(Los compañeros y amigos, Berna Menezes y Mario Azeredo, dirigentes de la corriente Fortalecer del Partido Socialismo y Libertad, PSOL, de Brasil, me han hecho el honor de presentar este libro que es una contribución muy importante al análisis del momento actual que vive el mundo).
Saludo la aparición de esta publicación, “Rusia x Ucrania. Por el fin de la OTAN”, sobre el conflicto que abre el siglo XXI. Es un gran aporte de los compañeros y compañeras de la corriente Fortalecer del PSOL a la comprensión de una guerra que está dando paso a una nueva etapa de la lucha de clases y la geopolítica mundial, aunque aún sus resultados concretos sean bastante inciertos.
La invasión rusa a Ucrania marca el final de la etapa que se abrió con la desaparición de la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia, a inicio de los años 90 del siglo pasado, cuando el Departamento de Estado norteamericano podía propagandizar “el fin de la historia” y el supuesto triunfo del capitalismo liberal contra el socialismo.
La guerra iniciada el 24 de febrero de 2022, como se desprende de este documento, expresa el momento más agudo de una crisis del sistema capitalista mundial de múltiples dimensiones: la no superación de la crisis económica de 2008 y su profundización por la pandemia de la COVID-19 en 2020, la alta inestabilidad política que caracteriza amplias regiones del planeta, la catástrofe humanitaria producida por la miseria capitalista y la falta de empleos para la juventud cuya consecuencia son millones de personas migrando por el mundo, la amenaza del inminente desastre climático y ecológico, ente otros factores.
Esta guerra ha puesto en cuestión lo que este análisis de la corriente Fortalecer llama la actual (IV) fase del sistema imperialista, marcada por el mundo unipolar, la imposición del neoliberalismo, la “guerra al terrorismo” capitaneada por Estados Unidos como justificativo para someter a diversos países independientes, el parasitismo de la burguesía norteamericana respecto de la economía global.
La invasión rusa a Ucrania va más allá de las consecuencias visibles a primera vista: destrucción de la infraestructura de ese país, miles de muertos y millones de migrantes. Esta guerra estremece la hegemonía de Estados Unidos sobre el mundo, y en particular sobre Europa, a través de la OTAN, y el control norteamericano de la economía mundial a través del sistema monetario en que el dólar es el rey, y de otros mecanismos (Banco Mundial, FMI, OMC, etc.).
Nunca ha sido más evidente la existencia de lo que Hegel llamó “la astucia de la historia”, y en términos latinoamericanos, Nahuel Moreno denominó “la ley del bombero loco”, que pretende apagar un incendio echando más combustible en vez de agua. Las sanciones económicas impulsadas por el gobierno de Biden, desde Estados Unidos, para llevar al colapso a Rusia y al gobierno de Putin, se han vuelto como un bumerang: exacerbando la crisis capitalista con una alta inflación acicateada por el aumento de los precios de los combustibles producto de las restricciones a las exportaciones rusas.
Por momentos, pareciera que quien se tambalea no es Putin, sino el propio Biden amenazado por la ultraderecha yanqui, cuya cabeza es Trump y el partido Republicano, y su incapacidad para resolver ningún problema interno a largo plazo.
A su vez, el efecto de las sanciones ha exacerbado las condiciones sociales ya deterioradas, lo cual conduce a protestas masivas contra la carestía en todo el planeta, aumentando la inestabilidad política, desgastando a los gobiernos y partidos del sistema. Ecuador, Argentina y Panamá son algunos de los países que en nuestro continente se ven remecidos por el eco de las sanciones contra Rusia.
En medio de este panorama cargado de crisis, incertidumbre y drama multidimensional, lo que sigue siendo el centro del problema, y agudo ahora que, en la década de 1930, cuando lo señaló León Trotsky, es la crisis de dirección revolucionaria, como bien lo establece Fortalecer. La ausencia de una alternativa política que brinde esperanzas a la humanidad de “otro mundo es posible”.
Pero la crisis de dirección tiene un punto de partida en los errores de caracterización de la coyuntura que conducen a equivocaciones en la formulación política. La única manera de superar las falencias políticas es con un mayor debate abierto y sincero dentro del movimiento obrero, socialista y “progresista”. Allí es donde esta contribución de Fortalecer tiene su mayor importancia.
En la presente coyuntura de la guerra en Ucrania se han producido dos errores extremos en la izquierda internacional, casi que complementarios uno del otro:
A. Quienes en cierta forma parecen nostálgicos de la extinta URSS, y sobre todo de Stalin, que creen ver en la Rusia actual y en Putin una reencarnación de la situación de la década de 1930-40, apoyando incondicionalmente la invasión a Ucrania como “una operación especial” antifascista como si se tratara del Ejército Rojo marchando sobre el Berlín de los nazis. Quienes así actúan no perciben el enorme daño que hace a la conciencia y unidad de la clase trabajadora mundial, ucraniana y rusa, cuando los derechos a la autodeterminación nacional de un pueblo son pisoteados de manera violenta.
Pero, como toda opinión tiene un ápice de verdad, estos sectores aciertan en que la guerra es consecuencia del expansionismo de la OTAN y de Estados Unidos, y de los gobiernos títeres de la Unión Europea. También aciertan al caracterizar al gobierno de Zelensky como ultraderechista y al famoso Batallón Azov como neofascista.
B. Quienes solo denuncian la invasión rusa y la política de Putin, sin criticar (ni “en los días de fiesta”) a la OTAN y su política. Buena parte de la izquierda europea, incluyendo sectores del trotskismo, parecen comprar acríticamente la versión de los grandes medios de comunicación en manos del imperialismo norteamericano sobre el conflicto, para ubicarse como “pacifistas” que solo exigen la salida de Rusia de Ucrania, o, peor aún, algunos pretenden una especie de alianza antifascista con la OTAN, la Unión Europea, Estados Unidos para armar al gobierno de Zelensky contra los rusos.
Pero, como toda perspectiva tiene un milímetro de verdad, es cierto, que la invasión rusa, con sus víctimas civiles y devastación causada es completamente reprobable y no sirve a los intereses del movimiento obrero mundial, mucho menos a la clase trabajadora rusa y ucraniana.
Como bien señala este documento de Fortalecer el objetivo debe ser la construcción de una política revolucionaria independiente de la clase obrera mundial que ponga como centro la lucha por una salida socialista, la cual no se encuentra haciendo seguidismo ni de los intereses del gobierno de Putin y sus métodos inhumanos, así se trate de una respuesta militar defensiva, ni mucho menos de hacerle el juego al imperialismo norteamericano y la OTAN y su proyecto de mundo unipolar.
El valor de una política revolucionaria independiente se mide, para empezar, por la capacidad de cualquier dirección política de enfrentar a su propia burguesía, a su propio gobierno burgués, a su propio imperialismo.
No puede haber en Rusia una dirección revolucionaria si no denuncia las políticas de Putin contra la clase trabajadora rusa y su invasión a Ucrania por objetivos que nada tienen que ver con el socialismo y sí con la defensa de la oligarquía corrupta del Kremlin.
No puede haber en Ucrania una dirección revolucionaria que no empiece por oponerse al gobierno burgués, derechista y oligárquico de Zelensky y su sumisión al imperialismo yanqui, europeo y a la OTAN. Solo sobre esa base podrá combatir la invasión rusa a su país desde una política consecuentemente antiimperialista y obrera.
Ninguna dirección política de los países de la Unión Europea puede ser considerada revolucionaria, si no empieza su política por exigir la salida de su país de la OTAN, romper con el sometimiento a los designios del imperialismo yanqui y sus instrumentos políticos. Para hablar de paz desde Europa y Estados Unidos, primero hay que hablar de disolver la OTAN. Para denunciar a Putin, hay que denunciar la expansión de la OTAN al este.
Termino saludando nuevamente esta publicación de la corriente Fortalecer por aportar a este debate fundamental sobre la nueva coyuntura internacional que se ha abierto, y por poner sobre la mesa de discusión temas tan relevantes, que van desde la caracterización de la fase actual del sistema imperialista, hasta saber si Rusia es un país imperialista o no (cuestionamiento al que también ha aportado el economista argentino Claudio Katz), y definir cuáles deben ser los ejes de una política revolucionaria mundial construida desde los intereses de la clase trabajadora.
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