminución del contingente como sugiere Brasilia.
El mantenimiento de la cuestionada misión militar cuesta a la ONU exactamente 853.827.400 dólares, presupuesto aprobado para el período julio de 2010 – junio de 2011. ¿No sería más apropiado que ese dinero fuera invertido en programas sociales, educativos y productivos en la nación más empobrecida del continente?
Vía comparación, hay que consignar que la Unasur sólo entregó 100 millones de dólares y luego de la visita de Rafael Correa prometió otros 200 millones. De la Comisión Internacional presidida por Bill Clinton, ni noticias…
La verdadera solidaridad es la de Cuba y Venezuela, que enviaron alimentos, medicinas, herramientas, médicos, maestros y otros colaboradores. Así se han mitigado tantos dolores y salvado vidas. Muchos jóvenes haitianos se han graduado de médicos en la Escuela Latinoamericana de Medicina, becados en La Habana, y volvieron a su país a asistir heridos en el terremoto y enfermos de cólera.
Esa es la mejor manera de ayudar a la primera nación independizada del colonialismo francés, en 1803. La otra «ayuda», de mandarle tropas de ocupación, se parece muchísimo al proceder de las grandes potencias.
Noticia relacionada: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=135274