1. Aquí y ahora. Espacio y tiempo. La solución a los problemas siempre está delimitada por estas dos coordenadas. No existen respuestas idóneas para todo lugar y tiempo en ninguna de las facetas del ser humano. Ni individual ni socialmente.
La Economía del Bien Común tiene un enfoque holístico de abajo hacia arriba. El pensamiento económico dominante se ha desconectado de sus contextos cultural-ético, político-democrático y natural-ecológico. La EBC aspira a la reconciliación del pensamiento económico con sus contextos.[1] Aspira a crear las bases de un sistema social complejo viable en el tiempo que permita la supervivencia, cohesión y sostenibilidad de la existencia humana, fruto y parte de Gaia, la biosfera, la Vida con mayúsculas.
El contexto cultural-ético nos conecta con la identidad e historia de cada colectividad humana, de su identidad social como pueblo. Existe un sujeto social que ha evolucionado dando respuesta a su necesidad de supervivencia creando sociedad sobre determinados valores, que se manifiesta a lo largo de su historia mediante su patrimonio cultural y su idiosincrasia, como pueblo enraizado sobre un determinado territorio.
El contexto político-democrático nos conecta con una sociedad e instituciones dadas sobre una comunidad social asentada en un determinado territorio, que viene evolucionando en el tiempo.
El contexto natural-ecológico nos conecta directamente con el
territorio sobre el que desarrollamos nuestra existencia. Un territorio
que ha permitido sobrevivir durante generaciones nuestra sociedad
dándonos los recursos necesarios, y con el que interactuamos, no siempre
con sentido y en defensa del Bien Común.
Las políticas económicas neoliberales [2] de la década de los ochenta y noventa, a través de la externalización y la deslocalización empresarial, desanclan la actividad empresarial de las sociedades y territorios para seguir creciendo, hasta alcanzar el grado de concentración en el que 147 empresas de capital riesgo controlaban directamente el 40% del PIB mundial, e indirectamente hasta el 85% de la actividad productiva del mundo en 2011.[3] Desancle que ha llevado al vértigo y a la volatilidad a las sociedades haciéndole perder la identidad de pueblos y el sentido de la vida a las personas. La globalización ha llevado al sistema capitalista al umbral del colapso. El “capitalismo verde de las partes interesadas” es un último intento de volver a conectarse con sus raíces sociales y territoriales que le impidan esta excesiva volatilidad, desafección de la ciudadanía y el colapso del sistema. Globalización neoliberal gobernada desde el poder de las transnacionales, frente a democracia local fundamentada en una red de actores públicos, privados y sociales con el objetivo de anclar el empleo y satisfacción de necesidades sociales al territorio.
La civilización comienza con la agricultura y el asentamiento en aldeas. Con el urbanismo. Y sobre la base de la energía del fuego y la fuerza animal (ganadería) y humana (esclavitud) se comienza a desarrollar toda la complejidad económica, social y política-ideológica hasta llegar a la situación actual. A lo largo de la historia cambios en la energía, así como la tecnología utilizada en cada época han llevado a modificar las relaciones sociales y políticas. Y esta complejidad y cambios se reflejan evolutivamente en nuestro entorno urbano. Continúa siendo así en el sistema capitalista. En el siguiente cuadro se puede visualizar esta interrelación en las cuatro revoluciones industriales vividas en el sistema capitalista que afectan de forma ineluctable al crecimiento y desarrollo de diferentes tipos de ciudad.
Manuel Castells ya en 1995, en “La ciudad informacional. Tecnologías de la información, estructuración económica y el proceso urbano-regional”[4] nos hablaba de la relación existente entre las nuevas tecnologías de la información y los procesos urbanos y regionales en el amplio contexto de la transformación histórica dentro de la cual emergen y se desarrollan dichas tecnologías. La ciudad informacional, que se desarrolla con gran fuerza a partir de 1997 con la generalización del uso de Internet, configura nuestra circunstancia y el medioambiente de nuestra actividad productiva, social y política. El cambio a un modelo de desarrollo informacional no conllevaba la caída del sistema capitalista. El futuro que nos anticipaba Castells, que es nuestra actualidad nacional e internacional, es el de una sociedad dual, en la que las diferencias entre grupos sociales se han hecho cada vez mayores, como Thomas Piketty ha demostrado ampliamente, y en la que el estado del bienestar ha perdido su papel redistribuidor. Una sociedad fragmentada socialmente a escala internacional, con diferencias entre países y entre grupos en el interior incluso de las naciones más desarrolladas. Este cambio en el modelo de desarrollo sin cambiar de paradigma (valores, motivaciones y objetivos esenciales de la sociedad) nos han traído a la “ciudad resiliente”. Las ciudades y territorios compiten entre sí para atraer las inversiones de las grandes corporaciones transnacionales, enfrentándose a la contaminación ambiental, agotamiento de recursos esenciales, desvertebración económica, desigualdad social y deslegitimación política.
Ahora, el momento en el que las ciudades adquieren un nuevo reconocimiento y responsabilidad, el municipalismo se ve obligado a garantizar la subsistencia de las personas y un mínimo de cohesión social, que permita resistir las crisis periódicas como la financiera de 2007/8 y la actual pandemia del COVID19 en 2020/21.
Es en el ámbito municipal sobre un determinado territorio donde desarrollamos nuestra vida en todas sus dimensiones. Abarca mucho más que las Administraciones locales y regionales, que no son sino las gestoras de los bienes comunes de sus correspondientes ámbitos territoriales, considerados en sentido amplio. No sólo infraestructuras y recursos básicos, ordenamiento del territorio y urbanismo; también patrimonio histórico e identidad social, cultura y democracia local.
El siguiente esquema nos muestra la complejidad y diversidad de temas al que se enfrenta las ciudades y áreas metropolitanas en la actual crisis sanitaria, medioambiental, económica, social y política:
Esta necesidad histórica, agravada con la pandemia del COVID19, tiene su reflejo institucional en La Nueva Agenda Urbana que fue aprobada en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Vivienda y el Desarrollo Urbano Sostenible (Hábitat III) celebrada en Quito (Ecuador) el 20 de octubre de 2016. La Asamblea General de las Naciones Unidas refrendó la Nueva Agenda Urbana el 23 de diciembre de 2016.[5] En ella se institucionaliza el Derecho a la ciudad.España traslada esta estrategia el 22 de febrero de 2019 con la Agenda Urbana Española[6] alineándola con los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030.
La sociedad informacional parte del descubrimiento del microchip en 1971, pero no es hasta 1997, con el despliegue internacional de la red de Cisco Systems[7] y la generalización de Internet, cuando se acelera exponencialmente la innovación y el conocimiento hasta nuestros días, cuando se comienza a desvelar los misterios de la materia y de la Vida. En 2021 estamos en el umbral de un salto cualitativo en el conocimiento y la tecnología que nos exige su correspondiente salto en valores y ética social. La Economía del Bien Común surge como respuesta social a esta exigencia histórica junto a otras iniciativas repartidas por todo el mundo con idéntico fin. Hemos visto la necesidad de una visión holística y participativa de abajo hacia arriba con el principio de co-creación.
2. La EBC aspira a imaginar el funcionamiento futuro de la economía, sociedad y política superando los retos actuales a los que nos enfrentamos como Humanidad. Y no hay economía, sociedad ni política humana sin su dimensión territorial y urbana, escenario que refleja la complejidad social de cada momento histórico.
Ya no basta con resistir, es necesario transformar las urbes y áreas metropolitanas en regeneradoras de las fuentes de Vida natural y social. La Ciudad del Bien Común arranca del convencimiento de que la ciudad es un mecanismo formado por numerosos engranajes encadenados y que el Derecho a la Ciudad, ese que es capaz de garantizar una vida digna a toda la ciudadanía, auténtica protagonista y responsable de la construcción de esa ciudad, solo es posible si el mecanismo está perfectamente afinado. Para ello es necesario medir cuantitativa y cualitativamente cada uno de los engranajes mediante la Ciudad del Bien Común, construyendo la matriz CBC, sabiendo que el comportamiento de cualquiera de ellos afecta al conjunto. La Ciudad del Bien Común aspira a describir esta complejidad urbana en su totalidad e identificar los derechos de la ciudadanía como sus componentes principales. Los Derechos de la Ciudadanía configuran a la vez el núcleo y el objeto de la Ciudad del Bien Común, de la Ciudad. La Cohesión social es el resultado de la relación de toda la ciudadanía entre sí. La Sostenibilidad (ambiental, económica y social) es el resultado de la relación de toda la ciudadanía con su entorno. Estos tres campos, el Derecho, la Cohesión y la Sostenibilidad se pueden y se deben describir desde el ámbito Económico, desde el ámbito social y desde el ámbito espacial, reconociendo que las decisiones políticas son determinantes en el desarrollo de cada uno de los anteriores.
La Ciudad del Bien Común es una herramienta de diagnóstico, de predicción de resultados y de gestión para los responsables políticos. Nace de procesos de participación pública, de transparencia y de empoderamiento de la ciudadanía, cuyo ejercicio debe ser continuado para poder evaluar y comprobar sus resultados de forma permanente. Para su desarrollo es necesaria la confluencia de disciplinas como la sociología, la economía, el urbanismo, la geografía, las ciencias ambientales y las matemáticas, además del soporte tecnológico e informático.
La herramienta de la Ciudad del Bien Común se suma a la visión de Michael Batty en La nueva ciencia de las ciudades[8], entendiendo la ciudad como un conjunto de redes, para lo cual es necesario comprender primero cómo funcionan los flujos económicos, sociales, demográficos, de ideas, de tráfico… Sólo a través de los flujos y las interacciones es posible entender cómo se transforma el territorio. Pero en nuestro caso, el objetivo del análisis de flujos se centra en los Derechos de la Ciudadanía.
La CBC amplía la gestión del Objetivo 11 de los ODS para lograr que las ciudades sean más inclusivas seguras, resilientes y sostenibles, La cobertura de los derechos de la ciudadanía es la principal función de las Administraciones Públicas como articuladoras de recursos. La CBC formula una estructura holística de relaciones y flujos urbanos, para evaluar cómo la Ciudad garantiza los derechos de su ciudadanía, y su repercusión sobre la convivencia social y la coexistencia con el medioambiente a lo largo del tiempo. Estos tres campos son el resultado de flujos entre los intereses económicos, sociales, políticos y espaciales, que son comunes a toda la ciudadanía. La ciudad funciona como un sistema cerrado, pero también como un sistema abierto, por lo que es necesario evaluar su capacidad de acogida y su potencial de crecimiento, así como su dimensión estratégica, logística y territorial en un mundo conectado globalmente. Con la tecnología disponible en la actualidad, la CBC analiza la correlación entre los indicadores del sistema urbano, específicos de cada territorio e identificados en procesos participativos, en un esfuerzo por superar la metodología tradicional de elaboración de indicadores urbanos.
La CBC describe la estructura de la ciudad y su comportamiento de forma estática y de forma dinámica, formulando las relaciones entre las actividades económicas, sociales, políticas y espaciales. En este sentido, su aplicación continuada en el tiempo supone una auditoría del grado de cumplimiento de los derechos de la ciudadanía, además de predecir el comportamiento futuro de la planificación estratégica urbana. Es, así mismo, una herramienta para evaluar el grado de inclusión y de sostenibilidad de las ciudades en el cumplimiento de los ODS. Es también una herramienta de Evaluación y Monitoreo del impacto social y ambiental de las inversiones y proyectos públicos y privados en la ciudad, así como de la idoneidad o carencias en la Estrategia y planeamiento de la ciudad. Es una herramienta que implica la complicidad y participación ciudadana y, por consiguiente, de empoderamiento social al permitir la evaluación consensuada de aspectos específicos de la ciudad. Incluye indicadores éticos que también definen la estructura y los flujos de la ciudad, y permiten la gestión inteligente de la ciudad utilizando la tecnología de Big Data con una finalidad ética, en un esfuerzo por el que la Ciudad Inteligente deja paso a la Ciudad Emotiva y regeneradora de las fuentes de Vida.
El Balance de la Ciudad del Bien Común (CBC) se representa como sigue:
3. La Ciudad del Bien Común y el Balance del Bien Común del Ayuntamiento son dos herramientas que se complementan. La primera se dirige al liderazgo y gestión de la ciudad desde los ayuntamientos, mientras que el BBC del ayuntamiento marca la coherencia de aplicarse a sí mismo los principios y valores que se requieren al conjunto de la ciudadanía. Objetivos, metodología y herramientas deben estar integradas.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 de la ONU orientan el liderazgo de los ayuntamientos en la gestión de la ciudad. Es la meta que colectivamente nos hemos dado el conjunto de la Humanidad, a cuyo alcance debemos contribuir desde nuestros territorios a través de las Corporaciones Locales.
La Ciudad del Bien Común colabora en el logro de estos ODS ya que se basa en los valores y metodología de la Economía del Bien Común planteados por Christian Felber, aplicados ahora sobre un determinado marco territorial, que puede ser un barrio, una ciudad, área metropolitana, comarca o provincia. El empoderamiento de la ciudadanía permite enfocar aquellos valores que la identifica y acceder a la información disponible más relevante y al mayor detalle posible, que posibilite la toma de decisiones eficaces. La matriz de la CBC permite contar con un verdadero Cuadro de Mando Integral para el diagnóstico de las necesidades, pronostica el devenir de las mismas, ayuda a formular la prescripción de medidas, incluyendo la asignación presupuestaria y evaluando también el impacto de las inversiones en cada uno de los sectores de actividad, para construir futuros alternativos y, en la medida en que se hagan públicos los resultados de los indicadores periódicamente, constituirá la mejor herramienta de transparencia y control de políticas públicas y rendición de cuentas del gobierno municipal ante su ciudadanía.
Para el liderazgo interno disponemos del Balance y Matriz del Bien Común del ayuntamiento con el que se complementa coherentemente la Ciudad del Bien Común. A través de ella la Corporación local utiliza su potencial como empresa tractora del municipio y el poder de su contratación pública como incentivador del cambio de modelo económico, social y político de la población que vive en su territorio, educando, capacitando y creando las condiciones para una verdadera democracia participativa.
Notas:
[1] Felber, Christian. Economía del Bien Común. Prólogo de Christian Felber edición española de 2015.
[2] https://rebelion.org/la-globalizacion-como-nueva-configuracion-espacial-del-capitalismo/
[4] CASTELLS, Manuel. La ciudad informacional. Tecnologías de la información, estructuración económica y el proceso urbano-regional. Madrid: Alianza Editorial, 1995. http://www.ub.edu/geocrit/b3w-98.htm
[5] https://onuhabitat.org.mx/index.php/la-nueva-agenda-urbana-en-espanol
[6] Agenda Urbana Española https://www.aue.gob.es/
[7] https://es.wikipedia.org/wiki/Cisco_Systems
[8] https://urbequity.com/ciencia-ciudades-michael-batty/
Fernando Moreno Bernal y Fernando Visedo Manzanares. Campo de energía EBC Cádiz.
Publicado el 28 de marzo 2021 en Web Economía del Bien Común España: https://economiadelbiencomun.org/blog/2021/03/28/ciudad-del-bien-comun-herramienta-para-el-urbanismo-sostenible-inclusivo-y-regenerador-de-vida/